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Rubén Pozo – Habrá Que Vivir

Igual que llevo como una cicatriz aquello de no haber visto nunca en directo a Platero y Tú, me ocurre algo parecido con Buenas Noches Rose, banda de la que he hablado aquí y en twitter con admiración rendida. En aquel combo estaba ya un bisoño Rubén Pozo, que después alcanzaría el éxito popular masivo con Pereza, junto a Leiva. Desde que aquella formación entrara en el sueño de los justos ambos artistas han ido labrando su trayectoria en solitario a su manera. Aunque siempre reconocí los méritos de Conejo, especialmente con su segundo disco y con su labor como productor, a mí el alma siempre me tiró más por la urgente cercanía descarnada que ofrece la voz y el texto de Pozo, y ese punto arrastrado de tocar la guitarra, sea la acústica o la eléctrica. Todo como si sonara por primera vez. De ahí que calificara de notable Lo Que Más y que me pareciera algo frío En Marcha. Y es que Nigel Walker es un productor excepcional pero que llevó al sonido de Rubén a territorios científicos y maquinales que no son los suyos. José Nortes en Black Betty recuperó la magia del golpeo directo, como con Ariel Rot, y Habrá Que Vivir es, sencillamente, un disco de rock a la vieja usanza.

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Sabina – Lo Niego Todo

Compañero del mismo canalleo que Peret, Sabina nunca ha estado muerto, sino casi siempre de parranda, salvo en aquella recuperación del susto marichalero. Y es que da la impresión que cada a cada álbum publicado, el jiennense parece resucitar y/o despedirse, según apetencia del oyente y/u opinador. Como dato objetivo, es cierto que jamás Joaquín había dejado pasar tanto tiempo sin publicar un nuevo disco al uso (Recordemos que a mitad de camino está La Orquesta del Titanic, con Serrat). Más de siete años se antojaban a algo así como una prejubilación, abocado al tiempo que hace que los cuarenta y diez ya se aproximen a cuarenta y treinta. Por ahí anda Serrat con sus “fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys” también caduco. El caso es que, nunca entregadas las armas de su pluma, Joaquín Sabina se ha marcado el disco muy apoyado en nombres propios como Leiva, encargado de los mandos del sonido, producción y varias melodías, Benjamín Prado dando lustre con su culturalismo a las palabras, el destacado regreso de Olga Román en los coros, las guitarras de Carlos Raya, los cameos de Ariel Rot y Rubén Pozo, César Pop, Pablo Milanés… Casi una obra coral.

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