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Pablo Und Destruktion – Ultramonte

En ese inmenso universo de opciones que representa la música, con el asturiano Pablo Und Destruktion me encontré por primera vez en ese oasis en televisión que sigue representando el programa ‘Los Conciertos De Radio 3’, allá por abril de 2016. En aquel momento andaba presentando y girando con los temas de su último disco de estudio por entonces, Vigorexia Emocional. Desde ese día pasó a formar parte de mi compartimento mental (siempre porosos, eso sí) que podría llegar el nombre de ‘música maldita’ o ‘música de malditos’ o ‘música poético-intensa’, ‘poesía visceral – suicida’, la que prefieran. Es un cajón donde habitan nombres a los que le he tenido devoción y obsesión absoluta en momentos determinados de mi vida, y respeto para siempre como Nacho Vegas, Javier Corcobado y, más duros pero con emociones similares, 713avo Amor o Viaje a 800. Canciones como ‘Bares Vacíos’, ‘Busero Español’, ‘Los Días Nos Tragarán’, ‘A Veces La Vida Es Hermosa’, ‘Ganas de Arder’ o ‘Mis Animales’ se hicieron sitio con rapidez en mis particulares selecciones del género. Rock alternativo, con mucho folk, como una suerte de paranoia psicodélica y unas hechuras muy alejadas a lo que viene siendo ‘la convencionalidad’. Ese soberbio disco de 2015, del que no escribí en su momento porque lo descubrí más de un año después de su salida, tuvo continuidad dos años después en Predación, donde Pablo llegó a todavía más gente con fórmulas que coqueteaban con el rock más al uso y hasta con cierta sonoridad indie. Así, del desvío tomado replicaría en recato y parquedad en Futuros Valores, más sobrio, desnudo y adusto. Un ejercicio voluntario de apartarse de las expectativas, por más que ‘Gijón’ diera tantísimo que hablar. Ahora, tras casi dos años de pandemia, llega Ultramonte. Quizá su disco más rico musicalmente, más decidido y más equilibrado, si es que ese adjetivo todavía puede aplicarse a algo.

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