Rozalén – El Árbol y El Bosque
Que no se le puede caer bien a todo el mundo se va a aprendiendo con el paso de los años. Por desgracia, en una sociedad acelerada en lo que todo va más rápido de lo que debería, hasta casi que en las guarderías se va teniendo noción de esas lecciones. Esto se acrecienta con el paso de los años. Pero si eres un personaje público, además, te exigen que vaya en tu ‘nómina’ el sacar buena cara y tomarse con educación y calma las consideraciones de trolls enajenados y polarizados. Y, claro, hay que ir haciendo callo con el asunto para que te afecte lo justo o, mejor todavía, nada. Para los casos de egolatría enfermiza (coloquen en sus mentes el ejemplo que tengan más a mano) la cosa es bien sencilla pero, oigan, para quienes viven en ese ensoñador romanticismo utópico de creer que en el fondo todo el mundo es bueno, pues la realidad le va dando cucharadas de sopas en servicio de dos en dos tazas. Así, Rozalén se ha ido forjando su camino recogiendo más amor que odio, pero también soportando el lado oscuro de la fama (y el compromiso social, este es el verdadero ‘problema’). Un trance que relató a la perfección con ‘honestidad brutal’ que diría aquel en su libro Cerrando Puntos Suspensivos, del que ya hablamos en su momento (os dejo lo mucho escrito sobre Rozalén más abajo, como siempre) y que ha ido supurando poco a poco. Si a ello sumamos que las canciones de este disco se han ido forjando y tomando su forma definitiva durante los meses de confinamiento más duros, nos encontramos con un álbum que, lejos de seguir la senda de mensajes esperanzadores de dentro a afuera, mira hacia dentro para sanar y explorar la interioridad. Un desarrollo lógico al haber pasado tanto tiempo con uno mismo meses atrás. Porque El Bosque está hecho de muchos individuales árboles.
Yendo al meollo musical, en términos generales, el conjunto destaca por una fina capa de electrónica y teclas, que sí, que ya estaban presentes en los álbumes anteriores, pero sí que ese manto se desliza como polvo espolvoreado, a veces con más sutileza y otras con menos, sobre casi todas las canciones. Eso le confiere al álbum una dosis de ‘modernidad’ (si es que ese término sigue significando algo) que le azuza la vigencia y también quizá la pulsión nerviosa y directa para que el mensaje llegue más limpio. Porque esa neblina maquinal, por contraste, casa a la perfección con la garganta de arena de Rozalén, que sigue dando calor y recogimiento a partes iguales. Sin aderezos ni refinamientos. Una vez más, de frente. En una intencionalidad clara por ser lo que nos lleva de la mano por la variedad de estilos.
Y es que en cuanto a las formas de presentación de cada una de los temas, el disco contenta a todos los que la prefieren más rock, más íntima, más cantinera o más encarada, pero sin duda con mucho protagonismo del género latino de raíz. Hay para todo en una panoplia de maneras de las que sale victoriosa casi siempre o, cuanto menos, nunca vencida. Para todos, todo.
Se abre la lista con ‘Este Tren’, uno de los adelantos. Un nervio de distorsión golpea de manera irrevocable durante todo el metraje, con una base rítmica que bien ejerce de epíteto musical de la locomotora. La canción tiene mucho de ese espíritu de gran canción que bordó en ‘Será Mejor’, aunque aquí con una dinámica más ágil. ‘A Tu Vera’ recupera el bolero clásico pero hipervitaminado con unas bases programadas muy al gusto de Lila Downs, Natalia Lafourcade o Mon Laferte, a la que luego llegaremos. El lado más lírico y reposado llega con ‘Y Busqué’, una canción de arreglos minimalistas para dejar espacio al crecimiento vocal rasgado del fraseo para un estribillo bello en su concepción y desarrollo.
Más mundo latino con el son de ‘El Día Que Yo Me Muera’, un tema que conecta rápidamente, vientos y congas incluidas con ese punto del Día de los Muertos que de una manera u otra también tocaron de manera más alucinógena La Pulquería y con mucho más estilo y conocimiento Eskorzo en su sobresaliente Alerta Caníbal, aunque aquí, más que ‘canalla’ hay buenos deseos y una pizca de despecho. Donde araña y rasga la garganta como el aguardiente es en la abrumadora ‘La Maza’, quizá mi favorita de la lista y que, de alguna manera, viene a sintetizar todo lo bueno presente. Silencios, bases, arreglos sutiles, voz protagonista y combustión interior.
Como si de un Licenciado Cantinas se tratara, no salimos de la barra con la cumbia firmada junto a combo tropical mexicano La Sonora Santanera, que sirve de banda sonora original de ‘La Boda de Rosa’, película de Iciar Bollaín. Cumple su cometido desenfadado, como la ranchera de alta graduación (etílica) de ‘Amiga’, en la que Mon Laferte (bastante enganchado a ella en los últimos tiempos) le da el plus de autenticidad. Vale, se nos puede hacer previsible en su escucha, pero cánticos de borrachera y de amistad ha habido en la música toda la vida. Entre ambos temas, algo descolocado para mi gusto, ‘La Línea’. Uno de los cortes más sobrios de la lista y, sin duda, el más doloroso. Empatía hacia quien salta la valla, se tira a las concertinas o al mar. La canción combina las estrofas densas con coros sobre bases ligeramente orientales. Ya me lo decía Fernando Madina de Reincidentes en una ocasión, lo más triste es que canciones así sigan siendo necesarias y, como las de ellos, 30 años después sean igualmente vigentes.
Llegando al final, ‘Loba’ es el desahogo desafiante frente a la ignorancia ominosa imperante en los últimos tiempos de bilis rábica. Para ello, un estribillo pausado, casi con una dicción masticada para que lo entiendan despacito y con la recuperada bandurria. ‘El Paso Del Tiempo’ es, de manera descarada, una continuación, trabajada y cuidada, de ese exitoso cierre de conciertos con la versión electro de ‘Girasoles’. Música entre el disco funk, crescendo incluido para efectos varios y un estribillo que le ha salido bastante rotundo y adictivo. Por momentos, casi ensueño una colaboración con Fuel Fandango. Aunque no sea un bonus track, puede considerarse así ‘Aves Enjauladas’, canción compuesta y lanzada durante el confinamiento y que, a diferencia de la inmensa mayoría (salvaremos aquí a Fito, Robe, Coque Malla, Vetusta Morla, Vanesa Martín o El Kanka), sí que apunta a la perdurabilidad. Retrato de un tiempo que todavía no hemos abandonado del todo, por desgracia, y que se ha llevado por delante tantos sueños de vida y vidas llenas de sueños.
Porque, pese a todo, todavía creemos en la bondad, seguiremos.
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Lista de canciones – tracklist:
- Este Tren
- A Tu Vida
- Y Busqué
- El Día Que Yo Me Muera
- La Maza
- Que No, Que No (con La Sonora Santanera)
- La Línea
- Amiga (con Mon Laferte)
- Loba
- El Paso del Tiempo
- Aves Enjauladas
Publicado el noviembre 12, 2020 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, El Árbol y El Bosque, Rozalén. Guarda el enlace permanente. 3 comentarios.
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