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EON – Rubicón

No debe ser nada fácil lanzarse a promocionar un nuevo disco cuando sabes que la cara visible principal (que suele ser el vocalista) va a anunciar su salida tres días después. Por eso, ante todo, quiero empezar esta crítica al tercer disco de EON, tras In[visible] y Médula (del que escribimos ya aquí hace justo casi cuatro años), elogiando el valor y el poder de valentía que han mostrado desde ese momento sus tres integrantes fundadores, los dos guitarristas Oriol Borrás y Rubén Ortiz y el bajista Miguel Sánchez, y su baterista, David Viana, de emprender desde ya la búsqueda de nuevo cantante para afrontar compromisos para este 2021 que, entre otros, cuenta con el todopoderoso Resurrection Fest. Y es aunque tomará la decisión hace casi un año, y se supiera desde mayo del pasado 2020 (también estuvo a punto de irse en 2019), fue el lunes siguiente a la salida de Rubicón cuando Diego Cardeña emitió un comunicado anunciando que se centraba en las labores de agencia de bandas mediante su marca Die Protokoll (y que entre otros ya cuenta con mis queridos Fausto Taranto, además de Scape Land, Oslo Ovnies o Fuck Division). Como sabéis, Diego también es presentador en Rock FM así que, si tenemos en cuenta que los compromisos familiares también han aumentado, es entendible que se haya visto en la tesitura de tener que enfocar sus objetivos, siendo honesto con aquello a lo que no puede prestar la debida atención. Y tras este ‘revolutum’, ¿qué nos queda? Pues como casi siempre, la música. Porque Rubicón vio la luz más de seis meses después de lo previsto, se ha quedado sin su voz original, pero es un disco magnífico. Un auténtico pelotazo que, en condiciones normales, debería situar a la banda en otro nivel. El problema es que lo normal ha dejado de ser lo habitual.

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Eon – Médula

eon-medulaLa densidad y la oscuridad de los pasajes más obsesivos de la moral protagonizan el segundo trabajo discográfico de los madrileños Eon. Una joven banda que se presentó en sociedad en 2012 con In[visible] y que ahora vuelven mucho más definidos en Médula. Y es que si en el estreno se apreciaban claramente esos matices metaleros clásicos de bandas que han creado escuela en el género (véase Sôber o Skunk D.F.) en esta segunda entrega parecen enfilar un camino propio que se hace sugerente e interesante aunque, muy posiblemente, todavía lejos de su cénit. Grabado, como el Éter de Somas Cure, una referencia cercana en el tiempo, por Carlos Santos en Sadman Studios y masterizado por Jens Bogren en Fascination Street Studios de Suecia, Médula hace de las seis cuerdas de Rubén Ortiz y Oriol Borrás grandes nódulos de grueso sonido sobre los que se empasta la versátil voz de Diego Cardeña, autor de todas las letras, y una subrepticia potencia a la base rítmica de Miguel Sánchez al bajo y David Viana a la batería. Un viaje interno por el nervio espinal del metal más agreste.

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