Guadalupe Plata – Guadalupe Plata 2023
Consolidados en su vuelta al formato dúo, Guadalupe Plata (esto es: Pedro De Dios Barceló a la guitarra y voz y Carlos Jimena a la batería y percusiones varias) regresa con nuevo álbum, siempre titulados de manera homónima, el séptimo de su carrera, cuatro años y medio después de su anterior lanzamiento. Desde que nos volaran la cabeza a todos con su rockabilly de blues, grasiento, castizo y de toques surf cruentos en 2008, el grupo se ha ganado una fama más que merecida en sus espectaculares directos. Una puesta en escena que alimentan de vez en cuando con nuevo material que les sirva de excusa para volver a quemar rueda en la carretera. Dicen en las entrevistas que ellos se suben igual a un escenario grande de cualquier festival o en cualquier ciudad extranjera, como en un pequeño bar de cualquier localidad del país para veinte personas. Puedo dar fe de ello. Estos artesanos del rock, porque es lo que transmiten con su entrega, parecen haber sentado un tanto la cabeza porque sorprenden con lo que quizá pase por ser el álbum más tranquilo o menos alocado de su trepidante carrera. Algo que ya se apuntaba en su disco de 2018, pero que se aleja todavía más de esa actitud punk y desbarrada de los álbumes de 2015 o 2017, donde la distorsión era generosa y no hacía prisioneros.
Cuentan los datos técnicos de la hoja promocional que el disco se grabó en dos localizaciones diferentes con el mismo proyecto de estudio de sonido, basado en una grabadora Tascam 246 de cuatro pistas con casetes de cromo del tipo II, usándose 18 de la marca Tudor. Toda la grabación fue realizada por la banda en Úbeda, buscando un sonido propio con la libertad de tener tiempo ilimitado para realizarla. A esta experiencia la llamaron Estudio Ataúd.
La digitalización, mezcla y grabación de las pistas extras se realizó en La Mina (Sevilla) en una producción conjunta entre Guadalupe Plata y Raúl Pérez donde se terminaron de añadir tanto saxos oscuros como teclados de 8 bits.
Aunque son elementos comunes a toda su discografía, hay en esta entrega una especie de capa nebulosa que oscurece y apesadumbra el contenido general, haciendo un refuerzo esta vez por las melodías orientales y morunas… aunque por otro lado también se marcan una particular versión de “El Cóndor Pasa”, símbolo del folklore y sentir andino. Sea como fuere, Guadalupe Plata vuelve a conseguir esa mezcla de abrumador golpeo en una aparente sencillez que sume en lo pegajoso de una tarde de agosto en a las tres y media de la tarde a pleno sol de terreno árido.
Todo eso queda perfectamente ejemplificado en “Calima”, esa tormenta de arena que deja calles y todo lo que encuentra a su paso con una capa de tierra rojiza que tarda en marcharse durante semanas, doy fe. “La Cigüeña” es una de esas canciones donde Pedro De Dios descerraja un texto sencillo pero esta vez, también quizá poco habitual, con mucha más enjundia que la mera excusa rítmica.
El dúo ‘hace patria’ con Úbeda dándole música a la leyenda de la “Tía Tragantía” (princesa mora hija del rey moro de Cazorla), que cuenta que a quien escucha su voz allá por junio, no le queda mucho de vida: «Soy la tía Tragantía, hija del rey Baltasar, y quien me oiga cantar, no verá la luz del día ni la noche de San Juan». Es por eso que el malditismo se arroja en cada uno de los pasajes y acordes y que quizá tiene continuación en su negrura en “Al Infierno Que Vayas”, donde, aquí sí, sacan su lado más blues aunque con percusiones metálicas similares al del compás del yunque en la toná flamenca.
De muerte en muerte, “En Mi Tumba” afila los colmillos hacia el lado más psychobilly, que también se iba echando de menos, en un lastimoso canto del muerto por la ausencia de plañideros y visitas a sus restos. Con uno de esos silbidos polvorientos sigue “Ruina”, donde el Sacromonte emerge entre compases ternarios. No es extraño por tanto que al siguiente corte le denominen “Zapateado”, con raigambre de influjo flamenco y aires de falseta a la guitarra. “El Cóndor Pasa” desfila por el tapiz de Guadalupe Plata manteniendo las virtudes de la melodía original y la esencia del combo con bien de rascador en la percusión.
En el último tramo del disco todavía quedarán emociones fuertes. “No Hay Dónde Ir” vuelve a destapar esencias de blues (por cierto, que en la portada se ven sendas dedicatorias a Robert Belfour y Howlin’ Wolf). Por su parte, “Y.N.T.M.A.” («Ya no tengo mi ataúd») hace gala de esos saxos abrasivos, oscuros, entre lo muteado y lo subrepticio en diálogo con ligero slide de guitarra.
“Nunca Llueve Como Truena” hace de nuevo gala de ritmo y compás rockabilly, mientras que “Maleficio” se ambienta en un truculento marchamo de batería y de nuevo con viento madera serpenteando de manera hipnótica como la enroscada de la portada. El cierre vendrá de la mano de otra particular versión, esta vez de la marcha procesional “Stabat Mater” inspirada en el poema franciscano y muy propia del Cristo de las Tres Caídas.
Sonidos, voces y cadencias que transportan a la sala a una época, no pasada, sino indeterminada, un agujero temporal en el que Guadalupe Plata es la que manda.
Lista de temas – tracklist:
- Calima
- La Cigüeña
- Tía Tragantía
- Al Infierno Que Vayas
- En Mi Tumba
- Ruina
- Zapateado
- El Cóndor Pasa
- No Hay Dónde Ir
- Y.N.T.M.A.
- Nunca Llueve Como Truena
- Maleficio
- Stabat Mater
Publicado el mayo 10, 2023 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, Guadalupe Plata. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
Deja un comentario
Comments 0