Javier Krahe – Valle de Lágrimas (1980)
La música tiene numerosos poderes de su lado. A todos los conocidos asociados a sentimientos, también está el reconstituyente. Cada cual tendrá sus grupos o artistas señalados para ello. Cuando las semanas o los días se ponen difíciles en el ánimo, suelo tirar de uno de los tocayos de los que me siento más orgulloso. Y con quien me lo pasaba ya en grande con apenas cinco o seis años. Al hilo del artículo confidente y repleto de admiración que publiqué con motivo de la muerte de Leonard Cohen, ya reconocía que ese gusto y afición me ha venido por la vía materna. También esta semana ha tenido ese componente para que la crítica remember elegida este viernes sea Krahe. Lo recordaba hace unos días al analizar el Tributo a Sabina, Ni Tan Joven, Ni Tan Viejo. Se le echa de menos en ese banquete en el cancionero de su colega. El caso es que desde aquella bisoñez, este burlón ha sido siempre un guía frente a la estupidez. Un remanso de calma con el que sonreír desde el intelecto, la rima y la métrica cuidada. Después, quiso la fortuna y la noche que compartiera varias noches de conversación tras tres conciertos en el más que recomendable Cervezas del Mundo (conocido también como El Zaguán –ZH2ON-). Sumarían entre las tres noches menos de tres horas, pero lo pasamos tan bien que lo recuerdo como si fuese un familiar. “Tienes la cámara rota, me ha sacado demasiado viejo”, me dijo. Tocayo, no eras viejo, ya eras eterno.
Dentro de su discografía he optado por el primer disco, este Valle De Lágrimas, por ser, precisamente, su estreno. Y es que echando un ojo a su obra, concluimos que en todos y cada uno de los discos hay canciones imprescindibles. Recopiladas con maestría en Surtido Selecto, publicado en el gaseoso año 2000. Así que, no lo duden, si quieren empezar a conocerlo, háganlo por ese doble.
Luego están sus directos. Algunos fríos como Elígeme (1988), puesto que sus monólogos y explicaciones antes de los temas no figuran, otros más realistas, como el En El Café Central de Madrid, y ese rizar el rizo que son los dos directos de canciones inéditas, Cábalas y Cicatrices (2002) y Querencias y Extravíos (2007). Y también tiene mucho de notable el tributo rendido en …Y Todo Es Vanidad, donde destacan las impresionantes versiones de Rosendo, Enrique Morente, Lichis, Joaquín Sabina, Javier Ruibal, Wyoming y Reverendo, Luis Eduardo Aute y Pablo Carbonell, que fue quien en aquella de julio de 2015 comunicaba en Twitter la gran pérdida. Entre la pena y la alegría, conmovía el corazón escucharle contar en su obra-monólogo-libro ‘El Mundo de la Tarántula’ cómo le enseñó la canción ‘Bicicleta Estática’ (en el regreso de Los Toreros Muertos) y Krahe le decía “dale una vuelta, dale una vuelta”.
Este disco tiene mucho de simbólico porque, además de ser mi año de nacimiento, contiene varias de las canciones que se incluirían posteriormente en La Mandrágora, el disco en directo junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez (a quien también tuve la suerte de ver en vivo en la misma cervecería de marras). De hecho, Pérez firma muchos de los arreglos y se echa cantes en más de una canción, así como acordes.
También le acompañaban en esta grabación el sempiterno Andreas Prittwitz al clarinete, saxofón y flauta y Fernando Anguita al contrabajo. Sería años más tarde cuando Javier López de Guereña se convirtiera en su escudero de lujo.
‘Villatripas’ y el duelo histórico y cainita entre dos pueblos ficticios de España, ‘La Hoguera’, para mí la mejor canción de Krahe, y ‘Marinette’ (como Ladybug), canción de Georges Brassens (su gran influencia), rebautizada como ‘Marieta’ y su coletilla conocida. Además de estos tres chispazos, ‘Don Andrés Octogenario’ y ‘El Tío Marcial’ (maravillosa en su narración y con esa armónica dylaniana) sacan la oscuridad premortuoria, que después se volvería más alegre con ‘El Vicio En El Hospicio’ de Sacrificio de Dama.
‘El Lirón’ y ‘La Oveja Negra’, alegorías aplicables a personas, también anticipan otras canciones ‘animales’, como ‘El Topo’. ‘San Cucufato’ tira de santoral como después hará también a modo de corolario en ‘Los Caminos del Señor’, mientras que ‘Raúl’ es un puro ejercicio de rima y rítmica, de esos desafíos que se auto-lanzan los que pueden. No me olvido del dardo certero al machista inútil en ‘¿Dónde Se Habrá Metido Esta Mujer?’, que ya dejaba ver que con Krahe todo era distinto.
“Ahora viene el ínclito, el maravilloso, el de los dedos vertiginosos, el rock duro de Javier Krahe”.
Lista de canciones – tracklist:
- Villatripas
- Don Andrés Octogenario
- El Lirón
- La Hoguera
- ¿Dónde Se Habrá Metido Esta Mujer?
- El Tío Marcial
- Raúl
- San Cucufato
- La Oveja Negra
- Marieta
La edición de Spotify del disco se acompaña con Aparejo de Dama, su segundo de estudio.
Publicado el enero 24, 2020 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Remember, Javier Krahe, Valle de Lágrimas. Guarda el enlace permanente. 3 comentarios.
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