Quique González y Luis García Montero – Las Palabras Vividas

 

No es que tenga una variedad de registros infinita, pero sí que es cierto que una de las muchas características de la carrera discográfica de Quique González es la de no dar más de dos pasos en una misma dirección. Miren la lista de su ya amplia y envidiable discografía… Del rock eléctrico al carácter intimista, del abrazo al sonido americana y Nashville a la compendiosa naturaleza de su anterior entrega de estudio (Me Mata Si Me Necesitas). Todo ello con la dificultad de mantener una seña de identidad propia, reconocible, casi tangible. Tras una exitosa y cuantiosa gira, que le ha recuperado incluso en el ámbito festivalero donde la música y los matices, curiosamente, no suele ser lo más importante, Quique González da una nuevo salto hacia delante uniendo fuerzas con el poeta y escritor Luis García Montero, tan vinculado por otra parte al mundo de la música. El madrileño pone las partituras y el granadino los textos. Sin instrucciones previas ni trabajos de corrección posteriores. Admirando el trabajo del otro y respetando su naturaleza. Bendito experimento creativo para dos artesanos de ambos oficios. No podía salir nada malo de ello. (No como con Lou Reed con Metallica, que se veía venir). Las Palabras Vividas es un álbum de largo alcance y recovecos infinitos que tocar. De estancias ocultas entre el olor a madera de la música y el sabor que empaña los ojos por los versos.

Si Eduardo Ortega fue la mano derecha de Quique en Me Mata… aquí vuelve a crear una gran pareja con César Pop que, aunque no estará en la gira, sí que ha tenido mucho que ver en la forma que tienen estas canciones. También destacan los nombres propios de Toni Brunet en la guitarra española, Diego Galaz en el violín, con Edu Olmedo en la batería y Pablo Navarro al contrabajo, que es el que tiene el protagonismo base, recogiendo el testigo del violín de la pretérita entrega.

Se abre la decena con ‘La Nave de los Locos’, nombre de inspiración artística recurrida. Desde la obra de El Bosco al disco en el que Loquillo recuperó para su causa a Sabino Méndez. Es una puesta de situación bastante explícita en su texto. El refuerzo del sentimiento de pertenencia, que no por ello significa estar circunscrito a fronteras férreas. La duda y la contradicción también pueden unir. Aquí, la música, que empieza dubitativa, se va haciendo fuerte hasta explotar en un crescendo vibrante, emocionante, un paso intermedio entre un disco y el otro, podría decirse. ‘Bienvenida’ es una hermosa dedicatoria de García Montero a su partenaire en este proyecto, puesto que le envió el texto a González al día siguiente del nacimiento de su hija, Nora, con algunas estrofas, como la última, ue retuercen el alma de placer.

‘Canción Con Orquesta’ es la primera que nos muestra cierto carácter mediterráneo, con una mandolina italiana que le da un cariz también cantinero, sensación que se desliza en más canciones. Tanto este corte, como el siguiente, ‘El Pasajero’, nos ofrecen dos delicias narrativas que juegan con el mismo recurso, el de ir cambiando versos de similar estructura para ganar en la profundidad de la emoción. Mago de las palabras, claro está. En la primera, con tempo de vals, el desconocido pasa de bailar con la luna, al mar y a tu cintura. Otra ascensión emotiva que en el segundo caso serán los ojos, primero tristes, luego verdes, finalmente libres, los que nos abren a una historia de amor incondicional. Maravillosa.

Y es que, además de apuntar a un nosotros resistente, el amor estará muy presente y latente. Por ejemplo, en la pareja de temas siguiente. La entrañable advertencia de ‘Mi Todavía’, donde la imprevisibilidad gana a las convencionalidades o la reverencia pasional y agradecida de ‘Qué Más Puedo Pedirte’. “Si fundas un hogar en todas las fronteras, si aparecen las dudas y me das un porqué”.

Una introducción arpegiada nos recibe en ‘Canción del Pistolero Muerto’, quizá el corte más oscuro de la lista y, por ello, de esas que me generan una especial atracción (luego os quejáis de #Mis10de, claro). Una canción desnuda que viene a ser casi un siniestro retrato de violencia irremediable y, por tanto, irrecusable. Por su parte, ‘Las Nuevas Palabras’ es la piedra roseta del álbum. Como bien dice Chema Doménech en la web de Quique, la más autobiográfica de las letras de Luis García Montero en este disco. Protagonismo absoluto de las palabras: nuevas, viejas, abiertas. Puro oficio de resistencia e, intuyo, de vocación irrefrenable.

Llegando al final, hayamos los dos extremos en cuanto a extensión. ‘Todo Se Acaba’ es el más largo de los temas, con otra estructura narrativa por capas. Agosto, el tiempo y el alma se terminan, con el dolor de una despedida o ruptura sin solución posible. El desarrollo vuelve a recuperar la sonoridad mediterránea y también permite, por su metraje, que se deslice un cuidado solo de guitarra eléctrica, que se ha limitado a dibujar en el resto del disco. Es este corazón que nunca me perdona, es el viento que pasa, es la ley de la vida. “Sólo queda esperar a que trabaje el olvido, por hoy convierto el sueño en una pesadilla”.

Sobrepasando ligeramente el minuto, porque no le hace falta más para ser un nítido corolario y epílogo, ‘Seis Cuerdas’ nos pone el abrigo y nos da el abrazo final en señal de agradecimiento.

Un disco, en suma, que no necesita de fuegos artificiales para ser brillante porque ya lo era desde su propia concepción.

 

Lista de canciones – tracklist:

  1. La Nave De Los Locos
  2. Bienvenida
  3. Canción Con Orquesta
  4. El Pasajero
  5. Mi Todavía
  6. Qué Más Puedo Pedirte
  7. Canción Del Pistolero Muerto
  8. Las Nuevas Palabras
  9. Todo Se Acaba
  10. Seis Cuerdas

 

Publicado el octubre 22, 2019 en Críticas Discos y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. 9 comentarios.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.