Fito & Fitipaldis – 20 Años y Una Noche

Nos ha hecho vibrar y sentir con intensidad con su música. Eso es innegable, por más que su carácter más melódico o sus patrones revisitados con frecuencia hayan hecho que gente de su público se haya ido ‘desconectando’ con el paso del tiempo. 20 años fue un buen momento para “parar en el camino” y mirar hacia esos años y hacer balance de “todo lo que ha pasado”. Y es que veinte años no son nada, dice el cantar, pero también dan para mucho. Para conexiones más o menos fuertes, momentos altos y bajos, como ocurre con cualquier lazo y, por supuesto, en la relación que entablamos con el grupo en cuestión. El documental 20 Años y Una Noche viene a hacer balance de la gira de 20 ciudades con la que Fito conmemoró sus dos primeras décadas sin Platero y Tú, arropado también con el lanzamiento de una excelente caja compilatoria, Fitografía, que me compré con todos los extras, como buen agradecido a esas emociones que me hizo sentir en algún momento. Una inesperada guinda le llegaría a nuestro pequeño gran rockero con un colofón en el Royal Albert Hall de Londres. Un escenario por donde ha desfilado una importante selección de ilustres como su meta-referencia Mark Knopler, Phil Collins, Sting, Paul McCartney, Elton John, Bryan Adams, Eric Clapton o Brian May y Roger Taylor de Queen. Un hito ignoto hasta el momento para un artista y rockero español y que viene a demostrar que, pese a todo, Fito sigue siendo por derecho propio uno de los grandes, nos gustara o no más antes que ahora o lo que sea. Al César lo que es del César y con una absoluta normalidad es ya leyenda de nuestra escena.

He sido duro alguna vez con Fito, lo reconozco. Pero porque le quiero. A él y a su música. Cuando uno sabe que el artista en cuestión es capaz de mucho más, hay que decirlo, aunque no por ello signifique, ni mucho menos, que deje de contar con nuestra espada. Con aquella gira volví a ver a Fito & Fitipaldis ocho años después de mi última vez. Lo hacía esperanzado por el repertorio y con muchas ganas de reconciliarme. Quería volver a creer (a lo Expediente X) y me lo puso fácil.

Un directo sin alarde de efectos, con una escenografía sobria pero lo bastante atractiva para que cada tema tuviera unas condiciones lumínicas distintas, una banda sin alardes de cara a la galería pero con una precisión de cirujano, un sonido de los mejores que recuerdo en los últimos años y, sobre todo, una actitud serena y agradecida, pero sin imposturas. Con la sabiduría que da el llevar más de treinta años en los escenarios y ser consciente del camino de un libro inacabado, apuntaba entonces.

Daniel Griffin a la batería, Alejandro ‘Boli’ Climent al bajo, Javier Alzola al saxofón y otros instrumentos de percusión, y Carlos Raya a la guitarra es el equipo que conformaba el quinteto en escena en aquella gira y todos ellos tienen voz en el documental de algo menos una hora y cuarto de duración.

Pero no son los únicos. En la corriente natural de buenas voces y vibraciones, todo el equipo parece remar en una única dirección familiar, así que también los técnicos de backline (Nitrato, Peter…), responsables de producción y logística (Aitor Simarro, Zaloa Zabala…), mánager y road mánager (Polako y Antonio Perea), casa discográfica (Charlie Sánchez, todavía por entonces director de Warner, visiblemente emocionado en muchas ocasiones) y agencia (Riff Music, Chris Ortiz, Carlos Espinosa…) aparecen en el metraje, incluidos los periodistas Mariskal, Iñaki López y Andrea Ropero y hasta Dani Martín. Y, por supuesto, Muchachito, que fue el que le acompañó abriendo toda la gira con quien también contó en el concierto en Londres.

El documental viene a aumentar la videografía de Fito y a revisar su opinión sobre aspectos como esa difícil gestación de nuevas canciones, siempre con plena libertad de no estar sujeto a presiones ni plazos, la elaboración del repertorio y el reencuentro con canciones olvidadas (como explica con las sensaciones que tenía con ‘Rojitas’), la diferencia entre los encantos y bondades de una gira por salas o una por grandes recintos, una interesante mirada a parte de la colección de guitarras (y sus motes) con especial significado a la ‘blanquita’ (con referencias a Platero, Iñaki y Hendrix), su hernia de hombro y, lo mejor, la idea interiorizada de que uno tiene que estar igual de bien para el que va a verlo en una pequeña ciudad como quien va a verlo en una gran capital. “Porque esa persona ha pagado su entrada para verte y tiene el mismo derecho de ver un concierto igual de bueno que otro. El público no se merece menos que otro cuando pisas un escenario”. Chapó. Ejemplar.

No parece haber impostura alguna en esa sencilla normalidad de un tipo que ni siquiera tenía esta oportunidad tan simbólica como un reto planteado en su horizonte, que habla de su propia gira (con un equipo de 80 personas, cocina propia y un largo etcétera) como ‘jugar a ser los Stones’ y que tiene la misma mirada que aquel adolescente que se cogía el bus solo para ver una guitarra en un escaparate.

Publicado el mayo 24, 2021 en Actualidad y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 6 comentarios.

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