Extremoduro actuó en Salou el 8 de agosto. Ya esa misma noche, confidentes tuiteros me comentaron lo que había ocurrido en el concierto con un par de energúmenos tirando latas de cerveza (botes) y litros (de plástico) al escenario, con el propósito de dar a su vocalista, guitarrista y a la postre único miembro constante en las dos décadas y media de vida de la banda, Roberto Iniesta, y su respuesta. Con la vorágine laboral y después enlazar con la cobertura del Aúpa Lumbreiras, no me paré a ver las imágenes que ya andaban por YouTube poco tiempo después. Fue precisamente preparando las crónicas del festival cuando vi el enlace y allí los comentarios. Algunos me parecieron oportunistas y desafortunados. Me dio por hacer una rápida búsqueda tuitera y vi que había mucha gente diciendo las mismas incongruencias. Pero es que en Facebook, vi lo mismo, y lo que es peor, algunos grupos en activo y deudores del sonido Extremoduro, también iban en la misma línea. Entonces sentí la necesidad de escribir esto.

Que Extremoduro es más que un grupo de rock lo demuestran las pasiones irracionales que levanta a favor y en contra. Es evidente que la evolución musical, apuntada ligeramente en algunos temas de Canciones Prohibidas y Yo, Minoría Absoluta, indiscutible desde la Ley Innata, Material Defectuoso y Para Todos Los Públicos, ha granjeado a Robe y los suyos el rechazo monumental de determinados ‘puristas de la causa’. Aquellos del ‘tú antes molabas’, ‘ahora eres un vendido’, y todas esas frases que se pueden citar de memoria porque suelen ser aquellas que, por lo general, se dicen contra cualquier grupo musical que tenga un éxito comercial o de público que pueda resultar ofensivo a quienes se sienten fuera del sistema. (Por ahí han pasado desde Ska-P a Reincidentes, Mägo de Oz a Héroes del Silencio/Bunbury por citar a algunos de aquí, Metallica o Marilyn Manson, por citar a dos de fuera).

Es comprensible (y no es lo que critico) que no te guste determinado disco o giro estilístico dado por un grupo. De hecho, soy de la teoría de que cualquier grupo merece un borrón, como también que todo grupo tiene el derecho a evolucionar a donde quiera. A quien le apetezca escuchar siempre el mismo disco que le dé al replay. Por mucho que alguien odie o le duela esa evolución, lo que no es normal es dar palos de todo tipo a Roberto Iniesta por decir: “A ver, algún hijo de puta ha tirado una lata. Antes otro ha tirado un katxi… Yo ya he cobrado, así que al loro, que me voy para mi pueblo y os dan por el culo. Al loro. (…) Si alguno queréis jugar a tirarle piedritas al monigote que se vaya a su puta casa”, y después puntualizar que siempre puede haber dos indeseables entre tanta gente, cuando haciendo su TRABAJO le están lanzando objetos a dar.

Es muy sencillo. Imagino que los valientes lanzadores a distancia lo realizarían porque no les gusta el repertorio del concierto, basado sobre todo en temas recientes. ¿Por qué hay que tolerar lo más mínimo o condenar la respuesta de una persona que se ve amenazada y que solo puede defenderse ante un micrófono?

Toda esa gente, ¿verá normal que se le lance un objeto a una tendera que te ha atendido mal, a un taxista que no te ha gustado como ha conducido o a un dependiente que no se ha molestado en mirar si tiene el libro por el que le has preguntado?. Igual lo van haciendo por ahí… O igual se aprovechan de la oscuridad de la masa.

Hay grupos que detesto. No soporto a Los Planetas. No me gusta nada Jarabe de Palo, Presuntos Implicados, Cómplices, Rosana o tantos otros. Pero no por eso voy y les lanzo cosas a dar. O no voy, o, si voy, silbaré o abuchearé, pero lo que no se puede hacer es lanzar objetos. Lo peor de todo es que parece ser (según los comentarios que se leen por ahí) que el hecho de que haya escrito letras antaño contra el sistema, que haya tenido un discurso anárquico o demás, que eso ya legitima criticar su respuesta y tacharlo de que quién te ha visto y quién te ve y no sé qué historias.

Es tan absurdo como decirle a un concejal de Izquierda Unida, “¿Eres comunista, no? Pues dame tu móvil o dame tu casa”. Parece que así se es más rockero, más duro, más guay o más punky (más vale eso que maricón de playas, que decía Siniestro Total), pensarán.

Pero es que además no es un caso aislado. Hace unos meses a Rulo, el que fuera frontman de La Fuga, le abrieron la ceja en el pasado Derrame Rock. Yo he visto como en un Leyendas del Rock le tiraron una piedra del tamaño de un puño a Leo Jiménez, que le pasó rozando y terminó golpeando muy cerca de la batería cuando aún estaba en Saratoga (supuestamente, es que se habían ablandado demasiado). Hoy me comentaban que también a Fernando de Reincidentes en Aluche. Y como ejemplo máximo ese hecho vergonzoso en el Viñarock en el que a Ramoncín le tiraron hasta discos vírgenes con forma de estrella punzante. Nada justifica una agresión física por la que, oye, “nunca pasa nada”, “siempre se ha hecho”… porque algún día pasará y entonces vendrán los estigmas y demás historias. Y el rock volverá a ser tomado como algo marginal y peligroso. A veces pienso que creo que es lo que quieren.

Respeto máximo a quien se sube a un escenario porque está trabajando y si se siente ultrajado por una agresión a su persona y profesión, tiene el derecho de responder ante el micrófono como le venga en gana.

El resto es justificar la decadencia de valores a los que parece ir la sociedad en la que (sobre)vivimos.