De orwelliano título, 1984 es una banda madrileña que se ha raspado ya camino de los veinte años de trayectoria en el rock and roll disfrutando y desplegando unas maneras que rezuman un clasicismo encantador de una época y subgénero muy determinado. Como ellos mismos reivindican, son «el rock duro de hoy y de siempre, una mirada inconformista envuelta en una potente descarga musical. Caminan sobre los hombros de los gigantes con los que crecieron, bebiendo de las fuentes, pero siempre andando su propio camino». Desde luego las modas y tendencias parecen quedarse atrás en la dirección a la que apunta su brújula. Es algo que ya se dejaba sentir en Andamos Por Las Calles (2009), En Busca De Un Futuro (2013) –no se pierdan mi favorito de su discografía, “Siglos De Humo”– y Perdiendo El Juicio (2016) (Pensaba que había escrito en la web de alguno de ellos, compruebo que no y, de paso, que la memoria me falla, ¿quizá fuera para la vieja Rock Estatal?), aunque quizá en esos cortes cierto apego a un hard algo stoner podría acercarles a otros terrenos. Ahora, parecen haber quitado briznas y soplado un tanto el polvo y su propuesta en esta cuarta referencia se afina y pule en las formas y desarrollos, en la limpidez de melodías y pulcritud en las mezclas y nos ofrecen un delicioso viaje por el rock duro ochentero, urbano, con matices y líricas que nos retrotraen con fuerza a los Laina, Jiménez o Castejón. Al mundo Asfalto, Topo… aunque con un armazón más corpóreo (esto sí) propio de la evolución y experiencia y algún esbozo de metaleo heavy y, también, barro punk. Tras La Tempestad es el regreso, ocho años después, de 1984. Felicidades.