Sergio Makaroff – Desastre Con Patas

Tras haber hablado aquí de más de un millar de discos (entre novedades y críticas remember) los últimos diez años y otros tantos en otros medios de comunicación desde hace veinte, uno todavía siente algo de esas mariposas en el estómago de los inicios cuando afronta la escritura de un disco de una de esas bandas autores que están en tu memoria desde tus primeros recuerdos musicales, pero de la que todavía no se había dado la ocasión. Es lo que me ocurre en un día como hoy, en el que os traigo la crítica del ya noveno trabajo de estudio del bonaerense Sergio Makaroff, de quien cantaba de niño su ‘Rock del Ascensor’ de Los Makaroff (banda que compartía con su hermano Eduardo y que, más tarde, en la adolescencia, cantaba abrazado a los colegas aquello de “oh, qué bolinga voy, qué contento que estoy”. Makaroff es de esos autores del imprescindible rock argentino que tiene una innegable, aunque olvidada demasiadas veces, influencia en el rock español. Igual que Moris desembarcó en España a mitad de los setenta haciéndose una influencia fundamental para los grupos ‘perdurables’ de la Movida, o Ariel Rot y Alejo Stivel desataban el fenómeno fan con Tequila, Makaroff viajó a España para quedarse en Barcelona y desde ahí forjar una trayectoria que rozó el éxito masivo con Un Hombre Feo, publicado en 1996 y eterno candidato a protagonizar una crítica remember de los viernes, pero que a la postre se ha desarrollado sin grandes altibajos, más allá de una desconexión en los entre finales de los ochenta y primera mitad de los noventa, con esa naturalidad de quien se deja llevar por las olas más que intentar doblegarlas a su parecer. Desastre Con Patas es una brillante nueva colección de canciones para un compositor que hace de la narración sencilla un ejercicio de fino humor, de cálido amor y de lúcida ironía, disfrutando el mero hecho de poder compartir historias, sin pretensiones ni grandilocuencias.

Si hay algo que es inherente al rock argentino que aquí nos cuesta mucho llevar a la práctica es el hacer canciones que respiren, con brutal sencillez, y que sin embargo no pierdan fuerza. Quizá sea porque los inicios con Moris, Manal, Almendra y Los Gatos y, posteriormente, Sui Géneris y todo lo que vino después marcó mucho la senda. Pero mientras que en España el rock urbano y el posterior heavy buscaba que la distorsión llenara todos los huecos, allí primaba la belleza de la línea melódica vocal. Se puede ver también en las décadas siguientes y en el hecho de que, aquí, quien va por esos terrenos acaba siendo encasillado en el pop sin casi posibilidad de retorno, como si no fuera posible llamar rock a alguien que no utilice una eléctrica a su distorsión máxima. Ya saben, por ahí han pasado desde Fito a M-Clan, de La Frontera a Seguridad Social, de Celtas Cortos a Duncan Dhu, a toda la colección de rock autores que, como Dylan, son excluidos de esa condición por los ‘repartidores de carnet’. ¡Si hasta Héroes del Silencio tuvo que pasarse finalmente casi al heavy para demostrar una supuesta autenticidad rockera!

Sergio Makaroff es un referente más de esa forma de hacer. Como, cada uno a su manera y con sus distintas derivaciones y amplísimos abanicos y connotaciones, lo es también Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, Kevin Johansen, los propios Rot y Stivel, Andy Chango, Fito Páez, Spinetta, León Gieco y, en fin, un larguísimo etcétera para el bien de la música.

Por eso, cuando uno afronta la escucha de un disco como Desastre Con Patas siente una sorprendente familiaridad, una reconfortante sensación de normalidad que viene desde el timbre de la voz, la forma de narrar, los arreglos sin necesidad de sobresaltos ni excesos. Un álbum atemporal que reconcilia con el noble arte de contar historias en las canciones sin más pretensión que hacerte esbozar una sonrisa, rememorar un olor o una sensación o dejarte llevar por el ‘cortometraje’ propuesto.

Aunque la producción vuelve a recaer en José Nortes en Black Betty, Desastre Con Patas viene más liberado en las formas que el anterior Mis Posesiones, publicado más de seis años antes, haciendo gala, beneficio y oficio de aquello del ‘menos es más’. Para la ocasión, le acompañan como base la batería de Daniel Griffin (anterior baterista de Fito & Fitipaldis) y el siempre querido aquí Candy Caramelo al bajo (antes de decidir centrarse en la producción y dejar los escenarios). Los teclados que se deslizan por algunos temas son extraídos de las demos que grabó Valentín Nieto.

La lista se abre con una suerte de tema retro-disco de los ochenta tan delicioso como ese cambio en el cuarto verso en cada uno de los estribillos (esos juegos siempre me ganan) en el tema que da título al disco, ‘Desastre Con Patas’. Con más de roll y más de morro, ‘La Virgen De Los Toros’ aumenta el tempo y la intensidad del golpeo para una historia no exenta de guasa en las alusiones castizas. ‘Buenas Intenciones’ se mueve juguetona en una base rítmica incesante y arreglos de teclados y voces, a coro en las últimas estrofas, muy funk, con un espectacular solo de guitarra para la coda.  “Vas conduciendo y mirando tu móvil, claro que sí, está tan pasado de moda vivir…”.

Bizcochitos’ es una preciosa bossa en la que el recogimiento en el amor es tan sensitivo que casi nos parece oler la entrañable narración. “Bizcochitos, bizcochitos, es todo lo que quiero tener, solamente necesito que me digas que me vas a querer”. Todas las guitarras son del súper clase Ariel Rot y se cuela un violín a cargo de Manu Clavijo. ‘Mi Destino’ y ‘Canciones’ parecen ser dos textos auto-reafirmantes. El primero con unas hechuras muy rockeras, atemperadas por un fraseo más dinámico, y ese humor tan característico del autor (“el Paseo de Gracia de flores alfombrao para recibir al rey de los chalaos”) mientras que la segunda es un explícito y divertido –el estribillo parece un homenaje a sus propios primeros recuerdos musicales en esto del rock- canto de amor a tantos géneros como alimento del alma en función de cada una de las necesidades.

Tal y como hiciera en el anterior con ‘El Libro De La Vida’, su querencia al rapeado – spoken word llega aquí en el pseudo-reggae ‘Pasando Por Ahí’ (el susurrado evoca a esas locuras de la Bersuit en los tiempos de Cordera) con un estribillo sencillo pero efectivo. ‘Conjuro’ sigue completando la paleta de sonidos con forma de balada bamboleante y cadenciosa, muerte dulce para la sucesión de catástrofes propuestas en su letra. ‘Cabeza Hueca’ es un rock ágil en el que se recupera parte del costumbrismo apuntado en ‘Bizcochitos’, mientras que ‘Claro Que Sí’ se hace nerviosa y lírica con ese ataque de violín en el riff antes del fraseo en una suerte de cuento entre la alucinación y la pereza.

En el trío final encontraremos el medio tiempo reverencial de ‘Tu Manera De Ser’, el grueso funk metálico de ‘Take It Easy, Batatón’, un delirio rítmico con diversos efectos y afectos ampulosos, que se cimenta en la batería de Hugo D’Cotta, de 18 años, que anda formándose en la escuela de Paul McCartney, y cálida despedida acústica y percusionada.

Que a sus setenta años, un artista que no está en el foco tenga la necesidad expresiva y el compromiso con la música como para tener la ilusión y el gusto de seguir buscando su mejor canción y grabar un disco es tan digno de celebrar que todo lo demás es ruido.

Lista de canciones – tracklist:

  1. Desastre Con Patas
  2. La Virgen De Los Toros
  3. Buenas Intenciones
  4. Bizcochitos
  5. Mi Destino
  6. Canciones
  7. Pasando Por Ahí
  8. Conjuro
  9. Cabeza Hueca
  10. Claro Que Sí
  11. Tu Manera De Ser
  12. Take It Easy, Batatón
  13. Velitas

Publicado el marzo 17, 2022 en Críticas Discos y etiquetado en , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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