Rubén Pozo y Lichis – Mesa Para Dos. El Disco

 

Hablar en términos de lógica en nuestro tiempo es casi una absurdez en sí misma, sobre todo cuando, dentro del caos, se han abierto muchos caminos distintos para llegar a otras tantas distintas metas, también multiplicadas. El caso es que la unión de Rubén Pozo y Lichis, nacida de una llamada telefónica y cimentada en un buen rollo previo, sigue dando pasos en su cohesión, casi saltándose cualquier tipo de desarrollo convencional. Se unieron para dar conciertos antes de tener material propio, en esos conciertos empezaron a salir canciones, esas canciones se empacaron en un primer EP de seis (publicado el pasado mes de octubre, tan lejano dado lo vivido estos últimos meses que casi parecen años) al que ya se sabía que le iba a completar otra medio docena de temas que confluirían formando un disco ‘convencional’ y con una buena colección de fechas en el antes, el durante y para el después. En los nuevos seis encontramos el mismo desencanto que se mueve a caballo entre el cinismo (en su segunda acepción) y la estoicidad. Sin brindis al sol y convirtiendo la crudeza en sencillez melódica pero repleta de detalles que enriquecen la producción ya sea en crescendos, capas de guitarra o arreglos modestos pero efectivos que completan un resultado que ya era sobresaliente en su primera entrega, despachando, ahora sí, uno de los discos del año, aunque haya habido que degustarlo en dos partes. Quizá, vista la densidad, fue lo más inteligente.

Y dentro de esa ilógica, también se podría pensar que estas seis canciones se han compuesto después de las anteriores, pero tampoco. Por ejemplo, cuentan sus protagonistas que ‘Abracadabra’ fue una de las primeras, como ‘Juguetes Rotos’. Con mayor confianza o no, con la habituación que siempre es necesaria para afrontar algo nuevo con naturalidad la grabación en Estudios Brazil no da un conjunto sin desperdicio alguno. Lo notamos desde el minimalismo de la entrada de ‘Rock De Pueblo’ que, pese a sus inicios austeros, refleja el estar ante algo grande en cada una de las estrofas y en el progresivo cuerpo que va cogiendo el tema. Batería, guitarras, teclas cumplen con su oficio con una precisión quirúrgica y con unas melodías vocales que van ganando en emoción para terminar de clavarse en el alma en una coda descarnada y sincera. Honestidad brutal.

Hay, por suerte, decenas de ejemplos que dejan claro que la música bailable no tiene por qué ser estúpida ni hortera. Rubén y Lichis ponen su granito de arena en ‘Asco y Vergüenza’, gigante en su doble concepción de jarana y tormento de vivencias que no se pueden superar. Tan real como la vida misma. ‘El Hombre Orquesta’ es una de las canciones con más enjundia del conjunto y de las más arriesgadas en cuanto a sonoridad. Tiene ese compás mágico que la hace parecer una confesión instantánea, pensamientos paseando en soledad, mientras los elegantes arreglos parecen dibujar una plano secuencia de aparente facilidad pero repleto de matices.

Tras la seda, la lija. ‘Carta a Mis Catorce’ es uno de los cortes más furiosos del conjunto, como manda la temática, la energía y la fuerza necesaria con la que todos y cada uno de nosotros le hablaríamos a la persona que éramos a los catorce. El pequeño break que dibujan las teclas antes de la coda es pura combustión. ‘Juguetes Rotos’ tiene la inmediatez propia de la canción compuesta en mitad de gira y la actualidad friccionada con la guasa marca de la casa, de la que andan los dos sobrados.

La media docena se cierra con una vieja conocida, ‘Abracadabra’, que tiene esa metareferencia al título del proyecto y que nos hace, por tanto, de bisagra con el resto del conjunto. Y digo vieja porque desde hace un año ya se la ha podido escuchar en programas y acústicos varios. Una balada de clara querencia country y que rezuma esa extraña familiaridad que tiene la dulce soledad del brindis en una mesa para dos.

Para la segunda parte del disco os recuerdo lo comentado en su día. El nivel está alto. Y quizá sea también algo generacional, aunque me lleve 5 y 10 años con ellos, pero se agradece escuchar canciones de madurez. Pero no tanto término impostado, como se dice de cualquier trabajo en una hoja promocional, sino como sinónimo de realismo desencantado, frente al mágico de Gabo.

Un mundo musical que va mucho más rápido y donde hay cosas que se desechan porque no se pueden consumir rápido como en ‘Mesa Para Dos’ o ‘La Canción Maldita’, si bien en ambas se encuentra compañero con quien celebrar las penas en tempos, melodías y armonías de los más radiables, bendita contradicción.

‘Trompas de Eustaquio’ es una canción muy del modo Rubén de toda la vida. Sin masa que deforme lo importante, que es el armazón, fino, pero robusto, de guitarra y voz. ‘Bastiscafo Verde’ es un divertido calipso sincopado por el fondo del mar, ¿adivinan?, con más restos del naufragio y basura del ser humano que de princesas y Nemos. También tiene mucho de guasa y de cotidianidad las dudas del artista en ‘Loquillo’, que aparece aquí como un referente del bien y el mal, como faro para elegir el camino correcto. Mientras que ‘Nudo Sur’ carga las tintas una vez más en un mundo de autónomos y casas de apuestas.

Como la realidad nos ha enseñado que tiene poco sentido hacer planes incluso a medio plazo, disfrutemos esta unión mientras dure. Por una larga gira fructífera, que les haga sentir la necesidad de un segundo álbum.

 

Lista de canciones – tracklist:

  1. Rock De Pueblo
  2. Asco y Vergüenza
  3. El Hombre Orquesta
  4. Carta a Mis Catorce
  5. Juguetes Rotos
  6. Abracadabra
  7. Mesa Para Dos
  8. Trompas de Eustaquio
  9. Loquillo
  10. La Canción Maldita
  11. Nudo Sur
  12. Batiscafo Verde

 

Publicado el mayo 28, 2020 en Críticas Discos y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

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