Sôber – La Sinfonía del Paradÿsso

Hay algo de perverso en el hecho de que el mejor disco de un grupo no sea el último. Que el aprendizaje que, este es el caso (parecido ocurre con su banda amiga, Mägo de Oz), han hecho de manera innegable los músicos que componen una banda, haciendo más complejas o con más matices las nuevas creaciones no lleguen al ‘status’ de popularidad de canciones más antiguas, las que han forjado tu leyenda y te llevaron al escaparate del gran público. Digo perverso porque convierte a ese conjunto, a ese álbum, en un imprescindible de la historia del rock y metal en castellano, pero también capan al resto de obras con el estigma de ‘nunca vas a repetir este cénit’. Y no hablo de calidad, insisto, sino, sencillamente, que no se volverán a repetir las circunstancias que hicieron que brotara ese resultado mágico. Paradÿsso es el caso. Después de un pujante Torcidos, de un excelente Morfología, de un contrapunto oscuro como Synthesis, Paradÿsso, el cuarto larga duración de Sôber, es el disco más vendido de la historia de la banda, el que los llevó a una cima desde la que seguirían oteando con Reddo para después llegar al consabido parón temporal del que brotaron Savia y Skizoo. Con motivo del decimoquinto aniversario de aquel trabajo, el trío de cuerdas de entonces (Carlos y Jorge Escobedo y Antonio Bernardini) junto con Manu Reyes a las baquetas, se marcan el lujo (para ellos y para el oyente) de regrabar aquel disco con orquesta sinfónica.

Esto de las regrabaciones también tiene su lado siniestro (al final la música es una traslación de la vida, claro) por aquello de quienes consideran que por muy bien que se haga, “el otro estaba mejor”. ¿Casos? Otros cuantos, el Sesión 2 de Soziedad Alkohólika o el Grandes Éxitos y Fracasos de Extremoduro. Eso sí, en el caso de Sôber el objetivo no era mejorar una grabación deficiente (no olvidemos que fue su salto a Universal Muxxic, tras Zero Records, con mezcla en Los Ángeles), sino aumentar los matices épicos con la pomba y boato que siempre confiere una orquesta sinfónica (Orquesta de Cámara de Siero, con dirección de Manuel Paz).

El resultado final es un delicatesen que quizá con el paso de las canciones se puede hacer algo previsible, pero que sin duda viene a refrescar, refrendar y rubricar la radiante creación que era Paradÿsso, de principio a fin. La bíblica ‘Arrepentido’ nos trae una sobriedad que gana en la contemporización y en los detalles tras el primer estribillo y el siguiente fraseo. ‘Lejos’ mantiene el fulgor del inicio, luminoso en esos violines de entrada y armónico y turbulento tras el break central hacia el crescendo final donde Carlos hace alarde de su mejora a la hora de cantar, tirando de melismas con una facilidad meritoria.

’10 Años’ gana en grandilocuencia con unos metales atronando sobre el conocido y excitante riff inicial. Posiblemente, una de las mejores revisiones gracias a los aderezos que se deslizan por el estribillo y el mantenimiento del protagonismo de una batería enérgica. ‘Cápsula’, por su parte, parece haber sido una de las más complicadas, hasta el punto de cambiar un tanto la melodía vocal de la coda. En ‘Eternidad’ ocurre algo similar en la primera parte del corte, si bien el desarrollo de la canción le da un mayor protagonismo a la orquestación para crear una atmosfera propia y diferente a la original antes de las últimas repeticiones del estribillo.

La introducción instrumental de ‘Hemoglobina’ me evoca ligeramente algunos pasajes del (casi nada) S&M de Metallica. La melodía principal del fraseo, de matices orientales, gana con el arrope mientras que el estribillo mantiene el desagarro de su versión pretérita. Tal y como ocurre con la versión de 2002, ‘No Perdones’, ‘Mis Cenizas’ y ‘Animal’ se presentan como tres trallazos compactos y urgentes, apenas superando los tres minutos. La primera tira más de empaque que de alardes; la segunda multiplica la intencionalidad arengadora de la canción, que siempre me entró por lo perfecto de su estribillo engarzado, mientras que la tercera tira de arreglos barrocos para reforzar ese punto stoner, árido y desafiante del tema. Quizá sea la mejor revisión vocal del álbum.

Llegando al final del viaje, ‘Reencuentro’ sigue siendo ‘el bicho raro’ del álbum con esa estructura menos lineal y de alternancia de tempos. Casi se puede decir que es un auténtico redescubrimiento. Quizá porque es mi nº1 en el #Mis10de Sôber, mi canción favorita de la banda, o quizá porque en su día ya tiraba de arreglos sinfónicos, ‘Paradÿsso’ creo que pierde magia en el exceso de instrumentación, lo que no impide, en cualquier caso, que me siga poniendo los pelos de punta.

Acertada y generosa elección, ya puestos a trabajar con sinfónica, la banda revisa y regala a modo de bonus track, tres temas más: ‘Náufrago’, ‘El Hombre de Hielo’ y ‘Superbia’. En el caso de ‘Náufrago’ la original sonoridad acústica es cambiada por el protagonismo del piano y la orquesta, llevándola a territorios de ‘power-ballad’. ‘El Hombre de Hielo’, sobresaliente en su primera versión, perfecciona su querencia sinfónica. Para terminar, estaba claro que con esa coral locución en latín (“Ab exordio generis humani, ab exordio mundi vitae, a superbia initium, sumpsi omnis perditio”) ‘Superbia’ tenía todos los números para ser elegida entre los bonus.

Un broche lógico a una sinfonía que, al ser la partitura ya brillante, no sorprende demasiado pero satisface como placer reincidente.

 

Lista de canciones – tracklist:

  1. Arrepentido
  2. Lejos
  3. 10 Años
  4. Cápsula
  5. Eternidad
  6. Hemoglobina
  7. No Perdones
  8. Mis Cenizas
  9. Animal
  10. Reencuentro
  11. Paradÿsso
  12. Náufrago (bonus track)
  13. El Hombre de Hielo (bonus track)
  14. Superbia (bonus track)

 

 

Publicado el mayo 10, 2018 en Críticas Discos y etiquetado en , , . Guarda el enlace permanente. 3 comentarios.

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