Robe. Ni Santos Ni Inocentes. Rivas, 25 de mayo

Las últimas giras de Robe han adquirido ciertos automatismos (lo que funciona bien, para qué cambiarlo) como que Cáceres y Madrid, dos sedes muy simbólicas, por motivos más que evidentes, estén en el primer mes del rutómetro y, en el caso madrileño, salvo el experimento fallido del Parque Tierno Galván, Rivas Vaciamadrid y su Auditorio Miguel Ríos se han convertido en plaza casi fija. Y es lógico, pese a los grandes inconvenientes de tráfico y carreras por aquello del transporte público. Un aforo a rebosar con 30.000 personas colgando el cartel de ‘entradas agotadas’ y una expectación máxima por comprobar la nueva propuesta escénica del extremeño y sus paisanos escoltas. Es un recinto tan mastodóntico que otra de las principales quejas habituales viene por el tema del sonido y esta vez para haber cierta unanimidad en que fue mejorado considerablemente (lo que está regular, se puede mejorar). Con todo, cuatro días después de conversar con él en la entrevista especial que podéis leer aquí, y evitando en la medida de lo posible la mayor dosis de spoilers (me comí leer cuáles eran las dos primeras canciones, sumado a la consciencia de que cantaría el disco nuevo –casi- al completo y que no faltarían algunos hitos más o menos previsibles) llegué a este cuarto concierto de la gira sabiendo que la cita iba a tener unas connotaciones especiales, se respira en el ambiente por el lógico e imparable paso del tiempo. Hay frases que adquieren un sentido mayor, hay entonaciones y versos que quiebran la voz, que emocionan el rostro, que provocan sonrisas y también la triste consciencia de que entramos en una recta final que, las 30.000 personas presentes deseamos que sea infinita. Aquí va mi visión de la velada. (PD. Acudí a la cita de Rivas sin fotógrafo por lo que las fotos las hice yo, desde el público, las justas para dar testimonio, las mínimas para no andar importunando a los que están detrás. Salvo la primera ,el resto son de Estanislao Mora, situado en las primeras filas me ha cedido todo el material gráfico. ¡Gracias!).

Significativo y nada casual que “War”, de Bob Marley, sea la última canción que suene antes del comienzo del concierto. Tras diez minutos de cortesía, las cámaras enfocan al micrófono de Robe que, a diferencia del resto de giras de toda su carrera en las que aparecía a la par que el resto de la banda o el último, sale desde la modestia de una persona solo, en el escenario, con su guitarra, para entonar los primeros acordes y versos de “Destrozares”. Alber a la batería, Loren al bajo, ya que en este tema Lerman está con el clarinete, Carlitos al violín, Álvaro a los teclados y Woody, que le dará otro cariz al desarrollo de la canción con un solo final distinto, irán apareciendo de forma progresiva.

A continuación, llega el trampantojo, con letra ‘jodida’ pero de música jovial, de “Adiós, Cielo Azul, Llegó La Tormenta’ que evidencia dos cosas. La primera es que se nota que es el inicio de gira (Robe siempre me ha dicho que es en el último tercio de gira cuando realmente todo va perfectamente rodado y comienzan a disfrutarlo más) porque hay alguna entrada antes de tiempo, aunque nada grave de lo que se diera cuenta la mayor parte de un público (y aquí viene la segunda) celebrará con algarabía los temas más recientes como si fuesen chutes de adrenalina. Insisto, algo poco habitual para cualquier banda o solista con 35 años de trayectoria, en la que los discos nuevos son mera excusa para tocar los éxitos de siempre. No es el caso y es uno de los grandísimos logros de Robe.

Sorpresa mayúscula la que me llevo cuando tras una introducción de bajo de Lerman, cimbreada en su parte final por palmas flamencas a compás, se reconoce “Contra Todos”, que para mí representa un tótem absoluto desde que la incluyera, como inédita, en lo que acabó siendo la última gira de Extremoduro. Loren insertará antes de los versos de «incendiario…» la frase del napalm. Parece ‘un bajón’ tras la felicidad de su predecesora, pero es tan rotunda que su belleza gana poso y peso durante su desarrollo y emerge triunfante en su coda final con doble estribillo.

De nuevo un bajo latente toma el protagonismo con el preciosismo amatorio de “Puntos Suspensivos”, que nos permite escuchar a un Robe ya con las cuerdas vocales más firmes tras las modulaciones y arreones de “Contra Todos”. La escenografía da todo el protagonismo a las luces en distintos formatos y combinaciones y recursos y si en “Adiós, Cielo Azul…” es el telón el que recibe dibujado al astro rey aquí son las luminarias entre el telón y los focos cenitales los que destellan y tintinean como la grafía de su título (con lo que ya se jugaba en el texto del libreto del disco, por cierto). El foco sobre Carlitos remata el tema para, parece, prepararnos para la inmersión absoluta hacia “La Canción Más Triste”, presentada con una de esas disertaciones poéticas que Robe acostumbra sobre la metafísica, la trascendencia y el cansancio. Si “Contra Todos” puso el vello de punta, me sorprendo cuando con el primer fraseo me caen lágrimas a borbotones. Hay un nuevo ‘cabalgue’ en la banda, pero no importa. El protagonismo de Álvaro desde las teclas, los gritos de Loren azuzando la pena evocada por Robe y un magnífico solo de guitarra de Woody al más puro estilo pink-floydiano subliman una canción enorme. Mención especial para Carlitos que hace magia haciendo llorar al violín.

En tesituras armónicas y melódicas similares se abre paso, sorpresa para todos, el “Cuarto Movimiento: La Realidad” de La Ley Innata. Como en el caso más delante de Mayéutica, se hace raro, se desnaturaliza, arrancar una obra global, completa y con sentido propio desde un punto intermedio, aislado. Es incontestable, pero en la dinámica del concierto se me queda ‘rara’. Unos nuevos versos dan paso a “A La Orilla Del Río” que, ligeramente minusvalorada en la pasada gira al ser inédita y muy diferente a lo habitual por su plasticidad pegadiza y frugal, emerge ahora como un canto celebrado y coreado, haciéndole así un verdadero acto de justicia para el sauce y sus bailes mecedores.

No sabemos todavía si será así en todos los conciertos u obedece a ajustes normales de este inicio, pero hay parones entre canción y canción que se me hacen demasiado extensos. Es el caso de la antesala de “Standby”, que se inicia con los versos del poema “Ideario”, de Francisco M. Ortega Palomares y que Xuxo, el del Umore One de Bilbao, recita en el videoclip. Y es que cuando uno tiene el inmenso bagaje y repertorio que tiene Robe te permite poder tocarse un himno de Extremoduro como este y el siguiente, “Si Te Vas…”, en la octava y novena canción. La primera se desarrolla en parámetros conocidos mientras que la segunda combina más los elementos, desde el saxo de Lerman hasta el cierre de piano de Álvaro, que toma así un protagonismo que cede en el resto del tema.

El sueño de Robe convirtiendo durante cinco o seis minutos en un ave negra de pico anaranjado antecede al advenimiento de “El Hombre Pájaro”. Sus distintos ambientes van cogiendo vuelo para terminar con un último estribillo brillante, planeador y triunfal donde Robe demuestra su adquirida prestancia y solvencia para atreverse con registros complicados. «Hay metáforas que son más reales que algunas personas de la calle», presenta antes de regalar “El Poder Del Arte” de la que mucho y bien se ha escrito y hablado desde que se publicó Se Nos Lleva El Aire. Tanto que hasta el Museo del Prado no pudo resistirse en usarla para un reconocimiento que Robe me comentaba en la citada entrevista que le hacía más ilusión que ser Disco de Oro. Aunque no es conocido hasta su finalización, es la canción elegida previo al parón «de 5, 10, 15, 20 o 25 minutos» y su situación me parece la idónea para aislarla y protegerla. Para dejar esa elevación y actitud vital propuesta flotando en el aire. Como si cualquier otra canción posterior tuviese imposible mantener el careo.

De todos es sabido, que las segundas partes de los conciertos de Robe (incluimos en ello a Extremoduro) suelen ser a la yugular y con los pulsos, latidos, respiraciones y distorsiones a un nivel bastante superior. Es decir, la parte más cañera del concierto. Tenía mucha curiosidad por saber cómo se desenvolvería en esta nueva gira, teniendo en cuenta que en la anterior el protagonismo absoluto (casi de todo el concierto, diría yo) era para Mayéutica de principio a fin… incluyendo esa parte inédita de la “Coda Feliz” que, demonios, ¡queremos tener en versión de estudio! (enésimo aviso). Y el arranque de esta segunda fase no pudo ser más sorprendente porque en este caso es Alber quien sale en solitario al escenario y, tras saludar, se marca un amplio solo que va calentando y desentumeciendo al personal que vuelve a su sitio. Un justo espacio para quizá el menos ‘visible’ del grupo que también de alguna manera hace su pequeña justicia porque no olvidemos tampoco que él es el ‘culpable’ de que Robe empezara a conocer poco a poco a los músicos que finalmente han formado a la banda.

La escalada del solo desemboca, más sorpresa todavía, en una suerte de instrumental donde los arabescos, la distorsión y el trueno se regaron con gritos y voces de Loren, haciendo que el conjunto evocara por momentos las maneras de Serj Talkian o sus SOAD. Así, se enlazó a lo bruto con “Haz Que Tiemble El Suelo”. Un tema que ya en el disco presagiaba emociones fuertes y que fue descerrajada con una actitud muy punki, con Álvaro usando teclados colgados como guitarra para completar el cuadro. Siguiendo en terrenos caloríficos llegó una de esas canciones que, si te tocan la fibra, te sacuden las pulsaciones como un chute vigorizante, ese “Poema Sobrecogido”, que continuó por la senda orientalista y esa querencia cada vez más descarada de Robe por los territorios flamencos. No pensaba volver a escuchar en directo este tema de Extremoduro (por cierto, bastante ignorado por mis inmediaciones) como tampoco “Cabezabajo” con sus trazas metaleras. Con estas tres llamaradas, ¿cómo no iba a provocarse el fuego? Las luces rojas presidieron casi en su totalidad todo el bloque.

Y es que llegaba el momento ‘complicado’ del repertorio. Como decía al hablar de La Ley Innata, aunque Mayéutica también se divida en movimientos es muy difícil tomar una parte del todo y que la cosa tenga exactamente mismo efecto y sentido que cuando se desarrolla de principio a fin. De hecho, ¡para eso se compuso así! Para generar un efecto, una dinámica, un circuito de emociones que alcanzan un sentido u otro, su cénit, gracias al viaje que vamos desarrollando. Claro, todo eso, en el momento que se ‘fracciona’ para el directo hace que no sea exactamente igual. Y así se notó no solo con el “Segundo Movimiento: Mierda De Filosofía”, que descerraja pronto el «bailar, bailar» (ojito a los tuerking y meneos de un Lerman desatado), sino (más aun) con el enlace al “Cuarto Movimiento: Yo No Soy El Dueño De Mis Emociones”. Acierto mayúsculo el de conservar la “Coda Feliz” incluida esa maravillosa estrofa que dice tanto: «Seguiré / yo no sé hasta cuándo. / Por si acaso, si fracaso, / dame un beso, / por si no regreso». Un dato más sobre el tramo mayéutico, a la estampa tantas veces fotografiada en la pasada gira con Lerman, Carlitos, Loren, Robe y Woody en fila haciendo el motivo principal se suma en ahora Álvaro con esos teclados mencionados. Uno de ellos hacía un gesto a Alber para que se animara también…

Como en la gira de 2022 Mayéutica protagonizaba todo el segundo bloque y después venían los bises, una de las incertidumbres era conocer cómo se gestiona el tramo final. Desde luego que “Viajando Por El Interior” mantuvo el tipo muy arriba y se me confirmó como la canción mayúscula que es por más que otras hayan captado más protagonismo. Dura, contundente, sin fisura alguna, en texto y música, abrasiva y agresiva por momentos, nos metió en una tormenta con una ejecución fantástica de toda la banda, con aplauso a un Woody que se pasa el concierto, esta es una de las mejores pruebas de ello, sacando lustre a la zona de conexión del mástil al cuerpo de la guitarra, con sobriedad, elegancia y pocos aspavientos. Bien el equipo de luces generando el efecto de la tormenta que evoca el texto.

«¿Queréis cantar?», pronuncia Robe antes de “Esto No Está Pasando”. El «¡no me jodas, no me jodas!» estaba claro que era carne de coreo, como esa coda con bien de roll a la que quizá se le echa en falta algo más de duración al llevarla al directo. Tras otro parón, el silencio se hace y Lerman vuelve a empezar el siguiente tema. Por momentos parece que va a romper a “Golfa” (esa fue la impresión que tuve) pero pronto se reconduce y ya no hay duda: llega “Salir” que suena con la fiereza y catarsis de siempre, con el ya habitual «que sí que me acuerdo» de Robe.

Me comentaba Robe que en la última entrevista que sí, que era cierto que no llevaban ninguna inédita (algo que pasa por solo segunda vez en toda su carrera), aunque después de ver el concierto tengo que contradecirle un poco. Además de esa intro de la segunda parte, también se marca un semi rapeado (lo van a negar, pero es lo que es) cuando a su recitado previo a “Nada Que Perder” se van sumando los instrumentos. Un tema que parece beber de la misma fuente que “Ininteligible” (¡la eché de menos!, aunque he visto que es de las que entran y salen) pero con formas más livianas y aprehensibles. La vitalidad colorista de la canción se adornó con todas las luminarias jugando más que nunca con las gamas, incluso que diría que en algunos momentos estaban los del arco iris, en lo que puede ser también un guiño no velado.

Arco iris, amor libre, que empasta a la perfección con el corolario final de “Ama, Ama, Ama y Ensancha El Alma” que, acertadamente, vuelve a ser la elegida para cerrar la noche (qué os voy a decir yo que no sepáis los lectores del libro que reconstruye todo el proceso que dio como resultado el proyecto de Extrechinato y Tú y su posterior legado con testimonios de todos sus protagonistas). Poca sorpresa en una canción de leyenda en la que Robe se despide, guitarra en alto y con saludo rebosante y exultante de gratitud de punta a punta de escenario, pasando incluso entre parte del andamiaje.

Quiere siempre ‘el rutómetro’ de las giras de Robe (también Marea) que pueda verle a comienzos, mitad y final de gira. Así que iremos viendo la evolución y el desarrollo de los repertorios. Así, os contaré julio en Almería (donde al fin tendremos la foto de Robe con el libro de Extrechinato y un servidor) y en septiembre Granada o Murcia.

Viendo la capacidad de añadir ingredientes a su música, de generar canciones a las que otros ni pueden aspirar, con un talento descomunal, lo peor es la sensación de saber que a Robe no le queden otros 30 años para seguir creciendo y elevándose, entre la belleza y el napalm, entre la serenidad y el dolor, entre todas las contradicciones que conforman a un artista que se antoja del todo irrepetible.

Repertorio – setlist:

  • Destrozares
  • Adiós, Cielo Azul, Llegó La Tormenta
  • Contra Todos
  • Puntos Suspensivos
  • La Canción Más Triste
  • La Ley Innata: Cuarto Movimiento: La Realidad
  • A La Orilla Del Río
  • Standby
  • Si Te Vas…
  • El Hombre Pájaro
  • El Poder Del Arte

Descanso

  • Haz Que Tiemble El Suelo
  • Poema Sobrecogido
  • Cabezabajo
  • Mayéutica: Segundo Movimiento: Mierda De Filosofía
  • Mayéutica: Cuarto Movimiento: Yo No Soy El Dueño De Mis Emociones
  • Mayéutica: Coda Feliz
  • Viajando Por El Interior
  • Esto No Está Pasando
  • Salir
  • Nada Que Perder
  • Ama, Ama, Ama y Ensancha El Alma

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Publicado el May 26, 2024 en Crónicas Conciertos y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. 3 comentarios.

  1. ¡Hola! Me ha encantado tu crónica, enhorabuena. Bajo tu experencia, ¿dirias que habrá un final del gira en madrid, como paso hace 2 años?
    Un saludo

  1. Pingback: Cecilia – Cecilia (1972) | RockSesión

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