León Benavente – Era
A León Benavente, como le ocurrió a Toundra y Carolina Durante, dos de las bandas de las que he escrito también esta semana, le pilló el estallido de la pandemia en pleno despliegue de gira de presentación de su disco Vamos A Volvernos Locos, publicado apenas seis meses antes de aquel famoso fin de semana de mitad de marzo. Le dio tiempo, al menos, de iniciar la gira de salas y teatros (por suerte pude verlos a tiempo en enero, después de las magníficas sensaciones de su directo festivalero de unos años antes) pero ‘se cargó’ toda la agenda de festivales que se los rifaban, como es normal. Quien los ha visto en directo lo sabe. Son puro fuego y gasolina en una catarsis de euforia, de ejecución enérgica, como un trueno de distorsión, técnica y modernismo. Con las progresivas olas han ido ofreciendo alguna que otra fecha en estos tiempos mientras que daban forma a las diez canciones que, al fin, salen en su cuarto larga duración, titulado Era. Lo que no vimos venir ni críticos ni seguidores era esta vuelta de tuerca a su concepción musical, dicen, por no aburrirse y seguir manteniendo nuevos estímulos. Y es que si uno esperaba la liberación de una furia contenida en forma de canciones vocalmente intensas y de contundencia rítmica y guitarrera, León Benavente presenta un álbum que descoloca en las primeras escuchas precisamente por la ausencia de guitarras al uso y de unas fórmulas rockeras más al uso. Está pero no es lo que prima. En un decidido cambio de roles entre el cuarto, Era representa un salto al vacío con mucho electrónica haciendo el rol de cuerdas de acero, una contención muy acusada en el trabajo vocal y una capacidad melódica y armónica cimentada en tempos algo más pausados. ¿Significa eso que León Benavente se han hecho puretas y sentado la cabeza? En absoluto, sencillamente, han ido un par de pasos por delante, como suelen hacer los más valientes o los más temerarios.
Como sabéis, suelo alejarme bastante de lo que son ‘adelantos’ y ‘singles’ una vez que un disco tiene una fecha de lanzamiento más o menos cercana. Por eso, decidí esperar al álbum completo para extraer la idea de conjunto que León Benavente buscaba con este trabajo. Curiosamente, luego me encontraría una identificable estrofa en la canción ‘Viejos Rockeros Viejos’, pero a eso llegaremos más abajo. Cuando recibí de Warner el pack promocional y vi que se acompañaba de un extenso y lujoso dossier informativo pensé, “aquí están colocando las vendas antes de la herida”.
Debe ser que la experiencia es un grado pero así fue. Primer opté por darle una escucha al disco en el coche. Después, a la vieja usanza, con libreto en la mano, siguiendo las letras mientras se reproducía en mi estudio. A la tercera, me dije, vamos a leer qué cuentan en el dossier. Como si se hubiese escrito en función de los hechos relatados con anterioridad, me encuentro que el bueno de Abraham Boba (voz y textos) habla además de todas y cada una de las canciones de que si se ha perdido la costumbre de escuchar un disco entero de 45 minutos sin hacer otra cosa mientras que sí se ven 2 horas (o más) de películas o series, que si el concepto del álbum bajo el título de Era y, aposentado en su polisemia, la concepción global del álbum y otras serie de explicaciones que vienen a argumentar el porqué de este cambio sonoro.
Antes de entrar en el meollo de las canciones, (resulta infrecuente una información tan detallada sobre ellas, me temo que ha preferido dejarlo claro antes de leer interpretaciones desafortunadas), repasaremos que el álbum ha sido compuesto entre Val Miñor y Mozota en un trabajo coral por fases. Fue grabado por Cristian Barros en El Cariño (Mozota) entre los meses de mayo y junio del pasado curso, mezclado por Jake Aron y masterizado por Chris Gehringer en Sterling Sound. La producción corre a cargo de la propia banda, que se sigue completando con Eduardo Baos, Luis Rodríguez y César Verdú. Entre las colaboraciones, encontramos que repite Miren Iza (Tulsa) en ‘Todas Las Letras’, se estrena Triángulo de Amor Bizarro con voz y guitarras en ‘Te Comes Mi Corazón’ y Phillip Peterson aportará cuerdas y arreglos en ‘La Cámara De Ecos’. Por último, detallaremos que el arte y concepto gráfico es obra de Coqué Azcona.
En ese cambio de roles, Eduardo Baos dejó el bajo y el sintetizador y pasó a desarrollar toda la electrónica y las programaciones. Luis Rodríguez colgó la guitarra eléctrica para pasar a tocar el bajo y César Verdú limitó el uso de la batería tradicional a ser complemento de las cajas de ritmos. Los textos, como siempre a un nivel muy alto, son obra de Abraham Boba, que se enorgullece de haber incorporado por primera vez un piano acústico. Sea.
Me alegro de haber hecho el ejercicio propuesto por los autores antes de leer su propio texto, sobre todo, porque me permitió detectar por mi cuenta muchas de las referencias literarias o cinematográficas que se deslizan por el álbum, siendo ‘Líbrame del Mal’ una de la más cargadas de ellas. Bob Dylan, María Salgado, Blade Runner, Rafael Berrio… nos dan la bienvenida en la que, cuentan, fue la primera canción compuesta y, por ello, merecedora de abrir la decena. La entrada ofrece una percusión casi tribal y limpia en los primeros fraseos y al primer estribillo, hasta llegar la explosión de electrónica que en su melodía subrepticia me evoca ligeramente al ‘Pure’ de Lightning Seeds. Una suerte de canción creciente que se va agitando más en adornos y potencia en su coda.
Con una suntuosidad y sinuosidad turbia llega el divertido ejercicio lírico de ‘Todas Las Letras’ (a los frikis del lenguaje nos encantan ‘estas mierdas’) que se construye en forma de repaso al abecedario, mientras que el estribillo acabará siendo de un delirio adictivo. El tempo se va acelerando, como el estruendo, plenamente voraz, y la voz de Tulsa refuerza y potencia lo turbio de todo el conjunto. ‘Di No A La Nostalgia’ es una de las canciones que sirven para tomar el pulso medio del álbum. A partir de una serenidad no impostada, consigue mantener los niveles de excitación a una altura similar de sus grandes himnos. A las referencias oscuras que citan como ‘I’m The Walrus’ de The Beatles o Darkside, yo sumaría el Exciter de Depeche Mode. La densidad del minimalista estribillo acabará teniendo un escape armónico en una inesperada guitarra con leve distorsión para la coda.
‘Persona’ juega al contraste entre la supuesta humanidad del título que, sin embargo, es analizada como ente abstracto y maquinal, para lo que se le busca un arrope cien por cien electrónico. En el estribillo, la música me evoca aires del francés Jean Michel Jarre, que también ha navegado por conceptos similares en ciertos momentos de su amplísima carrera. Presentada en alguna entrevista como una posible continuación argumental de ‘Ser Brigada’, ‘La Gran Muralla’ es una de esas típicas canciones de León Benavente presentada en varios bloques, aquí en tres que, sin embargo, van intensificando su presencia instrumental del minimalismo inicial a una muy manipulada percusión en la parte central, que le da un aire de rebato guerrero. La tercera parte es más convencional, como una suerte de liberación con sabor a despedida.
La canción más breve y loca del álbum es ‘Mítico’. El tema es un ejercicio casi gamberro por parte del grupo, desde la manipulación del fraseo, que se lleva lo recitado-rapeado del fraseo a terrenos más graves y antinaturales frente a un estribillo totalmente discotequero. En contraposición, ‘Viejos Rockeros Viejos’ es un nuevo ejemplo de cómo reírse de sí mismo (o de su generación), como ya hicieran en temas como ‘Cuatro Monos’, ‘Habitación 615’ o ‘Maestros Antiguos’, alertando en la letra, precisamente, del disco como concepto y otras lindezas. Quizá lo del “hay que saber irse de una fiesta antes de que se vayan los demás” es la mejor forma de explicar el cambio atmosférico de Era.
‘Canciones Para No Dormir’ es la canción más ‘pandémica’ de la lista, donde la música, con tintes disco muy claros, viene a ser una celebración del recuerdo nostálgico (pese a todo) del último concierto ‘normal’, ofrecido en la Copera de Granada, con saludo incluido. En el texto, bella referencia a ‘La Tierra Baldía’ de T.S. Eliot con aquello de que “abril es el mes más cruel”. Abril de 2020… el mes de los ataúdes en polideportivos.
En la dupla final, ‘Te Comes Mi Corazón’ es una de las joyas del disco gracias a la excelsa colaboración de Triángulo de Amor Bizarro que, cuentan, hizo exactamente el mismo caso a las indicaciones que Bunbury a Love of Lesbian en ‘El Sur’, es decir, ninguno. La canción es una truculenta historial pasional que, según señala el grupo, se mueve entre Leonard Cohen (quizá por la sensualidad) y Einstürzende Neubauten por el ruidismo (pensaba que era el único loco que les tenía aprecio). Yo sumaría también a Throbbing Gristle. Una pasada, en suma.
El cierre llega con la más pasional de la decena, ‘La Cámara De Ecos’. Un texto autobiográfico que, para potenciar la fragilidad y desnudez, se presenta con protagonismo de piano, en un tempo convencional y hasta con aires de crooner, y con deliciosos arreglos de cuerda que se integran en el tema y que adquirirán otra dimensión en la coda a solas del último minuto.
Así, cuando esperábamos una llamarada de agresividad León Benavente vuelve a confiar en la audacia de su audiencia, ‘exigiéndole’ un ejercicio de comprensión para un disco conceptualmente complejo pero, a la larga, jodidamente gratificante. Y para eso hay que estar muy seguro de tu propio talento o, como canta, “restando importancia a lo que la gente piensa de ti”.
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Lista de canciones – tracklist:
- Líbrame Del Mal
- Todas Las Letras (con Tulsa)
- Di No A La Nostalgia
- Persona
- La Gran Muralla
- Mítico
- Viejos Rockeros Viejos
- Canciones Para No Dormir
- Te Comes Mi Corazón (con Triángulo de Amor Bizarro)
- La Cámara De Ecos
Publicado el febrero 10, 2022 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, Era, León Benavente. Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.
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