Fito & Fitipaldis – El Monte De Los Aullidos

Publicado por elchayi

El runrún se fue haciendo cada vez mayor desde que en las pasadas navidades las redes sociales de Fito & Fitipaldis compartieran una foto de la banda desde el estudio. Gracias, primero, a la gestación del libro de la biografía definitiva de Platero y Tú y, después, con las conversaciones posteriores sobre el resultado, Fito me fue contando ‘off the record’ cómo se encontraban esos proyectos de futuro inminente que desembocaron en el anuncio de gira y publicación de disco. Sin ir más lejos, en agosto del 24 me comentaba que andaba «con la libreta y el boli» rascando letras, sin prisa, pero con fluidez. Pasados los meses, en enero de este año me confirmaba que habría nuevo disco y gira y las fechas orientativas. Me dio también algunas pinceladas que no se podían contar entonces… El paciente paso del tiempo vino con anunció de mayúscula gira despachando ‘entradas agotadas’ a ritmo voraz y con la publicación de un par de adelantos hasta la salida definitiva de este El Monte De Los Aullidos. El primero, por cierto, que no tiene ninguna versión en su carrera como Fitipaldi después de cantarle a Los Secretos, Flaco Jiménez, Leño, Rebeldes, Extremoduro, La Cabra Mecánica, Javier Krahe, sus propios Platero y Jorge Drexler. Siempre inconfundible, para bien de sus seguidores y para mal de sus detractores, Fito ofrece diez nuevos temas donde se mueve en el tablero con la libertad de dirección de una reina pero con alma de peón: un pasito en todas las direcciones sin alejarse de su patrón básico, de su casilla central. Para quien no sepa ver los árboles entre el bosque quizá todo le suene a lo mismo, pero no es así. Y, asumo, quizá sea necesario conocer a la persona –como tuve la suerte- para entender la obra -de la que yo fui muy crítico hace una decena de años-. Ahora, nos subimos al monte a pegar unos cuantos aullidos.

Tras el gran éxito de su anterior álbum, Cada Vez Cadáver, Fito Cabrales ha dejado madurar el tiempo hasta, cuatro años después, entrar al Estudio Uno el pasado mes de abril para registrar los diez cortes (nueve canciones y una instrumental) de esta entrega, mezcladas en Riff Raff, con la producción habitual de Carlos Raya y su ‘alineación tipo’ de los últimos tiempos: Coki Giménez a la batería, Boli Climent al bajo, Javi Alzola al saxo, y el propio Carlos Raya a las guitarras.

Desconozco (aunque imagino que no) si a Fito también le dijeron, como a Estopa, que buscara cosas nuevas o ‘ritmitos urbanos’ para sus canciones pero, en cualquier caso el resultado en ambos ha sido el mismo: que no, que no y que no. Como cantaba Xoel en Deluxe.

Y hace unos días, meditando sobre el tema pensaba, llevándolo al extremo de otras artes… “¿Por qué de un pintor sí se aceptan sus series cuando a veces son capaces de despachar un centenar de cuadros con el mismo registro o un cantante o banda no puede hacer lo propio?”. ¿Es necesaria la constante reinvención? Yo solo hago rock and roll y no voy más lejos, que decía Rosendo con Leño.

Existe siempre el debate del inmovilismo pero, una vez más, creo que sí que hay cosas distintas en el álbum siendo el género de raíz el rock, el swing, el rockabilly o el blues. Detalles, quizá mínimos o insuficientes para el oído medio o menos concienciado, pero los hay.

Haciendo un repaso por cada tema, “Los Cuervos Se Lo Pasan Bien” se sostiene en un riff realmente hermoso y redondísimo –agradeciendo por otra parte que esas melodías principales ya no las capitalice tanto el saxo como en otras épocas-. Como comenté cuando se avanzó el single, existe en la voz algo más de groove, de madurez. La tesitura sigue siendo aguda, pero hay más poso, más dejar correr los pliegues de un guarismo por estrenar en las decenas. Los solos engarzados se disfrutan sin mácula alguna.

Guitarra Mark Knopler en Dire Straits la que entra en “El Monte De Los Aullidos”. Hay querencia blues marca de la casa, pero con una liviandad más digerible que se harán carne en el posterior acelerón de la parte central. La tesitura vocal más ruda se vuelve a aparecer en la segunda parte del tema, mucho más seca y enérgica, ahora sí con el saxo armonizando la melodía principal.

“Volverá El Espanto” es, sencillamente, otro tipo de canción en el universo Fito. Prima la narración y es la voz la que lleva todo el peso al alimón de una batería latente y machacona. La letra, por cierto, una de las más comprometidas frente a decadencias bélicas e ideológicas. «Me gustan tus zapatos, dijo la serpiente, luego me arrancó la piel». En la voz hasta se deja sin tocar cierta afonía que, por cierto, será todavía más acusada más adelante, como llegaremos.

En “Como Un Ataúd” aparecen las formas más rocanroleras y hedonistas del bilbaíno, quizá más que nunca en los últimos años, regado también de un aire cantinero («Cómo explicarte / que no hay nada mejor que imaginarte») . El saxo dialoga con las teclas en un final explosivo que completa la fiesta ‘clasicona’. La primera parte del disco la cierra “A Contraluz”, que desde el inicio rebosa épica Springsteeniana, pero que después hará propia con versos finalizados muy arriba y un estribillo y desarrollo que va a más para firmar un tema rugoso, directo y, en suma, bastante potente.

La segunda parte del álbum se abre con “La Noche Más Perfecta”… y es aquí donde se ha respetado la versión vocal de la maqueta, que grabó ligeramente enfermo y afónico, de ahí que se perciba un ligero retoque maquinal en algunos giros. Ya me dijo Fito que iban a tener complicado conseguir mejorar lo bien que sonaba la maqueta e imagino que esta es una forma de rendir honores a ese proceso. Una balada blues con mucho slide que contiene una de las mejores letras de los últimos tiempos: «Me fui quedando así, / como una luna vieja / que sueña con vivir / la noche más perfecta».

Entre el polvo sureño y la cadencia ferroviaria clásica (de hecho, habrá referencia explícita al tren) de la batería se despliega “Marea Imparable”. Una ‘road song’ donde me pirra esa rima esdrújula conclusiva: «Para sentirme mal nunca me ha faltado crédito. / He sido afortunado vorazmente por el éxito». Junto con su antecesora, son dos canciones muy logradas en esa atmósfera de nebulosa reflexiva y reposada.

“Una Maldita Suerte” es la más sixties de las canciones, con esa impronta primigenia y que no es difícil imaginar con contrabajo al modo clásico. Una mezcla de swing con hechuras de pasodoble que se culmina con la fiesta instrumental final de bar a punto de montarse el follón. En “Mentira y Verdad” aparecen –quizá por primera vez en el disco de manera tan explícita- las clásicas dicotomías de cara y cruz de Fito, en un medio tiempo con aires de despedida y más lineal en definitiva.

No hay versión, pero sí que Fito vuelve a darse el gusto del corte instrumental en “Ardi” (Oveja en euskera), nombre de su perra. Un ejercicio de rock and roll clásico, al borde de lo cómico y que, sin grandes desmanes, deja un sabor de boca alegre y despreocupado como colofón final.

Que vengan más cuadros… Y nos veremos en alguna ciudad en la gira.

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