713avo Amor – Horrores Varios De La Estupidez Actual (1994)

713avo Amor Horrores Varios De la Estupidez actualSetenta y tres minutos de plena víscera y decadencia. El grupo malagueño liderado espiritual y musicalmente por Carlos Desastre voló las cabezas de la corrección formal a principio de la década de los noventa con esta cabecera. Un grupo que abraza sin miedo el ruidismo, lo decadente de una sociedad que en 1994 ya estaba igual de enferma que la actual. Es escalofriante incluso hasta el punto de que aguanta la escucha más de veinte años después con la misma entereza. Al final se trata de retratos de soledad y rutinas costumbristas deformes que se recitan y gritan con una magnificencia que te abrasa la piel, los oídos y todos los sentidos. Algunos cortes, quizá sobre todo los que no superan el minuto son más digeribles, pero el álbum tiene algunos textos, largos y crecientes en la náusea y el dolor, que se quedan grabados como una cicatriz. La remember de hoy es solo para valientes, entre la crueldad y lo truculento. Quince Horrores Varios De La Estupidez Actual.

Carlos Desastre, Antonio Acién y Emilio Salvatierra componen el trío que descerraja uno de los discos más difíciles del rock en castellano. 713avo Amor juegan con al despiste con una crudeza en las formas que esconde una gran técnica. Momentos rítmicos que rompen en cambios de tempo y experimentación mientras que la voz de Carlos abruma escupiendo historias de dolor. Tras la introducción atemperada de ‘No Hay Música’, ‘Cadena Perpetua/Condena Voluntaria’ es, a la postre, una de las más musicales de la lista, dos hermanos gemelos enamorados de la misma mujer más allá de la muerte, suicidio, doble voz… Muy visceral todo, aunque no es lo más heavy del disco.

‘Tú Canción Favorita’ es, como más agudizada si cabe ‘La Cabalgata De La Vierte’, una canción de corte mortuoria. La primera repasa una serie de aberraciones adjudicadas a los vínculos emocionales que puedas tener con un tema. Nihilismo puro, aquí no te salva ni la música, parecen avisar. La segunda es más inquietante con los coros femeninos de Belén Valverde y Nima Lezpop, evocando una procesión de muertos o un aquelarre místico-ritual. Entre ellas se sitúa una de las joyas imprescindibles, ‘Alubias y Sus Sueños Rotos’. El cartel de entrada lo deja claro, “damas y caballeros, niñas y niños, pasen y vean, el horror está servido”. Aspiraciones de éxito truncado para un chaval de barrio (más no hay futuro). El grito que se sucede a continuación ya hiela la sangre. Extremismo puro. La narración inicial presenta una cohorte de personajes, policías municipales, niños que compran cigarros sueltos, señoras en la calle viendo telenovelas… Hasta que llegamos a la velada de boxeo donde la fanfarria épica de vientos evoca al mismísimo Rocky. El crescendo posterior, con música y grito, es imponente. Pura llaga.

Nublado’ parece burlarse de quienes se regodean en la complacencia de sus dolores internos como interludio. Es como un “¿Tú estás mal? ¿Estás escuchando estas canciones? No te quejes por mierdas”. Un descanso antes de afrontar ‘Un Día, Soso, Ante La Puerta De Mi Cabeza’, otra de las enormes. Otro crescendo hacia la demencia de un tipo que acaba en una discoteca donde ve lo horrendo de un panorama que le hace acabar revolcado con las colillas y la basura. Al final, un momento de lucidez (¿?) que le lleva a tomar la televisión y cantar en el telediario de las 9 todo el dolor y odio con dirección universal. Esa coda final a ritmo de rumba-tango es escalofriante y urgente. “Habrá un primer aviso en el Avance Informativo, haré que todo parezca un fallo técnico de emisión pero luego volveré, SI, volveré a decírtelo todo en el telediario de las nueve disfrazado de interferencia con maquillaje de distorsión y una corbata de acoples que todo está perdido”. Los gritos de “Solo” repetidos terminan de acercar las lágrimas.

Tras esta bomba tres cortes en tres minutos aligeran la carga emocional. ‘En El País De Los Sueños’ es lo más cercano a una canción de amor que hay en el disco. ‘Irse’ juega con el reproche mesiánico y ‘Sucederá, No Puedo Controlarlo’ contiene una melodía de piano tan soberbia como su poesía: “Voy a por otra pesadilla, voy a sufrir entre mis sueños. Voy a cerrar los ojos cariño mío. Sucederá, no puedo controlarlo”. Antes de la salvajada final, ‘El Bar De Dios’ vuelve hacer otro inventario social con la crudeza manejada, todos al redil mientras “dios nos sirve el semen de su hipocresía”. Las formas, más tranquilas y melódicas, son menos tormentosas. ‘De Rango Basurero’ asombra por la batería hardcoreta aunque el resto no sea tan agresivo. En cualquier caso, todo es igual de decadente. ‘La Televisión No Lo Filma’ es otro dardo de veneno rápido, servido en treinta segundos: “hay niños que recuerdan el día de los Reyes Magos por los regalos que no han recibido. Un espalda mojada se despeña por la pared de un acantilado. Están asesinando tus sueños. La televisión no lo filma”.

Para el final y a modo de introducción del último corte, ‘No Hay Música II’ es un ejercicio de noise puro y duro. Así, si has llegado vivo a ‘Nos Cambiaron Por Pistolas’ no importa. La bestial historia de un padre que se apuesta a sus tres hijos a un tipo apodado ‘el gordo’ es tan hardcore como creíble con una genial interpretación vocal y ambientación musical. Un argumento que se queda corto para Tarantino. Son 16 minutos de amargura y dolor, las palabras se convierten en agujas que se clavan en las entrañas y en cada rincón del alma. Es imposible decir más que poneros la letra o invitaros a escucharla, al igual que el resto de selección que os he dejado.

Perdonadme por enseñaros esto porque, seguramente, os impresionará para siempre.

En una sierra inhumana, nacimos mis dos hermanos y yo. De mamá sólo conocimos la cruz que había sobre su tumba, pero mejor hubiera sido conocer la de papá.

Ahora, ahora os contaré por qué…
Nuestro padre era un viejo de pelo blanco que montaba un caballo tordo y recorría las poblaciones que había en los alrededores, disparando a diestro y siniestro sus pistolas, motivo de su locura, para engordar la cifra en cruces en los cementerios.

Noche de luna gitana… Un tablao de aglomerao aguantando sin reproches los taconazos de una bailaora… Al fondo mi padre, jugando a las cartas. Se quedó sin dinero, y preguntó al Gordo:

— ¡Ey! ¿Aceptas como apuesta las vidas de mis tres churumbelillos? Y con la condición de que yo tenga, hoy pierda o gane, una docena de pistolas de esas nuevas que tú tienes y un carro lleno de munición…

El Gordo dijo sí, con sarcasmo, y mi padre… Ay, mi padre… perdió, claro.

Esa misma noche venían a recogernos dos trabajadores de la hacienda del Gordo. Apestaban a vino… Nos sacaron a empujones de la cama, mi padre disparaba al techo y a los muebles, sin ton ni son, y cada uno de ellos sujetaba a uno de mis hermanos; mi padre me sujetaba a mí. Yo desde el primer momento sabía que aquello era el final, y en el primer descuido que tuvieron salí corriendo por la puerta de atrás. No sabía lo que me esperaba allí fuera, pero no volví la vista atrás… No, no volví la vista atrás… Pero no volvía la vista atrás.

Durante mucho tiempo anduve vagando por aquella sierra inhumana buscando a mi padre, pero no lo encontré, y poco a poco me fui enterando de lo que ocurrió con mis hermanos en boca de los habitentes de las poblaciones cercanas a la hacienda.

Mi hermana vivía custodiada por dos viejas de vestido negro, caras de hiena y sonrisa desdentada. Tenía 11 años cuando la sangre la hizo mujer con dulzura. Quería el Gordo que fuera mujer y madre al mismo tiempo. Que toda la Hacienda se vistiera de fiesta para tan señalada fecha, así que decenas de sirvientes trabajaban sin descanso, poniendo farolillos, largas cadenas de flores hechas a mano, construyendo largas mesas para el banquete donde habría comida para un par de años y bebida suficiente para emborrachar a un ejército. El Gordo estaba descosido dando órdenes, esperando el momento con impaciencia, cuando le avisaron de que dentro, todo estaba preparado. Habían llevado las sirvientas a mi hermana a una habitación donde había una cama, hermana gemela del patíbulo. La ataron brazos y piernas con cuerdas y extendieron una alfombra roja desde los pies de la cama a la puerta… Y entró el Gordo… Sudoroso, maloliente… Con las botas de barro pisaba fuerte. Desenfundando su puñal y mojándolo en veneno de hijos, el Gordo se tumbó sobre mi hermana mordiéndola. Mi hermana lloraba y gritaba. Las viejas se besaban con sus lenguas excitando aún más al Gordo, que cada vez que alzaba la cabeza veía sus cuerpos arrugados chupándose. Mi hermana gemía y gritaba… y el Gordo le clavó su puñal, le clavó su puñal, le clavó su puñal…

Mi hermano, el menor de los tres… Ojos celestes como el cielo de verano… «Ojos celestes como el cielo de verano tiene este niño», cantaba mi abuela cuando le daba el biberón de vino barato y le hacía dormir la siesta en su butaca desvencijada. El Gordo se encaprichó de esos ojos.

MAL ASUNTO.

Mi hermano limpiaba establos, descargaba carros y arrastraba burros cargados hasta la agonía. Servía de bufón a ratos para divertir y excitar al Gordo y sus secuaces. Un día, hora del almuerzo, llamó el Gordo a mi hermano a su salón. Le pegó puntapiés hasta hacerlo desmayar. Le echaron agua sus secuaces, reanimándole, y todavía tuvo mi hermano que hacer alguna pirueta, contar un par de chistes y de enseñar su pito… y dejar que el Gordo lo tocara… y lo besara… Entonces el Gordo cogió un sacacorchos que había encima de la mesa y le arrancó los ojos celestes como el cielo de verano, azul celeste como el cielo de verano a mi hermano… Y se hizo un collar que colgaba sobre su pecho… bosque de pelo negro.

Aún aquí no había terminado el trabajo de mi hermano, porque llegada la noche tenía que servir a la esposa del Gordo, mientras éste empinaba el codo en cualquier taberna de una población cercana soñando con arruinar familias como la nuestra. La señora en sí no era gran cosa: verrugas con pelos en la cara, surcos de una infección mal curada por todo el cuerpo. Su antepasado lesbiano la poseía; mi hermano era su nuevo juguete, el nuevo perrito de la niña rica de la hacienda. Así que esa noche acompañaron a mi hermano, le ayudaban a subir las escaleras hacia el dormitorio de la señora, abrieron la puerta y allí estaba ella: tumbada, desnuda, sobrexcitada, mirando en éxtasis a la lámpara. En su entrepierna había una montañita de azúcar para que mi hermano la comiera. Y agarrándole de los pelos le decía: ven niño, chúpamelo… chúpamelo, niño

Esa noche mi hermana era mujer y madre apaleada, mi hermano un espantapájaros ciego ahuyentando cuervos en los sembrados de la Hacienda, mi madre un montón de huesos comidos por gusanos…

¿Por qué nos cambiaste por pistolas, papá? ¿Eh? ¿Por qué?

Y yo me enfundaré unas botas rojas
y subiré los cuellos de mi abrigo;
pensaré con los días en la boca
y los insultos en el cielo,
caminaré cuatro lunas, o siete, o diez, o veinte, o cien…
dejando huellas por si me andas buscando
porque yo a tí sí te busco, papá
para cumplir lo jurado
una venganza
a tres disparos:
uno por mi madre,
otro por mi hermana
y otro por mi hermano,

y después de cumplir lo jurado
quizás mi dedo se vuelva loco
y te llene de plomo,
aunque tenga que arrastrarme como
el monstruo que me has hecho
y te chupe los ojos con cariño de ternero
y me azote la espalda,
pero no dejaré,
no dejaré de preguntarte
hasta que me contestes:

papá, papá, ¿por qué nos cambiaste por pistolas?

 

PD: Gracias Curro Lucas, por la presentación.

 

En Spotify.

Tracklist:

  1. No Hay Música
  2. Cadena Perpetua/Condena Voluntaria
  3. Tu Canción Favorita
  4. Alubias y Sus Sueños Rotos
  5. La Cabalgata De la Vierte
  6. Nublado
  7. Un Día, Solo, Ante La Puerta De Mi Cabeza
  8. En El País De Los Sueños
  9. Irse
  10. Sucederá, No Puedo Controlarlo
  11. El Bar De Dios
  12. De Rango Basurero
  13. La Televisión No Lo Filma
  14. No Hay Música II
  15. Nos Cambiaron Por Pistolas

 

 

 

Publicado el octubre 23, 2015 en Críticas Remember y etiquetado en , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

  1. «El grupo malagueño liderado espiritual y musicalmente por Carlos Desastre voló las cabezas de la corrección formal a principio de la década de los noventa con esta cabecera»

    Discrepo,este proyecto no lo lideró musicalmente Carlos Desastre sino Antonio L. Aciem y Emilio Salvatierra, es más Carlos fue el causante de su separación al desmotivar de forma evidente a sus compañeros al querer monopolizar el grupo con sus monólogos. No lo digo yo, lo dicen Antonio y Emilio en este video-entrevista https://www.youtube.com/watch?v=U7YVfmrlu3w

    Se espera próximamente la edición de todo su material grabado.

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