Robe – Lo Que Aletea En Nuestras Cabezas
Si a un torrente le pones trabas para que no fluya, cuando acaban eliminándose, ¿qué ocurre? Que de repente se aviene una tromba cuantiosa, poderosa y acumulada que va más allá de lo normal. Tras la crisis creativa que va del Yo, Minoría Absoluta a La Ley Innata, Robe consiguió quitar el tapón y de ahí brotaron canciones y canciones. Melodías, estrofas que se han ido completando una tras otra hasta tener mucho material. Tanto, como para acumularse y superar el ritmo de creación, grabación y mezcla de Extremoduro. Sin buscarlo con premeditación, como todas las cosas que valen la pena, en verano de 2013, un paquete de canciones empiezan a empujar, a querer ver la luz. Ese concepto bucólico de un retiro veraniego en su Plasencia natal nos pone en situación del aura de travesura que tiene el disco. Una frescura que se nota en la composición, en la ligereza motivada por la ausencia de distorsión y por el proceso de arrope con instrumentos como el violín, clarinete, saxo, piano, acordeón… Además, todo cuadra con lo que sentí en la rueda de prensa y con la entrevista personal posterior, vi a un Robe feliz y liberado con una creación que eleva la figura del mito y que ofrece un arsenal de argumentos para silenciar a los haters de ocasión.
Alber Fuentes, baterista al que Robe ya le agradece en el Para Todos Los Públicos su colaboración en la gestación de las canciones que conformaron el último disco de Extremoduro, es el encargado de reclutar un equipo humano, porque nació más por esa premisa que por el hecho de ‘buscar a una banda’, que serán los encargados de dar armonía a las canciones presentadas. Algunos de conservatorio, otros autodidactas, pero todos con experiencia en formaciones de géneros tan variados como el jazz, el heavy metal, con y sin progresivo, el funk o el rock. Pero todos con el denominador común de su concepto libre de la creación musical. Así, se van sumando David Lerman, bajo, saxo y clarinete y, en la práctica, gran responsable de cómo suenan las canciones, hasta el punto de participar también en la mezcla y la producción; Carlitos Pérez al violín, de cuya importancia hablaremos más abajo; Álvaro Rodríguez, con piano y acordeón; y Lorenzo González, que se adueñaría de todas las segundas voces por merecimiento propio dada la versatilidad que veremos en el recorrido.
El sonido del álbum destaca por la pronta inmediatez y cercanía. Suena fresco. Sobre todo la batería da la sensación de estar tocada en directo en cada una de las reproducciones. Especialmente en los fragmentos en los que adquiere el protagonismo casi a solas, con apenas pequeños golpeos de bombo o de caja. El papel del violín es esencial porque, a diferencia de los usos que ha tenido en Extremoduro o Extrechinato, siendo un añadido a los arreglos, es el que sustituye en la mayoría de las ocasiones la distorsión de una guitarra rítmica. Es carne y no solo guinda. El bajo y el piano, por su parte, desempeñan labores similares, sustentando el armazón con funcionalidad, pero con lustre también en algunos pasajes. Acordeón y clarinete son los caprichos melódicos que elevan el montante, mientras que lo del saxo es toda una lección de cómo usar el instrumento sin que por ello haga falta tener que martillear una y otra vez con un riff o con las mismas entradas y salidas. (Ya me entendéis).
El viaje, que sale con El Dromedario Records, comienza con el tema más extenso de la lista y, quizá, el menos aprehensible de todos ellos. Enésima prueba de que no es impostado aquella frase repetida en la rueda de prensa de que “hemos hecho lo que nos ha dado la gana”. ‘Un Suspiro Acompasado’ arranca con una introducción instrumental de un par de minutos que va sumergiéndote de forma hipnótica en un mundo propio. Acordes de guitarra, batería suave, un violín nervioso pero contenido… Hasta que el sonido explota en plenitud. Y tanto es así que casi nos parece coger de sorpresa la entrada de Robe, cada vez más seguro de sus capacidades vocales, como me aseguraba en la entrevista, aunque en algunos momentos del metraje roce los límites de la afinación. El primer fraseo es continuista con la última fase de Extremoduro (las diferencias vienen sobre todo por la musicalidad, ya dijo Robe que estas canciones también hubiesen podido ser de Extremoduro, solo que estarían hechas de otra forma). Mantiene el compás y sorprende con un cambio melodioso y más sutil, “quédate en silencio y oye el ruido de mis tripas soñadoras”, un descenso que acentúa la subida musical coincidiendo con “ruge el deseo contenido”. Las palabras hechas sonido en su máxima expresión. El puente es largo y profundo, una escala vocal que desemboca en el estribillo que ya nos despliega el enorme riesgo vocal que se marca Lorenzo en las segundas voces, agudos imposibles que solventa y que acompañan a un Robe pletórico. La belleza de la melodía principal vuelve a mecer la parte central, evocando el vaivén acompasado del tema. Uno descubre que nueve minutos no son nada cuando se te levantan los pies del suelo.
Elegido como single ‘oficial’, si contamos que lo de ‘Ruptura Leve’ fue un jugueteo previo, ‘…Y Rozar Contigo’ gana irremediablemente con las escuchas, insertado en el total del cancionero. En cierta medida, porque completa la paleta de colores del lienzo. Buscando el arte total en sus composiciones y en su música, el tema se mueve entre dos mundos claros, la paz melódica inicial, en contraposición con la aceleración de marcada querencia funky, casi salvaje… como un corazón trotando superando el centenar de pulsaciones… el tiki taka es la mejor muestra de que no se le puede contener. La intensidad y el contraste es tan fuerte que es quizá el tema en el que echamos en falta ‘algo más’, sea un desarrollo instrumental final o una coda vocal que termine de redondear. Aunque a buen seguro la intención pasa por descolocar al oyente, cosa que logran, sin duda.
‘Nana Cruel’ está definida a la perfección con dos palabras. Un arrullo crudo, donde la voz de Robe se hace más corpórea, con gran golpeo de batería. El hombre de Hobbes, el malo por naturaleza, acaba venciendo al de Rousseau, por más fe que se haya puesto. Es uno de los textos más desesperanzadores que han salido de la mano de Robe en toda su discografía y quizá duele más aún por el revestimiento armónico. Un gran solo de saxo nos lleva hasta la confesión final, con un “yo que creía firmemente en el amor” en alarido. La enumeración final del error es tan real como espantosa: monstruos, compran, venden, odian, mienten, roban, matan, violan… y no sienten nada. Pese a tanto mal, aún queda una minúscula luz de esperanza: “ya se ha ido el sol (…) y prometió volver”.
Sin duda, ‘De Manera Urgente’ es el tema más accesible y evoca a las claras el ‘Poema Sobrecogido’ de Para Todos Los Públicos. Por más que la gente de El País o de la desaparecida Rolling Stone busquen en estos temas influencias de Enrique Morente o Triana, respectivamente, no es cierto. Es la descarnada visión del amor fatal de Lole y Manuel quien guía a Robe por estos terrenos, como ya recalqué en su día. (El propio Robe aseguró en la entrevista en El Vuelo Del Fénix de Radio 3 el pasado miércoles, ‘cantar con Manuel’ cuando se pone un tema suyo). En cualquier caso, aunque el corte tiene una ascendencia flamenca inconfundible, no es el único influjo cultural. El violín de entrada y algunos remates durante el desarrollo le aportan una decadencia zíngara más que interesante. La accesibilidad es plena porque el estribillo tiene el ritmo más marcado, casi marcial, con esa voz de Robe, jugando en la seguridad impostada, a la que además azuzan unos jaleos animosos. Mención especial una vez más para los coros de Loren durante toda la canción, sublimes. La teatralidad de la melodía de violín junto a su voz es puro delicatesen.
La segunda parte del álbum se abre con ‘Por Ser Un Pervertido’. Los amantes del Robe deslenguado se frotaban las manos con el título, pero ya nada es tan explícito como antes. El tema vuelve a jugar entre dos ambientes. La entrada de saxo inicial es deliciosa, como es su aparición en todo el corte. Vuelve a aparecer el ‘eje de rotación desviado’, recurso literario que Robe ha hecho suyo en los últimos tiempos para dibujar personajes que sufren un crack temporal. Considero que la canción es muy urbana, explico. El tramo tranquilo del tema, con el citado saxo, parece evocar un callejón mojado en una ciudad nocturna. El fraseo nos hace andar por las calles, hacia la ciudad… hasta entrar en un estribillo luminoso musicalmente, con esas ligeras síncopas de teclas, que narran la desorientación plena en medio del tráfico y las luces de neón. La escala final del saxo tiene mucho de Clarence Clemons y destapan a David Lerman como un virtuoso sin tener que recurrir a alardes.
‘Ruptura Leve’ al final se ha convertido en todo un símbolo. El affaire de si era o no otro grupo y la concepción en sí de la canción, de un minuto y medio, con apenas una veintena de palabras de texto la hacen al final inolvidable. La musicalidad de la canción, el bucle de la melodía y esas campanillas y cuerdas sordas que se suceden en las partes instrumentales parecen casi un mantra zen de relajación, incluido el remate ligero de clarinete. Al final, lo que podría ser tan solo un interludio adquiere una relevancia mucho mayor. Jugada maestra en suma.
Así llegamos a ‘Guerrero’, uno de los temas más redondos de la lista. Tiene una frescura juguetona, con ese aire de vals ingenuo en el segundo fraseo y que tiene un marcado espíritu al mosquito que va seguro y firme en su barco de cáscara de nuez. El bamboleo constante se contiene en el puente repetido y en un estribillo vibrante. La segunda parte del tema, casi alícuota, mantiene la misma estructura pero con un vigor y emoción mucho mayor. La escala vocal, larga y con una interpretación soberbia, despliega una de las mejores frases “Como buen guerrero, solo tengo miedo a que sus ojos dejen de mirar a ver si puedo llegar al Olimpo y robar el fuego”. No es lo importante conseguirlo, sino que mires cómo lo intento por ti, cual niño que reclama la atención de sus padres solo por el hecho de sentir el amor en que lo miren. Excepcional. Como en el ‘tic tac’ y ‘tiki taka’ de ‘…Y Rozar Contigo’, la canción aún encierra una aliteración buscando el símil con el corazón: “sigue haciéndome, sigue estándome, sí, dentro del corazón”, repetido, como el sístole y diástole.
El cierre lo pone ‘Contra Todos’. Parece fácil que esta sea la canción preferida de muchos de los que vivimos aquella gira, ‘Robando Perchas del Hotel’, de 2012. Pero objetivamente estamos ante uno de los cenit compositivos de Roberto Iniesta en su máxima expresión. Si aquella vez se interpretaba la mitad con Robe a solas, la segunda, tras un solo de urgencia de Iñaki, electrificada y con tintes rumberos (quizá por influencia de la adaptación que también hicieron de ‘Me Estoy Quitando’ en esos aires), la canción se presenta ahora con un arrebatado sonido latino que le hace crecer en calor y pulsión enérgica. El desarrollo del piano, quizá más escondido de lo que debiera, recuerda al mejor Bebo Valdés, ahí es nada. También el violín corta más que nunca, como un tango maldito. El texto además ha crecido con la inclusión de una variante “derechos/defectos constitutivos” y con la inserción de un texto que fue el empleado por Extremoduro en la web, al hilo de la filtración de Para Todos Los Públicos, días antes de su publicación: “de cabeza me tengo que pegar siempre con la misma piedra. Del pasado nada puedo cambiar, el futuro lo estoy cambiando ya”. Y el crecimiento es constante, ahí queda por el camino la estrofa de la flor que se descapulla o la del “aire”. Hasta que así llegamos a un estribillo que se resiste, sabedor de su grandeza hasta bien sobrepasado el tercer minuto. La coda final, con su doble repetición, y con una banda sonando como los ángeles es pura adicción hasta que entra de nuevo la voz de Loren para terminar de erizar la piel.
La mejor noticia que nos deja este disco es que habrá otro (y relativamente pronto). Y es de agradecer porque muestra a un Robe liberado del todo de cualquier convencionalismo, seguro de su fragilidad vocal y de la emoción de sus ausencias imaginadas con cercanía doliente. Expresada sobre todo de dos formas, con armonías y delicadezas frágiles o con arrebatador calor maldito. Sin exabruptos. Con una banda que no adorna desde una base, sino que arma las canciones desde cero, con las ganas del amante recién conocido y con la templanza de quien sabe que está haciendo algo grande para el disfrute de una creación plena. Y que sea así hasta pasados los 70, Robe.
Y luego están los que solo pueden escuchar sus propios ladridos.
Tracklist:
- Un Suspiro Acompasado
- …Y Rozar Contigo
- Nana Cruel
- De Manera Urgente
- Por Ser Un Pervertido
- Ruptura Leve
- Guerrero
- Contra Todos
Publicado el junio 14, 2015 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, Extremoduro, Lo Que Aletea En Nuestras Cabezas, Robe, Roberto Iniesta. Guarda el enlace permanente. 50 comentarios.
Muy buena y completa critica del álbum.
Es estupendo ir escuchando el disco mientras lees la crítica. Muy buena manera de describir el disco paso a paso, tema a tema.
Lo cierto es que tiene una musicalidad estupenda, te «llena» mucho, al estilo de algunos temas (aunque Robe lo niegue) de los dos-tres ultimos discos de Extremo. Hace unas cuantas veces eso de empezar poquito a poco y terminar en una explosión de intstrumentos bonitos tan solo subiendo tonos.
Me alegra especialmente la apreciación, porque eso es precisamente lo que intente en este caso. Salud!
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