Corazones Eléctricos – Arte y Oficio
Uzzhuaïa ¿es? ¿era? una de esas formaciones ante la que cualquier buen aficionado y amante a la escena rockera de nuestro país asiente en señal de aprobación. Nos dieron ‘un disgusto’ con el parón indefinido anunciado en septiembre de 2014, pero volvieron, y apuntaba a ser para quedarse, dada la respuesta del respetable. Una trayectoria que les ha valido el respeto unánime de la crítica y el cariño de uno seguidores que, a buen seguro están muy lejos de ser los que merecen, pero que les adoran y celebraron a lo grande su regreso con la (bendita) excusa del décimo aniversario del lanzamiento del disco Destino Perdición. Pero el caso es que los proyectos paralelos han vuelto a tomar la iniciativa. En cualquier caso, tal y como les caracteriza, todo lo han hecho sin grandilocuencias ni grandes dramas. Con la sobriedad, rectitud y discreción de la que han hecho gala a lo largo de su carrera. Así, Corazones Eléctricos, el proyecto de Pau Monteagudo que se estrenara con un disco epónimo en 2017, publico a finales del pasado año este Arte y Oficio, su segunda entrega que, no contento con igualar a su antecesor, se antoja como una apuesta definitiva de una calidad abrumadora. Un disco ‘total’ que ofrece muchas de las buenas y variadas claves del éxito de Uzzhuaïa. Un álbum intachable y de los que suenan imperecederos desde la segunda escucha.
En estos años de barbecho los componentes se han embarcado en distintas bandas como Capitán Booster, Corazones Eléctricos o Garage Incident. ¿Qué pasará con ellas? “Eso es un asunto ajeno a Uzzhuaïa. Cada banda tiene su vida propia…”, me comentaba Israel con ocasión de la entrevista que le realicé al grupo para Rock Estatal. El caso es que Arte y Oficio es la vida propia de Corazones Eléctricos y viene a morder. El ingenerio de sonido y productor Manuel Tomás es el responsable de ello. Kako Navarro en el bajo y coros y Quique Cuquerella en la batería y percusión son los que acompañan a Pau en esta nueva entrega.
Se abre la decena de temas con ‘Por Ti’, una canción que comparte ascendencia con su casi vecina ‘Contra Las Cuerdas’. Canciones de riff pegajoso y golpeo de batería enérgico y rítmico. Velocidad, amor incondicional al escenario pese a los inconvenientes, carretera, vampiros que huyen de la luz, valientes, momentos al límite, aura stoniana y resistencia por amor al rock. Entre ellas, doliente y afilada, una de esas canciones que se clavan desde la primera escucha, ‘A Contraluz’. Un tema con esa cadencia pasional que sienta como un guante al Pau y su forma de entender los fraseos musicales y estribillos. Una elegancia brutal que la lleva a la maleta de mis canciones y que presenta el molde de una de las grandes fortalezas de Corazones Eléctricos, como veremos más adelante. «¿Cómo hacer?».
Tras esta triada de entrada fulgurante, se sucede otra mucho más dinámica, armónica y, por momentos, reposada. ‘Despierta’ se presenta como un medio tiempo de hechuras compactas y armazón potente, donde el estribillo melódico y con menos texto acaba haciendo que el corte se antoje excesivamente largo. Pese a todo, las hechuras de pseudo ranchera (tequila, sal y limón por el camino) le salvan la cara. Se mantiene una dinámica similar en ‘El Monstruo’, un corte en el que el sencillo aderezo de guitarra del fraseo musical principal le basta para mantener el pulso nervioso del tema, engrasado y al hígado. Esta terna se completa con ‘Sangre y Revolución’, una canción donde alumbran los aires de americana para una suerte de balada electrificada.
Es el frenazo más acusado de la lista que, en contraposición, tendrá en ‘Valentina’ el reverso de la moneda. Un trallazo de menos de tres minutos, veloz y rabioso, lúbrico, grandes bases rítmicos y un ejercicio de adrenalina para no acomodar al órgano sanguinolento. ‘En Las Estrellas‘ es el segundo de mis grandes temas favoritos de la decena. Tintes épicos con matices y destellos acústicos a los que quizá se les podría haber dado algo más de presencia en la mezcla. Una armonía de nuevo bella, con toques casi fronterizos, y un canto a los ausentes y al cielo. Aquí está una vez más, mensajes sencillos, sin grandes pretensiones, pero con una narrativa que los aleja de lo previsible sin perder su efectividad y emoción. El estribillo es conmovedor con poco, “arder y navegar, querer y no culpar, brindar por los que están en las estrellas. Nadie sabe a dónde ir, no tienes dónde ir”.
Llegando al final, ‘Doble o Nada’ pone todas las fichas al rocanrol, con un riff canónico y un fraseo encadenado que no pierde musculatura con el rasgueo constante de guitarra. El tema tiene un incuestionable aire que recuerda a Los Zigarros, que a buen seguro aprenderían mucho de Uzzhuaia y también de The Hellacopters, por el camino. Como despedida y, se antoja que también a un ser querido, ‘Sempiterno’ es una balada a piano, tocado por el propio Pau, donde prima más la emoción que la técnica (pero como bien me dijo El Drogas, “que James Rhodes sea un virtuoso y flipe con él, no me impide querer tocar el piano aunque sea al estilo Lucky Luke”), y con arreglos de cuerda que entran con el arrebatador crescendo vocal. Maravilloso tema que pone la guinda antes de que nos sorprenda, desde un lejano tocadiscos, el tango ‘Por Una Cabeza’, de Carlos Gardel.
Así se cierra un disco sobresaliente de rocanrol de ese que llaman ‘maduro’, pero sin perder el punto ‘disfrutón’ (término robado a Iñaki Antón) y emocionante. No abundan (,) corazones.
Lista de canciones – tracklist:
- Por Ti
- A Contraluz
- Contra Las Cuerdas
- Despierta
- El Monstruo
- Sangre y Revolución
- Valentina
- En Las Estrellas
- Doble o Nada
- Sempiterno
Publicado el febrero 27, 2020 en Críticas Discos y etiquetado en Arte y Oficio, Corazones Eléctricos, Críticas Discos, Uzzhuaïa. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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