Leiva – Gigante
Del mismo modo que se celebró que rebosante alegría el anuncio de la gira de regreso de Fito & Fitipaldis, ocurrió parecido con la expectación creciente a lo que venía a ser el sexto trabajo discográfico de estudio de Leiva. No es extraño sí miramos fechas porque, claro, es innegable que Cuando Te Muerdes El Labio (2021) era un disco de Leiva, pero quizá podemos resumir en que era “el menos Leiva de todos”, por la generosidad adaptativa y la influencia que ejercen cada una de las colaboraciones con nombre de mujer. De este modo, seis años pasaban desde su Nuclear de 2019, el anterior ‘al uso’. De aquel a este no solo han pasado seis vueltas al sol, sino que también ha habido por el camino una pandemia y esa despedida de la treintena para llegar al ecuador de la cuarentena. No es un referencia casual porque Leiva en este disco plasma algo que se viene apreciando de manera progresiva y es la asunción del paso del tiempo y, sobre todo, entender que ya no es necesario correr de exceso en exceso, ponerse ropajes para parecer el más rockero del lugar o ceñirse a unos códigos preestablecidos por el hecho de cumplir la deuda con el propio pasado. No es un disco lento o suave, pero sí es un disco maduro, sobrio, de mirada interior y de historias que cuentan pesares, reflexiones, malas experiencias y pensamientos recurrentes de los que no se puede escapar, nostalgias… sin que por ello haya un intento de moralina más o menos explícita. Escribí al final de la crítica de Cuando Te Muerdes El Labio lo siguiente: «Progresa adecuadamente hacia la madurez, que se diría en los antiguos boletines escolares. El tiempo dirá cuanto más quiere ahondar en esa senda o si regresa a los terrenos que han cimentado su popularidad». Ya os lo he respondido.
Este Gigante se ha grabado, mezclado y producido con el equipo habitual, comandado por Carlos Raya en Madrid y con la masterización en los estudios Sterling Sound de Nashville. Denominación de autor y de origen, una y otra, poderosas y profundamente identificables.
También los nombres habituales de César Pop y otros cercanos del ‘universo Leiva’ aportan en unas y otras canciones del disco. Los lógicos coros de Juancho, los goteos talentosos de Ovidi Tormo y Natxo Tamarit de Los Zigarros, Adán Jodorowsky y Mateo Sujatovich de los argentinos Conociendo Rusia, Bernardo Rodríguez (grabación de Greta Garbo de Bunbury), Aurora García de Aurora & The Betrayers, Julien Boyé de Nouvelle Vague o la actriz y cantante Chiara Parravicini, además del atrevimiento de un coro infantil o un cuarteto de cuerdas… Sin olvidar ese cameo con Robe, no tan imposible de conseguir pero sí muy celebrable por tener muchos más porcentajes de negativas que aserciones.
“Gigante”, la canción que titula y abre el disco presente una generosa narración que, en algunos giros de prosodia y entonación recuerda a las maneras de Sabina cuando se mete en terrenos de rock americano, de base guitarrera, teclas y un principal que juega casi más con los silencios que con el rasgado -o ese final efectista de percusión y armónica-, como “Barbi Superstar” (basta como ejemplo máximo las estrofas del último fraseo).
“Bajo Presión” cambia el sujeto narrativo para tirar de segunda persona en un empleo cabal de teclas, sintes, mellotrón con cierto aire frugal y luminoso. Como una transición mental impasible. Ya lo dice el texto: «Llevan razón, / tú no funcionas bajo presión». “Angulo Muerto” es otro de los cortes claramente sabinianos y es que es muy probable que ese salto a la madurez bebe mucho de las compañías y el haberse convertido en báculo de Joaquín. Quién sabe si también los ataques a la voz. La melodía y la forma de quebrar el fraseo y un estribillo que pica hacia arriba (¿como “La Canción Más Hermosa Del Mundo”?). El compás ternario y el slide completan la elegancia del leve soniquete arrancherado.
Parece lógico que un corte título “Ácido” empiece con un arrebato psicodélico setentero aunque, con el paso de los segundos encontramos uno de los armazones rítmicos más previsibles, bordando un estribillo entre lo esdrújulo y la aliteración de otros versos a modo de autoconvencimiento. El desarrollo aumenta la tensión y corporeidad de una distorsión que se agradece.
En “Caída Libre” será donde encontraremos la colaboración de Robe, que recibió de buen grado la historia de sensibilidad a cuenta de la salud mental que inspiró a Leiva para escribir la canción para un buen amigo, fan del extremeño. Resulta extraño escuchar a Robe en una canción de estructura pop clásica, pero arpegios y armonización de voces consiguen una emotividad potenciada que sublima la belleza de un tema tan frágil. “El Polvo De Los Días Raros” es otro de los (muchos) textos autobiográficos del álbum, con especial cariño al hermano Juancho, a la nostalgia y a un final explosivo, entre el carrusel y el sonido metálico del solo de guitarra, para una canción, sin más, perfecta.
“Leivinha” es un autorretrato confesional (por tanto, liberador) lleno de versos demoledores. Aunque empiezan un medio tiempo que rezuma sonoridad edulcorada, va cogiendo vuelo con el progresivo golpeo de la banda. Los metales aligeran el pesor con una coda algo más desenfadada. Las canciones de Leiva han tenido casi siempre referencias a series, películas y colegas de profesión y aquí el guiño se lo lleva “The One” de Taylor Swift, voluntario o no.
En “Cometas y Estrellas” se hace honor al título y las guitarras se mueven en una nebulosa más incorpórea con un bonito arrebato y lírico en el puente, desembocando a un estribillo cadencioso, bien concatenado y con una gran carga de nostalgia y reproche al espejo entre lo farsante y la página en blanco. «No sirve de nada pararse a pensar, / no sirve de nada dejarlo sangrar». Aunque entiendo la función de los coros, creo que le quitan emotividad en su procedimiento estandarizado.
“Shock y Adrenalina” consigue un efecto epatante desde el inicio con la sonoridad de guitarra en lo que parece ser casi un homenaje a héroes del rock, de Lou Reed a Keith Richards. La inmediatez en las formas continúa en “Cuarenta Mil”, un rocanrol de pulsación y rima rápida (hasta con esa “cuestita”), aunque lo mejor se esconde en una coda liberadora con mucho roll que se hace demasiado corta. Trago de nostalgia para el barrio de Alameda de Osuna, cantera de numerosísimas bandas. La sonoridad de la guitarra de Raya se acerca mucho a las de Lynyrd Skynyrd, quién sabe si un guiño subrepticio a lo de su himno del dulce hogar (Alabama).
“Cortar Por La Línea De Puntos” es la más estruendosa y agresiva del conjunto, cabalgando con bien de distorsión en una muralla que y tonalidad que puede acercarse tanto a cosas de The White Stripes como de Queens Of The Stone Age. Para cerrar, “Nevermind” tiene una impronta muy marcada de los dramas pasionales de la canción ligera patria que, por momentos, también elevó y acercó a terrenos rock el mismo Bunbury. De hecho, casi no es difícil imaginar al Huracán Ambulante en las partes instrumentales. Un bolero del siglo XXI que completa un disco extenso para los tiempos que corren.
Leiva deja que cada cual saque sus propias conclusiones ejerciendo de comprensión entre iguales, del “no eres la única persona que se siente así”.
Y que el tiempo siga pasando es lo único seguro de esta vida. Por ahora.
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Lista de canciones – tracklist:
- Gigante
- Bajo Presión
- Ángulo Muerto
- Ácido
- Caída Libre (con Robe)
- El Polvo De Los Días Raros
- Leivinha
- Nueva Misión
- Cometas y Estrellas
- Shock y Adrenalina
- Cuarenta Mil
- Barrio
- Cortar Por La Línea De Puntos
- Nevermind
Publicado el mayo 8, 2025 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, Gigante, Leiva. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.




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