Los Pekenikes – Los Pekenikes (1966)
Ya os deslicé ayer entre líneas que el gancho de la crítica remember de este viernes venía con la crítica del último álbum instrumental de Los Tiki Phantoms. Y es que, aunque siga siendo algo considerado como una rareza para las personas poco avezadas en esto de ir indagando por los distintos caminos que nos ofrece el rock, España siempre ha tenido una importante y notable escuela de formaciones instrumentales en la que, sin la menor de las dudas, Los Pekenikes tienen un puesto de honor en su labor pionera… y por calidad. Aunque empezaron con cantante en una importante colección de singles, en los que lo que hacían era castellanizar éxitos anglosajones, fue cuando el último en ostentar el cargo, el filipino Edilberto (Eddy) Guzmán, dio la espantada al regresar a su país y perderse del mapa para siempre cuando decidieron que para qué andar buscando reemplazos. Así que decidieron sacar su debut, el que hoy protagoniza esta sección, enteramente instrumental, convirtiéndose en un inusitado éxito teniendo en cuenta la naturaleza de la propuesta y, además y de paso, estableciendo lo que vino a denominarse “sonido Torrelaguna”, debido al productor Rafael Trabucchelli, como ahora detallaremos. Ignacio Martín Sequeros al bajo, Jorge Matey a la batería, Lucas Sainz y Tony Luz a las guitarras, con la colaboración de Alfonso Sainz al saxofón fueron los encargados de registrar esta docena de piezas de lo más sorprendentes, todavía hoy.
Y es que si a comienzos en la década de los sesenta la ciudad de la automoción norteamericana de Detroit alumbró el sello discográfico de la Motown, y con él todo un sonido característico, por los mismos años ocurre de alguna manera algo similar en España con Hispavox. Es a mitad de década cuando el milanés Trabucchelli se hace con la dirección artística del sello y junto al pianista y arreglista Waldo de los Ríos empiezan a dotar a los discos de unas producciones mucho más refinadas y cuidadas para lo que eran los tiempos, con sección de vientos y una sonoridad de hechuras más clásicas y rimbombantes, de la que el “Himno a la alegría” de Miguel Ríos será el mejor de los ejemplos y, a buen seguro, su cénit.
Resulta sorprendente escuchar el álbum con los oídos de hoy en muchos cortes, que tienen ese aura de pop barroco y luminoso en los cortes en los que se quiere apuntalar el lirismo o incluso lo castizo (véase el folclore de “Lady Pepa”, con arreglos de violín incluidos, o con la adaptación de Isaac Albéniz que realizan en “Sombras y Rejas”, basado en Asturias), pero también con un rock con fuerte base rítmica, que recuerda The Beatles más ye-yés, algún germen iniciático de lo garajero (incluso en la coda de ese citado “Lady Pepa”) o del rock más hedonista por la vía americana como en la socarrona “No Puedo Sentarme”.
Bella, cadenciosa y elegante, suena a vals pero con una línea de bajo descomunal la jazzística “Romance Anónimo”, también con fragmentos populares. “Frente A Palacio” bien pudiera asemejarse a una intro barroquista, a la que pronto los metales le darán un toque algo más descarado y mundano. “Ritmo De Concierto” se presenta con poca complicación, con una base rítmica constante y casi rockabilly, mientras la guitarra tintinea con aires de western. La primera parte se completa con la más agresiva y abrasiva en metales “Arena Caliente”, que desarrolla en su melodía principal algún coqueteo de swing de los años 20.
“Hilo De Seda” baja las pulsaciones pero despliega un porte estiloso en lo que vino a ser el corte con más éxito comercial del álbum, no en vano es el único que incluye coros femeninos. “Viaje Nocturno” nos recibe con potente línea de bajo y una batería de nuevo muy presente para un ejercicio de delirio rítmico y virtuoso en los punteados veloces y certeros. Por su parte, “La Vieja Fuente” se antoja como una balada diferencial gracias al protagonismo de la guitarra flamenca. Un tema que en la segunda parte se adorna de teclas y que, en combinación, casi nos evoca algunos matices de la calma de Triana.
En el tercio final, “Sombras y Rejas” presenta el inconfundible desarrollo de acordes del “Asturias” de Albéniz, siendo repetido en diferentes derivaciones en función de los distintos arreglos. El resultado es espectacular 57 años después. En “Troncos Huecos” unos arpegios cuasi cortesanos nos dan la bienvenida. Dentro de la variedad de matices, de nuevo una atmósfera árida se añadirá como contraste. El cierre viene de la mano de “Trapos Viejos”, otra muesca de lo más surfera que, sin duda, bandas como Los Coronas o Dick Dale aprobarían sin la menor de las dudas.
Reconocimiento y honores para la entrada de Los Pekenikes a la sección. Y tengo la firme intención de seguir ahondando en ‘mundos añejos’ en 2023.
Lista de temas – tracklist:
- Lady Pepa
- No Puedo Sentarme
- Romance Anónimo
- Frente A Palacio
- Ritmo De Concierto
- Arena Caliente
- Hilo De Seda
- Viaje Nocturno
- La Vieja Fuente
- Sombras y Rejas
- Troncos Huecos
- Trapos Viejos
Publicado el diciembre 16, 2022 en Críticas Remember y etiquetado en Críticas Remember, Los Pekenikes. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
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