Bunbury – Exilio Topanga
En el año ‘más literario’ de RockSesión, puesto que en un periodo de trece meses ha habido hasta catorce críticas de libros (dejo los link al final del artículo), me parecía simbólico que la última publicación de este 2021 fuera para otro. En su encomiable capacidad de trabajo e inquietud intelectual y tras haber perdido sus primeros escritos en un robo de ordenador, Enrique Bunbury mantiene su hiperactividad pandémica sumando su primer libro de poemas a un periodo en el que también ha publicado dos discos (Posible y Curso De Levitación Intensivo) y un EP, El Puerto, del que hablamos justo ayer. Lo primero que cabe preguntarse en estos casos (interrogante lógico, como cuando vemos a un actor o actriz publicar un disco) es si el libro ve la luz porque lo merece o porque es un músico de alcance. Coincide también con recientes ediciones de poemarios de Rulo, de Xoel López, de Abraham Boba, la novela de Santi Balmes (aunque en este caso ya lleva mucho recorrido en la literatura)… Por suerte hay preguntas que pueden dejar de ser retóricas de forma tan sencilla como pasando a la acción. Emprendida la lectura de Exilio Topanga sí que se reconoce la propuesta sobrada como para ser publicada, independientemente de su firma. El debate, claro está, pasaría a ser que hay muchos autores talentosos que ven sus puertas cerradas, pero de eso Enrique –que se sepa, dirían sus haters- no tiene la culpa.
Así, los 29 poemas reunidos en este estreno ofrecen un universo y un lenguaje propio. Cosmos reconocible de los últimos tiempos contrariados de Bunbury y una plasticidad que se aleja (casi de manera convulsa) de su forma de contar en las canciones. El libro se hace terriblemente corto, lo que no deja de ser un piropo, porque nos deja con ganas de saber si la versatilidad y cantidad de registros demostrados en la música tendrán, en la poesía y la literatura, su misma evolución.
Y es que aunque el resultado es francamente notable, sí que al final el conjunto nos deja con el interrogante de saber cómo se manejara con otros temas porque Exilio Topanga no deja de ser, como decía ayer, un desahogo expresivo y poético de un hartazgo en el que Bunbury se cuestiona los automatismos maquinales de una sociedad que silencia, potencia o controla a su antojo a millones de personas sin que estas tengan la más mínima capacidad de decisión y de reacción.
Se presentan los poemas en cinco bloques que no dejan de ser sino pasos desde una salida a una meta, planteada aquí como una vuelta a la conexión natural, representada en Topanga como un punto, más allá de la unión de montaña y mar, con un estatus mental y personal libre de cables y ataduras.
Compartamos o no sus opiniones, Bunbury consigue que la persona lectora (más o menos libre pensante) asuma la incertidumbre, a veces olvidada, sobre la ausencia de verdades absolutas. Pero, ojo, porque hay en ir contracorriente de manera sistemática un reverso tenebroso que es querer demonizar y cuestionar todo para buscar la diferenciación a la opinión masiva que, en ocasiones, refleja algo de patología. Es decir, convertirte en el anverso, en el simétrico reflejo contrario de lo mismo que se critica.
Y es ahí donde Bunbury se asoma a un precipicio en el que parece que está a punto de caer, aunque siempre le he considerado lo bastante despierto para no sucumbir al mismo fanatismo e irracionalidad que señala cuando, con tino, habla de grandes corporaciones, de leguleyos y administrativos anónimos que manejan los designios y libertades de manera subrepticia. Desde Platón nos enseñaron que en el equilibrio está la virtud y aunque puede ser divertido asomarse a los extremos de uno y otro lado, creo que la brújula sigue siendo necesaria, el cable a tierra, la constante que nos fije.
Sea como fuere, Exilio Topanga es un lisérgico y emocionante viaje entre la ironía, la nostalgia, la mala reputación (La mauvaise réputation de Brassens), la tecnología como control, la sobredosis de entretenimiento como adormecimiento crítico… Falta de ilusiones (‘Los Soñadores’), de autoconciencia (‘No te conviertas en un extraño’), crítica político económica (‘The Economist I’, ‘II’ y ‘III’), de hartazgo (‘Las calles están vivas con el sonido del dolor’, tomada de la película ‘RocknRolla’)…
Una buena primera piedra de toque que viene a subrayar el trazo apuntado en muchas de sus últimas canciones pero que, creo, le sienta mejor el traje libre que define la expresividad de sus poemas que los parámetros más encorsetados de una canción.
Como fuere, felicidades.
Las críticas de otros libros publicadas desde diciembre de 2020 hasta hoy:
Conversaciones con Ana Curra – Sara Morales
El Drogas – 189 Escritos Con Una Mano Enferma / El Largo Sueño De Una Polilla
Héroes Malditos – Eduardo Izquierdo
Rafa J. Vegas – Córtate El Pelo y Búscate Un Trabajo
Conversaciones con José Ignacio Lapido (Arancha Moreno)
El Mentidero del Rock Español – Sergio Martínez García
Manolo García – El Fin Del Principio
Kike Babas & Kutxi Romero – La Sangre Al Río
Antonio Arco – 40 Años, 40 Canciones
Pedro Andreu – En Mi Refugio Interior
Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad (Javier Escorzo)
Óscar Sancho – Ni Política, Ni Religión, Ni Fútbol
Rulo –Tres Acordes y La Verdad (África Egido)
Más de Bunbury en RockSesión:
Bunbury – Curso De Levitación Intensivo
Bunbury – MTV Unplugged. El Libro de las Mutaciones
Bunbury & Calamaro – Hijos Del Pueblo
Carlos Ann, Bunbury… – Leopoldo María Panero (2004)
Licenciado Bunbury, rock con calor
Publicado el diciembre 30, 2021 en Actualidad y etiquetado en Actualidad, Bunbury, Exilio Topanga. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
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