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Carlos Ann – Descarado (2005)

 

Cabalgando siempre en la vanguardia y en la traslación del exceso noctámbulo y sustancial a las canciones, a veces muy electrónicas, otras muy distorsionadas, pero siempre con una afección histriónica entre la locura y el delirio, Carlos Ann es un artista al que le sienta a la perfección el más que manido adjetivo de poliédrico. Pero es que pocas veces adquiere tanto sentido como con en el caso que nos ocupa. Desde principio de los noventa viene dando guerra con formaciones de su Barcelona natal como Danzando Confuso o Analogic Emotion. Así, llegaría en el 99 el personal e introspectivo Día Especial, con que inicia una senda en solitario que tendría en Entre Lujos y Otras Miserias un paso definitivo en la introspección de su pop electrónico. Llega entonces la varita mágica de Enrique Bunbury, que lo enrola en las filas del proyecto Bushido, que reúne de manera tormentosa a cuatro desbordantes talentos. Además de los dos citados, a Morti y Shuarma de Elefantes. Un disco al que le falta muy poco para ser legendario y que presente, en su concepción poco frecuente en nuestro país, un referente indiscutible. Con esa ‘confianza’, Ann se embarcaría en liderar el proyecto homenaje-recitado a Leopoldo María Panero. Un doble psicotrópico y alucinógeno que ofrece los momentos necesarios de lucidez y perdición. Así, con más focos en su escenario, llegaría este Descarado, protagonista de la crítica remember semanal.

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Carlos Ann, Bunbury… – Leopoldo María Panero (2004)

En una semana en la que he escrito del poderoso y encantador disco de Quique González a partir de textos creados ex profeso por el escritor y poeta granadino Luis García Montero; en la que he abordado el regreso de 091 después de 25 años sin nuevas canciones, con la pluma siempre voraz y certera de José Ignacio Lapido; y en la que nos zambullimos en el quíntuple disco de El Drogas, donde se inspira en uno de ellos en el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro y donde hay referencias veladas a Eduardo Galeano, además del elevado tono propio, estaba claro que la crítica remember de este viernes tenía que tener un fuerte componente literario. Precisamente, al tomar consciencia de que el disco de Enrique Villarreal muta un verso de Leopoldo María Panero (Solo quiero musas en esta noche sin compañía) recordé que le tenía ganas a este proyecto liderado por Carlos Ann (artista candidato a aparecer por esta sección cualquier semana), al que se sumó sin pensarlo demasiado Enrique Bunbury (recordemos que eran 2 de los 4 de Bushido), y que contó con las cavernosas voces de del productor, director y guionista del porno José María y el escritor Bruno Galindo, que reforzó desde entonces su vinculación con el mundo de la música. Pusieron delirio electrónico a más de una treintena de poemas, casi los más peligrosos, tóxicos y enfermizos de Leopoldo, que ya de por sí merece también mención aparte.

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Calexico – El Mirador

Hemos alabado en muchas ocasiones el carácter fronterizo de muchas bandas que sustentan su sonido en el rollo polvoriento, tejano, entre el género americana y el rock latino, o que, al menos, lo han transitado alguna vez. Echando una mirada rápida en el buscador me han salido referencias en nombres propios como Santero y Los Muchachos, Arizona Baby, Los Coronas, y lógicamente su fusión en Corizonas, la propia La Frontera, Carmencita Calavera, Guardafuegos, Amparanoia, Corazones Eléctricos, Carlos Ann, Álvaro Suite, el mismísimo Bunbury en muchas ocasiones, Los Tiki Phantoms, Igor Paskual, DMBK, The Surfin Limones, Pájaro, El Twanguero, La Destilería, Los Zigarros, Buenas Noches Rose, M-Clan, Quique González, Texas Resaca Blues, Silvio Fernández Melgarejo, Morgan, Malditería, Desvariados, El Toubab, Dead Bronco, David Varona y Los Perros Románticos, Qverno, King Sapo, ¡Pendejo!, Jenny and the Mexicats, Molotov, Gritando En Silencio, Leiva, Capitán Cobarde, Los Brazos, 091, Drunken Cowboys, 69 Revoluciones, Ciclonautas… y, cómo no, Depedro. Y lo dejo para el final porque es a través de él, al comenzar su carrera en solitario allá por 2008, cuando conozco a Calexico. Una banda liderada por Joey Burns (voz y guitarra) y John Convertino (batería) en la que se integraría al terminar la dedicación a los siempre recomendables Vacazul. De hecho, ellos fueron la banda de acompañamiento para su debut y, desde entonces, las colaboraciones han sido múltiples hasta el punto de que en todos los discos hay cameos, en este El Mirador incluido. El décimo de estudio propio, el vigésimo si contamos colaboraciones varias, bandas sonoras, versiones, EP’s y un largo etcétera.

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Bunbury – Exilio Topanga

En el año ‘más literario’ de RockSesión, puesto que en un periodo de trece meses ha habido hasta catorce críticas de libros (dejo los link al final del artículo), me parecía simbólico que la última publicación de este 2021 fuera para otro. En su encomiable capacidad de trabajo e inquietud intelectual y tras haber perdido sus primeros escritos en un robo de ordenador, Enrique Bunbury mantiene su hiperactividad pandémica sumando su primer libro de poemas a un periodo en el que también ha publicado dos discos (Posible y Curso De Levitación Intensivo) y un EP, El Puerto, del que hablamos justo ayer. Lo primero que cabe preguntarse en estos casos (interrogante lógico, como cuando vemos a un actor o actriz publicar un disco) es si el libro ve la luz porque lo merece o porque es un músico de alcance. Coincide también con recientes ediciones de poemarios de Rulo, de Xoel López, de Abraham Boba, la novela de Santi Balmes (aunque en este caso ya lleva mucho recorrido en la literatura)… Por suerte hay preguntas que pueden dejar de ser retóricas de forma tan sencilla como pasando a la acción. Emprendida la lectura de Exilio Topanga sí que se reconoce la propuesta sobrada como para ser publicada, independientemente de su firma. El debate, claro está, pasaría a ser que hay muchos autores talentosos que ven sus puertas cerradas, pero de eso Enrique –que se sepa, dirían sus haters- no tiene la culpa.

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Bunbury – El Puerto

Que en los casi diez años de vida que tiene esta casa (los cumplirá a comienzos de marzo de 2022) haya escrito una veintena de artículos y críticas sobre la figura, discos, documentales, directos, giras o selección de temas de Enrique Bunbury, tanto en solitario como con Héroes del Silencio, como en sus proyectos con Bushido, Carlos Ann y Panero o Calamaro dice mucho de la notoriedad, de la relevancia y de la importancia del músico. Es un hecho irrefutable, además de demostrar su constante movimiento en búsqueda de algo nuevo que ofrecer a su público, que anda soliviantado en los últimos tiempos (¿quién no?, ¿quizá?) por distintos motivos. Que si el derrotero estilístico, que sus opiniones extra musicales… En fin. Ya saben, la furia y el ruido, que diría William Faulkner. En esta casa, por lo general, nos hemos abstraído con frecuencia de las opiniones personales de todos y cada uno de los artistas y bandas que han pasado por este escaparate. ¿Acaso conocen las opiniones sobre todos los temas de los músicos o cantantes de sus bandas favoritas? Lo que ocurre con Bunbury, y se viene notando, es que su hartazgo está saltando claramente a sus creaciones y su descreimiento ante los derroteros que viene tomando la opinión pública de un tiempo a esta parte ha inundado ya su forma de contar las cosas en las canciones y también en ese estreno con la poesía literaria de Exilio Topanga. Dos lanzamientos cercanos en el tiempo que refuerzan esa hiperactividad que tuvo el pasado año con la publicación de dos discos de estudio, Posible y Curso De Levitación Intensivo. A falta de gira, Bunbury se exorciza creando y desde aquí deseamos que pronto pueda hacerlo desde el escenario. Que falta hace.

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Álvaro Suite – La Xana

 

De un tiempo a esta parte ‘secundarios’ (perdón por el uso del término) o escoltas (mejor) de lujo de grandes estrellas de la escena rockera más personal, vienen presentando sus proyectos en solitario. Igor Paskual, guitarrista de Loquillo, es de los más avezados en ello, con tres discos ya a su espalda. También tenemos a Fon Román, histórico guitarrista de Piratas. Más conocido por el gran público, Ricardo Ruipérez, guitarrista de M-Clan, también ha hecho lo propio. El último en sumarse a esa notable lista de ilustres es Álvaro Suite, conocido por ser el más que solvente y sobrado de facultades guitarrista de Los Santos Inocentes, la banda que viene acompañando a Enrique Bunbury en los últimos diez años. Sin embargo, mientras que lo previsible podría ser encontrar un disco de calor fronterizo o de guitarras en primera línea, lo que nos ofrece son arreglos espaciales y generación de ambientes a través de un siempre afectado tratamiento vocal y unas canciones deudoras de nombres tan indiscutibles como distintos, como lo pueden ser David Bowie, The Beatles o Antonio Vega. Por el momento, le vale para salir de gira unas cuantas fechas antes de que vea la luz el nuevo disco de Enrique. El tiempo determinará si el recorrido de este viaje solista es de cercanías o de largo trayecto.

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El Drogas – Solo Quiero Brujas En Esta Noche Sin Compañía

 

Que Enrique Villarreal ‘El Drogas’ estaba hecho de otra pasta los sabemos los seguidores del rock y de su música desde que empezáramos a reconocer su inconfundible voz en los discos de Barricada y que viéramos su enjuta figura retorciéndose con el bajo. Primero con la larga melena, después con las rastas, las gafas y esa imagen tan señorial y caballera que genera el choque de las dos neuronas de las mentes más encorsetadas y cuadriculadas. Él era el gran responsable de los conciertos kilométricos de 40 canciones de la citada banda. También de ir cuidando cada vez más los proyectos, hasta derivar en el intenso trabajo de investigación y gran edición del imprescindible La Tierra Está Sorda, un disco que viene hoy muy ‘al pelo’. Tampoco como El Drogas se limitó a lo sencillo. Sacó un disco doblado en versión eléctrica y acústica. Después un directo de doble CD y doble DVD que recogía parte de una jornada mítica de cinco horas de directo en su Pamplona, ciudad que debería tener ya una avenida a su nombre, aunque él no quiera. Con este disco, se empezó a hablar de un triple CD (siempre tuvo querencia por el número 3, es una de las preguntas que me gustaría hacerle –si accede- cuando venga al Teatro Cervantes de Almería el próximo enero), pero… El Drogas rompió el molde al nacer. La cosa se fue calentando y se nos fueron a 42 canciones de una tacada. Una auténtica rareza en tiempo en los que ya funciona el single inmediato… si es que se escucha entero.

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El Kanka. Teatro Cervantes, 30 de noviembre

Todo artista/banda que graba un disco, que se sube a un escenario a defender sus canciones, pensará que se merece el triunfo. Definido en el grado que cada cual considere según sus expectativas o delirios de grandeza, claro, pero, a la postre, la recompensa a un trabajo. Hay ocasiones (muchas, busquen ustedes sus ejemplos) en los que se antoja sobrevalorado, casual o, incluso, incomprensible. Pero hay otros en los que parece que todo adquiere más sentido, que reconforta cuando lo obtiene alguien de donde se sabe que hay mucho trabajo, mucho talento, y, además, se es buena gente. El Kanka es un ejemplo de ello. Sin necesidad de haber pegado un gran hit comercial a través del que público mainstream haya conocido el resto, sin adaptarse a ningún tipo de moda, sin alterar su independencia y manera de hacer las cosas, el malagueño continúa una senda ascendente colosal. Cimentada en una colección de discos a cada cual mejor (más profundo y valiente) y corroborado con una puesta en escena en la que por voz y simpatía conecta desde el primer momento. Anoche El Kanka, como ha realizado en casi 30 de sus más de 60 conciertos de la gira de El Arte de Saltar (Spoiler: medalla segura en Mis Discos del Año de cada día 5 de enero), colgó el cartel de ‘no hay entradas’ en el Teatro Cervantes de Almería. Un escenario excepcional que se convirtió en una caldera. (Fotos: Juan Jesús Sánchez Santos)

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Mercedes Ferrer – C+V

Continuamos la semana dedicada a críticas de discos con rúbrica de mujer, tras Chica Sobresalto y Christina Rosenvinge, con una de las más legendarias rockeras que ha dado nuestro país, la madrileña Mercedes Ferrer que, nueve años después de su anterior larga duración, Travesía (que además sólo salió en formato físico en México) regresa con este explosivo y enjundioso C+V. Resulta curioso que, coincidiendo con que hace un par de días Rosendo anunciara que la de este año será su última gran gira (lo que no significa que no haya conciertos en 2019 y puntos suspensivos…) y con el regreso de Miguel Ríos con nuevo disco en directo (Symphonic), no exista en el rock de nuestro país referentes tan reverenciados e indiscutibles, mediáticos, en suma de género femenino. Más que no existan, que no estén al mismo nivel. Sólo Luz Casal puede acercarse a ellos, pero tras ellas tenemos a artistas como Aurora Beltrán, Rosenvinge o la propia Mercedes Ferrer, auténticos derroches de calidad, peleando cada uno de sus lanzamientos y giras contra los elementos, género masculino.

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Bushido – Bushido (2004)

BushidoAlgún día tenía que llegar y ha sido hoy. Bushido es uno de esos desvíos momentáneos en la carrera de Enrique Bunbury que, como denominador común de amistad con el resto del componentes de este proyecto, reúne a otras tres fuertes personalidades para crear un disco único (porque no iba a tener vocación de continuidad). Una suerte de trabajo experimental (en el concepto, no en las formas, pues la producción es impecable) en los que reúne a Shuarma (al que ya conocía y que ya había producido y colaborado en Elefantes), a Carlos Ann (personaje del underground barcelonés con quien compartía una devoción absoluta por Leopoldo María Panero) y Morti (el vocalista que había despachado tres discos sobresalientes con El Fantástico Hombre Bala). Son cuatro caracteres muy marcados y casi inamovibles, como se puede ver antes de este disco y por cómo han seguido su camino los más de diez años que han transcurrido. Bushido quedará como una rareza de lo que un día se inventaron. Es un disco venenoso que no siempre entra, pero que nunca conviene dejar de lado.

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