El mejor oficio del mundo. Diego A. Manrique

Está de dulce (¿ha habido algún momento en el que no?) la editorial Efe Eme con sus últimos lanzamientos –me declaro fuera de concurso, sin falsa modestia-. O quizá porque puede que estemos en la situación de ser ya su ‘público objetivo’ perfecto, aunque eso tiene una lectura poliédrica, nunca mejor dicho, como argumentaré más abajo. Algunas pruebas: el descubrimiento de Raúl Núñez como truculento novelista con Derrama whisky sobre tu amigo muerto; el magnífico Inventario 75 sobre Joaquín Sabina de Puchades & Valdeón; las curiosidades perspicaces e infrecuentes del Almanaque Chatarra de Eduardo Bravo; el análisis sobre el primer larga duración de Siniestro Total de Sara Morales –disco al que le cogí un cariño inmenso en los inicios de la carrera, casi 20 años después de publicarse-; esa unión de mis dos tótems estilísticos que son el Flamenco y el Rock con el imponente tratado de mis paisanos Antonio Jesús y Ramón García; o el antecesor al caso que nos ocupa hoy, From Elvis In Memphis de Eduardo Izquierdo. Ahora llega este compendioso El Mejor Oficio del Mundo de Diego A. Manrique, uno de los mejores y más prestigiosos periodistas musicales que ha dado esta tierra nuestra. En esta obra se agrupan hasta 45 textos publicados a lo largo de la última década en Cuadernos Efe Eme y que se han retocado y adaptado para la ocasión, agrupados temáticamente en siete secciones distintas. Un viaje para el que solo hay que sentarse, aprender y disfrutar.

Decía arriba lo del ‘target’ con varias lecturas porque os voy a confesar que en la infancia iba por libre en eso de cuadrar edad y aficiones. De pequeño era algo a lo que podría considerarse ‘un niño viejo’. Nací en el año de las Olimpiadas de Moscú, pero creo que tener un hermano mayor de diez años tuvo mucho que ver en ir ‘a otra velocidad’. Recuerdo que mientras mis compañeros de clase escuchaban Los 40 yo me salía por la tangente con Onda 10, donde recuerdo que había números uno que ni siquiera pinchaban en el otro sitio. Si ellos se divertían con los inicios de José Ramón de la Morena yo me quedaba trasnochando con José María García. Mientras que ellos se compraban los distintos Boom recopilatorios, mi primer vinilo comprado con mis ahorros fue un disco de Los Toreros Muertos y el primer cedé el Made In England de Elton John.

Por eso no es extraño que desde edad temprana –viendo mi poca paciencia para adquirir la destreza necesaria con el solfeo y la guitarra-, viera que eso ‘de escribir’ sobre música podría ser una salida más que digna para mi creciente vocación melómana. De alguna manera, el periodismo cultural se me desveló como lo que dice Manrique: el mejor oficio del mundo. Y en esas seguimos, aunque fuese terriblemente tarde y estemos ahora aquí defendiendo una trinchera que hace tiempo que está denostada y agonizante.

Porque, claro, ser un niño viejo significa llegar tarde donde otros ya han sentado las bases y cátedra. Por eso, leer estas 45 pequeñas gemas es, para un devocionario y a la vez ‘profesional’, una suerte de aprendizaje y de recreación, con envidia sana, de un tiempo que no se pudo vivir y que tampoco volverá. Pero, no solo eso, Manrique –y aquí no descubro nada tampoco- lo hace con una prosa directa, divertida, con una fina capa de humor que tiene más de veteranía escarmentada que de maldad.

El recorrido comienza a lo grande, con la sección ‘Estrellas lejanas y cercanas’, la más cuantiosa, donde hay un jugoso anecdotario referente a figuras tan poderosas como, entre otras, Bob Dylan, Prince, (mi querido) Leonard Cohen, Depeche Mode o Fito Paez, de fuera, o Joaquín Sabina, Enrique Bunbury, Miguel Ríos o Joan Manuel Serrat, de aquí. Aunque también habrá una sección específica para experiencias transoceánicas en ‘Por las Américas’.

Como periodista y cronista he disfrutado las diatribas vocacionales y el análisis situacional y deontológico del apartado ‘Un oficio raro’ y también con esa contextualización de la evolución de los programas de música en radio y televisión con ‘En el dial’ y ‘Cuando había programas musicales en televisión’.

Elegante siempre en lo que se difunde al exterior (un periodista, se dice, vale más por lo que calla que por lo que cuenta), habrá espacio para el segundo vértice del consabido lema de “Sexo, drogas y rock and roll” en ‘El vicio secreto’ –por algo es la más exigua, tres entradas- y se cierra con una suerte de villanos y malditos en ‘Cartas marcadas’.

Uno no puede renegar de lo que es y, a estas alturas de partido, ya no tiene sentido abandonar.

Solo me queda celebrar y asentar con este libro que, aunque en ruinas, uno intenta sobrevivir a cuenta del que, sí, es el mejor oficio del mundo. El que la lleva la entiende.

Publicado el junio 11, 2025 en Libros y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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