Derrama whisky sobre tu amigo muerto. Raúl Núñez

Sería sencillo aparentar que conocía al escritor Raúl Núñez por el par de libros de poemas bañados en la influencia de la generación beat estadounidense que publicó en Argentina en 1970 y 1971 (Poemas de los ángeles náufragos y San John López del Camino), antes de instalarse para siempre en España a partir del 72 hasta su muerte en 1996. Y podría decir que devoré su antología poética People. Y que Derrama whisky sobre tu amigo muerto, su primera novela, ha estado siempre entre mis imprescindibles de lecturas recurrentes. Pero no es así. Cuando Raúl Núñez publicó esta novela era 1979, yo ni siquiera había nacido. Y la revolución provocada por su prosa estaba ya asumida en decenas de autores antes de que él fuera su punta de lanza en español. Lógicamente, esto no es excusa alguna. De hecho, es más que probable que me haya leído a lo largo de mi vida más libros pre-nacimiento que post. Pero el caso es que su nombre me había aparecido y asaltado aquí y allá de forma irregular a lo largo de los años, pero nunca me había aventurado a sentir el chispazo definitivo de hacerme con alguna de sus obras y comprobar de primera el porqué de tanto ‘reconocimiento de culto’. La lista de deseos musicales, literarios o cinematográficos es tan extensa e inacabable, que resulta harto complicado dar a todo. Gracias a esta reedición oportuna de Efe Eme con la que inaugura sección dentro de la editorial, llegó el momento.

Por concluir, mi único acercamiento a su obra se produjo cuando vi la película Sinatra (de 1988 y que llevaba a la gran pantalla la que fue su segunda novela, Sinatra. Novela urbana, de 1984) auspiciado por aquello de tener banda sonora de Joaquín Sabina (que aparece como secundario en el papel de Groucho Marx) y Pancho Varona. A la postre fue uno de los mejores papeles de Alfredo Landa, que compartía con una imposible Ana Obregón, una jovencísima Maribel Verdú y los inconfundibles de lujo Mercedes Sampietro, Manuel Alexandre o Luis Ciges.

Vamos a la sinopsis de contraportada: «Un escritor de novelas del Oeste que habita los pliegues de la noche, agarrado con más ahínco a una copa que a su máquina de escribir, deambula por turbias barras de bar y sórdidos hoteles de una ciudad sin nombre. El Polinesia Hotel, el Hot-Pepper o el Out-Side son refugio y testigo de sus encuentros con una troupe de inolvidables perdedores con los que ganarle el pulso a la derrota en la madrugada: Gipsy, Betty, Lou y su hermana Miranda, Sparring, Nanny Grass, el Fakir Opiáceo… y, por supuesto, su compinche, Billy el Desnarizado».

Sin hacer spoilers… Afronté su lectura y, como un virus que va ganando terreno a las defensas despistadas, sentí que se iba envenenando de una sed voraz de alta graduación. Siguiendo la estela de Bukowski o Carver, mantiene 45 años después un impertérrito carácter transgresor, una comicidad corrosiva y una oscura misericordia compasiva hacia los descartes (por tirar de símil musical) que pueblan la noche de calles sucias y neones caloríficos.

Cada uno de los personajes de la novela parece ‘normalizar’ el papel del protagonista, que no deja de ser el propio Núñez fantaseando en el interior de su propia creación. En sus peripecias noctívagas y resacosas hay acidez (especialmente sincero en lo que tiene que ver con el mundillo literario), hay orgullo de pertenencia hacia lo desclasado -toma contradicción- y un, pese a todo, ingenuo intento de patalear entre el fango para poder respirar y salir adelante, con unos raquíticos pero férreos códigos morales que tienen en la amistad su fin último.  

Y es necesario (sobre todo para los que no vivimos el impacto de manera coetánea) hacer el ejercicio de abstracción en el tiempo. Parafraseando a Bart Simpson, las películas de Viernes 13 ‘ahora’ ya no dan ni miedo, como quizá hoy nos parezcan territorios comunes el impresionismo vitriólico y, muchas veces, surrealistas de los personajes y las historias que acontecen pero en una España con una Constitución recién nacida y unas elecciones generales recién estrenadas esto es material inflamable.

Derrama whisky sobre tu amigo muerto divierte, provoca, sobrecoge y no esperanza, pero al menos te hace sentir un pequeño triunfo en pleno centro del punto de fuga del desagüe.

Buceando por internet encuentro que Dino Ratso, músico amateur, tiene una canción titulada “Derramarás whisky sobre tu amigo muerto” que tiene los suficientes indicios para reconocer parte del espíritu de la novela. Os la dejo con inane propósito anecdótico.

Publicado el marzo 27, 2024 en Actualidad y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. 1 comentario.

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