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Loquillo. Parque de las Almadrabillas de Almería. 25 de mayo
Ahora que Loquillo ha vuelto a los escenarios para retomar la segunda parte de la gira (en la primera se centró en presentar los temas de Diario De Una Tregua, su último álbum de estudio, ahora bajo el título de ‘El Rey’ remoza un tanto la propuesta para dar cabida a una mayor colección de temas legendarios), vuelven a aparecer la rutinaria (y cansina) cantinela de criticarle diga lo que diga. Anoche mismo, que tuve la oportunidad de verle por sexta o séptima vez, vi al terminar que ‘se lía’ en redes porque el hombre vino a decir en una entrevista que se siente más europeo que latino y que por eso no le gusta el reggaetón. Los acusadores profesionales se jactan enseguida buscando un escarnio que más bien demuestra ineptitud. Seguramente, mucho de ellos se ríen de Loquillo por no sentirse latino, recordándole donde ha nacido, cuando defienden aquello del ‘sentirse o no español’… En fin, zarandajas que solo llevan al desencuentro de escasos argumentos motivados por la inquina que se tenga o no al personaje en cuestión. Nada nuevo en la Españita cainita. También habló, antes de los dos bises finales, de los rumores venidos a más sobre su dolencia en el cuello, marcando siempre una línea clara. Y es que sobre el escenario Loquillo habla poco. Lo hacen sus canciones y lo hace la música de una banda que siempre despliega sus artes con ese plus de motivación que da tener la sensación de caminar entre épica, himnos y canciones aparentemente poco complejas pero de una intensidad y efectividad a prueba de exabruptos. El Parque de las Almadrabillas de Almería, junto al cargadero de mineral denominado el Cable Inglés, fue escenario de la descarga de ‘rock and roll actitud’ de Loquillo y los suyos. Os dejo, a partir de este momento, la crónica que realizo para el Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería, a través de Contraportada. (FOTOS: José Antonio Holgado)
Lee el resto de esta entradaLoquillo – Diario De Una Tregua
Dicen que no hay nada peor que la indiferencia y lo cierto es que si la relevancia de un artista la medimos en la capacidad que tiene de levantar pasiones desbordadas, para bien o para mal, está claro que Loquillo lleva haciendo las cosas bien durante muchos, muchos años. Desde sus inicios, diría yo. No parece existir punto medio con el artista de tupé y altura y así se ha forjado un camino que tiene tantos aduladores como detractores. Una suerte de rockstar de los de la vieja escuela, sin duda, que sigue sin desfallecer en su compromiso con el trabajo y como capitán de un barco en el que se ha rodeado siempre de músicos más talentosos que él, lo que ya de por sí constituye por sí mismo un acto de esencial inteligencia. En este caso, el disco se confecciona con habituales que podrían dibujar una línea concatenada desde el inicio de los tiempos del Loco (Sabino Méndez), los territorios reposados de su carrera (Gabriel Sopeña) y las casi dos últimas décadas (Igor Paskual). Ellos firman los textos de esta decena de nuevas canciones, algunas desde la autoría propia, otras dando forma a los conceptos o propuestas de Loquillo, una de las fórmulas que Javier Escorzo desvela en el libro sobre Balmoral. Diario De Una Tregua se grabó en estudio Music Lan del Alto Ampurdán después de que Loquillo y Sopeña dieran una serie de conciertos ‘pandémicos’, es decir, acústicos y con restricciones de aforo, distancia de separación, mascarillas y todos esos elementos que, al menos, nos sirvieron para disfrutar de #CulturaSegura. Con producción de Josu García, están todos los elementos clásicos de los últimos tiempos, pero esta vez con una producción que tira más a la sencillez y naturalidad, lo que potencia virtudes y corrige algunos excesos ampulosos recientes. Un suma y sigue para la forja de un tipo, en su constancia dentro del personaje, irrepetible, con todas las connotaciones posibles.
Lee el resto de esta entradaIlegales – La Lucha Por La Vida
Que Ilegales, con Jorge Martínez al frente, ha sido siempre un grupo indómito es de sobra conocido desde que su frontman andaba repartiendo mandobles (quizá la mayoría sin quererlo) o se paseaba con gabardina y stick de hockey por las calles. Después la cosa se remendó de manera socialmente aceptable, aunque eso no impidió que el bueno de Jorge demostrara en televisión que no se cortaba ni un pelo en sus opiniones incendiarias y con algo de natural aristocracia intelectual frente a la inmundicia generalizada. El caso es que para todo lo que se ha jugado la boca a lo largo de cuarenta años, Jorge sigue siendo capaz de reunir a una impresionante corte de rockeros, artistas más o menos coetáneos en el tiempo o cercanos en espíritu y hasta algún que otro opuesto a poco que descuelga el teléfono o menea el árbol. A falta de giras ‘en condiciones’, es lo que ha hecho para celebrar el cuadragésimo aniversario de su banda. Pero lejos de querer plantear un testamento apócrifo de grandes éxitos con figuras del momento, Ilegales ha querido retarse a sí mismo y a sus invitados a la mesa para grabar canciones inéditas (la mitad) o de muy reciente creación (la otra mitad), con solo una excepción, como veremos más abajo. Un disco que valdría la pena por sí mismo pero que se multiplica gracias a un compromiso palpable en cada una de las colaboraciones reunidas en La Lucha Por La Vida, que son, por orden de aparición: Loquillo, Josele Santiago, Coque Malla, Andrés Calamaro, Los Auténticos Decadentes, Iván Ferreiro, M-Clan, los dos guitarristas de Vetusta Morla, El Niño de Elche, Evaristo Páramos, Bunbury, Cycle con León Benavente, Carlangas de Novedades Carminha, Dani Martín, Luz Casal y Kutxi Romero. Con título inspirado en una trilogía de Pío Baroja… Ni tan mal, ¿no?
Lee el resto de esta entradaBalmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad (Javier Escorzo)
Una de las mejores cosas que me ha permitido conseguir al contar con una web de firma como es RockSesión, que se encamina a lo tonto a por su noveno aniversario en poco más de mes y medio (la inauguración ‘oficial’ se realizó a comienzos de marzo de 2012), es conocer y compartir opiniones con colegas de profesión y compañeros de pasión en el mundo del rock en su más amplia expresión. Sin fronteras ni limitaciones. El valor de la música más allá de opiniones tendenciosas o inquinas pueriles. Dejarse descubrir y empapar por las intenciones creativas de uno u otro autor, de cualquier banda. Desde lo más conservador a los más arriesgado. De lo más íntimo a lo más popular. Del culto al oculto. Uno de ellos es mi tocayo Javier Escorzo que, a su vez, junto a una de las dos editoriales más recomendables para el mundo del rock español, Efe Eme (la otra es Desacorde Ediciones, ya saben) ha gestado dentro de la Colección Elepé este Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad, un libro en torno al punto de inflexión que supuso en la carrera del Loco su ‘verdadero’ primera álbum en solitario. El primero sin el peso de Los Trogloditas. Con el que se jugaba el todo o nada después de “deambular por estudios con presupuestos ciertamente irritantes”. Una colección que poco a poco se torna imprescindible, gracias a que ya lo hicieron (entre otros, puesto que cito los que he leído) Juan Puchades con 19 Días y 500 Noches de Joaquín Sabina, Josemi Valle con Rock & Ríos de Miguel Ríos o Luis García Gil con Mediterráneo de Joan Manuel Serrat. (No negaré que en ocasiones me ensueño haciendo lo propio con alguno… Nunca se sabe). Eso sí, para enfrentarse a su lectura es necesario dejarse de inquinas, tener ganas de situarse en el punto vital y artístico del protagonista y leer sin prejuicios. Porque la vida es de los que arriesgan.
Lee el resto de esta entradaGalletazos de Loquillo, by Christian Escribà
“Soy Loquillo y reparto galletas”. Con este lema se presenta Galletazos de Loquillo, by Christian Escribà, un insólito y nuevo merchandising de uno de los personajes más relevantes del rock en nuestro país desde principios de los ochenta… hasta nuestros días. Desde que conocí su existencia supe que tenía que probarlas. Después, me vino la idea de esperar hasta hoy, Día de los Inocentes, para hacer la crítica de ellas. Pero, ojo, si eres un hater que odia todo lo que haga Loquillo, este no es su sitio. Como en todos los ámbitos de la vida, no hace falta estar de acuerdo al 100% en todo lo que dice y hace una persona fuera de los ámbitos de su trabajo. Que no hace falta decirlo, pero lo recuerdo, que a veces el sentido del humor cotiza en mínimos. Con esa dosis hay que tomarse el reverso de la caja (podréis ver fotos en el post): Vas a pillar, Te la estás ganando, Ten cuidado, Yo de ti no seguiría, Toma galletazo. No es que a Loquillo le siente mal el producto. Siempre fue amante del buen comer y la familia Escribà tiene fama en la repostería desde hace varias generaciones. (También del buen beber, y del buen vestir… Del buen vivir, en suma), pero si hay alguien que de verdad se merecía repartir galletas ese era el bueno de Jorge Martínez de Ilegales. Así que, además de hacer una crítica de las galletas, recordaremos algunos merchandising imposibles o increíbles.
Loquillo – El Último Clásico
Podemos debatir o no en si alguna vez ha metido la pata en alguna declaración (¿a quién no le ha pasado?), pero no voy a entrar en lo manido de si no compone las canciones en esa estúpida manía de cuestionar a los intérpretes. O en restar valor a la dirección de un equipo para la consecución de un fin. (Por esa regla, ¿para qué vale un director de una orquesta sinfónica si no es suya la partitura que están interpretando ni tampoco está tocando un instrumento?). Ni tampoco en que su voz no sea un prodigio técnico (¿Lo es la de todas las bandas rockeras y punks que escucháis?). Lo siento para los que escuchan su nombre y su voz y les sube el exabrupto a la boca porque les puede la bilis a una opinión discordante y a un análisis más cabal. Loquillo ha sacado (y se la) un señor disco de rocanrol en El Último Clásico. Podemos tener nuestro orden de preferencia en la decena de temas pero todos, absolutamente todos, tienen un poder hímnico y aglutinador que casi parece un fin de fiesta constante. Como las largas tandas de bulerías tras un recital flamenco. El hecho de haber confiado las composiciones a tantos y variados escritores y músicos amigos hace que todos hayan optado por buscar la canción total, el tema congelado en el tiempo y simbólico de una forma de vivir el rocanrol. Aires épicos, sonidos que recuerdan al rock español de los sesenta, country rock, algo de raíz negra por la vía Motown, también mucho de New Jersey. Una explosión de vitalidad que para un tipo que, con la previsible larga gira de presentación del álbum, se va a meter en los 60 años. Y, que ladren, que parece que hay cuerda para otra década más.
#Mis10de Loquillo
En estos emparejamientos ‘casi’ conceptuales de los fines de semana, cuando a la locura esta del #Mis10de diario en julio le sumo además un internacional los sábados y domingos, puse en primer lugar junto a Bruce Springsteen a Quique González. Después rectifiqué. Al haber hecho a Bunbury el domingo pasado, me pegaba más Quique tras Enrique a Loquillo llevármelo al día ‘del Boss’. De alguna manera, creo que son dos personajes conectados en términos objetivos y, sin duda, para mí en términos subjetivos. Eso sí, como ocurre con Calamaro, la opinión pública no es tan unánime con José María como con Bruce. “Él se lo ha buscado”, dirá más de uno. Realmente, no entro a valorarlo porque creo que hay que separar creación y creador. “Es que no compone sus canciones”, “es que no toca ningún instrumento”, diréis otros. Bueno. Tampoco un arquitecto hace el cemento. Loquillo, contra viento y marea, se ha mantenido en pie por más vaivenes que ha padecido. Siempre al frente de un equipo técnico y de músicos bastante numeroso. Siempre ofreciendo una banda sólida y rica en sonidos y no el formato adusto power-trío, que deja más réditos económicos para el jefe de la nave, incluso cuando las cuentas no salían. Pero igual por esa senda nos metemos con algunos intocables y eso está visto regular. Igual también habría que contar otras cosas que sí demuestran un código de honor fuerte, como quedarse todo un festival para comprobar que todos los grupos podían hacer su concierto sin problemas, tras sufrir su banda un percance con el equipo de sonido. Nadie es perfecto, está claro. Pero, a veces, las canciones sí. (Foto: Marina Ginés para RockSesión)
BSO La Bola de Cristal – ¿Qué Tiene Esta Bola? (2003)
No es la primera vez que ocurre, ni será la última. Las peticiones de las tuitcríticas que suelo pedir los jueves en Twitter suelen servir en ocasiones de fuente de inspiración a la hora de elegir la crítica remember completa que propongo, más amplia, en la web. Es el caso de esta semana, motivado por el reciente fallecimiento de Lolo Rico, su directora, está en el ambiente (si es que alguna vez se fue de entre los más acérrimos y/o nostálgicos) el recuerdo al programa infantil La Bola de Cristal, emitido desde 1984 a 1988. Aquel formato televisivo convertido en un símbolo de muchas cosas, posiblemente muchas de ellas excesivas para su pretensión inicial. Modernidad pseudo—electrónica y tecnológica y tintes de terror para divertir a la infancia de la época, con un toque irónico muy acusado y un libre pensamiento que no fue bien tolerado por todo el mundo. Especialmente, cuando Pilar Miró llegó al mando de RTVE en 1987 y decidió meter tijera. Aquello indignó a Rico, junto a la supresión de algunos gags, lo que llevó al fin de La Bola en 1988. Después llegaría el Cajón Desastre de Miriam Díaz Aroca y, a continuación, No Te Lo Pierdas, con Leticia Sabater. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? En algunos casos, la respuesta es clara.
The Juergas Rock Festival 2018. Viernes, 3 de agosto
Todos lo son (no hay rival pequeño, si extrapolamos el tópico al mundo del fútbol), pero puede que el del viernes de este año fuera una de los días más importantes de la historia de The Juergas Rock Festival. Que en apenas cinco años, de 2013 a 2018, un evento que nació como un pequeño reto entre colegas con un cartel de ocho bandas, cinco de ellas locales, haya crecido poco a poco hasta el punto de contar con Bad Religion como cabeza de cartel, es digno de elogio. Sobre todo cuando no se han traicionado los principios fundacionales del evento. Respeto, diversidad y variedad. Respeto, el que recibió Loquillo y su banda en un concierto que también forma parte del legado del Juergas. Diversidad, la que lleva a reunir a Poncho K, Hamlet y Green Valley en tres horas. Variedad, completada con Zoo, Lendakaris Muertos y O’Funk’Illo. Por el acústico, además, desfilarían El Niño del Albayzin, Rupatrupa y La Otra, los emergentes Funkiwis y, de guinda, antes de que le entrevistara, el recital poético (y humano) de Manolillo Chinato. Que no muera jamás tu actitud, Juergas. (FOTOS: Juan Jesús Sánchez, Nuria Faz y Marina Ginés).
Porretas – Clásicos II
Dentro del carácter entrañable que se ha ganado Porretas, sus seguidores siempre han tratado con cariño aquel Clásicos, lanzado en el apocalíptico año 2000. Tras un irregular Rocanrol (1998), sus versiones de temas de ‘Pongamos Que Hablo de Madrid’ (Sabina), ‘Sí Señor’ (Leño), ‘Esto Es Un Atraco’ (Burning), ‘Juego Sucio’ (Obús), ‘Peligrosa María’ (Los Suaves), ‘Txus’ (La Polla Records), ‘Diga Que Le Debo’ (Siniestro Total) o ‘Saca el Güisqui Cheli’ (Desmadre 75) se hicieron un hueco en el cancionero habitual de la banda, hasta el punto de empacarse en un popurrí que es uno de los momentos álgidos de sus conciertos. (También estaban en aquella ocasión temas de Tequila, La Frontera, Alarma!!!, Ramoncín y Moris). 17 años más tarde, los Porretas se marcan el gustazo personal de hacerse una segunda edición, esta vez con canciones algo más lejanas del rock, de sus influencias directas, y dejan espacio para terrenos pop-rock (Nacha Pop, Gabinete Caligari, El Último De La Fila, Dúo Dinámico), cancionero crooner (Julio Iglesias, Nino Bravo, José Luis Perales), temas de rock más reposado (Asfalto, Loquillo, Miguel Ríos) y hasta referentes generacionales como Jarcha. La batidora Porretas al final siempre deja sabor propio.