Indie. La construcción de un no-género musical. José Olmo Cano

«Y es ese atributo el principio de su ambigüedad. Hablamos de música sin atender a la música misma, a sus características propias». Hace un par de semanas, escribiendo la reseña de Underground: El camino de la desviación. Elena Rosillo, decía que aunque haberlos, haylos, es menos frecuente encontrarse en la bibliografía musical de nuestro país libros que ahonden de manera filosófica en aspectos teóricos más abstractos. Lo habitual son las biografías en primera persona, las compartidas con confidente, los recorridos cronológicos por discografías o el análisis de un disco en cuestión, claro, qué os voy a contar. Pero, como apuntaba, se agradece echarse a la lectura otro tipo de enfoques. De hecho, la lectura de aquel me coincidió con la de Música De Mierda, de Carl Wilson. Al poco, llegaba a mis manos este Indie. La construcción de un no-género musical que firma José Olmo Cano y que sale de la mano de Mascarón De Proa, el sello de autoedición de Almuzara Libros. En este volumen, Olmo aborda los orígenes, características, usos y funciones de «un concepto confuso que despierta simpatías y recelos a partes iguales. Con un enfoque académico pero muy accesible, la obra propone una lectura crítica sobre cómo los diferentes agentes que intervienen en la industria musical, pero, sobre todo, la prensa musical especializada y generalista, conforman los significados de los que hacemos uso y que, en el caso del indie, se vuelven difusos e incluso contradictorios, dando lugar a un debate fascinante», detallan desde ‘la contra’. Y ahí nos metimos.

José Olmo Cano (Martos, Jaén, 1989) es Licenciado en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad de Salamanca. También tiene un Máster en Música Hispana por la misma institución y otro Máster en Comunicación y Cultura por la Universidad de Sevilla. Ha publicado artículos científicos en revistas de musicología y etnomusicología, estudiando las relaciones entre la música, el cine y la política en el cine pop español de los sesenta. Durante más de cinco años ha colaborado con diversos portales digitales escribiendo sobre música rock. En los últimos años también ha estado involucrado en proyectos relacionados con la comunicación y el marketing digital en la industria de la música.

Indie. La construcción de un no-género musical es su primer libro y lo que primero destacaré es la sencillez y nitidez con el que va desentrañando cada uno de los planteamientos. En primer lugar, y como marco conceptual, parte de la premisa de cómo la industria siempre (y es importante el adverbio) intenta sacar provecho de cualquier corriente cultural, social, ideológica o de cualquier tipo, incluso de aquellas que nacen fuera del sistema o, más allá todavía, van en contra de él. En segundo, cómo la prensa es que legitima y construye un discurso que genera poco a poco un armazón detrás de cada género musical.

Acierta el autor al marcar el origen del indie como un movimiento relacionado con la independencia, primero de las grandes cadenas de distribución, después de los medios. Pero todo empieza a complicarse con una velocidad de vértigo, hasta el punto de que se le da la misma etiqueta a bandas y artistas que hacen una música que no tiene nada que ver la una con la otra. Se me ocurre León Benavente por un lado y Anni B Sweet por otro, por no hablar de Los Planetas (por cierto, duele un poco que les haya confundido con Lagartija Nick al hablar de Omega, con Enrique Morente)  en comparación con Zahara, por dar otra pareja, o Xoel López con La Casa Azul. Pero también incluso desde ese aspecto de ‘indiependencia’, puesto que grupos con ese adjetivo se mueven desde hace tiempo con multinacionales del mainstream, como Sony, Universal o Warner.

Y aquí se entroncan muchos debates eternos que surgen en el mundo de la música más allá de la etiqueta que le queramos colgar. Para empezar, toda banda (salvo un porcentaje minúsculo que le interesará mantener un determinado discurso kamikaze) quiere llegar al máximo de público posible. Por otro lado, tenemos a ese público que necesita sentirse parte de un selecto grupo supremacista que quiere moverse en terrenos de consumo cultural que le distingan del resto. Esto es: todo grupo mola salvo que su crecimiento sea tan amplio que se convierta en algo mainstream y también empiece a gustar a otro tipo de públicos ajenos ‘al género musical’ que se profesa o que se mueve en todos los estilos. ¿Les suena? Aquello de ‘vendidos’, o los que dicen lo otro de ‘los dos primeros discos (los que no conocía nadie y estaban grabados fatal) sí que molaban’, luego ya se echaron a perder (cuando tuvieron más medios para grabar y multiplicaron sus seguidores). De esto sabe mucho Jenesaispop, medio, junto con El País, citado en numerosas ocasiones en el libro que nos ocupa.

El mundo indie (jugando en este caso a su reduccionismo más extremo) ha pecado de eso. En España se convirtió en un movimiento diferenciador y ha muerto de su propia indefinición y, sencillamente, que ya no ‘distingue’. Ya no genera ese sentimiento de diferenciación porque todo se ha uniformado a la vez que musicalmente, al no tener base propia y características definitorias claras, tampoco se sostiene.

Solo hay que ver la ‘apertura’ estilística que viene de ese boom festivalero nacido una década atrás. Aunque la uniformidad en las bandas presentes sigue estando (esto no es un mal del indie, lo es también del rock ‘al uso’, como saben los pacientes asistentes a Viña Rock) sí que la ascendencia musical es mucho más amplia que antaño.

Tal y como hemos escrito y defendido aquí en muchas ocasiones, el indie es una etiqueta vacía de contenido precisamente por esas peculiaridades y otras muchas. Siempre que he escrito de León Benavente lo he dicho. O de esos grupos de post punk como Mausoleo, Menta… También con el de Pantocrator, Depresión Sonora, Carolina Durante… Hay decenas de ejemplos y lo vengo escribiendo aquí a lo largo de estos años. Incluso Vetusta Morla, ejemplo sempiterno paradigmático por parte de los grandes medios, para mí ha sido siempre ‘otra cosa’.

Pero, claro, el reduccionismo afecta a todos los frentes. E igual que no toda la Movida es artísticamente desechable o ‘despreciable’, tampoco comulgo con el frentismo que ha hecho el rock (grupos, oyentes y medios) con el indie, precisamente porque siempre sentido una muy palpable falta de discernimiento para saber evaluar las cosas desde la mayor objetividad posible. Está claro que todo arquetipo roza la parodia (no hay nada como las autoparodias del heavy metal que hacen Gigatrón o Reno Renardo o del punk que hace Lendakaris Muertos, o del rock que hace Mojinos Escozíos… O de todo, que hace Mamá Ladilla) pero a la hora de la verdad no es de recibo meter a todo el mundo en el mismo saco porque al final hablamos de creación.

La generalización, siempre, es un camino directo para cometer injusticias.

Publicado el noviembre 30, 2023 en Actualidad y etiquetado en , . Guarda el enlace permanente. 1 comentario.

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