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Bunbury – Greta Garbo

Posiblemente Bunbury sea, junto a Robe en su dualidad como solista y con Extremoduro, el artista del que más he escrito en esta casa. Recuerdo aquella introducción en la que apuntaba que en los ya más de once años de vida la web haya escrito una veintena de artículos y críticas sobre la figura, discos, documentales, directos, giras o selección de temas de Enrique, tanto en solitario como con Héroes del Silencio, como en sus proyectos con Bushido, Carlos Ann y Panero o con Calamaro, dice mucho de la notoriedad, de la relevancia y de la importancia del músico. Es un hecho irrefutable, como es plausible su afán por demostrar y compartir su constante movimiento en el trapecio en la búsqueda de algo nuevo que ofrecer a su público. Me gusta el empecinamiento y el compromiso que tiene con la creación, que con independencia de que se pueda ajustar más o menos a nuestras apetencias musicales de determinado momento, sí que se mueven en las más estricta coherencia de sus necesidades expresivas. Así ha sido a lo largo de toda su carrera y, aunque para muchos ya no sea el mismo, como ironiza en uno de los ‘bonus track’ para los compradores del vinilo, eso sí que no ha cambiado desde el principio de los tiempos. Como la transgresión de Robe, presente siempre en los cerriles primeros discos o en la preciosista manera de entender los desarrollos instrumentales posteriores, Bunbury no ha dudado nunca en cambiar de dirección cuando ha visto que el camino por el que andaba ya no le satisfacía. Desde el pop gótico inicial y al punto casi heavy del final de Héroes, pasando por la electrónica, el minimalismo mediterráneo, el punto cantinero mariachi, el rock árido, la canción de autor más americana o el regreso, esta vez revestido de estilo, densidad oscura y aires jazzy, a los sintes y programaciones del último lustro. Tras ‘el susto’ que provocó su retiro de los escenarios y las giras se dedicó a escribir, una vez más, como ejercicio de exorcismo, de terapia, aunque esta vez más refinada que en Exilio Topanga o su anterior EP con Paco Loco… Esto es Greta Garbo.

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A.N.I.M.A.L. – Íntimo Extremo

¿Se imaginan a Soziedad Alkohólika haciendo un disco de nuevas versiones de sus grandes éxitos en versión un poco menos bruta y contando con ello con colaboraciones mainstream alejadas del género metalero propiamente dicho? Pues básicamente eso es lo que ha hecho la banda metalera argentina A.N.I.M.A.L. (Acosados Nuestros Indios Murieron Al Luchar) a la que le hemos tenido simpatía en esta casa siempre, debido a que era uno de los grupos que escuchaba mi primer compañero de convivencia en mi primer año universitario, de origen argentino – asturiano, para celebrar su trigésimo aniversario. Es una de esas mezcolanzas que más me gustan porque vienen a representar que, haga el estilo que haga cada cual, hay un reconocimiento sincero de una a otra parte. Algo así como que porque yo haga una determinada música no significa que no me pueda gustar otra que pueda parecer alejada, más pesada, más contundente, más suave, más melódica… ¡Qué sé yo! Música, en definitiva. De eso se trata. Por eso, que una formación de corte groove, nu, thrash o heavy, con ese amasijo de influencias cuente para una efeméride con nombres tan significativos como los de Andrés Calamaro, León Gieco, Enrique Bunbury, Juanes, Los Auténticos Decadentes, Abel Pintos, Draco Rosa, El Tri, gente de La Renga, Café Tacvba, Maldita Vecindad y ¡hasta una murga! es una auténtica gozada, más allá de que el resultado final sea más o menos brillante. Es un acto de celebración en sí mismo que aplaudimos y reconocemos.

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Ilegales – La Lucha Por La Vida

Que Ilegales, con Jorge Martínez al frente, ha sido siempre un grupo indómito es de sobra conocido desde que su frontman andaba repartiendo mandobles (quizá la mayoría sin quererlo) o se paseaba con gabardina y stick de hockey por las calles. Después la cosa se remendó de manera socialmente aceptable, aunque eso no impidió que el bueno de Jorge demostrara en televisión que no se cortaba ni un pelo en sus opiniones incendiarias y con algo de natural aristocracia intelectual frente a la inmundicia generalizada. El caso es que para todo lo que se ha jugado la boca a lo largo de cuarenta años, Jorge sigue siendo capaz de reunir a una impresionante corte de rockeros, artistas más o menos coetáneos en el tiempo o cercanos en espíritu y hasta algún que otro opuesto a poco que descuelga el teléfono o menea el árbol. A falta de giras ‘en condiciones’, es lo que ha hecho para celebrar el cuadragésimo aniversario de su banda. Pero lejos de querer plantear un testamento apócrifo de grandes éxitos con figuras del momento, Ilegales ha querido retarse a sí mismo y a sus invitados a la mesa para grabar canciones inéditas (la mitad) o de muy reciente creación (la otra mitad), con solo una excepción, como veremos más abajo. Un disco que valdría la pena por sí mismo pero que se multiplica gracias a un compromiso palpable en cada una de las colaboraciones reunidas en La Lucha Por La Vida, que son, por orden de aparición: Loquillo, Josele Santiago, Coque Malla, Andrés Calamaro, Los Auténticos Decadentes, Iván Ferreiro, M-Clan, los dos guitarristas de Vetusta Morla, El Niño de Elche, Evaristo Páramos, Bunbury, Cycle con León Benavente, Carlangas de Novedades Carminha, Dani Martín, Luz Casal y Kutxi Romero. Con título inspirado en una trilogía de Pío Baroja… Ni tan mal, ¿no?

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Bunbury – Exilio Topanga

En el año ‘más literario’ de RockSesión, puesto que en un periodo de trece meses ha habido hasta catorce críticas de libros (dejo los link al final del artículo), me parecía simbólico que la última publicación de este 2021 fuera para otro. En su encomiable capacidad de trabajo e inquietud intelectual y tras haber perdido sus primeros escritos en un robo de ordenador, Enrique Bunbury mantiene su hiperactividad pandémica sumando su primer libro de poemas a un periodo en el que también ha publicado dos discos (Posible y Curso De Levitación Intensivo) y un EP, El Puerto, del que hablamos justo ayer. Lo primero que cabe preguntarse en estos casos (interrogante lógico, como cuando vemos a un actor o actriz publicar un disco) es si el libro ve la luz porque lo merece o porque es un músico de alcance. Coincide también con recientes ediciones de poemarios de Rulo, de Xoel López, de Abraham Boba, la novela de Santi Balmes (aunque en este caso ya lleva mucho recorrido en la literatura)… Por suerte hay preguntas que pueden dejar de ser retóricas de forma tan sencilla como pasando a la acción. Emprendida la lectura de Exilio Topanga sí que se reconoce la propuesta sobrada como para ser publicada, independientemente de su firma. El debate, claro está, pasaría a ser que hay muchos autores talentosos que ven sus puertas cerradas, pero de eso Enrique –que se sepa, dirían sus haters- no tiene la culpa.

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Héroes. Silencio y Rock & Roll

El pasado viernes se estrenó en Netflix el esperado documental biográfico de Héroes del Silencio, más si cabe por ese ligero retraso que obligó a demorar unas cuantas semanas más su puesta de largo, ya que estaba previsto para pocas fechas después del de Rompan Todo. Dice el refrán que la espera merece la pena y, ya que no siempre es cierto, en este caso podemos decir que sí. Está dirigido por Alexis Morante, un habitual de la videografía de Bunbury en los últimos años, puesto que de él son hasta 13 videoclips antes de que cogiera el mando Jose Girl con estilo más personal y acorde a las nuevas tendencias sonoras de Enrique. Suyos también son, por ejemplo, el cortometraje Licenciado Cantinas de 2012 y el documental El Camino Más Largo de 2016, del que ya hablamos en esta casa. Y también documentales sobre Alejandro Sanz o Camarón de la Isla). Las opiniones que ha generado la cinta son una perfecta extrapolación de la misma división de pareceres que la banda tuvo que afrontar en su momento. Que si son el grupo más grande de la historia en España, que si eran unos intensos insoportables y muy engreídos, que si musicalmente o los textos solo buscaban un efectismo complaciente, que si inventaron la pólvora porque nadie hacía lo que ellos en nuestro país, que si era un manejo comercial, que si el triunfo fuera no era para tanto… Lo de siempre, pero ahora con redes sociales. Nadie se ha movido de su posición tras su visionado lo que indica, cuanto menos, una dificultosa capacidad de reflexión o de ver las cosas en perspectiva. Es el precio que se paga cuando llega el triunfo transversal (que penaliza, si lo haces es que eres un vendido o hay gato encerrado) porque, no les quepa duda, si Héroes no hubiese tenido un triunfo masivo, si se hubiesen quedado en la minoría rock, la inmensa mayoría de los que les sigue dando cera para creerse por encima de la corriente popular, opinarían lo contrario. La historia nos la sabemos porque la hemos visto con todos los que han salido ‘del círculo de la supuesta autenticidad’. La historia de siempre. Es uno de los muchísimos elementos arquetípicos del rock que cumple Héroes del Silencio. Pero hay muchos más y el documental da fe de ello.

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Egon Soda – Egon Soda (2008)

Resulta sorprendente todavía que después de más de 250 críticas remembers, de otro casi medio centenar de nombres pendientes para ir trayendo aquí cada viernes, todavía alguien en twitter pregunte “¿De este grupo no tienes escrito nada?” y que pienses en cómo es posible que sea así. Es el caso de Egon Soda, grupo al que hemos mencionado en varias ocasiones, sobre todo hablando de Mi Capitán, banda a la que tenemos un aprecio y valor muy alto, ya que muchos de sus integrantes están también en esta cabecera. Ricky Falkner en la voz y bajo, Xavi Molero en la batería y Ferrán Potón en la guitarra eléctrica y las letras de la mayoría de las canciones son el ‘núcleo duro’ que forja Egon Soda. Lo curioso es que, por ejemplo, en Mi Capitán, Falkner se encarga de la batería y Potón del bajo. Y es que Falkner es uno de esos tótems especiales del rock, pop-art, indie español, puesto que le hemos visto también en Los Detectives de Quique González, Standstill (otra banda que debe pasar por aquí más pronto que tarde), The Rockdelux Experience, produciendo a Love Of Lesbian, Sidonie, Miss Caffeina, Iván Ferreiro, Zahara, Lori Meyers… e incluso Gatibu o Berri Txarrak. Y también a The New Raemon, el nombre artístico de Ramón Rodríguez, cuyo sello, Cydonia, fue el que editó este debut, firmado en 2008, grabado en 2007… unos 11 años después de que el grupo empezara a reunirse para hacer ruido. Como ven, muchas interconexiones bien avenidas que hacen patente aquello de que las cosas compartimentadas no casan con la libertad creativa que se le intuye a la música cuando nace como necesidad expresiva o por puro divertimento. Así, Egon Soda ha pasado a ser considera como una ‘banda de culto’ (término tan perversamente cercano a lo de ‘oculto’) con la que se han despachado ya cuatro discos, sin agobios, sin presiones, por el mero hecho de reunir a amigos-músicos, músicos-amigos para crear algo juntos en mitad de sus respectivos múltiples proyectos.

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Bunbury – Curso De Levitación Intensivo

No le molesten. Con estas tres palabras terminaba el pasado 5 de enero el texto con el que argumentaba la merecida medalla de oro en Los Discos del Año 2020 para esta casa para Posible, el disco que lanzó el pasado mes de mayo. Vale que viene azuzado por su manager Nacho Royo y la ausencia de gira por causas covídicas pero, a la vieja escuela, como ya casi nadie hace, como en los tiempos de su admirado Dylan, Bunbury se marca la machada de publicar dos discos de temas inéditos el mismo año. Como si fuera una dupla de Self Portrait y New Morning, Planet Waves y Before The Flood o Desire y Hard Rain. Por cierto, todos los títulos podrían ser perfectamente válidos para la pareja de figuras del maño. Y es que Enrique está enfadado. No se le nota de manera descarada como podría pasar con un Andrés o un Loco, porque su profesionalidad es extrema hasta para mantener la educación siempre en niveles casi estoicos. Por eso, no me atrevo a decir el grado, pero se intuye que mucho. Tiene motivos para ello o, al menos, es admirable que todavía mantenga la capacidad de indignación y sorpresa ante la masa deforme que espera cualquier resbalón o salida del guión de lo que se considera lo correcto para empezar con la lapidación y escarnio público. Nombres sobran. No hay un solo día en el que más de una ‘tendencia’ venga de lo que ha dicho tal o cual, o lo que no ha dicho… o lo que se han inventado. Entiendo a Enrique. Y lo digo desde la más cómoda posición de quien ha logrado sobrevivir al margen de haters durante todos estos años de exposición más pública (salvo un par de amenazas de punkis de esos que son tan antisistema como su beneficio propio requiere, alguna que otra banda a la que le debió sentar mal alguna bolsa de algo o por el error cometido a la hora de analizar en su día el fin de Barricada). Así, Curso de Levitación Intensivo es el honesto y respetuoso desahogo de un buen artista y un artista bueno, que el orden de los factores, en este caso, no siempre da el mismo resultado.

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Pedro Andreu – En Mi Refugio Interior

“Vivencias, recuerdos, aventuras y desventuras de un Héroe del Silencio”. Con este subtítulo se completa la portada del libro editado por Efe Eme, dentro de su colección Biblioteca, en el que el baterista de la formación aragonesa compila una serie de textos escritos durante la fase más dura del confinamiento de la primavera de 2020. De hecho, la introducción está datada en el viernes, 13 de marzo, y su último capítulo, el quincuagésimo segundo, el 26 de abril. Y es normal. Todavía lo vemos cercano, quizá con la ausencia de perspectiva que da el temor a que vuelva a suceder algo similar en esta incipiente y temida tercera ola (de ahí que nosotros nos aferremos al título del último disco de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, Ninguna Ola) pero ese ‘apagón’ de la vorágine diaria fue un golpe brusco que cada uno somatizó a su manera. Y sí, empleo de manera consciente el verbo. Los más extrovertidos y ‘tecnoadictos’ se lanzaron a la sucesión de streamings, los que son capaces de sacar cuatro estrofas de cualquier hecho se marcaron canciones de ánimo (con mayor –Robe, Fito, Coque Malla, El Kanka, Vanesa Martín, Funambulista, Rozalén, Vetusta Morla– o menor acierto –guardo silencio decoroso, no hay necesidad-), otros les dio por iniciar, culminar o perfeccionar trabajos que poco a poco van viendo la luz con algo más de enjundia (La MODA, de nuevo), a otros nos dio por hacer una base de datos y ordenar miles de discos y cientos de libros que aparecían detrás de cualquier lugar, estante, cajón, armario o bolsa (por cierto, tarea inconclusa), y otros, como Óscar Sancho, de quien escribía hace unas semanas, o Pedro Andreu, que nos ocupa, optaron por desfogar emociones internas a través de las palabras en forma de diario desordenado. Esto es, En Mi Refugio Interior. El respiro liberador y una colección de hechos esbozados que han ido regando y llenando los días del baterista de un grupo que qué les voy a decir que no sepan. ¿El resultado merece la pena? Vamos a dar nuestra versión y algunas hipótesis.

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Bunbury – Posible

 

Costumbre para los seguidores, necesidad para el artista, lleva Enrique Bunbury reinventándose en cada uno de sus trabajos discográficos de estudio desde que decidiera poner fin al camino del exceso de Héroes. Sobran los motivos, que diría el autor de su última versión (Donde Habita El Olvido en el Tributo a Sabina), para reconocerle méritos pero, sin duda, el hacer que una legión de seguidores en todo el mundo siga con la atención de siempre cada uno de sus pasos pese a la amplia gama de registros alcanzados es un caso casi único en la escena musical. Por eso, también porque siempre se ha caracterizado por una visión adelantada a su tiempo, sumen su inquietud constante y, por último, porque de conformista ha tenido bien poco, su actitud encomiable le ha valido cierta unanimidad en el aplauso (que no es nada fácil en estos tiempos): te puede gustar más o menos su nueva propuesta, pero siempre se cimenta en la búsqueda, el conocimiento, la experimentación testada y mucho seso detrás. A ello, hay que añadir que a Enrique le ha sentado bien el cambio de decena. No le gusta que comparemos sus discos en términos de mejor o peor pero, considero que es algo objetivo, la curva vuelve a dibujar una trayectoria ascendente, superando incluso la emoción contenida de un Expectativas de por sí sobresaliente. Con Posible ‘se saca’ de alguna manera la espina de los sintetizadores y la electrónica, refuerza la mirada circunspecta de su predecesor y aumenta la oscuridad propia de quien ve la vida con cierto desencanto romántico que impone el paso de los años, pero siempre manteniendo el halo de luz que da la bondad.

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Álvaro Suite – La Xana

 

De un tiempo a esta parte ‘secundarios’ (perdón por el uso del término) o escoltas (mejor) de lujo de grandes estrellas de la escena rockera más personal, vienen presentando sus proyectos en solitario. Igor Paskual, guitarrista de Loquillo, es de los más avezados en ello, con tres discos ya a su espalda. También tenemos a Fon Román, histórico guitarrista de Piratas. Más conocido por el gran público, Ricardo Ruipérez, guitarrista de M-Clan, también ha hecho lo propio. El último en sumarse a esa notable lista de ilustres es Álvaro Suite, conocido por ser el más que solvente y sobrado de facultades guitarrista de Los Santos Inocentes, la banda que viene acompañando a Enrique Bunbury en los últimos diez años. Sin embargo, mientras que lo previsible podría ser encontrar un disco de calor fronterizo o de guitarras en primera línea, lo que nos ofrece son arreglos espaciales y generación de ambientes a través de un siempre afectado tratamiento vocal y unas canciones deudoras de nombres tan indiscutibles como distintos, como lo pueden ser David Bowie, The Beatles o Antonio Vega. Por el momento, le vale para salir de gira unas cuantas fechas antes de que vea la luz el nuevo disco de Enrique. El tiempo determinará si el recorrido de este viaje solista es de cercanías o de largo trayecto.

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