Le Mur – Caelum Invictus
No recuerdo exactamente el momento en el que le puse ‘la pestaña de seguimiento’ a Le Mur, pero sí que sé que mi mente les encuadró rápido en un compartimento con bandas a las que tengo alta estima, como Somas Cure, Virgen, Catorce, Adiós Caballos, Ella La Rabia, Osezno, Aphonnic, Bones of Minerva… Lo que viene siendo esa fantástica hornada de grupos post metaleros y alternativos que presentan una renovación bastante elogiable, dotando a las formas clásicas del género una personal reinterpretación que hace que no se rehúyan las melodías accesibles, que no todo tenga que atronar para demostrar alguna suerte de autenticidad… Aquello de que la potencia sin control no vale de nada, pero llevado con inteligencia a terrenos poderosos, con sobradas facultades tanto en la música como, especialmente en el caso que nos ocupa, en la voz. Y ha sido una relativa larga travesía en el desierto porque este cuarteto murciano ha tardado sus casi seis buenos años en publicar su segundo larga duración. Tercer trabajo si tenemos en cuenta que debutaron en 2015 con EP de título epónimo, y lanzaron El Brote en 2017. Por el camino, además de una pandemia, la banda ha pasado su propia crisis de la que, como dice el manido dicho, han hecho su propio aprovechamiento de oportunidad, haciendo que la entrada de Juan Carlos Becerra a la batería les haya multiplicado las posiblidades a la hora de hacer crecer las canciones. Con Elsa Yepes a la voz, Pedro J. Carrillo a la guitarra y Carlos Barceló al bajo, Le Mur presenta una alegoría de pies en el presente pero mirada al cielo victorioso y a mitos y titanes del pasado. Un álbum que, claro está, hace méritos propios para seguir en ese compartimiento donde ya les tenía.
Para la preproducción de este álbum el grupo también ha dado un gran pasa adelante al contar con dos nombres tan contrastados como Manuel Cabezalí (del que hablamos hace bien poco al traeros la crítica de Maquinaria, el último disco de su banda Havalina, y también productor, entre otros, de Christina Rosenvinge, o el último de Desakato) y Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly, Mucho…). Para la producción, grabación y mastering, otros dos referentes en la materia con los hermanos Santi y Víctor García de Ultramarinos Costa Brava y Mastering.
El disco se divide en dos bloques de cuatro temas, divididos por un interludio instrumental que a la postre será la única concesión al descanso puesto que la banda ha querido centrar el tiro en expulsar potencia antes que en pasajes en bajadas de pistón.
Se abre la lista con “Prometeo”, un corte sorprendentemente complejo pese a sus menos de tres minutos de duración, haciendo gala de una riqueza compositiva y con amalgama de melodías y compases, llegando incluso a descerrajar un estribillo algo más accesible y una fantástica coda en la que Elsa comparte narración con la colaboración de Jaime Ladrón de Guevara de Catorce. Con aroma de rock alternativo, y con una tesitura vocal que irremediablemente nos evoca a los matices más retorcidos de la límpida voz de Gwen Stefani, sobre todo en el fraseo, llega “Atalanta”. Aunque como con Le Mur no hay desarrollo previsible, nos sorprenderá un break de nuevo rompiendo el motivo principal, haciendo gala de ese math rock que tan bien revisan.
En “Monoceros” la colaboración llega esta vez de voz de Luis Ortega Costa, de Pyra. Es uno de los temas más poderosos y excitantes de la lista y confieso que esa sucesión de «caballos trotando en el pecho» me recuerda al fantástico Polsaguera de Virgen, sobre todo en el arreón final, con mención especial a lo ampuloso y grueso de la línea de bajo y un rebato de distorsión y batería que nos da una dosis de stoner y rock oscuro contundente. También alarde de versatilidad vocal de Elsa. Antes del ecuador, “Vulpécula” mira el cielo para la constalación conocida como “la zorra”, que juega para apuntar a la sensualidad de mantis poderosa con un estribillo que bien podría evocarnos una película al más puro western (de hecho algo de eso tienen los coros espectrales que hacen de puente): «Baila idiota, mientras te disparo justo entre los pies. Baila idiota, diviérteme».
Seguimos en las nubes con el interludio, que viene de la mano de la pieza instrumental titulada “Sagitta”, donde en esta ocasión se mueven en un territorios más espaciales y ambientales, en una ambientación y arreglos que, en este caso, nos traen los pasajes delicados de Toundra o, por qué no, de las homilías silenciosas y maravillosas de El Altar del Holocausto, con magnífica resolución dejando el paseo final a la batería.
La segunda parte del disco se abre con “Constelación”. Un corte en el que resulta abrumador el diálogo que parece mantener Elsa (la riqueza de matices es brutal en este tema, salvando las distancias de los distintos géneros, cercano a lo que hace Nina de Juan en Morgan) con guitarras afiladísimas, manteniendo un careo en el estribillo magnífico, en una cruenta historia de enfermedad y muerte. Puestos a citar evocaciones, las guitarras de “Lepus” hacen lo propio con los citados al inicio Somas Cure, sobre todo en la manera de intrincar acordes, además de la propia sonoridad en el fraseo instrumental y de las primeras estrofas del mismo.
“Las Horas” empieza pausada y junto a Blue (María Rodríguez), de Bones of Minerva, irá cogiendo vuelo a partir del primer minuto para desplegar las alas de juegos de voces armonizadas y con algún que otro falsete, en un rock alternativo efectivo y pegadizo. El cierre vendrá con la furia de “Epimeteo”, posiblemente la mejor representación de la evolución que ofrece la banda en este álbum, la riqueza de matices vocales y sonoros y una energía que viene renovada y con afán de seguir declamando metal y rock con el paso de los años. Sea.
Lista de canciones – tracklist:
- Prometeo (con Jaime Ladrón de Guevara)
- Atalanta
- Monoceros (con Luis Ortega Costa)
- Vulpécula
- Sagitta
- Constelación
- Lepus
- Las Horas (con María Rodríguez)
- Epimeteo
Publicado el marzo 8, 2023 en Críticas Discos y etiquetado en Caelum Invictus, Críticas Discos, Le Mur. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
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