Quique González – 1973
Empezaré recordando una confesión -nada sorprendente, porque creo que es algo que se puede inferir en todas y cada una de las ocasiones que he escrito sobre él-. Hay algo en la voz y la música de Quique González que me genera una poderosa nebulosa de nostalgia y dolor que impregna todas las sensaciones, mientras la música, a veces más cuantiosa y nerviosa, en otras más orgánica y funcional, va avivando y acentuando esas emociones. Siempre que me he tenido que enfrentar a un disco suyo para escribir una reseña me ha supuesto un ejercicio concienzudo de mentalización, de encontrar el momento preciso en el que con el paso de las canciones la cabeza hace ‘clic’ y entonces se te abre su sentido en todo su esplendor. Y entonces conectas con el arte de la propuesta y disfrutas de las cicatrices sonoras aunque, ay, sigan quebrando el ánimo esos pliegues y quebrados agudos de la voz que suenan a recurso conocido, pero que siguen traspasando igual. Mientras se produce el acorde preciso, la bajada de baqueta certera, los pianos acompañando de manera plástica el ritual. Creo que por eso tras más de trescientas críticas remember de viernes jamás he podido hacer frente a otro disco suyo… Bastante tengo con sus novedades. Tras celebrar por todo lo alto el 25º aniversario de su carrera profesional, con nuevas y flamantes ediciones en vinilo de su inmaculada discografía, también quiso darle novedad sonora a la fiesta con el aquel EP de versiones. Decía entonces que aquella ‘suelta de lastre’ quizá contagiara sus nuevas composiciones… Y ya estamos preparados para la nueva inmersión.
Quique, que el pasado viernes cumplía los 52 que se deducen de este álbum titulado con su año de nacimiento, se ha acompañado de su gente de confianza para darle al disco el toque buscado después de no conectar en los temas enérgicos con Mark Howard. Imagino que es fácil tirar de ‘piloto automático’ y de implicación justita cuando ya se tiene cerca la jubilación y después de haber trabajado con Bob Dylan, Tom Waits, Willie Nelson, U2 o Emmylou Harris. Me recuerda a lo que comentábamos de Bob Ezrin a cuenta del libro sobre Avalancha, de Héroes del Silencio hace dos semanas.
Al final, las grabaciones en La Mina (Granada), Estudio Uno (Madrid), Gaua Estudios (Bizkaia) y Audiomatic (Madrid) cayeron en las manos y oídos de Jordi Mora y Toni Brunet, que una vez más vuelve a ser la mano derecha produciendo el disco y grabando guitarras eléctricas, acústicas y coros. La banda se completa con los habituales en gira de los últimos tiempos del madrileño: Edu Olmedo (batería y percusión), Jacob Reguilón (bajo y contrabajo) o el siempre solícito y sobresaliente Raúl Bernal en piano, sintes, Hammond, Wurlitzer, Rhodes y coros. También sumarán las guitarras eléctricas de Javier Pedreira.
Entre los invitados ocasionales, el habitual César Pop que graba en tres temas (“Cheques Falsos”, “Terciopelo Azul” y “Oro Líquido”), nuestro querido Gorka Urbizu (Berri Txarrak) en “De Verdad Lo Siento”, Fabián en los coros de “Flashes”, y el trío María Ovelar, Araceli Lavado y Maisa Hens dando el ligero punto góspel a “Cheques Falsos” y “Preguntas Sencillas”. La masterización, por último, es obra de Ángel Medina.
Sin ser un álbum rupturista, sí podemos concluir que si Sur En El Valle era un disco denso, aquí encontramos una impronta algo más ligera. Quizá, sencillamente, porque ya no necesita demostrar nada a nadie, ni siquiera a él mismo. Porque es posible que a estas alturas Quique ya no sienta la necesidad de demostrar que conoce todos los códigos de la canción americana y de es capaz de ejecutar la vertiente más canónica de las formas Nashville. Tampoco necesita caer en alardes de velocidades que ya no le competen y que forjó en la juventud. No precisa de caer en clichés amables para regresar a ese formato de festivales donde buceó un tiempo pero que están lejos de su universo. Ni tiene por qué clonar los estilos literarios de los poetas que frecuenta y con los que ha trabajado.
Por eso, y porque mantiene las virtudes desarrolladas en la última década para obtener versos que son auténticos fotogramas con mil matices en apenas tres o cuatro palabras, este 1973 se disfruta desde una posición de quien contempla la vida satisfecho del camino y sin miedo al futuro. Canciones en las que ya no importa que un arreglo quede (en apariencia) sencillo o despreocupado.
Aunque la redención, el jirón interior y la nostalgia siguen en el ambiente, 1973 se centra en la primera persona del plural en la mayoría de canciones para construir y crear una complicidad de igual a igual. Quizá porque no puede haber más transparencia en alguien que titula un álbum con su fecha de nacimiento.
La escucha deja cosas en las que fijarse que repaso someramente, como ese solo de guitarra adusta y querencia de épica castiza y los coros deliciosos del segundo estribillo de “La Caja De Herramientas”. El diálogo de guitarras y teclas hasta que se reconcilian en la coda de “Terciopelo Azul”. La magnífica colaboración de Urbizu en “De Verdad Lo Siento”. La ligera capa de ironía y asimilación del camino hacia la extinción del rock and roll al uso de “Coleccionistas”. La poderosísima imagen de «mientras los camiones sufren subiendo por la nacional / y los hombres se convierten en bloques de hielo» y todo lo que viene después en el ardor de bolero reposado de “Preguntas Sencillas”. Un tema que comparte góspel en los coros con “Cheques Falsos”, que le sucede con una tensión comandada desde la conjunción de teclas y una batería mucho más corpórea.
“Flashes” empaca una base rítmica con mucho swing mientras que se incluyen múltiples aderezos de guitarras entre frases y se remata en una coda elevadora en los coros. En “Descosiendo Un Milagro”, la base y una tesitura más grave y cierto toque ‘spoken word’ le acerca a las maneras de Tom Waits, aunque suavizado por el vaivén musical del desarrollo.
Tanto “S.T.U.O.P.E.T. (Siempre Tendré Un Ojo Puesto En Ti)” como “Oro Líquido” y “Santos” parecen ser de esas canciones en la que no se quiere tocar o cargar más para que guarden la pureza de cómo fueron compuestas, reservando una instrumentación funcional, a veces testimonial, para dejar brillo al silencio y a la voz. Forman casi su propia trilogía identitaria y es una nueva muestra de que, como ‘los coleccionistas’ en vías de extinción, el disco sigue tiene sentido como unidad y, por tanto, el orden de las canciones sigue importando.
Estas son las fechas de la gira confirmadas hasta el momento: 21/11 – Guadalajara – Óxido / 22/11 – Toledo – Círculo de Arte / 28/11 – L’Hospitalet (Barcelona) – Salamandra / 29/11 – Zaragoza – Oasis / 06/12 – Bilbao – Kafe Antzokia / 12/12 – León – Espacio Vías / 13/12 – Santiago – Capitol / 09/01 – Pamplona-Iruña – Zentral / 10/01- Santander – Escenario Santander / 16/01 – Cáceres – Gran Teatro / 17/01 – Badajoz – Teatro López de Ayala / 30/01 – Vitoria-Gasteiz – Jimmy Jazz / 31/01 – Gijón – Teatro de la Laboral / 06/02 – Madrid – Teatro Circo Price (Inverfest) / 07/02 – Madrid – Teatro Circo Price (Inverfest) / 13/02- Córdoba – Impala / 14/02 – Sevilla – Cústom / 20/02 – Almería – Berlín / 21/02 – Málaga – Trinchera / 27/02 – Salamanca – Teatro Liceo / 13/03 – Alicante – Baltimore Live – (Marmarela) / 14/03 – Granada – Industrial Copera / 21/03 – Valencia – Moon.
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Lista de canciones – tracklist:
- La Caja De Herramientas
- Terciopelo Azul
- De Verdad Lo Siento (con Gorka Urbizu)
- Coleccionistas
- Preguntas Sencillas
- Cheques Falsos
- Flashes
- Descosiendo Un Milagro
- S.T.U.O.P.E.T. (Siempre Tendré Un Ojo Puesto En Ti)
- Oro Líquido
- Santos
Publicado el octubre 21, 2025 en Críticas Discos y etiquetado en 1973, Críticas Discos, Quique González. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.




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