Maika Makovski – Bunker Rococo

Suele pasar cada edición y en esta no tenía por qué ser diferente. Es habitual que a la hora de hacer Los Discos del Año correspondiente, alguno de los Oros, Platas o Bronces recaiga en el algún álbum que no tiene hecha todavía la crítica completa. Puede ser, principalmente, por dos factores. El primero es que sea un descubrimiento de último hora a raíz de vuestros votos en la lista abierta previa. Recuerdo que me pasó con Mausoleo, a quienes conocí y concedí medalla a la par. Como he reconocido en múltiples ocasiones, escucho todos y cada uno de los discos que votáis y que se me han pasado durante el año para que después mi selección editorial sea lo más meditada y conocedora posible. El segundo motivo tiene que ver con las fechas. Cuando un disco sale a finales de año se hace complicado llegar a tiempo ya que son semanas de alta densidad de trabajo en la oficina (más de lo habitual, quiero decir) y cubrir las actividades de una programación cultural de Navidad no deja más espacio que para esos clásicos que son, como apuntaba, las votaciones, lo más leído del año y la lista editorial. Y en esa lista tenía claro que tenía que estar este Bunker Rococo de Maika Makovski. Su noveno álbum desde su estreno con los iniciáticos Kradiaw (2005) y Kraj So Koferot (2007), con los que la conocí a los que seguiría el definitorio Maika Makovski (2010), los magníficos Desaparecer (2011) y Thank You For The Boots (2012) y Chinook Wind (2016) entre los que se coló el directo Live-Apolo! (2015). Tras las andanzas televisivas de La Hora Musa, los lanzamientos se retomaron con MKMK (2021). Un álbum irregular pero necesario para llegar al rutilante, elevado y gustoso Bunker Rococo.

En las notas promocionales del lanzamiento, Maika Makovski presentaba el álbum de la siguiente y clarificadora manera: «Para este disco me he exigido mucho y he descartado mucho. Creo que dentro de cada canción y, sobre todo, con las canciones del disco en conjunto, hay un trabajo de equilibrio importante: la crudeza convive con la riqueza, la sencillez con una cierta épica, el clasicismo con la ruptura. Quería que lo sintético y lo orgánico, lo contemporáneo y lo clásico, funcionaran juntos, y que las canciones no se vieran azuzadas por la manera impaciente de consumir música que tenemos -me interesaba más bien que alcanzaran su potencial y fueran a donde querían ir sin mirar el reloj. He podido finalmente incorporar ritmos étnicos macedonios en mi música de una manera natural y personal, algo que deseaba desde que entré en contacto con la música del país de mi padre».

Un proceso para la que la artista se ha aislado y compuesto dejando brotar la música. «La idea de encerrarme para crear es de la que nace el título. El búnker es ese espacio de protección frente al enorme ruido de fuera que a veces parece no dejarte ni oír tu propia voz. La música es el rococó: lo vivo, loco, fantasioso y juguetón, a veces extravagante, que nace de ese encierro. El título tiene otras connotaciones para mí, ¡pero ya habrá tiempo de hablar de ello!».

Autodefinido como “el álbum más completo de su carrera hasta el momento”, la artista menorquina ha grabado Bunker Rococo en The Playpen (Bristol). Ha sido producido por Ali Chant (Perfume Genius, Yard Act, Aldous Harding), que a la postre tuvo entre sus maestros a John Parish, con quien Maika había trabajado con anterioridad. En el apartado de colaboraciones podemos encontrar a Donny McCaslin, saxofonista con una trayectoria abrumadora, colaborador de, entre otros, David Bowie. También encontramos a Howe Gelb (Giant Sand) a quien Maika rescata por fin para un disco editado en este país y al catalán Xarim Aresté.

“Muscle Cars” es la encargada de abrir la lista, sentando muchas de las bases generales del álbum que, aunque no se podría definir como conceptual sí que tiene preceptos comunes como la inquietante forma de narrar una distopía turbadora, críptica (de dentro a afuera y viceversa) y unos arreglos deliciosos, tan barrocos (valga la conexión titular) como concisos. El ritmo pautado y feroz se combina con sonoridades abrasivas y a la vez con respiro de cuerdas mientras la voz eleva el tono en el tramo central antes de entrar en una coda maquinal y adictiva.

Una buena conexión bailable para el denso R&B con mezclas sesenteras de “Just A Boy”, donde se concreta en suma toda la ‘comercialidad’ inmediata del álbum, como si fuera el engarce lógico entre MKMK y la nueva sonoridad. “My Head Is A Vampire” es una fantástica súplica de ayuda frente a demonios que viven dentro y se agigantan en la soledad interior. El desarrollo instrumental y vocal es el preciso y necesario, firmando una de las joyas absolutas del álbum. En una línea similar en el tono pero con una batería más grácil, “Exotic Ingredients” presenta la historia cruda de un stalkeo del que es preciso salir. La dinámica musical ofrece los momentos más cercanos a un rock oscuro y noventero.

Si St. Vicent y otras eternas referencias comparativas (no siempre idóneas) como PJ Harvey o similares son las más frecuentes e instantáneas, en “The Brotherhood” quizá la referencia más cercana sea el aura entre lo sinfónico y lo progresivo de Pink Floyd, si bien la belleza contrasta con un texto afiladísimo contra todos aquellos que silencian la violencia hacia las mujeres por camaradería entre amigos. Un siniestro y helador canto que se hace más desgarrador en su segunda parte.

Inspirada en la historia de la ninfa “Syrinx”, Maika vuelve a las historias de abandono de relaciones poliédricas con una furia creciente, teatral, siniestra en los arreglos jazzísticos de la segunda parte, con Donny McCaslin aportando genialidad como hizo en el Blackstar de Bowie. “A.I.” es un hermoso alegato frente a los riesgos sobre el factor humano en la creatividad y el arte y la inteligencia artificial. Sencillo, pero directo y clarificador entre cuerdas: «Digital armies, digital symphonies, digital human soul machines. / God created man, Man created them: / Both to their likeness, now obsolete».

Un crecimiento vocal muy Thom Yorke, como también lo es de su banda madre la base rítmica y percusión disruptiva (5/4) de “Hunch Of The Century” que desplegará sus alas con una turbiedad sinuosa y atractiva (a la altura de Massive Attack)… y obsesiva en su insistencia, llegando a una excitante peligrosidad que acaba en llamas y chispazos («It only works if you’re also on fire / It only works if we’re both amplifiers»). En “B Series” se presenta una suerte de balada country (venida a más en el metraje) donde hay jugosas referencias culturales al cine (John, Amelie, Dunaway…) y la colaboración de Howe Gelb que casi nos evoca a un Cave o un Cohen.

No hay cortes menores en el disco, tampoco por su posición. Así, “The Spanish Inquisition” es muy acertada y sesuda parábola sobre el clima de odio actual de nuestra sociedad. Lo explicito alterna con una fina capa de ironía e intelectualidad que desecha la realidad y cuestiona la capacidad de raciocinio y cordura. Esta ‘locura’ social se acompaña del desarrollo musical más arriesgado e irregular («Choose a master, pick an answer. / Little people pick an answer / to answer when asked»). El cierre vendrá, pese a todo, con una declaración de amor sencilla y consoladora en “Recording The Door” con la dulzura del compás ternario y la belleza extrema de melodías y armonías de Brossa Quartet a violines, viola y cello.

Un broche almibarado y luminoso que hace que, entre el afán recargado de la fealdad de estos tiempos, haya cosas que nos conecten con la belleza como refugio.

Lista de canciones – tracklist:

  1. Muscle Cars
  2. Just A Boy
  3. My Head Is A Vampire
  4. Exotic Ingredients
  5. The Brotherhood
  6. Syrinx (con Donny McCaslin)
  7. A.I.
  8. Hunch Of The Century
  9. B Series (con Howe Gelb)
  10. The Spanish Inquisition
  11. Recording The Door

Publicado el enero 7, 2025 en Críticas Discos y etiquetado en , , . Guarda el enlace permanente. 1 comentario.

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