Rosalía. Estreno de Motomami Tour. Almería. 6 de julio
Un mes después de la publicación del tercer elepé de Rosalía, Motomami, se anunciaban las fechas de una cuantiosa gira mundial, con la que la artista daba el salto con una agenda tan ambiciosa que contempla la visita de 17 países en seis meses. Un periplo que, bingo, comenzó anoche en Almería, convertida desde el primer día en foco de atención por todos los rosaliers – motomamis – motopapis para tener las primeras informaciones sobre cómo es el nuevo espectáculo de la artista. Os confieso que, después de llevar más de ocho años llevando la comunicación y prensa del Área de Cultura del Ayuntamiento de Almería a través de la agencia para la que trabajo, siento mucho de satisfacción por ello. Sobre todo porque ‘pequeña pero firme’, que diría Extremoduro en ‘Sucede’, Almería fue una de las primeras ciudades del país que apostó sin ambages por la #CulturaSegura. Dos días después de acabar el confinamiento ya tuve que cubrir mi primer concierto. Solo en ese verano se celebraron más de 40 conciertos, cuando en el resto de España era un solar. Al siguiente verano, todavía con mascarillas obligatorias, distanciamientos, sentados y todas las medidas que hoy parecen ser un pesadilla distópica, se habían celebrado más de 120 conciertos, obras de teatro y un largo etcétera. Por eso, a mí lo de anoche me sabe un poquito mejor. Porque es un premio, trabajado, a muchos meses de compromiso con la cultura, igual que entiendo el compromiso hacia lectores o ciudadanos. Ya lo decía también Neruda, aquello de “cumpliendo con mi oficio, piedra con piedra, pluma a pluma. Pasa el invierno y deja sitios abandonados, habitaciones muertas: yo trabajo y trabajo”. Y allí anduvimos, en el estreno mundial de la gira de un ciclón llamado Rosalía. (FOTOS: José Antonio Holgado para el Área de Cultura – Contraportada).
Motomami Tour lleva consigo un centenar de personas del equipo técnico, diez bailarines, ocho camiones de materiales, tres camiones ‘sleepers’ para el personal de gira, más de 150 personas de personal local involucrado, desde cargadores y conductores, pasando por cocineros, servicio de hostelería para el concierto, seguridad, sanitarios… Y un incremento de ocupación hotelera del 25% motivado por el concierto.
La voracidad e impaciencia que provoca el fenómeno fan hizo que todo el acceso discurriera de forma sorprendentemente ágil y más de la mitad del recinto esta ya completo a falta de una hora del inicio del concierto. Para paliar la espera, música sacada de una playlist bastante cercana a la artista, ‘Bulerías De La Perla’ de Camarón de la Isla, ‘Tu Mirá’ de Lole y Manuel, ‘La Niña De Fuego’ de Manolo Caracol, y ligeras dosis de electrónica y soul.
Abajo, dos zonas delimitadas en un ‘front-stage’ bastante generoso, ya que al final la zona ocupaba casi un tercio del espacio y una segunda delimitada hacia atrás. Arriba, en el escenario, una limpidez diáfana conseguida por una suerte de cuadrilátero con telón, techo y suelo blanco con un perímetro de focos en la parte superior y dos enormes pantallas negras a cada lado. Poco más. Y nada más empezar el concierto tendríamos la explicación.
Tras un rugido de motores, el cuerpo de baile de Rosalía, formado por una decena de bailarines, a diferencia de la gira anterior, que eran chicas, aparece ataviado con cascos luminosos y actitud desafiante y guerrera, como si se tratara de un atávico ritual o de la llegada de seres de otro mundo. De entre ellos, cual ‘madre de dragones’ liderando al clan, aparecerá Rosalía con un atuendo colegial que no abandonará en toda la noche, pese a los rigores de la exigencia física del concierto sumado a los calores estivales. ‘Saoko’ inicia el aquelarre de un arranque de canciones que bien podrían haber sido bises. Un tema con una base tan densa como el doom, con un piano desordenado que, sí, bebe del jazz, y que a su vez incluye guiño a Wisin y Daddy Yankee. ‘Candy’, balada romántica de timbre limpio y agudo, con su “Almería no me olvides”, y el jugueteo de ‘Bizcochito’, batidora casi alucinógena donde coquetea con lo infantil puesto que hasta los bailarines recorrían el escenario cual querubines, mantuvieron el efectismo brutal que tuvo su colofón en esos compases y sonidos de bachata canónica que es ‘La Fama’, con base del joven Tainy.
Estos cuatro temas son suficientes para entender el porqué del escenario porque junto a Rosalía y los bailarines (con un premeditado equilibrio que recuerda a los viejos anuncios de Benetton) veremos la figura de un operador de cámara móvil, que retransmite desde el escenario la actuación como si de un videoclip en directo se tratara. Un trabajo de coordinación excepcional que dice también mucho de los nuevos tiempos de la música como espectáculo. Pero, lo más curioso, es que pese a lo que pudiera parecer un maquinal concierto pautado, Rosalía consigue que todo fluya con una naturalidad pasmosa. Que sus improvisaciones y conversaciones con el público prescindan de grandilocuencias, que la sonrisa que brota sea sincera, que el equilibrio entre lo medido y lo improvisado sea arrollador. Y les guste o no a los haters, eso se consigue desde un trabajo de muchas horas al día, desde un compromiso inquebrantable sobre el que se construye, sí, una inversión, pero no por ello regalada.
Tras el voraz inicio fue con ‘Dolerme’ cuando lanzó una primera intervención en la que recordó pasear por las calles de Almería con ocho años y sentirse ya entonces una súper estrella como David Bisbal y Tomatito, antes de que su Gibson le acompañara en un tema que sirvió de puente hacia la fusión de doce tiempos de sus dos bulerías más cabales, ‘De Aquí No Sales’ de El Mal Querer y la propia ‘Bulerías’, de Motomami. El jazz experimental de piano de la canción ‘Motomami’ cambiaría de tercio para entrar en el segundo momento emotivo de la velada, el recuerdo a su sobrino y a los dos años de pandemia y trabajo que lo separaron de él en ‘G3 N15’. Una canción muy personal y nada fácil de interpretar que demuestra, más allá del baile y el show, que hay una vertiente lírica (como la flamenca) que no quiere perder, en este caso girando en una plataforma circular elevada que le asemejaba a la figurita de una caja de música. Una auténtica apertura en canal en la que la artista reflexiona entre el minimalismo de James Blake y sus propias emociones.
A sabiendas de que el momento sería duro, no parece extraño pues que la divertida ‘Linda’ sirviera para aligerar tensiones antes de girar a lo latino con ‘La Noche De Anoche’ (cantada con el público de las primeras filas), ambos temas compartidos en su original con Tokischa y Bad Bunny, respectivamente, o ‘Diablo’, llena de una teatralidad inmensa, desmaquillaje incluido, que mejora en mucho a la versión del disco. Si en ‘Dolerme’ fue la guitarra, en ‘Hentai’ Rosalía se hizo cargo del piano de cola, haciendo que todo lo que fuera escarnio con la letra hace unos meses se tornara en belleza con unos falsetes imposibles. Paseo para leer pancartas, concesión a las peticiones en redes con la inclusión de ‘Pienso En Tu Mirá’ y una versión de ‘Perdóname’ de La Factoría, más orgánica, dio paso a otra de las sorpresas de la noche: la revisión con distorsión guitarrera metalera en ‘De Plata’, tema de su iniciático disco Los Ángeles y con una gigantesca cola flamenca negra.
Pero la gira es Motomami Tour y, como tal, el disco va íntegro en el repertorio. Incluso esa alocución subversiva que es ‘Abcdefg’ con algunas partes idénticas y otras improvisadas, como también algunas ausencias que hizo de bisagra a un inicio de segunda parte del concierto muy ‘perreado’. Desde ‘La Combi Versace’, pasando por ‘La Relación’ y con un popurrí reggaetonero donde anduvieron ‘TKN’, ‘Papi Chulo’, ‘Gasolina’ y ‘Yo X Ti, Tú X Mí’. Una fiesta menos coreografiada, hasta el punto de que hasta un grupo de seguidores fue invitado a subir al escenario. Tras este bloque llegó otro para desenvolver el regalo de tres temas inéditos. Uno de tempos de mambo como ‘Lao a Lao’, otro más equilibrado como ‘Aislamiento’, pases de capoeira de los bailarines incluido, con el que enlazaría una brillante referencia a ‘Blinding Lights’, el tema con The Weeknd, y ‘Dinero y Libertad’, más flamenca, con guiños a rumba y tanguillos.
Acercando el final, ‘Como Un G’, donde se hace un guiño a Jorge Negrete y Pedro Vargas con aquello de “solo el amor con amor se paga”, volvería a recordarnos las innegables facultades vocales de Rosalía para terrenos más líricos (sino, recuerden también ese ‘Si Me Das A Eligir’ de los Goya de 2019), conceder el trampolín internacional que fue ‘Malamente’ que, sinceramente, se me quedó algo deslucido en comparación con la brillantez de otros temas, y cerrar la primera despedida con ‘Delirios de Grandeza’, un viejo bolero latino añejo de Carlos Querol, con una segunda parte con bases de hip hop de ‘Delirious’ de Vistoso Bosses con Soulja Boy.
Para los bises quedaban los últimos ases. “Vamos a terminar esta noche, pero queremos que sea un cierre desde muy arriba, desde mucha altura”, antes del esperado ‘Con Altura’, con la interpretación en patinete de ‘Chicken Teriyaki’ y con otro brillante ejercicio de voz y piano con la espectacular ‘Sakura’, con la fragilidad de la flor convertida en letra reflexiva. Para terminar, la endemoniada ‘CUUUUuuuuuute’, con unas bases que se mueven salvajes entre la electrónica tribal de Die Antwoord y Río y su carácter disruptivo, que no impide momentos líricos que terminan de completar la locura en su total asimetría.
Almería ha sido la primera de las diez únicas ciudades en España, y la primera de 16 países, en una gira que después pasará México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, Puerto Rico, Canadá, otra quincena de fechas en Estados Unidos y finalmente Portugal, Italia, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Inglaterra y Francia.
Rosalía firmó así un estreno de gira de hora y media agotadora, abrumadora, tan divertida como emocionante y tan completa como irrefutable. Quizá con una propuesta que se escapa a los conceptos tradicionales de ‘concierto’ al uso, pero quizá virando a un nuevo lenguaje escénico y espectacular que, bien hecho, puede generar las mismas emociones y sensaciones. Ambas pueden convivir y ambas se pueden disfrutar, sabiendo dónde y qué vas a ver en cada caso. Con simpatía y naturalidad y con una cultura del esfuerzo que lleva interiorizada. Nos puede gustar o menos el resultado y no todo en el mismo grado pero lo que está claro es que cuando uno ve triunfar a una persona que se lo curra tantísimo solo puede dar su aprobación a las veces que se hace justicia. El resto es ruido gratuito.
Repertorio – setlist:
- Saoko
- Candy
- Bizcochito
- La Fama
- Dolerme
- De Aquí No Sales
- Bulerías
- Motomami
- G3 N15
- Linda
- La Noche De Anoche
- Diablo
- Hentai
- Pienso En Tu Mirá
- Perdóname
- De Plata
- Abcdefg
- La Combi Versace
- La Relación
- Tkn / Papi Chulo / Yo X Ti, Tú X Mí / Gasolina
- Lao a Lao (inédita)
- Aislamiento (inédita)
- Blinding Lights
- Dinero y Libertad (inédita)
- Como Un G
- Malamente
- Delirio De Grandeza
- Con Altura
- Chicken Teriyaki
- Sakura
- CUUUUuuuuuute
Publicado el julio 7, 2022 en Crónicas Conciertos y etiquetado en Crónicas Conciertos, El Mal Querer, Motomami, Motomami Tour, Rosalía. Guarda el enlace permanente. 6 comentarios.
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