Alejo Stivel. Yo Debería Estar Muerto
Recuerdo que era una cinta de cromo de las buenas, de las que toda la carcasa era negra y no de cristal transparente. Por uno de los lados había una especie de recopilatorio de Pabellón Psiquiátrico (de las que solo recuerdo con cierto escándalo infantil las de “En Una Tienda De Campaña” e “Inmaculada”, más conocida como la de «le metí una mano, le metí una pierna»), y por el otro una recopilación de Tequila, que se abría con la feroz y brava “Rock and Roll En La Plaza Del Pueblo”. Es uno de esos primeros recuerdos musicales heredados de tener un hermano mayor apegado al rock de distintos pelajes. Era uno de los casetes que andaba por la habitación. Por esos primeros recuerdos y por la consciencia asumida por mí mismo con el paso de los años, desde la adolescencia aficionada a la posterior dedicación profesional, Tequila siempre ha sido un grupo al que le he tenido especial cariño, por respeto a mayores, ya que su disolución llegó cuando yo no tenía ni tres años. He escrito mucho de ellos y siempre me generaron una especial simpatía tanto Ariel (qué decir de su posterior andanza con Los Rodríguez, su intachable trayectoria en solitario y, además, su magnífica pericia al frente de Un País Para Escucharlo) y por Alejo, a quien, ya universitario, situé enseguida como productor de tremendo éxito, como tantas veces también he recordado por aquí. Por eso siempre me apunté a las distintas giras de reunión de Tequila, me hice con el deuvedé de despedida y corrí a ver el documental. No es extraño por tanto que estas memorias, publicadas el pasado mes de mayo, cayeran en mis manos tarde o temprano. Os cuento algunas cosas sobre ellas.
Lo primero que merece mención es la edición de Espasa, que corresponde al tono desenfadado, natural y nada pomposo de Alejo con una maquetación espectacular. Jugando con páginas rosas, negras, diseños que juegan con el tamaño de la tipografía, con las imágenes. Un verdadero ejercicio cuidado que recompensa y mucho la compra física del ejemplar.
Claro está que las formas no serían suficientes sin un digno contenido. Como apuntaba, Alejo desarrolla la historia (su historia) de manera llana en un plano de tú a tú con el lector, al que no interpela demasiado pero tampoco le sitúa tres escalas por debajo, como suele ocurrir a veces con estas historias.
El libro se completa con una canción por minicapítulo (hay 103) que han compilado para regocijo popular en la playlist que aquí les comparto también.
Intercalo la biografía de solapa a modo situacional. Alejo Stivel (Argentina, 1959) emigró en 1977 a España, donde, junto con Ariel Roth, formó la banda Tequila, que arrasó a finales de los setenta y principios de los ochenta. Tras disolverse el grupo, fue productor de más de un centenar de discos, entre ellos 19 días y 500 noches de Joaquín Sabina. En 2008 Tequila volvió a los escenarios, con varias giras desde entonces hasta ahora. En la actualidad, Alejo compagina su carrera como cantante en solitario con el programa de radio «Música para Animales», en Rock FM, donde desgrana algunas de las canciones más míticas de la historia de la música.
Y la sinopsis dice así: Las vibrantes memorias del cantante de Tequila. Alejo Stivel, el fundador, compositor y cantante del grupo Tequila, recuerda su vida en palabras e imágenes. La infancia en Argentina y el exilio junto con Ariel Roth; su llegada a una España que acababa de salir del franquismo y la revolución que supuso su música: rock en español, mallas ajustadas de colores brillantes, irreverencia y provocación. Un viaje desde el ambiente cultural de Argentina en los años previos al golpe de Estado a la España recién estrenada en la democracia y al ambiente musical y juvenil de esos años: la movida madrileña, las giras, las drogas, la pérdida de algún miembro de la banda, hasta el inicio de una carrera como productor y solista que todavía sigue.
Así, el libro se divide (más o menos) en tres bloques. El primero se centra en los orígenes familiares y los años de vida en Argentina antes del mencionado exilio en 1977. Desde la definición de su memoria como marco, hasta la peculiar génesis de abuelos, padres, andanzas de niño, sus múltiples hermanos, sus dobles padres, los primeros contactos con el rock en discos y revistas y también con la realidad política. Seguramente sin quererlo, provoca sonrisas la capacidad de autopsicoanalizarse a través de años de experiencia desde la tierna infancia. ¡Argentismo al máximo!, como ironizará sobre lo raro que se entendía aquello en España cuando vino para evitar correr la misma suerte que familiares y amigos.
La segunda gira en torno a los años en Tequila, hasta que Ariel decide que se va y nadie pone reparo y se da por disuelto y el grupo en 1983. En RockSesión hemos respetado siempre a los padres del invento. Cada género y subgénero tiene los suyos y está claro que hablando de rocanrol nacido en España, Tequila tiene que tener un nombre de oro. De 1977 a 1982, la banda argentino-madrileña se llevaba la chulería rockera de Miguel Ríos a un terreno más alocado, juvenil y hedonista. Destilando éxito tras éxito en discos que eran un desenfreno de ritmos stonianos más acelerados de lo que pudiera hacer, por ejemplo, Burning, otros históricos. La narración sacude algunos mitos y tópicos dichos sobre ellos, haciendo una honesta y sencilla puesta en valor de lo que consiguieron para un país todavía apelmazado de naftalina y cartón.
La tercera parte es un medley entre el detalle de sus contactos con algunos nombres de alto alcance. Desde los Stones a Charly García, Tyson, Bono, Pablo Escobar, los Botto, mezclado con sus rentable trabajo desde ‘el anonimato’ de producción de jingles para publicidad y su posterior salto a la producción de musical de gran rentabilidad, como Sabina, M-Clan, La Oreja De Van Gogh, El Canto del Loco, La Cabra Mecánica, etc) y un análisis más profundo de emociones hacia sus padres, su ausencia de instinto paternal o las veces que tocó fondo en lo personal y económico. Todo ello, de nuevo, sin golpes en el pecho.
Porque en el libro hay mucho Rock, hay muchas Drogas y, por cortesía, hay poco Sexo. El asunto es que de las tres cosas la que más se regodea es de la primera, la segunda habla como quien habla de una tía lejana con la que vivió de cerca muchos años, y de lo último calla por sus compañeras de baile. Pero lo cierto, y es a lo que iba, es que no necesita hacer grandes derroches de efectismo para que el libro sea interesante. La vida de Alejo está tan llena de hechos insólitos, su vida familiar tan conectada a personajes históricos de la cultura latinoamericana y su actitud vital es tan contradictoria (optimismo pesimista) que la lectura es un disfrute absoluto.
Ojalá le veamos llegar a los cien, Alejo.
Publicado el octubre 30, 2024 en Actualidad y etiquetado en Actualidad, Alejo Stivel, Tequila, Yo Debería Estar Muerto. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.




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