Arco – Uno
Poco esconde Antonio Arco cuando habla, cuando canta, ni siquiera en la elección de la portada de lo que supone el debut de su camino en solitario después de componer y cantar durante más de una década al frente de El Puchero del Hortelano. El artista granadino ya venía trabajando en material nuevo, para su camino en solitario, desde bastantes meses antes de que se hiciera público que la banda ya no tenía más camino. Decisión valiente porque ese fin llegó en el momento más dulce (en cuanto a reconocimiento público). Incluso llegando a visitar festivales que pueden parecer más alejados a su corte, como el Viña Rock o el The Juerga’s Rock (dos años). Y es que cuando la música es sobresaliente, los condicionantes y las limitaciones saltan por la ventana. Uno es el debut de Arco, catorce nuevas canciones en poco más de 44 minutos dejan clara una media de canciones cortas y directas. Como su sonido. Menos y más y tanto la pluma, como los acordes y la voz de Antonio Arco siguen afilados, en estado de gracia. Así vivimos nosotros Uno.
Las sensaciones generales que transmite la escucha de Uno es la de la inmediatez. Y no me refiero a que sean canciones fáciles o de aprehensión sencilla. Si no que los temas parecen respirar en cada reproducción. Los textos suenan como si aún la tinta del folio estuviese húmeda. También ocurre con los arreglos de la música, donde se pierde la fanfarria metálica de vientos y las guitarras arropadas, para trasladar una cercanía acústica en la mayoría de los casos, ligeros arreglos de piano, batería para marcar el compás y poco más. Bueno, algo sí, la gran capacidad vocal de Arco para captar la atención y, aunque el acento no se puede ocultar, sí que hay un marcado trabajo por pulir ciertos requiebros aflamencados para sacar de manera sutil las influencias más anglosajonas. Todo, como siempre, con una naturalidad que no es descarado, pero que se integra en los acordes, en algunas transiciones de piano, en algunos delicados coros.
El disco se abre con una canción tan rotunda como la jornada que narra. ‘Un Día Perfecto’ es un bello ejercicio que evidencia esa grandeza comentada. Es de admirar la capacidad de hacer vibrar que consigue. La fuerza del tema es tanta que parece como una isla, un territorio al que volver en momentos difíciles, quizá con tanto atino que duele. Rítmica y rockera, ‘Equilibrio’ pasa por ser uno de los cortes más veloces del álbum, bien cimentado por una acústica que transmite un aire folk interesante, aunque inubicable. La coda final, con una percusión más marcada rematan un corte directo, sin fisuras. ‘Vivo’, por su parte, transmite esa sensación de frescura comentada. Un tema donde apenas un par de estrofas completan una canción de menos de dos minutos y medio que, puede parecer incompleta, abierta, limpia para que entres y salgas de ella. Bella declaración de amor en ‘Mamá’, protagonismo de un piano contenido para un texto que seguramente cualquier madre merece. Esas cosas que nunca se le dicen, aunque deberíamos. La canción no pide más, es hermosa en su concepción y ejecución.
‘Castillo De Naipes’ es de las que representan, de manera más clara, ese corte de canción de autor americana. Un canto de superación o de autoayuda para levantarse tras las irremediables caídas del ser humano corriente, ser humano a secas, en definitiva. ‘Reverso’ arranca con unos interesantes arreglos cíclicos en el fraseo, casi lineales sobre una verborrea acelerada incluso en el puente. El estribillo se despliega más eléctrico y sobresaliente. “El reverso de la cara, amiga, siempre es la cruz”, que suena especialmente grave en el remate final. La primera parte del álbum se cierra con ‘La Vida Entera’, quizá uno de los temas ‘más Puchero’ de la lista. Un medio tiempo creciente que bambolea en el ritmo entre una bossa brasileña y una rumba contenida.
El segundo tramo arranca enérgico. ‘Estampado Floral’ es de los más divertidos del álbum (aunque no por ello con ausencia de mensaje). Concatena una enumeración de cosas que van y vuelven de manera rítmica, también acentuado por sus escasos dos minutos y medio, sin olvidar que lo que no vuelve es el amor que no das en cada momento. Tan sencillo como eso. Bonitas menciones a Bersuit y Leonard Cohen, por cierto. Luminosa guitarra rítmica para la fresca ‘Lo Difícil’, con acusada querencia rockera. El pulso tampoco baja con ‘Ciudad’, un simpático ejercicio costumbrista que de nuevo contiene un fraseo sin desperdicio alguno o cómo hacer una canción ‘urbana’ sin caer en los tópicos. Es posible que haya cierta influencia sabinera, pero, como en todo, casi circunstancial.
Tras tres cortes más o menos festivos, llega ‘Por La Mañana y a La Cara’, uno de esos textos crudos y certeros de Arco. Alcohol y verdad en un punto intermedio de lo que pudiera ser ‘Lo Que Pasa Es Que Me Cuelgo ‘ y ‘Sábado’. Preciosista arpegio para la entrada de ‘Martillo y Cincel’, donde se deja notar algo del Extremoduro y Roberto Iniesta más reciente (llamadme loco). Cerquita de la orilla nos llega la declaración de intenciones que es ‘Alegato’, donde, en suma, se demanda más corazón con influjo country y sureño en las guitarras finales. A buen seguro una de las canciones más trascendentes del álbum. Por supuesto que el disco tenía que terminar dejándonos una sonrisa y para eso está ‘Una Canción’, una legión de personas y sus circunstancias que tendrán algún día una pieza dedicada de Arco. Incluso “para los que simpatice y una canción pal que no me pueda ver y una canción para los que han soportado esta interminable lista de canciones por hacer”. Qué bello final para un trabajo tan honesto.
Ojalá el camino del directo sea tan fructífero y respaldado como merece.
Tracklist:
- Un Día Perfecto
- Equilibrio
- Vivo
- Mamá
- Castillo De Naipes
- Reverso
- La Vida Entera
- Estampado Floral
- Lo Difícil
- Ciudad
- Por La Mañana y a La Cara
- Martillo y Cincel
- Alegato
- Una Canción
Publicado el febrero 29, 2016 en Críticas Discos y etiquetado en Antonio Arco, Arco, Críticas Discos, El Puchero del Hortelano, Uno. Guarda el enlace permanente. 6 comentarios.
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