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Joaquín Sabina. Inventario 75. Juan Puchades – Julio Valdeón

Es muy probable que los agoreros y los aficionados a las misas de réquiem no esperaran jamás de los jamases que Sabina llegara bien vivo y vívido a los tres cuartos de siglo y que incluso sobreviviera a muchos de sus compañeros de andanzas menores que él. El nuevo libro de Efe Eme Joaquín Sabina, inventario 75 es el homenaje, preciso y precioso (perdonen lo fruslero del término, pero aseguro que lo es) que firman ‘a pachas’ Juan Puchades y Julio Valdeón, dos de los mayores expertos de la obra del protagonista, complementarios desde su diferente visión generacional. Gracias al libro podemos sumarnos al festejo cumpleañero (como ocurrió con los 80 de Joan Manuel en Las palabras de Serrat, de Luis García Gil) y sus autores, bajo el paraguas de editorial Efe Eme, nos ofrecen un generoso volumen cercano a las 300 páginas donde ensamblan bajo distintos pilares la siempre inabarcable figura de Joaquín (imposible no estar de acuerdo con Valdeón cuando dice que siempre se puede escribir más sobre él). Dicen las líneas promocionales que es una obra sobre «el compositor e intérprete más importante de la música española de los últimos cuarenta años». Es en esa doble condición donde precisamente Sabina vence a unos y otros. Porque en el afán versátil y aperturista en las formas musicales podríamos debatir sobre unos cuantos. Y sobre composición de canciones, lo mismo. Pero nunca en ambas cosas y, sobre todo, con tanto marco temporal, con una media altísima y con aprobación popular desde los dos lados del Atlántico.

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#Mis10de Joaquín Sabina

Compañero del mismo canalleo que Peret, aunque más de Bambino (culpable), Sabina nunca ha estado muerto, sino casi siempre de parranda, salvo en aquella recuperación del susto marichalero. Y es que da la impresión que cada a cada álbum publicado, el jiennense parece resucitar y/o despedirse, según apetencia del oyente y/u opinador. Como dato objetivo, es cierto que jamás Joaquín había dejado pasar tanto tiempo sin publicar un nuevo disco al uso (Recordemos que a mitad de camino está La Orquesta del Titanic, con Serrat). Más de siete años se antojaban a algo así como una prejubilación, abocado al tiempo que hace que los cuarenta y diez ya se aproximen a cuarenta y treinta. Por ahí anda Serrat con sus “fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys” también caduco. Por suerte, la lectura del libro de Juan Puchades sobre el 19 Días y 500 Noches desvela que Sabina está escribiendo para un nuevo disco y que, este sí, considera que será el último de verdad. Así que si Lo Niego Todo ya sonaba un poco al “I’m ready, my lord” de Leonard Cohen, podemos intuir que el próximo va a ser más oscuro todavía… You Want It Darker, ya saben. Y en esta selección sí que se han quedado fuera ciento y la madre (volando) así que, hoy más que nunca, hoy que ponemos fin a este maratón de reediciones de #Mis10de durante todo el mes de julio, recuerdo que las ausentes no es que no me gusten, es que no me caben. Sean felices, que la sección volverá en septiembre para quedarse.

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19 Días y 500 Noches. Sabina fin de siglo

No es habitual en España, más allá de las ediciones disco-libro ‘inventadas’ por los diarios en unos años determinados en su afán de sacar extras por alguna parte, para compensar la bajada de ingresos de las fórmulas tradicionales, que haya monográficos extensos no ya de un autor o banda (que esto sí que viene siendo frecuente en las últimas décadas), sino de específicamente un álbum en concreto. En contraste con la literatura anglosajona, donde podemos encontrar tratados tan suculentos de una sola canción, como el Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada, de Greil Marcus. La editorial Efe Eme, reconvertida su política de edición desde hace unos años a unos especiales repletos de enjundia y a varias colecciones de libros, viene cubriendo, sin prisa pero sin pausa, ese déficit literario con Colección Elepé, con cinco entregas hasta la fecha, de las que he podido leer tres hasta el momento. La inaugural, Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible, de Josemi Valle, y la segunda, Mediterráneo. Serrat en la encrucijada, de Luis García Gil. Así, tras Memorias de un espantapájaros, M Clan en la cuerda floja (Chema Domínguez) y Blues de la frontera. Anarquía y libertad de los Amador (Marcos Gendre), llega este 19 Días y 500 Noches. Sabina fin de siglo, de Juan Puchades, que aborda con inteligencia y rigor las líneas temporales y argumentales, con los puntos de vista de protagonistas y actores secundarios en la gestación, grabación, difusión y disfrute de una obra fundamental. Y uno se pregunta qué discos de nuestra música se merecen una obra así y surgen varias ideas pero ahora nos ocupamos del presente.

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Rubén Pozo – Habrá Que Vivir

Igual que llevo como una cicatriz aquello de no haber visto nunca en directo a Platero y Tú, me ocurre algo parecido con Buenas Noches Rose, banda de la que he hablado aquí y en twitter con admiración rendida. En aquel combo estaba ya un bisoño Rubén Pozo, que después alcanzaría el éxito popular masivo con Pereza, junto a Leiva. Desde que aquella formación entrara en el sueño de los justos ambos artistas han ido labrando su trayectoria en solitario a su manera. Aunque siempre reconocí los méritos de Conejo, especialmente con su segundo disco y con su labor como productor, a mí el alma siempre me tiró más por la urgente cercanía descarnada que ofrece la voz y el texto de Pozo, y ese punto arrastrado de tocar la guitarra, sea la acústica o la eléctrica. Todo como si sonara por primera vez. De ahí que calificara de notable Lo Que Más y que me pareciera algo frío En Marcha. Y es que Nigel Walker es un productor excepcional pero que llevó al sonido de Rubén a territorios científicos y maquinales que no son los suyos. José Nortes en Black Betty recuperó la magia del golpeo directo, como con Ariel Rot, y Habrá Que Vivir es, sencillamente, un disco de rock a la vieja usanza.

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Sabina – Lo Niego Todo

Compañero del mismo canalleo que Peret, Sabina nunca ha estado muerto, sino casi siempre de parranda, salvo en aquella recuperación del susto marichalero. Y es que da la impresión que cada a cada álbum publicado, el jiennense parece resucitar y/o despedirse, según apetencia del oyente y/u opinador. Como dato objetivo, es cierto que jamás Joaquín había dejado pasar tanto tiempo sin publicar un nuevo disco al uso (Recordemos que a mitad de camino está La Orquesta del Titanic, con Serrat). Más de siete años se antojaban a algo así como una prejubilación, abocado al tiempo que hace que los cuarenta y diez ya se aproximen a cuarenta y treinta. Por ahí anda Serrat con sus “fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys” también caduco. El caso es que, nunca entregadas las armas de su pluma, Joaquín Sabina se ha marcado el disco muy apoyado en nombres propios como Leiva, encargado de los mandos del sonido, producción y varias melodías, Benjamín Prado dando lustre con su culturalismo a las palabras, el destacado regreso de Olga Román en los coros, las guitarras de Carlos Raya, los cameos de Ariel Rot y Rubén Pozo, César Pop, Pablo Milanés… Casi una obra coral.

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