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El Columpio Asesino – Diamantes (2011)

En ese repaso de nombres que suelo hacer de vez en cuando en las ocasiones que ofrezco en el escaparate alguna crítica para un grupo ‘no normativo’ dentro de los cánones más férreos del rock más arquetípico, siempre me suele venir a la cabeza el de El Columpio Asesino. Ayer (por fin) caí en la cuenta de que no lo había traído nunca a la sección de críticas remember de los viernes y (por fin, de nuevo) hoy es la ocasión definitiva. Formados en Pamplona, una tierra que es cantera del rock de trinchera, sea por la vía combativa o por la vía más poética, El Columpio Asesino es de esas bandas a las que es imposible catalogar. O, bueno, podéis hacerlo, pero cualquier etiqueta no definirá o incluirá todas las caras de un ente poliédrico. Y sí, a mí me parece bien que haya grupos que defiendan una forma canónica de interpretar determinado género, lo que no es óbice para valorar todas esas propuestas cruzadas en las que se huye del inmovilismo, ya sea de manera humorística o críptica, de forma juguetona o circunspecta. No voy a repetir de nuevo algunos ejemplos mencionados esta misma semana. Lo que sí que voy a repetir es que hace tiempo que las fronteras dejaron de tener sentido y que ceñirse solo a una fórmula o manera es, para empezar, poco evolutivo, pero también una manera de perderse infinidad de registros que son disfrutables de otra manera, que no adolecen de potencia, sensibilidad y calidad. El Columpio Asesino es de esos, recogiendo en distintos grados a lo largo de su discografía el gusto por el noise, lo alternativo, el post-punk y la electrónica aplicada a la generación de ambientes turbios. Elegimos Diamantes, su cuarto disco, el que les llevó a multiplicar su alcance gracias a, claro está, ‘Toro’. Pero son mucho más.

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