Los Discos del Año 2022 de RockSesión

Tómese esta selección como una guía para acercarse a lo que no se conozca. O a darle otra oportunidad a un disco que no te llamó en la primera escucha. Es complicado emplearse a hacer listas así, porque siempre te queda la sensación de dejarte fuera gente que merece estar dentro, por supuesto. Tampoco ayuda el hecho de que por mis oídos pasen trabajos de cualquier género y que esta casa nos vayamos tomando cada vez más licencias… Pese a todo, si escribiera de todo lo que escucho… se nos iría de las manos. Esa apertura hace más difícil seleccionar, ya que no es lo mismo elegir discos de un formato muy reducido y específico que de un prisma que incluye desde la canción de autor al metal. Lo que sí os aseguro es que pocas web de listas pueden decir haber escuchado casi el 90% de los más de 100 discos que habéis votado, más otros tantos que ni aparecen. Empiezo con las exclusiones. Como siempre, no hay EP’s (Mausoleo, Califato ¾, Rosy Finch, El Altar del Holocausto, Javi Robles…) ni directos (Vetusta Morla, M Clan, Depedro, Luz Casal, Los Deltonos…). Tampoco he querido incluir una serie de discos que, aunque nuevos, son regrabaciones de grandes canciones originales de antaño, como los de Calamaro (en este caso con material extra), Boni, Uoho, Ilegales, Flitter… Quiero hacer mención especial a una hornada de bandas rockeras jóvenes, de esas que están nacidas a conservar la llama, si es que no se cansan antes de darse contra un muro (sobre todo Whisky Caravan y también A Deshoras, Descendientes, The Nadies, Impedanzia, El Bombo, Indocentes, Menta, Kitai, Huracán Rose, Pablo Fugitivo…). Hay gente curtida a la que es difícil llegar a sus propios cénits conocidos, pero que se han aplicado a un muy buen nivel este año y una vez más (Airbag, Elefantes, Kaótiko, Manolo García, León Benavente, Warcry, José Antonio García, Nacho Vegas, Loquillo, Gatibu, Sidecars, Viva Suecia, Second, Diego Vasallo, Vega, la valentía anticomercial de Rozalén…). La música y su disfrute son tan subjetivos que se puede hacer otra selección de 24 con los que he citado, de lo más recomendables. La lista intenta equilibrar la amplitud de géneros que tocamos y entre lo previsible y lo meritorio. Intentando valorar especialmente a algunos discos que han podido pasar desapercibido para públicos no específicos, pero que creo que por calidad trascienden su propio círculo de actuación. Dicho esto, vamos, por décimo año: estos son los ochos oros, platas y bronces de RockSesión. Disparen al pianista en twitter.

Están ordenados alfabéticamente dentro de cada una de las medallas, no por escala de preferencia.

ORO

Biznaga – Bremen No Existe

Llevo muchos años ‘alertando’ a quienes por sistema rechazan todo aquello que va al saco del ‘indie’ que se están perdiendo a una serie de bandas de lo más recomendables. Los ejemplos se pueden contar por decenas, cada uno con sus particularidades específicas (están citados en la crítica del disco). En esa lista de elementos recomendables que no deben circunscribirse a un engranaje excluyente podéis añadir, desde sus comienzos, a Biznaga. Desde su demo y primer EP de hace diez años, rabiosamente punk, a esa búsqueda equilibrada con la melodía forjada con Centro Dramático Nacional (2014), Sentido Del Espectáculo (2017) y Gran Pantalla (2020). Siempre amantes del desencanto y el descreimiento hacia una sociedad en la que sobreviven pero en la que no creen (ni tampoco en su generación, como plasmarán de manera explícita en este álbum), Biznaga terminan de trazar la línea de separación conceptual con su mundo en este Bremen No Existe, trayendo como referencia la Ítaca soñada por los animales que escapaban del sacrificio. Por si hubiera dudas de las intenciones (ya lo decía Bart hace 20 años, “gracias a la televisión no recuerdo ni lo que ha pasado hace ocho minutos”) lo refuerzan en el subtítulo: “Música para otra generación perdida”. Biznaga perfecciona así un álbum bastante circular y conceptual, ofreciendo la descarga del punto de no retorno en el que uno asume que el optimismo sin sentido es una forma de ignorancia.

Ella La Rabia – Canción De Cuna Oceánica

Este año me invitaron a participar en un medio de comunicación a otorgar mis puntos para su lista de discos del año, pero teniendo en cuenta la línea editorial. Es decir, no tiene sentido votar a un disco de flamenco en un medio de thrash metal y viceversa. Hasta ahí correcto. Pero escribiendo del disco que nos ocupa uno se da cuenta de ese factor limitante que tiene en muchas ocasiones determinadas fronteras, que aquí nos saltamos con frecuencia, como bien sabéis. Escribo esto porque este segundo disco de Ella La Rabia era desde el primer momento uno de mis ocho oros de Los Discos del Año de 2022. Y es una pena que esas reglas lógicas, pero por otro lado absurdas, hagan que determinados públicos igual ni lleguen a conocer la existencia de un disco que está muy por encima de la media en calidad, que traslada, rasga y destroza de manera transversal los géneros del metal, el folclore canario, la canción melódica, el hardcore, la música de autor y el rock alternativo al uso. Un derroche de talento brutal que confirma lo muy bien apuntado en su debut, que ya fue Plata en Los Discos del Año de 2018. Impresionante ejercicio evolutivo reforzando todavía más sus puntos diferenciales. Lo de Ella La Rabia es apabullante. Una banda solvente de metal contundente, pero con los suficientes e inteligentes aderezos para pasar de lo notable a lo diferencial, a lo imprescindible. Por muchos años.

Marea – Los Potros Del Tiempo

El manido argumento de que los primeros discos eran los buenos y el resto no (¿se añoran los discos o se añora las personas que fuimos cuando salieron?) se hace carne –ya más bien putrefacta- en cada una de las nuevas entregas y toda banda que acumula más de diez, quince o veinte años y una considerable cantidad de publicaciones debe pasar el trance de una suerte de juicio sumarísimo a cargo de los auténticos garantes del rock and roll (nótese la ironía). Hay en Marea, desde siempre, y pese a los bravucones titulares de tiempos atrás, una intención premeditada de quitar pretenciosidad a sus propias creaciones. Kutxi y compañía jamás te van a decir, como podemos situar en su compinche más cercano, como puede ser Robe, que se han sacado un disco conceptual sobre el paso del tiempo y el realce de los valores verdaderamente importantes, como son el compromiso con la felicidad hacia los demás, la lealtad, la amistad, el aprovechamiento de los días y las sombras que se hacen cada vez más corpóreas, dibujando ausencias dolientes. Algo a lo que la banda ha tenido siempre muchísimo respeto por motivos que ahora no es necesario recordar. Es absurdo esperar en ellos grandes virajes estilísticos porque no han querido ser más de lo que son: cinco amigos jugando al rock and roll, con sus virtudes, sus defectos, sus vicios musicales. Escribí una vez a mi camada de amigos más cercanos (a los que yo llamo Restringido) que son las diferencias las que nos hacen grandes y es en ese equilibrio de convivencias donde Marea hace discos que son actos de celebración en sí mismos, precisamente por eso. Por el simple hecho de existir, frente a todo.

Maria Rodés – Fuimos Los Dos / Elena Játiva – La Insoportable Intensidad Del Ser

Por primera vez en diez años, estos serán los primeros discos que tiene medalla (y nada menos que oro) en los Discos del Año de RockSesión y no han tenido crítica completa al uso. ¿El motivo? He sido incapaz de hacer frente a ello. Como sabéis, habitualmente las críticas o crónicas que os traigo tienen un fuerte ingrediente emocional y vívido, dejándome en ellas un poquito más de alma, dependiendo del caso. Y en este caso esa «insoportable intensidad» me ha impedido de trasladar las emociones a frases. Y eso habla por sí solo del material del que estamos hablando. También me ha pasado con otros álbumes que no es he traído ya a las remember de los viernes porque no soy capaz todavía (Salitre, de Quique González, Amnesia de Hamlet, Azul de Elefantes, La Ley Innata de Extremoduro). En el nuevo álbum de Maria Rodés, a la que vengo recomendando en Twitter y alguna referencia en otros discos cercanos, me ha sido imposible encarar el desarrollo emocional que presenta. En este Fuimos Los Dos se presenta un tratado de trece temas del amor, especialmente en sus momentos finales, cuando el desamor es un hecho pero su fuerza sigue latiendo. También las formas musicales lo merecen. Todo es tan pasional desde la cruz de la moneda… como podía serlo el de _Juno en el de la cara. Es un disco tan atemporal como candente. Este ex aequo con La Insoportable Intensidad Del Ser, de la valenciana Elena Játiva, viene motivado precisamente porque fue votada en las listas abiertas de las anteriores semanas y al escucharlo tuve las mismas poderosas sensaciones. Aunque el prisma temático sea algo mayor, la riqueza lírica y la fuerza de las formas son abrumadoramente bellas. Dos oros merecidísimos. Completen el póker, de fuera, con los de las mexicanas Silvana Estrada y Natalia Lafourcade. Oro puro.

Parabellum – El Grito Del Hambre

Los carismáticos Parabellum venían en este 2022 con nuevo disco de estudio casi 25 años después de aquel ambicioso y enjundioso Adelante Sin Cabeza. Si seguimos echando cuentas, unos 35 años de su debut en No Hay Opción y casi 40 primaveras desde que Josu Korkostegi (batería y voz) fundara el grupo. Se iniciaba una historia en la que han venido a simbolizar la resistencia frente a numerosos avatares, pérdidas, obstáculos y trabas. Con un receso a finales de los noventa, un susto a mitad de la década siguiente, que marcaría ya un camino irregular hasta la muerte de Juan Carlos Lera en 2014. El concierto de homenaje que dieron el año siguiente reavivó la llama de quien siempre ha sido uno de esos ‘patitos feos’, infravalorados, quizá porque fueron metidos en un saco generalista que no era el suyo, puesto que en el rock apunkado de Parabellum hay mucho más que un tono nihilista y cazallero. Pese a su nombre punk, en su música hay mucho más estilo y buen gusto. Mucho de mirada interior, de necesidades expresivas. Siempre ha sido una banda que ha sabido transmitir su verdad como pocas y lo viene demostrando en su relanzamiento en vivo de antes de la pandemia, con Josu acompañado del bajista Lino Prieto (desde 1991) y con dos guitarristas de lujo como Pedro De La Osa (desde 2004 después de pasar por ese grupo de culto Gris Perla y por MDH) e Iñaki Setién ‘Milindris’ desde 2018 y que os sonará por ser una de las seis cuerdas de Agila e Iros Todos A Tomar Por Culo). Como colofón, la cuidadísima producción de Uoho.

Rosalía – Motomami

Quienes estáis aquí desde el principio lo sabéis, por mi reproductor puede pasar desde el death metal a la canción pop melódica o la ópera, con todas las gamas posibles de por medio. No en todo momento o situación me apetece siempre lo mismo como no en todo momento me apetece comer sashimi, espaguetis y crema catalana por más que me gusten. Se me antoja lastimoso tener que explicar algo tan básico pero es que somos tan amantes de destruir todo aquello que no nos gusta que luego a nosotros nos molesta cuando otros nos meten en determinado saco. Es como aquello de “la libertad de expresión está muy bien pero solo si opinas lo mismo que yo”. Considero que Motomami es una locura que, en su propia concepción arriesgada y como cualquier artista que intenta llevar al límite los registros, los géneros y la provocación, tiene momentos brillantes y otros insustanciales que provocan que el álbum se haga ligeramente largo. Se entiende la apuesta y el concepto, eso sin duda. Con 28 años y con un mundo de posibilidades por delante, es lógico que Rosalía tenga la sanísima intención de experimentar con voces, con arreglos, con géneros, bases y estilos. Porque una persona, salvo que sea plenamente hermética y se dedique en exclusiva a la perfección de un género purista, escucha de todo a lo largo de su vida (más aun en juventud) y, desde ese prisma, quiere reflejarlo. Porque puede y porque se ha rodeado con profesionales que también saben hacerlo. Es sano, lógico y respetable que no todo tenga que gustarte a algo por imposición promocional o por seguir la corriente del agua, pero de ahí a las faltas de respeto y a echar por tierra el trabajo de casi tres años de una artista que dice pasar 14 horas en el estudio hasta dejar cada arreglo como quiere y que cuando tiene que preparar una coreografía se pasa 4 o 5 horas al día durante un mes y medio, pues qué quieren que les diga, prefiero a una persona que se esfuerza en ‘crear’ que en ‘destruir’.

Sho-Hai – Polvo

Saben ustedes que mi acercamiento al mundo de hip hop y el rap suele limitarse a pequeños nombres contados que caben en los dedos de las dos manos (hace unos años me sobraba una de ellas, incluso, vamos poco a poco). Toteking, SFDK, Solo Los Solo, Frank T… Hoy nos importa que uno de ellos siempre fuese Violadores del Verso a quienes llegué, como todo metalero-rockero, por su conexión especial con Soziedad Alkohólika. Siguiendo con estas interrelaciones, a Sho-Hai le tuve siempre mayor respeto y cariño por otra relación cruzada, en este caso con la familia de Hora Zulú. Si a alguien que le tienes honor y ley (no tengo a muchos artistas en esa categoría elevada) como Aitor Velázquez siente honor y ley por el protagonista que nos ocupa, automáticamente adquiere para mí el mismo derecho. Con esa condición, y aunque en RockSesión tenemos tendencia a salirnos del guion con frecuencia, tenía claro que iba a escuchar con atención el nuevo lanzamiento del artista maño, Polvo, que llega cinco años después de La Última Función. Un álbum que refrenda y reitera todas las radiantes virtudes de rapsoda rutilante. Querencias por el rap hardcore y hip hop clásico con una corrosiva visión del mundo, guiada por el humor negro y por una encomiable actitud de ser menos verborreico y más certero, dándole al conjunto un amplio sentido musical que va más allá de los arquetípico del género. Una combinación que solo puede conseguir quien es maestro de maestros. Brindamos por ello y por eso esta será siempre también su casa.

Su Ta Gar – Alarma

Camino de 35 años en la senda del metal cantando en euskera, con la integridad y fuerza con la que Su Ta Gar lo ha hecho, es un argumento suficiente para saber que en cada nueva entrega discográfica el listón, como mínimo, va a mantenerse. Por si fuera poco, Alarma, su decimosegundo trabajo de estudio lo sube un poco más. Porque tal y como les ocurrió con Ametsak Pilatzen en 2011, con el que regresaban con nuevo material tras conmemorar por todo lo alto sus primeros veinte años, ahora hacen lo propio después del trigésimo aniversario. Y es que no es habitual que la banda de Aitor Gorosabel y Xabi Bastida (fundadores) y Galder Arrillaga e Igor Díez deje pasar tanto tiempo sin ofrecernos material nuevo. Curiosamente, solo pasó con aquel Ametsak y hora con el presente, que sucede a aquel Su Ta Gar Antzokietan en directo, seis después de Maitasunari Pasioa. Pero cómo se justifica una espera cuando el resultado es tan bombástico e irrefutable como es la ocasión. Un disco que prácticamente fue anunciado con apenas unas semanas de su salida, a la vieja usanza. Ni bombardeando con singles durante un año ni historias. Al turrón, nunca mejor dicho para la época del año en la que estamos. Un álbum tan clásico como arrollador, donde se mantienen las afiladas hachas de sus dos guitarras, donde se despliega tralla heavy y thrasher mientras que también se mantienen las líneas melódicas vocales más cuidadas y un buen manejo de texturas menos férreas. Un tratado sobre cómo ‘envejecer, si es que se puede usar ese verbo con ellos, sin perder patrones fundacionales pero enriqueciendo en matices.

PLATA

Carolina Durante – Cuatro Chavales

Ni se escondían antes, ni lo hacen ahora. Ni se les subieron aires de grandeza cuando el éxito viral les hizo crecer a una velocidad irreal, ni tampoco se achican porque ahora las reproducciones de sus canciones estén muy lejos de ser millonarias. ‘Detectamos’ en su día madera de punk y pasotismo frente a las opiniones de los demás en Carolina Durante y lo siguen demostrando así en Cuatro Chavales, su segundo larga duración tras el epónimo de 2019, uno de nuestros discos del año en aquel curso. Si en aquel daban un paso adelante restando pretenciosidad haciendo gala de entereza guitarrera y sobrada de actitud, Cuatro Chavales es una vuelta de tuerca más al mismo concepto. Canciones sin artificios, que suenan crudas, potentes, rudas, aguerridas. Con un descreimiento total hacia el presente, con una dosis de realismo hacia el pasado idealizado, con una mirada irónica y mordaz hacia lo que intentaron que fueran y todo ello con un nivel lírico que no busca grandilocuencias pero que araña cuando dice de entrar en terrenos más filosofales, de una pesadumbre sin poca salida. La pandemia les cortó las alas en el mayor momento de popularidad, en pleno estallido de, posiblemente, una burbuja cimentada en ese par de éxitos generacionales de lo que ellos mismos se ríen en el primer corte del disco. Ahora, con el mismo morro y descaro, se marcan doce temas de una calidad media de lo más notable. Melodía y accesibilidad con aires de languidez, sorna y muralla de sonido. Al segundo largo Carolina Durante se confirman como un maravilloso verso suelto en el engranaje de los carteles coloristas.

Depresión Sonora – El Arte De Morir Muy Despacio

La música como desahogo extremo por más oscuro, denso, lúgubre y desbordante de desencanto suene. Lo de Depresión Sonora ha dejado de ser una rareza de llegada inmediata gracias a dos temas que se hicieron virales en tiempos de pandemia, dada la sensibilidad apocalíptica (exterior e interior) de entonces y podía haber dudas razonables de si el nivel podría mantenerse una vez entrada en la cacareada nueva normalidad que sigue siendo, en el fondo, tan anormal para muchos y tan rutinaria para todos. El proyecto de Marcos Crespo crece y tras ese fantástico epé titulada como la cabecera, Depresión Sonora, llega ahora este El Arte De Morir Muy Despacio, presentado en tres partes conceptuales distintas pero que al final devienen todas al mismo punto de fuga. Una muerte en vida a la que le arropa por el proceso sonidos de sintes, guitarras deliciosamente lúgubres, voces lánguidas y graves, cercanas a veces a un recitado de mínima modulación tonal, pero de una efectividad brutal, en parte a unas programaciones inteligentísimas y combinadas, a veces tan maquinales que nos evocan las cadenas de producción y la hiperproducción. Lo fantástico es que su alcance no llega a hacer más tristes a aquellos que sienten este punto de nihilismo y vacío de crisis intergeneracional, sino que representa un camino al que aferrarse y a encontrar respuesta auditiva a las necesidades emocionales. Un disco tan extraño como corriente, tan fabuloso como rutinario.

Dry River – Cuarto Creciente

Se ha hecho esperar la nueva entrega desde el estudio de los castellonenses Dry River. Algo que no nos parece es extraño tampoco si tenemos en cuenta que su propuesta es de lo más trabajado que se puede encontrar hoy en el panorama del rock con tendencia al heavy melódico y progresivo. A los tres que pasaron de su debut, El Circo De La Tierra, a su espectacular y conceptual casorio de amor entre políticos de Quien Tenga Algo Que Decir Que Calle Para Siempre, y los también tres hacia el viaje futurista (pero sin que por el trayecto aparezcan coches voladores, robots o especulaciones científicas) de 2038, ahora han sido cuatro largos años (más cerca del quinto) lo que hemos tenido que aguardar para lo que, lo venimos diciendo e esta casa desde hace años, el que viene a ser el mejor nuevo grupo de heavy metal de la década. Formas estilizadas y contemporáneas que se alejan de los clichés manidos y que estiran de manera elegante los desarrollos en un tinte progresivo que, sin embargo (y he aquí lo complicado) no sacrifican por ello a la canción en sí misma, como sí pasa con los largos devaneos aletargados y soporíferos de lo que suele pecar el género. Todo parece encajar con una pulcritud y sincronía digna del mejor relojero del mundo para disfrute de unas melodías lumínicas, una voz francamente encantadora y unos textos que siempre buscan la diana de manera menos explícita. A todas las virtudes que ya conocíamos del grupo se le suma que en esta ocasión han contado con la producción del tótem llamado Carlos Raya, así que solo se podía esperar lo que ha sido: un álbum excelente que se aconseja escuchar a un volumen alto y con bien de armónicos.

La Gripe – Tu Infierno

A lo Guns N’ Roses con Chinese Democracy, unos doce años ha tardado La Gripe en publicar su tercer disco de estudio que, desafiando cualquier atisbo de programación comercial, fue lanzado en pleno verano, el pasado 29 de julio. Como bien sabrán las personas más puestas en la materia, La Gripe es la formación en la que se enrolaron Juantxu Olano y Jesús García, bajo y batería, respectivamente, de Platero y Tú, después de que Fito decidiera dedicarse exclusivamente a su carrera con los Fitipaldis, y que Iñaki Antón se centrara en la de Extremoduro. Hay que recordar que la banda publicó en 2004, distribuido por Warner, un primer disco llamado Empapados En Sudor (donde colaboran en sendas canciones Roberto Iniesta y Fito Cabrales), que fue grabado y producido de manera altruista por el propio Iñaki, y que en 2007, con Dro Atlantic, llegaría Animal. La propia biografía de la extinta web del grupo anunciaba que en 2010 iba a haber un parón de conciertos para escribir, gestar y grabar lo que sería su tercer álbum. Como podéis ver, finalmente ha sido algo más de tiempo. Un largo camino en el que ha habido conciertos esporádicos y regresos fugaces pero sin la regularidad necesaria, hasta el punto de que la continuidad del grupo se ha puesto en duda en muchísimas ocasiones. Con estos mimbres, comprenderán que este Tu Infierno debe ser entendido como un auténtico gustazo sin pretensiones megalómanas para el ahora trío. A Juantxu y Jesús les sigue acompañando el otro miembro fundador, Txema Olábarri, después de las salidas de Aitor Aizpuru Gatxeten 2006 y de Aitor Larizgoitia en 2009. Un disco de rocanrol crudo, sin artificio alguno, ni atisbo de moda o contemporaneidad alguna. Pero nos gusta.

Rocío Márquez y Bronquio – Tercer Cielo

Aunque creo que nadie podía esperar un resultado de este nivel, también es cierto que el derroche de arrojo y valentía no sorprende ni extraña porque Rocío Márquez lleva cinco años explorando su propia lírica flamenca, después de demostrar el manejo de su clasicismo más convencional y su querencia marchenera en sus primeros álbumes. La He citado tantas veces en la selección de discos del año (como alternativas recomendables con Firmamento -2017-, Diálogos De Viejos y Nuevos Sones con Fahmi Alqhai -2018-, Visto En El Jueves -2019- y Omnia Vincit Amor con Enrike Solinís y Euskal Barrokensemble -2020-) y en críticas de otros artistas por su colaboración, su conexión o por referencia (Albert Pla, Los Hermanos Cubero, DMBK, La MODA, The New Raemon, Rosalía, Christina Rosenvinge, Josele Santiago, Califato ¾…), que ya iba siendo hora. Y viene con un disco con el que la cantaora de nuevo fusiona su talento inquieto con otro compañero de viaje. En esta ocasión el músico Bronquio que, después de curtirse en varias bandas de hardcore y punk rock, decidió pasarse a las bases y los beats, donde venía demostrando mucho de esos latidos de inconformismo y transgresión. Junto a Márquez se sumerge en una nueva zambullida de fusión entre el flamenco y la electrónica, pero consiguiendo una naturalidad en la convivencia entre el purismo de los palos y la habilidad efectista maquinal que convierten a este Tercer Cielo en un tratado ejemplar sobre cómo trabajar la fusión de estilos, respetar la tradición y a la vez sonar futurista. Un álbum al que el paso del tiempo colocará en mayor o menor grandilocuencia adjetiva pero que, desde aquí, nos parece que ejerce el mismo poder disruptivo que otras leyendas.

Rubén Pozo – Vampiro

Trabajando este disco me venía constantemente, a modo de titular, uno de los versos del segundo movimiento de Mayéutica, de Robe, ‘Mierda de Filosofía’, ese que dice: “volver a lo primario”. Quizá sean las palabras que mejor definen la nueva entrega del madrileño Rubén Pozo, que viene con su cuarto disco en solitario, quinto si contabilizamos el Mesa Para Dos con Lichis. Y traigo lo de primario porque así lo evoca la escucha de este álbum de diez temas en los que Rubén confiesa haber querido reducir todo (hasta el tiempo dedicado en la composición) para que las canciones reflejen de la manera más fidedigna posible el estado de ánimo en el que fueron concebidas. Sin importar que muchos versos puedan ser mejorables o que algunas canciones se sustenten en todo su metraje en apenas tres acordes sencillos (que no fáciles). Así, el trabajo de producción apuntado por José Nortes en Habrá Que Vivir, que naturalizó el punto científico – artificial de Nigel Walker en En Marcha, gana todavía más enteros en esta entrega, haciendo que, pese a ser un disco predominantemente acústico, no caiga en los clichés del género y se deslizan varias eléctricas en algunas canciones e incluso un saxo en otro de los cortes. Para completar la sensación normalizada, en el disco encontraremos a su hijo Leo tocando la batería en otro tema y contando con una amiga no profesional (Ana Diego) para hacer los coros. Como guinda, un enfoque reflexivo dual (para dentro y hacia fuera) en letras muy certeras de Pozo en, sin lugar a dudas, un disco cantado mejor que nunca.

Sexy Zebras – Calle Liberación

Cuando uno nace en el corazón del barrio de Hortaleza, donde nació Luis AragonésPorretasRadio Enlace o la bodega Cobela, donde Robeiba a llevar su primera maqueta de Extremoduro hace más de treinta años, donde se podían recorrer otros bares como CendejasTemplo Rock o el viejo Quinto Pino, donde estaban los locales de ensayo Papi por donde desfilaron, entre otros, LeñoObús, y están los estudios Oasis, pues es normal que si te da por hacer un grupo la cosa salga bien de autenticidad y ganas de marcha y distorsión. Es lo que ocurrió hace 17 años con Sexy Zebras que, por más que intentarán rebozar su música de algunos clichés más modernos que les ha llevado a ser incluidos en festivales de corte ‘indie’, han llevado siempre dentro un poco de ese toque urbano más cazallero y visceral que también les ha hecho estar presentes otro par de años, por ejemplo, en Viña Rock. (Pocos grupos me vienen a la cabeza que en el mismo año hayan tocado las dos ‘vertientes’ carteleras, DMBKes quizá el ejemplo más cercano en el tiempo). El trío, que sigue contando con sus fundadores Gabriel Montes (bajo y voz) y José Javier Luna a la guitarra, y que incorporó al hermano del segundo, Jesús, tras la salida del baterista Samuel Torío, toma la calle del barrio para reencontrarse con muchos de sus elementos iniciales para sumar a su descaro una buena dosis de sinceridad y visceralidad más personal que impostada. La crudeza de títulos provocadores da paso a la apertura más sincera y nos ofrece un disco de rock, puro y crudo, con mucha distorsión, bases contundentes y una paleta de sonidos todavía más genuina que en la de álbumes anteriores. A morder.

Sr. Chinarro – Reality Show

Con algunos picos de popularidad, más por casualidad o por causalidad de su constancia que por un interés comercial o concesión a la accesibilidad por su parte, la carrera de Sr. Chinarro o, lo que es lo mismo, Antonio Luque, se ha movido siempre de manera subrepticia en un medio plano, ajena a cualquier tipo de imposición por moda o cualquier otro agente externo. Más de treinta años en los que ha despachado más de una veintena de discos y casi una decena de epés. Una auténtica barbaridad que no tiene aspecto de aflojar por más que pase el tiempo, con la década de los cincuenta inaugurada hace un par de años. A lo largo del tiempo se me ha cruzado en muchas ocasiones por el camino de mis reproductores, con discos señalados puntualmente por alguna recomendación de suplemento cultural y lo cierto es que siempre le tuve en buena estima, como un buen referente de lo que podemos denominar indie más poético. Es decir, de mayor calidad en las letras y con honestidad musical por encima del bombo a negras, los coros infinitos y todos esos clichés. Reality Show es su nuevo disco y creo que es de justicia que después de tanto tiempo tenga su pequeño hueco y estreno a lo grande en la web. Diez canciones en las que se hace un intento por ser más explícito, sin dobleces, y una panoplia de registros que permite escucharle hasta en registros más rockeros de lo que es habitual. Y, por el camino, también cuerdas, algo de disco, canción de autor… En definitiva un creador total que firma uno de sus mejores álbumes en más de una década. Lo sorprendente es que treinta años después siga siendo capaz de firmar textos tan rotundos sin apenas borrón. 

BRONCE

Álvaro Suite – Fantasio

En febrero de 2020 os hablaba del debut como solista de Alvaro Suite, con el álbum La Xana. Y digo como solista porque el bueno del sevillano lleva a sus espaldas una buena colección de escenarios pisados, de todo tamaño y pelaje, ya sea con Pinball, con Suite, con Los Labios (banda del hijo de Silvio Fernández Melgarejo que tuve el placer de ‘criticar’ en uno de los números de la extinta revista Rock Estatal) o con Los Santos Inocentes, la banda que ha acompañado a Bunbury durante más de quince años, tras disolver al Huracán Ambulante. Aunque pasaron dos años del lanzamiento de uno y otro, lo cierto es que esta segunda entrega es casi, casi, coetánea a su predecesor. Tal es así que alguna de estas canciones bien podrían haber formado parte de La Xana y otras tantas de ellas fueron no solo compuestas durante los conciertos de presentación del debut, sino que al final casi que se ha interpretado en directo mucho antes de que el disco fuera mezclado y masterizado. Por eso se hace complicado marcar una línea diferencial entre uno y otro, porque de hecho el propio autor ha asegurado que con este segundo capítulo se cierra una fase creativa, aunque sí que podemos establecer alguna diferencia significativa. Sobre todo en que Fantasio busca ser mucho más directo y compacto, lo que no quiere decir por ello que descuidado o sencillo. Pero sí es cierto que brilla mucho más en ese lenguaje de tú a tú, con menos capas y trabajo de estudio. Diez temas en los que los referentes siguen muy presentes, dotando al conjunto de una variedad ecléctica del buen gusto setentero y ochentero tan demodé como encantador.

Ciudad Jara – Cinema

No está teniendo ninguna prisa Pablo Sánchez en forjar su camino fuera de La Raíz porque, prisas nunca fueron buenas consejeras, está prestando un mimo y dedicación que se aleja de los estándares del rock al uso, más urgente, más impulsivo. No lo tuvo para dar a conocer su proyecto mientras que sus antiguos compañeros se alinearon rápidamente con nuevas cabeceras (ValiraNativa…), tampoco para su lanzamiento, que acabaría llegando quince meses después del concierto de despedida en Valencia y más de dos años del directo registrado en Vistalegre en Nos Volveremos a Ver.  Su carta de presentación, Donde Nace El Infarto, era tan híbrida que lo mismo confirmaba festivales de corte ‘indie’ como Cooltural Fest Sonorama, que de mestizaje como Rabolagartija y a buen seguro pintaba a ser incluido aquel ‘interrumpido’ Viña Rock (está para este año). En 2021 salió de gira en formato íntimo, con conciertos adaptados a las circunstancias, despachó la nada despreciable cantidad de más de treinta actuaciones bajo el nombre de Solo Nos Queda Una Espina. Un debut permite ubicar el punto situacional, el segundo es el que dibuja trayectoria, de ahí su importancia. Y en esta entrega Pablo refrenda su camino alejado de viejas fórmulas, buscando ya sin ambages el ambiente intimista y de autor que combina la nostalgia de niñez con la mirada más madura. Lejos de proclamas y más de la reflexión. Con halo conceptual, Cinema es la entrada definitiva en un circuito que busca confidentes que escuchen más que seguidores que griten.

Los Estanques y Anni B Sweet – Burbuja Cómoda y Elefante Inesperado

Siempre me ha alegrado y reconfortado, más allá de si el resultado final después es mayor o menor trascendente, eso de que solistas o bandas decidan apostar por lanzar un proyecto conjunto un poco ‘sin venir a qué’. Con las giras estamos más acostumbrados. Dos nombres propios con mucho en común que deciden cruzar repertorios, compartir temas, en fin… Todo eso que hemos visto hacer a grupos o artistas que con una dilatada trayectoria buscan sumar algún estímulo en lo personal y en el bancario. Es bastante menos frecuente en lo que a trabajos de estudio se refiere. En ese ámbito, lo que iba a ser primero un single puntual, venido a más a epé, se ha consolidado con un larga duración de pleno derecho y el primer disco conjunto de Los Estanques con Anni B Sweet. Dos nombres propios con el suficiente empaque propio como para no tener que inventar otro término y como para que de primeras no nos chirríe su unión, pues ambos han hecho gala siempre de una completa libertad para evolucionar en sus propias carreras como para encontrar nexos de unión y compartir esta Burbuja Cómoda y Elefante Inesperado. Sin ser conceptual, hay un hilo conductor fuerte a lo largo del disco o, simplemente, que el resultado es lo bastante cohesionado gracias a los denominadores comunes del amor, la libertad y la armonía de matices y atmósferas como para que la cosa pueda tener un sentido más o menos unitario. Un rock y pop de aires sesenta y setenta, con algo de psicodelia y progresivo controlado. Una colección de canciones que tiene más enjundia que la parafernalia oportunista de otros compañeros de cartel y/o generación.

Narco – Parásitos

Aunque hay gente que todavía se empeña en que las cosas siguen inamovibles por más que se les explique que las relaciones que forman a una banda no son ajenas a los mismos conflictos o desavenencias que pueden producirse en cualquier relación interpersonal, lo cierto es que había ganas de que Narco volviera a empuñar sus armas después de que la traumática salida de Vikingo dejara la cosa tocada y que dijeran adiós tras cumplir con las fechas firmadas. De hecho, casi nadie esperaba esta resurrección después de que Curro Morales despegara otras de sus muchas influencias y cayera de pie con Califato ¾, convirtiéndola por derecho propio en una imprescindible de la escena. Ahora y cinco años después de su última entrega desde el estudio, el ácido y ravero EspichufreniaNarco viene con dos nuevas incorporaciones y con una ligera vuelta de tuerca hacia atrás en su propuesta sonora. Las melodías electrónicas se han hecho ligeramente más luminosas que en Dios Te Odia, el hardcore punk se ha vuelto más canónico que el hiperventilado de Espichufrenia, sigue habiendo dosis de ajustes de cuenta sangrientos como en la primera etapa (precisamente con uno de sus vocalistas fundadores, Chato Chungo) y también otro puñado de drogas y gente de barrio con las cartas marcadas para perder. Quien se empecine en que la realidad sea como quiere sin entender la lógica del devenir de los tiempos, este no es su disco. Quienes apreciamos por encima de todo el trabajo y el compromiso, aplaudimos que sigan en pie.

Pantocrator – Sálvame

Como vengo escribiendo desde hace muchos años, catalogar a los grupos en sacos genéricos nunca ha tenido un sentido más allá ‘de resumen’ instantáneo pero nunca debe ser tomado como algo excluyente. Los barceloneses acumulan en su corta vida tres epés de cuatro temas cada uno de ellos y este ‘larga duración’ que nos ocupa, que viene con ocho nuevos cortes. En total, hablamos de una colección de veinte canciones a lo largo de su carrera que vienen a dar un resultado de metraje que apenas alcanza los cuarenta minutos. ¡Ni Lendakaris Muertos, oiga! ¿Y cómo es posible? Porque Pantocrator, en un ambiente pintado de colorismo y revestido de purpurina, descerraja metralla a toda velocidad de una incuestionable herencia punk (rebautizado para no ahuyentar modernos como power pop) y de tintes garajeros, con unas letras repletas de fina ironía y escarnio, en el caso de las anteriores entregas, y de una gran mala hostia como demuestran en este nuevo artefacto. Un lanzamiento que en sus trece minutos se ha acompañado del lanzamiento de un ‘videoclip’ global que simula la inmundicia de los programas del corazón y el narcisismo y/o insatisfacción que impera en una sociedad desafectada. Menudo trallazo. Tras dar una buena somanta a una colección de indeseables nocturnos en Villacapullos (2019), hacer una recreación histórica demoledora en La Masacre de Putis (2020) y sacar su ‘disco rojo’ con El Chungo Colectivo, ahora en Sálvame el grupo continúa retratando con humor corrosivo aspectos de la vida cotidiana sin ningún tipo de remilgo y, por supuesto, riéndose de sí mismos.

Parquesvr – Si No Fuera Por Estos Momentos, Sería Por Otros

Llegué tarde a su escucha como para traeros en 2019 la crítica de Talego Quini, el debut de Parquesvr, a quienes tenía marcados en rojo desde ese momento, gracias a temas como ‘Tom Petty’, ‘Lance Armstrong’, ‘1992’ o ‘Puretrap’. Temas en los que un corrosivo humor, que nos conecta a otros grandes del género como Juan Abarca y sus Mamá Ladilla, sus hijos putativos Gilipojazz, se presentaba con un rock adusto, cortante y bastardo en su promiscuidad con todo tipo de géneros con personalidad propia. Más adelante, pegaban un repaso del bueno en el single ‘Pero’ a todos aquellos del “no soy machista, pero… No soy racista, pero…” a ritmo de salsa vigoréxica. Por eso, tenía claro que, si mantenían el nivel, su segunda entrega iba a acabar entrando por la puerta grande a esta casa. Así, Si No Fuera Por Estos Momentos, Sería Por Otros se presenta reforzando todo el descaro que la banda ha venido anticipando también en forma de singles previos y que nos ofrecen un combo que partiendo del rock deja que la locura y la ironía sardónica de sus letras impregnen y lleven la presentación formal a donde les pida el cuerpo. Hace tiempo que ‘el rockerío clásico’, a veces excesivamente purista, debería entender que la contemporaneidad de las formas y la apertura en los esquemas es una excelente forma de permitir que, precisamente, el rock no muera. Un retrato social no solo muestra las flores del cartón piedra, sino las calaveras del reverso siniestro.

Tanxugueiras – Diluvio

Parece haber pasado un mundo pero fue hace dos años y medio cuando rompía en la web una nueva lanza para otro verso alejado del rock que da título a nuestra cabecera, pero que os traía como propuesta de ser conocida: Tanxugueiras. En febrero de 2020, antes de que el virus que veíamos por la tele en China acabara demostrando, nunca mejor dicho, que ‘non hai fronteiras’, traía a esta casa la crítica de Contrapunto, su segundo disco, diciendo de aquel álbum que “juega con una línea argumental conceptual, en la que la cara positiva y la negativa de la vida, tan real, se dan de la mano para dibujar un disco lleno de emociones vívidas y una intensidad tan latente que, aquí la clave, no desentona como crítica en una página web de Rock” y, concluía, “no hacen falta guitarras eléctricas para sentir el rock en el pecho”. Un año después, en febrero de 2021, fruto de meses de intenso trabajo, el trío formado por Sabela Maneiro, Olaia Maneiro y Aida Tarrío, estrenaba ‘Midas’, el primero de los cortes avanzados de lo que, a la postre, es Diluvio, su tercer larga duración que viene con Calaverita Records. Mi sorpresa ante el nuevo salto de valentía me llevó a tuitear“En el adelanto de su tercer disco, apuntan a territorios urbanos sin perder esa esencia (de música tradicional gallega). Cuando sea mainstream, recordad que os presenté a Tanxugueiras”. Después llegaría la revolución generada en torno a su participación en Benidorm Fest que, más allá del ruido, multiplicó la difusión de un nombre que, honestamente, ya considero necesario dentro de un panorama musical como reacción a lo quirúrgicamente clonado. Propuestas que dan una vuelta al folclore para adaptarlo a nuevos códigos, como bien han hecho Rodrigo Cuevas en Asturias o Califato ¾ en Andalucía. Y además sus canciones tienen mensajes de defensa al amor libre (y propio), frente a la avaricia, la codicia o la envidia, los totalitarismos o la tiranía de la imposición de cuerpos normativos. Un disco perfecto y variado en las formas, con mensaje, bien cantado y que suma la raíz del folclore a los sonidos de moda pero usados con inteligencia y estilo. Con todos estos argumentos, ¿cómo no iban a estar aquí?

Tierra Santa – Destino

Casi cinco años ha habido que esperar para reencontrarse con nuevo material de la veterana y carismática banda riojana, tan solo atemperada por la edición de un directo en Gillman Fest de 2018. Nunca ha habido que esperar tanto para un nuevo trabajo y eso que ya en la pasada década apostaron por levantar un poco el pie del acelerador en cuanto a los lanzamientos, que en sus primeros años de vida se contaban por cada año y medio. En estos años y como banda que no quiere aburrirse y que siente inquietud por no anquilosarse en la misma fórmula, Tierra Santa sufrió una cierta dosis de ‘incomprensión’ de parte de sus seguidores porque a sus matices de power metal épico y legendario, que nunca dejaron de estar presentes en los discos anteriores, les sumara también temas con un toque más melódico, por momentos AOR, por otros hard rock y en otros con melodías más suaves si cabe, con un cénit alcanzado quizá con el acústico de Esencia. Sabiendo que el viaje es largo, Ángel San Juan y los suyos nunca cedieron en su decisión y en su trayectoria y por eso ahora este Destino parece ser una continuación lógica del continuo movimiento. Es un disco que recupera mucho de ese nervio iniciático, pero también con la sabiduría que da el haber explorado otras sonoridades, reconociendo las hechuras inconfundibles de una banda que ha tenido muy claro que nadie les iba a doblegar nunca su brújula en cada uno de los momentos. Siguen vivos y con ganas de seguir difundiendo su sello. Con Destino lo firman por decimosegunda vez.

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Publicado el enero 4, 2023 en Actualidad, Discos del año y etiquetado en , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 11 comentarios.

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