Archivos Mensuales: mayo 2021

La Pegatina y Carmencita Calavera. Cooltural Go! 30 de mayo

El 29 de mayo del año pasado tuve el primer concierto presencial post-confinamiento. Es cierto que era un concierto con emisión on-line en directo desde un Auditorio, pero lo fue. Allí estábamos las 10 o 15 personas que nos tocaba trabajar en el evento de manera corpórea. Se ha cumplido un año desde entonces y, profesión obliga, en estos doce meses han sido más de 50 conciertos y obras de teatro cubiertas, una decena de exposiciones, unas cuantas presentaciones de libros y hasta he sido parte activa del Escenario Literario, con entrevistas con público a Toteking, Kutxi Romero, Rafa J. Vegas y Antonio Arco. Todo ello con la completa garantía de #CulturaSegura y, en definitiva, un gran pedazo de normalidad, pese a todo. A La Pegatina los había visto vez y media. La primera vez en un Aúpa Lumbreiras por 2012, por la tarde, y con una importante rajada sobre la calidad del sonido. Pese a todo, la liaron bien. Más adelante, actuaron en el prime time del The Juergas Rock de Adra en 2017. A Carmencita Calavera no tenía el placer y la sorpresa fue de lo más agradable, con su punk equilibrado entre el old school, la serie B con tintes surf y toques sureños. A partir de este momento, os dejo con la crónica realizada para el Área de Cultura del Ayuntamiento de Almería y como jefe de prensa de Cooltural Fest. Salud. (FOTOS: Cooltural Fest).

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Juan Antonio Canta – Las Increíbles Aventuras de Juan Antonio Canta (1996)

Ayer os traje la crítica del libro ‘Héroes Malditos’, de Eduardo Izquierdo. Un volumen que viene a repasar la trayectoria profesional y biografía de 33 artistas tocados por varita mágica de la desgracia. Fracasados en su empeño de hacerse querer a través de sus canciones, lograr el reconocimiento que con mucho menos calidad otros conseguían sin el menor esfuerzo… o incluso aprovechándose del suyo. Perdedores de la música como los hay en la vida. Cadáveres que pueblan el mundo sin la necesidad siquiera de que hayan fallecido. La típica estampa de el viandante al que acompaña un nube negra con rayito de tormenta mientras a su alrededor lucen destellantes y dentelladas de sol. En esa historia negra de la música, nuestro país también tiene una importante serie de nombres que se encuadrarían en una hipotética edición doméstica que su autor entrevé prometer. Hace unas cuantas semanas (el Viernes Santo, no hace tanto, y me parece un mundo) escribía de Silvio Rodríguez Melgarejo (citado como opción plausible en el propio libro), eso le impedía protagonizar de nuevo la sección, así que, como segunda posibilidad (demonios, ni para eso, Juan Antonio) llevo días recordando a Juan Antonio Canta, nombre popular para las listas negras de Juan Antonio Castillo Madico. Un cordobés que después de ‘triunfar’ en el rock más gamberro, canalla y vigoréxico como Pabellón Psiquiátrico (les debo una remember, recuerdo lo del “le metí una mano, le metí una pierna” como uno de los recuerdos musicales más impactantes gracias a una cinta de cromo azul y negra de mi hermano, diez años mayor) se embarcó en solitario, manteniendo la guasa, pero reforzando su porte póetico, irónico, de sabio gestor de las palabras (característica, por cierto, denominador común de otros tantos autores humorísticos, como Krahe, Juan Abarca o Antílopez). El caso es que el bueno de Juan se suicidó a los 30 años (fijaos, ni se le puede meter en el club de los 27 ni en la muerte de Jesucristo, se quedo a mitad de camino) por el escarnio popular de los 40 limones. Perra vida.

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Héroes Malditos – Eduardo Izquierdo

El 17 de junio de 1990, un jugador español llamado Míchel se puso a gritar, rebosante de furia y orgullo, “me lo merezco”. Lo hizo una y otra vez cuando marcó su tercer gol, lo que le valió para completar su hat-trick, en un partido que la selección española ganaría 3-1 a Corea del Sur. Siempre le he tenido algo de tirria al verbo merecer. Sobre todo cuando se usa de manera despreocupada o a la ligera. ¿Se merecía el portero Choi In-Young ese castigo aquel día? Quizá se preparó el partido mucho mejor que él. ¿Y si llevaba un mes haciendo buenas acciones o pasándolas canutas por algún otro motivo? ¿Acaso los miles de estudiantes que se preparan unas oposiciones no se merecen una de las plazas? ¿Quién determina qué es más meritorio y qué no? ¿Acaso la meritocracia no es uno de los engaños más flagrantes de un sistema fagocitador de almas y fábrica sistémica de frustraciones y fracasos? Sí, como ven, le tengo bastante manía al verbo merecer, porque implica una justicia que viene otorgada por un algo indeterminado o un alguien con intereses que, igual, solo piensa verdaderamente en el suyo. Dicho esto, ¿merecían los 33 protagonistas de este libro ser patos feos, olvidados y trágicos del rock? ¿Por qué otros con mucho menos esfuerzo, talento o dedicación se llevaron la gloria? Eduardo Izquierdo se sumerge de manera amena y con profusión de información, datos y discografía en la trayectoria de 33 (como las revoluciones del vinilo) nombres propios de los que, confieso, ignoraba la existencia de más de la mitad de ellos.

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Chica Sobresalto – Sinapsis

Un cuchillo no es malo por el simple hecho de ser un cuchillo, al igual que el paso por un programa de televisión como Operación Triunfo no tiene por qué serlo si tampoco desvirtúa el concepto que tú misma tienes de la música y de lo que quieres hacer con tus canciones. Con ese espíritu y esa premisa clara como marco conceptual, Maialen Gurbindo viene a ser de lo mejor que ha pasado en esta tercera vida del formato después de las primeras camadas de Televisión Española y una prescindible segunda etapa en Telecinco. Y quizá lo sea por algo tan sencillo como que ella ‘usó’ a OT y no al contrario, que es lo que suele suceder. Eso no sentó bien a ‘los hombres de traje gris’ de los grandes sellos y le hicieron ‘pagar’ su independencia con una más que extraña eliminación a las puertas de la final (habiendo sido una de las favoritas durante todo el concurso), por no querer abandonar al sello que le dio la primera gran oportunidad (ya saben, El Dromedario Records, Alén Ayerdi, el concurso y la publicación de un excelente disco de debut llamado Sobresalto allá por 2017). Pero el beneficio ya se había producido. La forma de entender las canciones, la música y, por ende, la vida, ya había calado en un público mucho mayor del que ya se había ganado por derecho propio con su primer disco, con conciertos acústicos a las doce del mediodía bajo un gran sol de agosto, teloneando con apenas su guitarra y su dulce voz en grandes escenarios que esperaban la tormenta de distorsión… y de todo había salido victoriosa, capa y uniforme de super heroína en ristre. Con más confianza, con más medios, más segura (o no), Sinapsis es la confirmación de sencillez y la calidad de Chica Sobresalto.

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Ciclonautas – Camping del Hastío

Se presentaron en sociedad en 2014, en un tiempo en el que Marea dormía el sueño justo de los que necesitan reposar para volver más fuertes. Haciendo honor a la segunda parte de su nombre, mostraron con su debut (el disco doble ¿Qué Tal?) una facilidad inmensa para navegar entre la crudeza del stoner y la sobriedad más árida, junto al calor de la influencia del folclore argento más enraizado y un rock de alto voltaje, de los que provocan, como su primer compuesto indica, un ciclón de intensidad, viento, oleaje y tormenta. Con una gira donde se granjeó los locales y las salas de la vieja escuela, salpimentado con algún que otro festival, Ciclonautas editaría su segundo disco veinte meses después bajo el nombre de Bienvenidos Los Muertos. Un disco mucho más ampuloso y grandilocuente, más ‘americano’ si se me permite, pero igualmente pastoso y candente, de los que empastan en la escucha y afianzando una autenticidad y un sonido que casi ninguna banda es capaz de realizar en nuestro país. No es extraño. Sumen denominaciones de origen tan densas como la escuela navarra del rock, el poderío letrístico y la tradición casi psicoanalítica del imaginario argentino, la contundencia pulcra de la distorsión, afilada al máximo guiada por la brújula del rock sin apellido y la clase de una base rítmica descomunal desde el bajo y dibujando melodías y matices desde la batería. Con esas armas, llega ahora Camping Del Hastío para dar un paso más, sin parecerse ni al debut ni a su sucesor, pero igualmente identificable a su autoría. Una colección de 11 singles que no buscan serlo, porque no es su envite. Ellos juegan al órdago de la atemporalidad.

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Fito & Fitipaldis – 20 Años y Una Noche

Nos ha hecho vibrar y sentir con intensidad con su música. Eso es innegable, por más que su carácter más melódico o sus patrones revisitados con frecuencia hayan hecho que gente de su público se haya ido ‘desconectando’ con el paso del tiempo. 20 años fue un buen momento para “parar en el camino” y mirar hacia esos años y hacer balance de “todo lo que ha pasado”. Y es que veinte años no son nada, dice el cantar, pero también dan para mucho. Para conexiones más o menos fuertes, momentos altos y bajos, como ocurre con cualquier lazo y, por supuesto, en la relación que entablamos con el grupo en cuestión. El documental 20 Años y Una Noche viene a hacer balance de la gira de 20 ciudades con la que Fito conmemoró sus dos primeras décadas sin Platero y Tú, arropado también con el lanzamiento de una excelente caja compilatoria, Fitografía, que me compré con todos los extras, como buen agradecido a esas emociones que me hizo sentir en algún momento. Una inesperada guinda le llegaría a nuestro pequeño gran rockero con un colofón en el Royal Albert Hall de Londres. Un escenario por donde ha desfilado una importante selección de ilustres como su meta-referencia Mark Knopler, Phil Collins, Sting, Paul McCartney, Elton John, Bryan Adams, Eric Clapton o Brian May y Roger Taylor de Queen. Un hito ignoto hasta el momento para un artista y rockero español y que viene a demostrar que, pese a todo, Fito sigue siendo por derecho propio uno de los grandes, nos gustara o no más antes que ahora o lo que sea. Al César lo que es del César y con una absoluta normalidad es ya leyenda de nuestra escena.

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Mamá Ladilla – Exhuma y Sigue

Cuando un cómico o monologuista nos cae en gracia (nunca mejor dicho) caemos en el error de empezar a verle tantas veces que, al final, el cartón piedra se hace patente y nos puede acabar resultando predecible y previsible y no hay nada que haga menos gracia que sabernos el final antes de escuchar el principio. Es una jodienda, si lo piensan, pero es algún pero tenía que tener estar tocado con la divina barita de la capacidad para hacer reír. A no ser que seas como Chiquito y el final no sirva para nada y lo importante sea el trayecto. El caso es que en el caso de los grupos que hacen del humor un arte… ¿se les exige más que a uno ‘convencional’? A fin de cuentas, todos conocemos a autores, bandas, escritores e, incluso, algún crítico musical (ejem) que parece llevar escribiendo la misma canción, el mismo disco, la misma novela o ensayo, o la misma crítica con pequeñas variaciones y no pasa nada. Sin embargo, a los del saco divertido, le pedimos constantemente chistes y ocurrencias máximas que nos evadan del este vil y cruel mundo por unos minutejos, cuanto menos, igualando su máxima cota y malla conocida. Como es lógico, esto jamás puede ser así porque ni siquiera el oyente es el mismo hoy, que ayer, menos todavía que hace años. Evolucionar adquiere otra dimensión y cada nuevo artefacto sonoro de este marco conceptual debe ser tomado con una cierta perspectiva, como el icono amarillo ese de una ceja levantada y la mano en la barbilla (o parte inferior del círculo, mejor dicho). El caso es que Mamá Ladilla, con Juan Abarca al frente, ajeno o no a todo este cacao, se ha marcado otro disco de estudio, titulado Exhuma y Sigue con que el nutre de doce nuevas coplas su henchido repertorio que ya supera el centenar de temas. No es poco.

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Boikot – Balkan Acoustic

Lo he escrito muchas veces y, en su escala, Boikot también es un poco víctima de ello. Bueno, es víctima de varias cosas. Vayamos poco a poco porque casi que una se enlace con otra y todas se retroalimentan. Como bien sabe el público veterano del lugar, los madrileños son una de esas bandas a las que se ‘les acusa’ de estar en todos los festivales (cuando había), se les culpa (por tanto) de hacer siempre el mismo concierto y, de camino, también se les pega otro viaje por decir aquello de que ‘estaban mejor antes’ y que ‘se han vendido’ por aquello del ‘triunfo transversal’ y un largo etcétera de acusaciones y atenuantes que, a la postre, les convierte en uno de los grupos más criticados del panorama ‘independiente’ (no indiependiente). ¿Por qué? Porque ya sabemos que todos los integristas del circuito no quieren triunfos masivos y, cuando se producen, se cuestiona por una supuesta pérdida de calidad. En fin, la misma historia que lleva repitiéndose a escala en el mundo de la música desde hace un siglo. Con muchas conversaciones por distintos backstages a cuestas, el bueno de Juankar me comentaba que lo de sacar disco estaba algo más complicado y que iban a apostar por otros formatos. En su intento de renovación constante, integraron un tiempo a Julio Maloa, sacaron singles con multitud de colaboraciones… Sangre fresca, nuevos formatos. La pandemia frenó un tanto ese desarrollo y, quizá algo tarde para mi gusto, el grupo reaccionó y pensó en darle una vuelta a parte de su repertorio con un sonido orgánico-balcánico (tiene su media docena de canciones en ese ambiente musical), sin distorsión y acústico. Les reconozco que desde el inicio me parecía buena idea, sobre todo porque muchas de esas canciones las conocí antes en versión original con Bregovic y Kusturica, y porque me imaginaba a todos los haters con espuma en los dientes (igual que con Reincidentes cuando sacaron su acústico en 2004). Pero es que el resultado es mejor de lo esperado.

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Santa – Reencarnación (1984)

El punto de partida lo conocen quienes tengan un mínimo de instrucción sobre el nacimiento y primera oleada del heavy metal en nuestro país. El triunfo de los más técnicos Barón Rojo y los macarrónicos Obús dio como resultado, como ocurre con cualquier movimiento que se hace moda en la música, que las casas discográficas intentaran explotar un poco el filón ofreciendo productos que tuvieran unos argumentos lo bastante aceptables y coherentes para seguir despachando negocio. A caballo entre eso y por la sorpresa que se llevaron Fernando Sánchez y José Luis Serrano (esto es, la base rítmica de Obús en aquellos años) a principios de los ochenta cuando descubrieron la voz de Azucena Martín-Dorado Calvo que ejercieron de padrinos al ver el inmenso potencial vocal de la madrileña, Chapa Discos decidió apostar por este cuarteto, que se completaba con otro ya viejo conocido de las seis cuerdas como Jero Ramiro (que venía de demostrar su poderío metálico con Ñu tras, a su vez, venir rebotado de la banda de Ramoncín, después llegaría Saratoga, ya saben). El caso es que tras despachar un par de temas con el nombre de Viuda Negra, el grupo cambiaría la alineación con la entrada de Bernando Ballester (un ciclón en la batería que venía de Ñu) y Julio Díaz al bajo (Mazo) y se convertiría en Santa para la historia del heavy metal nacional. Escuchando hoy este disco parece increíble que todo se fuera al traste tan rápido. Pero así son las cosas. Nunca el mejor gana, nada que tengas que esperar llega.

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Rodrigo Mercado – Llueve

Canta Hamlet aquello de “sabes que tu progenitor goza de gran reputación. Procura, entonces, no fallar: lo siento hijo, así es la cruda realidad”. Rodrigo Mercado ha sido siempre consciente, porque así lo ha reconocido en numerosas entrevistas, que siempre vivirá con la marca de ser el hijo de quien es. (Rosendo Mercado, por si hay alguien de otro planeta leyéndonos). Una realidad que es tan positiva (estoy seguro que hay mucho cariño entregado sin recibo al madrileño solo por ello) como condicionante, por aquello de no poder igualar las gestas de tamaño mito de nuestra música. Pero, sinceramente, tampoco es necesario. Si bien eso se aprende con el tiempo y los años. Quizá por eso, o pura casualidad, Rodrigo comenzó su camino en el mundo musical alejado de su nombre propio (con Ganyahmun), alejado del rock, haciendo reggae, que posteriormente fue mutando al funk, al rap, al soul, a veces por momentos casi al spoken word. Siempre con un buen gusto elogiable, unas letras que también se salían de lo frecuentado. Con el paso de los años llegó un momento en el que todos los discos tenían alguna letra suya, cuando no un cameo. Iniciando su camino en solitario, Rodrigo fue buscando su propia senda, explorando nuevos caminos hasta que un día decidió coger la guitarra y empezar la composición con ella. Claro, así las canciones fueron cogiendo una organicidad propia, más rockera, al tiempo que Warner se echaba a un lado. Con la autogestión ‘obligada’, Rodrigo casi que suena más genuino que nunca en este EP llamado Llueve. Que sí, ahora sí, se mueve en territorios eminentemente rockeros. Bienvenido a casa.

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