La Caracol, la historia real nunca escrita. Jose Caracol y Nacho Serrano
En ese tránsito entre el fin del curso y el inicio del periodo estival entre festivales, llegó a mis manos en verano “LaCaracol, la historia real nunca contada” (la grafía invita en todo momento a juntar el artículo, aquí nos tomamos la licencia de separarlo), un libro en el que el principal promotor de la sala madrileña, Jose Caracol (José Manuel Alonso) repasa ‘la biografía’ de un espacio que durante más de treinta años las ha visto ‘de todos los colores’, como dice la expresión popular, además de haber pasado por infinidad de avatares varios. Entre evento y evento he ido afrontando su lectura y a su término lo queda es que es innegable que sacar adelante una sala en este país es una tarea titánica, hercúlea y hasta diría, sin ambages, que suicida. Independientemente de que todo el mundo quiere ganarse la vida y en el caso de una empresa tener beneficios, lo cierto es que hay que tener de salida y en el camino una importante dosis de amor a la música para poder afrontar determinadas situaciones. Está claro que la visión está muy dirigida a salvaguardar el buen nombre de La Caracol, pero también hay que destacar que se asumen y se reconocen errores con honestidad y sinceridad (desde engaños a equívocos). El autor se apoya en el periodista Nacho Serrano para perfilar, pulir y mejorar la narración de una actividad de cerca de 6.000 conciertos, más de 1.000 eventos musicales, 4.000 artistas diferentes, 18.000 horas de música en vivo y 3 millones de espectadores a lo largo de 30 años. «Estas son las credenciales de la mítica Caracol, una sala que cambió la forma de entender la música en directo en España. Una historia demasiadas veces citada, pero nunca hasta ahora contada desde dentro y al detalle», nos dice la solapa. Para limar la aridez, el texto se salpica de testimonios (más o menos acertados) de músicos tan variopintos como Rosendo, Medina Azahara, Ramoncín, Mägo de Oz, Manolo García, Alejandro Sanz, Pereza, Amaral, Dani Martín, Rosalía, Vetusta Morla, Burning, Dover y un largo etcétera.
Jose Caracol, artífice de la emblemática sala desde comienzos de los años 90 hasta la fecha, dirige este recorrido que es, también, un viaje por la música de las últimas tres décadas. Lo acompaña, como coautor del libro, el periodista Nacho Serrano, con una sólida trayectoria en medios generalistas como el diario ABC, o publicaciones especializadas como Ruta 66 y Mondosonoro, entre muchas otras. Con la colaboración del reconocido fotógrafo Domingo J. Casas como editor gráfico, han enfrentado el arduo trabajo de comprimir tres décadas de historia en varios cientos de páginas.
En términos generales el libro es de fácil lectura, ameno y aporta anécdotas curiosas para quienes sientan interés por todas las facetas que rodean a la música, aunque también es cierto que en algunas fases inmovilistas, en las que no pasa demasiado, se puede aletargar un poco el relato, como también a veces parece abusarse demasiado de una oralidad escrita, por la sucesión de frases cortas o ítems informativos lo que, desde el punto de vista técnico, me hace valorar en gran medida el fantástico trabajo que habrá tenido que hacer Nacho Serrano para darle orden y criterio al asunto.
Como dice el texto promocional, el resultado final del libro es mucho más que el repaso a una trayectoria o un conjunto de anécdotas protagonizadas por nombres célebres de la música nacional e internacional, sino que también la crónica de una resistencia infatigable ante la encarnizada persecución por parte de las autoridades de diferentes administraciones, «empeñadas en tratar la música en vivo como si fuera un delito, y perseguir a quienes no fueran dóciles y obedientes en su programación, o ejercieran la pluralidad sin censura», señala Jose. Desde los orígenes de la sala antes de su adquisición (era de dos hermanas de ¡Esperanza Aguirre! Y era usado como tablao flamenco con manga ancha pese a su ausencia de licencias) pasando por cierto acoso municipal, a veces con algún atisbo de razón, casi siempre por el mero hecho de tocar las narices. Algunos episodios con los técnicos y las inspecciones me recuerdan al capítulo aquel de Los Simpson en el que el señor Burns no para de decirle a un jugador que se afeite las patillas cuando ya se las había cortado, subido más arriba y, al final, rapado al completo.
Me gusta la manera de entender la música que también se ofrece, por la variedad de los registros ofrecidos a lo largo de estos treinta años. Y verán, esto es como lo de los festivales, es necesario hacer ‘concesiones’ que van más allá de nuestros gustos porque también tiene que haber una rentabilidad. Como bien dicen los propios protagonistas, la lista de nombres sería interminable, pero basten unos ejemplos para dar una idea de esta variedad: Chavela Vargas, Juanes, Dover, Texas, Melendi, Leño, Alejandro Sanz, Radiohead, Enrique Morente, The Mavericks, Paco de Lucía, Morcheeba, Estopa, Tim Robbins, Amaral, Julieta Venegas, Loquillo, Bryan Adams, Pereza, Paul Di Anno, Miguel Ríos, Bomba Estéreo, Burning, Compay Segundo, El Canto del Loco, Manu Chao, C. Tangana, The Remains, Manolo García, The Damned, Rosalía, Andrés Calamaro, Depedro, Pablo Milanés, Najwa Nimri, Los Lobos, Los Piratas, Fito & Fitipaldis, The Black Crowes… y muchos otros hasta sumar más de 4.000 artistas.
Como decía, muchos de ellos dejan un testimonio de cariño para la sala (con mayor o menor implicación) pero hago hincapié en la sorna ladina que se gasta Willy Bárcenas (Taburete) al contar una sobre Kutxi Romero y una fotografía no consumada. Hablando del tema con el propio Kutxi me comentó que no recuerda el caso, que ya le preguntará si coinciden en otra ocasión.
«LaCaracol es también la historia de un concepto que se adelantó a su tiempo y que explica cómo una precaria nave industrial acabó convirtiéndose en una sala de conciertos de vanguardia, referente dentro y fuera de nuestras fronteras, y cómo desde su escenario comenzaron el camino al estrellato numerosas personalidades que siguen brillando en el panorama nacional e internacional, algunas de las cuales han participado recordando su paso por la sala». Destacaré que en mis años de estudios de Periodismo pisé La Caracol en varias ocasiones, pero mi memoria selectiva tiene en alto valor lo que fue la despedida oficial de Canallas en noviembre de 2002. Un concierto que fue registrado en audio y vídeo y en el que con mis bisoños 22 años estuve en primera fila con mi alter ego almeriense, con pancarta en ristre de apoyo a la banda. Curiosamente, dicho concierto se cita muy de pasada y sin mencionar la grabación, pero sí que se citará a la banda y a los posteriores Stafas en otros momentos.
La publicación está a la venta en exclusiva mediante la plataforma Amazon, tanto en formato papel como en formato digital, «para llegar a la mayor cantidad de lectores posible», agrega Jose Caracol, que intenta iniciar con él la recaudación de fondos para crear una ONG de ayuda a los músicos: “Además de echar una mirada al pasado de nuestra sala y de la industria musical en general, La Caracol incluye una propuesta de superación, pensada para impulsar a los futuros talentos, apoyar a los que están en activo y cuidar de nuestros músicos mayores”.
Publicado el septiembre 27, 2023 en Actualidad y etiquetado en Actualidad, La Caracol. La historia real nunca escrita, sala Caracol. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.




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