Dani Martín – El Último Día De Nuestras Vidas
El cantante y artista madrileño viene a ser paradigma de muchísimas cosas dentro del mundo de los rocanroles. Líder o cabeza visible de un grupo de éxito rabioso y generacional que decide, contra corriente y de manera totalmente impopular, empezar un camino en solitario. Eso, por un lado, lleva aparejada (sí o sí) varias cruces perpetuas de quienes considerarán, haga lo que haga, que se ha cargado algo especial, que lo hecho por dinero y que, grabe lo que grabe, siempre será peor que lo que hacía con el grupo. Robe, Fito, Leiva, Bunbury, Mikel Erentxun, Andrés Calamaro, Iván Ferreiro, o, bueno… hasta Rosendo pasó por eso en su día. (Sin mencionar la eterna pregunta de “¿y la reunión pa’ cuando?”. El record lo tiene sin duda Fito Cabrales e Iñaki Antón, pero Dani debía estar un tanto hasta el gorro también para marcarse aquel No, No Vuelve, donde daba una revisión actualizada de diez temas de su banda madre, El Canto del Loco, acompañadas de un tema inédito donde hacía un brutal ejercicio de sinceridad. Porque para bien y para mal, no hay medianías con Dani Martín, tan odiado como adorado, pero, a mi parecer, siempre fiable y honesto con lo que dice, piensa y hace. Ahora, tres años después de aquello, parece que se ha afanado en quitarse los aderezos poperos para rugir en formato básico de guitarras, bajo y batería. Más rabioso, más directo, menos pretencioso… Algo que, desde nuestro punto de vista, le sienta bastante mejor. El disco viene con alguna canción nacida para el debate (sí, la del reggaetón y el supuesto guiño a Extremoduro), con quizá el último graznido de juventud para el que será el último antes de sus cincuenta y de batir récords con lo de los tropecientos Wizink agotados un año y medio antes. Mejor que lo consiga un tipo que valora los instrumentos de verdad y las formas del rock-pop-punk clásico que otros, ¿no?
El último día de nuestras vidas viene a ser por tanto el sexto trabajo discográfico de estudio en solitario de Dani, que deja claro su ‘no márketing’ (que no deja de ser otra forma de hacer márketing, por cierto, de eso sabe mucho también nuestro querido Robe) desde la etiqueta de portada ‘alertando’ de que no se incluye ningún dueto.
Según las hojas promocionales, el autor explica que «este disco es un grito, como refleja la portada: un grito de la música que sale de mis entrañas, de las frases que forman parte de mi verdad, de mi necesidad de vivir el presente real cada vez más a fuego. Es un aullido para que los lobos vuelvan a su raíz, un grito a lo flautista de Hamelín para que las guitarras rujan en los garajes y los bolígrafos vuelvan a atreverse a hablar de sentimientos. Es una obra que contiene el quejido; el canto al amor, al desamor, al desequilibrio y la búsqueda visceral de no ir a lo obvio. Arte de la calle, chulería, madrileñismo y mucho sentido del humor».
Hay en el álbum (ya lo apunta Dani) algo de orgullo castizo intentando recuperar el sitio que El Madrileño (el disco de Tangana) o los compañeros y colegas Leiva le habían tosido en los últimos años. También os digo, siempre he preferido mucho más ese apego que la colección de postales de agencia de viajes a los que algunos autores rockeros se afanan en determinados momentos. Me gusta también los guiños y referencias a bandas o artistas coetáneos, aunque siempre quedará la duda de si no es una forma encubierta de llegar a ese público de una generación posterior a la natural de nuestro protagonista de hoy.
Como banda base: Cris Méndez en voz y guitarra, Roberto Lavella en la guitarra, Saray Sáez en la batería y Guille “Mara” Rubio al bajo.
El arte del disco corre a cargo de Bego Martín y es cierto que la edición de lujo que anduvo por los perfiles de determinados colegas de fama un día o dos de que saliera (nosotros no lo hemos catado, claro) es una preciosidad para todo buen amante de lo físico. Desde pegatinas hasta fanzine, los siete pulgadas, vinilo… Brutal.
Las hechuras hímnicas de “El Último Día De Nuestras Vidas”, que da título al conjunto, son las que abren de manera acertada la decena de temas. En las primeras escuchas las teclas se pueden hacer bola (no porque tenga nada en contra de ellas, aquí hay decenas de bandas –especialmente ‘indies’, por simplificar- que las usan y bien) quizá porque es un arreglo que podría haberse dosificado para la coda resolutiva del corte en lugar de estar presente desde el arranque. Cuestión de percepción. “Me Vuelves Puto Loco” es una desenfadada historia de ligue de nuevos tiempos que cumple en su ausencia de pretensión ni conclusión y tiene su gracia en su estribillo machacón y las referencias musicales (Cariño, Rosalía, Cupido…).
Hete aquí que llegamos a “Novedades Viernes”, donde Dani endurece la voz y berrea algún que otro grito alargado al estilo ‘transgresivo’ de Robe (con quien confesó ya hace más de diez años que le encantaría hacer un dueto, también Estopa, ya lo saben). Es una canción que me resulta simpática en muchos aspectos: el título (no sabéis la avalancha de correos que llegan los viernes al correo con decenas y decenas de nuevos singles y lanzamientos), el asunto de la ostentación de marcas en las letras (es una de las cosas que menos soporto de lo ‘urban’) y alguna cosa más. Eso sí, el estribillo no me termina de convencer (no por el mensaje, sino por las formas). Las generalizaciones, como bien se debería saber, son el primer paso hacia la injusticia (no todo es igual y el reduccionismo siempre es peligroso) pero se entiende que la función está más que cumplida en su esencia provocadora.
“Carpe Diem” es un medio tiempo preciosista que, a diferencia de otras pretéritas, se expande sin prisas, si cirugías quirúrgicas. Suena sincera, doliente, visceral y presenta una bella melodía de lógicas pero cuidadas armonías. La primera parte del disco se cierra con “Perla Perlita”, un medio tiempo de querencia castiza, entre la síncopa rumbera y el son latino. El trabajo en el crecimiento de las voces que van acompañando el estribillo refuerza el punto cantinero… Los coros rezuman esencia de “cantor” Calamaro, como los coros de “Estadio Azteca”, por irnos al ejemplo máximo.
“Malasaña” es la más explícita querencia capitalina, con canciones de Pereza y otros aderezos narrativos para una canción bien resuelta aunque quizá superada por otras compañeras en estas primeras escuchas. Es Green Day y su “Welcome To Paradise” quien asoma por “Burning Man”, un suerte de “Un Día De Furia”, pero contemporizada y de mayor sesuda reflexión. Ahora sí, también manejan con tiento la fanfarria de la coda, con teclas, vientos y coros infantiles.
“Frank” es la gran balada del disco sin que por ello empalague, gracias una vez más a una buena banda y desarrollo instrumental, que suena empacado y regala arreglos de teclas y cuerdas bien conseguidos. Otra grata sorpresa. “Surfista” recupera la velocidad de crucero más animosa y despreocupada con formas de pop punk adolescente pero con letra acorde al momento vital. Otro pequeño gran acierto.
“El Silencio” es la más frágil de la decena y cierra el disco con una intensidad vívida y doliente sobre ausencias, que son silencios, que no vuelven, ni se superan. Una de esas canciones en las que queda patente que el talento no se negocia ni entiende de marketing. Se tiene o no, conectemos o no por igual en cada momento.
PD: compruebo en Spotify que, seis días después de su lanzamiento pasa eso que tanto detesto, que es ver cómo las escuchas van decreciendo tema a tema, como si los oyentes fuesen incapaces de escuchar un disco de 40 minutos de principio a fin. Abandonándolo en escala y haciendo de los guarismos una pirámide invertida. Qué tiempos, Sancho.
Lista de canciones – tracklist:
- El Último Día De Nuestras Vidas
- Me Vuelves Puto Loco
- Novedades Viernes
- Carpe Diem
- Perla Perlita
- Malasaña
- Burning Man
- Frank
- Surfista
- El Silencio
Publicado el diciembre 5, 2024 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, Dani Martín, El Último Día De Nuestras Vidas, El Canto del Loco. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.




Pingback: Lo Más Leído de 2024 en RockSesión | RockSesión