Rulo –Tres Acordes y La Verdad (África Egido)

No ha querido el azar que me cruce todavía con Rulo por una cuestión de trayectorias divergentes. Sí que pude ver a La Fuga con la alineación ‘clásica’ (Diego, va por ti la metareferencia) en varias ocasiones pero cuando me metí mucho más de lleno en la profesión, Rulo ya había decidido salir la banda y, con La Contrabanda, pocos festivales del género hacía al principio, tampoco las giras del cántabro han pasado jamás por Almería… En definitiva, se dejó de dar la casuística que ha llevado que, de alguna manera, haya podido coincidir y conocer con todos aquellos que escuchaba en los viajes, en los años de estudio, en aquellos infinitos domingos que juraba cambiar de vida. Saben los más viejos del lugar que aquí solo tenemos un estigma (que termina por ‘netas’ y empieza por ‘pla’ y, lo reconozco, ya es casi más por alimentar a la bestia que inquina real, los años me están haciendo blando en mis cruces) por lo que siempre he huido de la calificación categórica y simplista que demoniza a unos por bajar el nivel o, al protagonista que nos ocupa, no seguir haciendo las mismas canciones quince años después. La crítica gratuita y sencilla. La ausencia de comprensión hacia las necesidades vitales y artísticas de un músico. Porque, que nadie se engañe, Rulo no salió de La Fuga ‘para hacer pasta’. Como tampoco lo hizo Coque, ni Iván, ni Bunbury, ni Mikel, ni Manu, ni Manolo, ni El Drogas… (sólo se me ocurre un caso conocido, Andrés, otro me pasa por la mente, pero como no estoy seguro del todo, lo dejaremos correr). Que luego a más de uno la jugada le saliera bien, es otro tema. Por eso y más, tenía ganas de entrar en Tres Acordes y La Verdad este libro de largas conversaciones entre mi compañera África Egido (con quien compartí años en la revista de Rock Estatal) y Rulo. Un viaje por el tiempo, desde los inicios hasta el presente.

El germen de este libro nace de esa humana reflexión vital que significa llegar a la barrera de los 40 años. Una cifra redonda que me cayó encima hace un par de meses y que te hacen plantearte que ya ‘le has dado la vuelta al jamón’, como me suelo decir. Para quien ha estado viviendo durante 15 años muy deprisa, para quien ha estado quitándose varias lanzas del costado, de las profundas, para quien, lejos de corsés de etiquetas, ha ido cumpliendo proyectos a priori impensables, entiendo que se hace necesario hacer un pequeño parón en el camino y, en lo que dura un cigarrito, pensar en todos estos años, todo lo que ha pasado.

La primera y fundamental baza de esta publicación es que es de una agilidad inmensa. Las respuestas de Rulo ayudan a ello. Como sus canciones, ofrecen un verbo sencillo y un discurso quizá muy pautado o inamovible en algunos factores (concluyo que forjados por el carácter introvertido o duro de su fría Reinosa) pero siempre coherente y con su propio código de valores.

Pero también hace lo suyo la manera que tiene la autora, África Egido, de llevar las conversaciones. En primer lugar, pocas veces se ‘enfrasca’ cuando se ve en el horizonte un callejón sin salida. Ni tampoco, salvo un par de casos contados, despega los pies del suelo a la hora de buscar respuestas. Aunque quizá hay momentos en los que se echa en falta una pizca de abstracción, el viaje por el tiempo, las lunas y los movimientos del agua, merece la pena. Las referencias a otros músicos, filósofos, autores o periodistas (gracias por la parte que me toca en las páginas 126-127) enriquecen el conjunto para buscar la chispa en un Rulo por lo general cómodo y sin escurrir ningún fregado.

Porque el libro no es ni mucho menos un ajuste de cuentas, como se encarga de decir su protagonista cuando ve que está mostrando algunas heridas de rock and roll, pero sí que deja muy claro lo que apuntaba más arriba, que la salida de Rulo fue todo menos interesada. Tampoco hay despecho ni rencor profesional. Habla con cariño de La Fuga, reconoce que las decisiones las tomaba casi siempre él, pero también que poco a poco se sentía cada vez más encajonado. Con todo pudo hasta que quisieron limitarle escribir. Lo fácil era seguir en una banda que era una máquina de hacer dinero, siendo el relevo emocional de los amantes del rock plateresco, más etílicos y llanos en el lenguaje que Marea, más potentes que Fito… No ha habido grupo de rock (a secas) capaz de llenar pabellones tras ellos. Pero hay personas en las que manda el corazón y la intuición y, por qué no, el éxito de ellas reconforta en aquellos que se alejan de sectarismos y haterismos.

Quizá por mi faceta más de crítico musical echo en falta un poquito más sobre la evolución formal de las canciones, si bien están todos los procesos explicados, desde el cambio de producción de San Martín a Raya, y posteriormente el salto americano con Thom Russo y el mayor protagonismo de las teclas.

Además, cada capítulo se abre con una gran figura dedicando unas líneas a Rulo. Yosi Domínguez de Los Suaves, Enrique ‘El Drogas’, Fito Cabrales, Kutxi Romero, Dani Martín, Luz Casal, los tres productores citados y, emocionante, la página en blanco firmada en homenaje a Pau Donés.

Como regalo, cada capítulo del libro se acompaña de un código QR para que la lectura se acompañe escuchando música. En dichas playlists, canciones o autores referenciados en las conversaciones o seleccionados con un gusto exquisito y muy recomendable, que no desvelaré aquí para no hacer spoiler.

Al final, guionista de las conversaciones, protagonista, música, firmas invitadas, edición y reportaje fotográfico hacen del libro un objeto del todo recomendable seas o no fan acérrimo de Rulo. Ayuda a entender, a meditar, a comprender. Es imposible estar siempre al cien por cien con alguien, pero por lo menos se agradece el razonamiento largo y sin estridencias.

El jamón ya está del otro lado. Y el tiempo dirá si nos vemos en el camino. Siempre quedarán las canciones y el respeto debido.

Publicado el noviembre 26, 2020 en Actualidad y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 3 comentarios.

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