Bunbury – Posible
Costumbre para los seguidores, necesidad para el artista, lleva Enrique Bunbury reinventándose en cada uno de sus trabajos discográficos de estudio desde que decidiera poner fin al camino del exceso de Héroes. Sobran los motivos, que diría el autor de su última versión (Donde Habita El Olvido en el Tributo a Sabina), para reconocerle méritos pero, sin duda, el hacer que una legión de seguidores en todo el mundo siga con la atención de siempre cada uno de sus pasos pese a la amplia gama de registros alcanzados es un caso casi único en la escena musical. Por eso, también porque siempre se ha caracterizado por una visión adelantada a su tiempo, sumen su inquietud constante y, por último, porque de conformista ha tenido bien poco, su actitud encomiable le ha valido cierta unanimidad en el aplauso (que no es nada fácil en estos tiempos): te puede gustar más o menos su nueva propuesta, pero siempre se cimenta en la búsqueda, el conocimiento, la experimentación testada y mucho seso detrás. A ello, hay que añadir que a Enrique le ha sentado bien el cambio de decena. No le gusta que comparemos sus discos en términos de mejor o peor pero, considero que es algo objetivo, la curva vuelve a dibujar una trayectoria ascendente, superando incluso la emoción contenida de un Expectativas de por sí sobresaliente. Con Posible ‘se saca’ de alguna manera la espina de los sintetizadores y la electrónica, refuerza la mirada circunspecta de su predecesor y aumenta la oscuridad propia de quien ve la vida con cierto desencanto romántico que impone el paso de los años, pero siempre manteniendo el halo de luz que da la bondad.
Siempre permeable a las opiniones de sus músicos más cercanos en cada uno de los momentos de su trayectoria, destaca que en esta ocasión Bunbury permite co-firmar producción a Ramón Gacías. Un mérito y reconocimiento, un poso de confianza para con su baterista y mucho más desde 1997, en los duros comienzos de su carrera en solitario, la que estuvo en la cuerda floja con la incertidumbre de Pequeño tras el ‘batacazo’ Radical. Posible fue grabado en Sonic Ranch de Texas entre marzo y mayo del pasado año y masterizado por Tom Baker Mastering con el núcleo duro que vienen siendo Los Santos Inocentes, perfeccionados y crecientes, tanto en evolución como en número de componentes. Además del citado Gacías en batería y programación, hablamos de Jorge ‘Rebe’ Rebenaque en los teclados, Jordi Mena en la guitarra eléctrica y sintetizador, Álvaro Suite en la guitarra eléctrica y coros, Robert Castellanos en bajo y synth bass, Santi del Campo en saxo barítono, tenor y coros, Quino Béjar en la percusión y Enrique en voz, coros, guitarras acústica y eléctrica, bajo y teclados.
Si la iguana Iggy se afanaba en el ‘search and destroy’, Bunbury siempre lo muta en lo que podríamos denominar un ‘search and create’. Hay en Posible, mucho de hallazgo del tesoro tras la búsqueda en el mapa, meta de una trilogía que lo hermana a Palosanto y Expectativas, según su autor. Una oscuridad bien entendida que lo equipara a la serenidad reflexiva de Cohen en su I Want It Darker (sin el componente testamental, claro), con los Depeche más introspectivos y, aquí quizá lo mejor, una acidez en los textos que son más efectivos al ir de dentro hacia fuera y no a la inversa. Tanto en las pasionales, porque este disco tiene fuego para el que lo vivió, como en las críticas, en apariencia lacónicas, pero de dentellada profunda. Porque si la realidad y el modus vivendi, per se, ha modificado la escala de valores del individuo que ha dejado de estar alerta, imaginen para quien nunca ha tenido la más mínima inquietud por la trascendencia moral y filosófica y se dedica solo a deglutir.
En esa dualidad argumental se mueve un álbum que, como digo, tiene emociones fuertes. Desde el inicio al final. Arranca con la pulsión latente y sostenida de ‘Cualquiera En Su Sano Juicio (Se Habría Vuelto Loco Por Ti)’, que narra ese instante inconfundible en el que, como diría Iniesta, se rompe “la cadena que ataba el reloj a las horas” (fíjense que en incluso el videoclip congela momentos, para más evocación del crítico-intérprete). Ley innata que golpea para siempre y que es capaz de marcar una vida entera. Que la puerta de salida sea hacia dentro tiene su intenso componente pasional. El desarrollo instrumental presenta muchas de las claves en común del conjunto, una cierta ‘deconstrucción’ del sonido que lo aleja de la banda ‘tradicional’ pero que le da un vigor que electrifica los sentidos.
‘Hombre de Acción’ aumenta el tempo con una bala de doble dirección. Una clara intención al falso activismo de teclado y sofá en el estribillo que, sin embargo, nos regala dos fraseos mucho más abiertos a interpretaciones. “No te abandoné, me dejaste ir”. Como la anterior y la última de la decena, Enrique comparte firma con Edu Cruz, hermano de las actrices, con quien ya trabajó en Expectativas, incluso con elaboración de remixes, como el de ‘Cuna de Caín’. El tema tiene un estribillo de punch directo y versos hilvanados que tan rápido se aprehenden.
Con la familiaridad que da el haber contado con tantos adelantos por el camino, llegamos al tercer corte y primero de los singles, la maravillosa ‘Deseos De Usar y Tirar’, que parece escrita del mismo jirón de memoria y corazón que el corte de entrada. Entrega y reconocimiento absoluto a ‘la constante’, frente a la fugacidad. La elegancia de la electrónica y de los saxos es tan magistral como lo es el videoclip que, más allá del homenaje a Twin Peaks y a Lynch, es del todo hipnótico. ‘Mis Posibilidades (Interstellar)’ retoma el aura espacial de ‘Lady Blue’ sin rechazar el comienzo del final, para jugar con los conceptos del eterno retorno y de los caminos de la causalidad, guardando las dosis de ‘veneno’ y aforísticos en las estrofas del fraseo, mientras que el estribillo se presenta más frugal y despreocupado con ese ‘naraneo’ que impacta en las primeras escuchas y que se acaba haciendo de lo más natural.
“La luz encendida” del tema provoca como consecuencia un efecto triboeléctrico en ‘Las Palabras’ (un tema que tenía casi listo en los tiempos de Palosanto, pero que no terminaba de rematar hasta que mutó en la versión presente) que en sus cuatro minutos y medio casi parece una actualización de idearios musicales atávicos (desde Héroes del Silencio a Bob Dylan) con ese pulso nervioso que incrementa la presencia y volumen de la base del ‘Lotus Flower’ de Radiohead y recordar que pocas cosas importan más en el ser humano que las palabras que pronuncia. Para hacer más grande al tema, esa suerte de staccato de saxo y unos arreglos de guitarra incendiarios, especialmente en la coda que, por cierto, tónica general con varias canciones, se hace corta, lo que no sería desdeñable que hubiera una edición especial del disco con los temas menos encorsetados a su duración estándar de tres o cuatro minutos.
La segunda parte del álbum era, en primera instancia, la ‘gran desconocida’ el tener cuatro temas por descubrir. El primero de esta cara B es ‘Arte de Vanguardia’, que presenta en el fraseo musical un tempo lento y serpenteante que le emparenta de manera clara a Depeche Mode y que destila en la melodía de teclas algo de suntuosidad del Bill Wyman de ‘Miss You’. De hecho Rebanaque firma junto a Enrique. La canción sorprende por emplear por única vez en el disco el añadir una coda de texto distinta, más intensa, que casi la hace parecer el verdadero estribillo, además presentando una de sus declaraciones más personales, que repetirá al final del álbum: “tengo solo ya la urgencia de librarme y vivir tan al margen de todo como pueda”. ‘Mariachi Sin Cabeza’ sorprende por la extrañeza (si el término con Bunbury se puede usar) de emplear una cadencia cantinera a una trip hop nítido pero contenido. El texto casi parece escrito para ser cantado con vaso de chupito en mano, con referencia al Tenampa con el que se sueña con José Alfredo Jiménez y Pedro Infante, pues a la postre es la canción más dinámica y meliflua en la melodía vocal.
Si el primer y tercer corte parecen hechas del mismo jirón, parecen nacidas del mismo desahogo ‘Hombre de Acción’ y ‘Como Un Millón De Dólares’, el corte más inmediato de la decena, lo que quizá sea su principal arma diferencial, su estribillo comercial, tan apropiado para el argumento. Otro canto ácido frente a la vacuidad aquí con firma compartida de Robert Castellanos, de hecho, el bajo golpea como la gota china mientras se despliega la historia de flasheos y encanto. Para completar la participación de Los Santos Inocentes, en ‘Indeciso o No’ el que firma junto a Enrique es Álvaro Suite. Por si fuese poco juego de palabras el título, el verso inicial cuadra el círculo: ‘No sé si estoy indeciso o no’. ¿Dudar? Quizás. El desarrollo es poco convencional de por sí. El estribillo se presenta despiezado en las dos primeras entradas para fusionarse solo al final. Además, el final de la canción también se presenta algo abrupto, dibujando un signo de interrogación tan hiriente como muchos pasajes de la letra, rebosante de un balance vital con muchas dosis de angustia. Es una de las dagas ocultas del álbum.
Posible culmina con ‘Los Términos de mi Rendición’, que bien podría valer como la última canción de una discografía, de nuevo, por sobrados motivos. Para empezar hay algo de ‘eterno retorno’, de alfa y omega, con el propio disco si tenemos en cuenta que el primer single contenía un homenaje a Lynch y el comienzo del tema esboza el mismo sonido percutido de la BSO de Twin Peaks. “Si sigo aquí, tumbado en el parque, me da la impresión de que no me pierdo ya nada”. Los arreglos de cuerda, el saxo que entra y sale por el estribillo, los coros… son bellos y venenosos como una adelfa. Como los versos que componen las citas de Byung-Chul Han, Nabokov, Morticia, Babe Ruth o Zappa.
“Durante el confinamiento (pongan aquí el suceso que quieran) te das cuenta que nada es urgente, que estabas corriendo sin ir a ninguna parte y que nunca llegaste a ningún sitio. Un día empiezas a priorizar, a degustar la calma y a los pocos días empiezas a atisbar tu destino”, tuiteaba mi viejo amigo Rafalé Guadalmedina. Porque si hay estrofas que llevo grabadas a fuego en el corazón en casi todos los temas, las de este siempre me suenan a asunción de la derrota en la definición más perfecta de la vida moderna. Al barco de cáscara de nuez o la madera de la espada frente lo afilado de la realidad.
A la soledad vacía de quien no consiguió volver a conectar el reloj a las horas.
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Lista de canciones – tracklist:
- Cualquiera En Su Sano Juicio (Se Habría Vuelto Loco Por Ti)
- Hombre De Acción
- Deseos De Usar y Tirar
- Mis Posibilidades (Interstellar)
- Las Palabras
- Arte De Vanguardia
- Mariachi Sin Cabeza
- Como Un Millón De Dólares
- Indeciso o No
- Los Términos De Mi Rendición
Publicado el junio 8, 2020 en Críticas Discos y etiquetado en Bunbury, Críticas Discos, Enrique Bunbury, Posible. Guarda el enlace permanente. 6 comentarios.
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