La M.O.D.A. – Ninguna Ola
La Maravillosa Orquesta del Alcohol se despedía en 2019 con el reconocimiento unánime de público, crítica y colegas de profesión, además de una cifra de kilómetros y conciertos casi impensable hoy, para hacer de 2020 un año, como el buen tequila, reposado. La intención original era realizar tres o cuatro conciertos y a trabajar en disco nuevo. Pero, claro, las reglas del juego se cambiaron al compás de contagios y restricciones y los planes cambiaron levemente. Así que lo que era un año para desintoxicarse ha servido para crear un disco sorprendente, arriesgado, maduro (pese a lo manido del adjetivo en las críticas) y terapéutico desde una crudeza que a más de un oyente cogerá a contrapié. Porque poco queda de las canciones tabernarias y festivas del estreno y con el paso de los discos y la confianza en los textos y en la libertad creativa que otorga un público que ha sabido ir recibiendo los nuevos estímulos, la cosa se ha ido haciendo más densa y críptica. En esta entrega, que se hizo merecedora de medalla en Los Discos del Año de esta casa, a las letras afiladas de David Ruiz se le suma la producción de Raül Refree, del que hemos hablado mucho de sus virtudes y de su pulcritud y quirúrgica precisión a la hora de exprimir desde el minimalismo (Miedo de Albert Pla, Los Ángeles de Rosalía, Firmamento de Rocío Márquez, María Rodés, Sílvia Pérez Cruz, Josele Santiago…). Hace unos días lo decía de Bunbury, si Curso De Levitación Intensivo es un álbum hijo de este año pandémico, Ninguna Ola es su exorcismo final y la apertura de una libertad conceptual mucho más arriesgada. Deambula mucho más por el alambre, haciendo del funambulismo un arte, que lo ya apuntado el en sobresaliente Salvavida (De Las Balas Perdidas). La música como ejercicio valiente. Salvemos a los creadores, los de verdad, los que están en peligro de extinción.
Los datos técnicos son los siguientes: Ninguna Ola ha sido grabado en Atlântico Blue (Lisboa), Garate Studios (Andoain), Estudio Uno (Madrid) y Estudios Calamar (Barcelona). Música y letras por La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Producido por Raül Refree. Mezclado por Raül Refree en Estudio Calamar. Masterizado por Alex Psaroudakis en The Work Shop (NYC). Marco Silva: ingeniero de grabación (Estudios Atlântico Blue). Kaki Arkarazo: ingeniero de grabación (Garate Studios). Pablo Pulido: ingeniero de grabación (Estudio Uno). Preproducido en Westline Studios (Madrid). Raül Refree toca el piano en ‘La Vuelta’ y ‘Colectivo Nostalgia’. Teo Fernández silba en ‘Regresso À Vida’. Ilustraciones: Emba Diseño: J.Houdini.
No hay mejor manera que entender el propósito de un álbum (o, bueno, casi siempre) que leerlo de sus propios creadores. La Maravillosa Orquesta del Alcohol explicaba así todo lo concerniente a su gestación: “Ninguna Ola es un disco inspirado en el cambio. Hemos estado los dos últimos años trabajando en él. Las nuevas canciones surgen de lo que hemos vivido en este periodo intenso lleno de lugares y circunstancias diferentes. Lo ha producido Raül Refree y ha sido grabado entre Lisboa, Madrid, Barcelona y Andoain. El disco expresa lo que sentimos ante los cambios en la vida personal, en la sociedad y en el medio que nos rodea. El movimiento constante y el paso del tiempo. Refree nos ha ayudado a transformar esos pensamientos en sonidos, abriéndonos nuevos caminos y formas de hacer música sin perder nuestra identidad”.
Así, está claro que no podemos asegurar que sea un disco conceptual coronavírico al uso pero sí que ofrece muchas claves para ayudar a canalizar emociones vividas antes, durante, después y, si me apuran, incluso en este futuro de planes congelados y varados que exige la incertidumbre de unos datos estadísticos que suben y bajan y detrás de los que hay personas que se van, otras que sufren y un equilibrio imposible de intereses donde, casi siempre, se busca más no perder uno que el beneficio de la comunidad. Por suerte, hay muchas excepciones. Prefiero un mundo así, también os digo, sin caretas. De verdad. Otra cosa es que eso sirva para aprender algo. Y sabemos que no, que pronto se olvida el escuálido resorte de muchos cuando bajo nuestros pies tenemos el terreno firme.
Y quizá estas tribulaciones inspiradas por lo que impregna y sahúman los olores de esta Ninguna Ola, lo que es verdaderamente importante y radical para una sociedad, es el perfecto ejemplo de que el álbum, su música y sus textos, consigue lo que persigue. Un efecto inmediato. A buen seguro de primeras desconcertante. Elogioso en la segunda. Abrumador en la tercera. Admirado y rendido a partir de la cuarta. Es un disco magnífico al que la plata, ahora que lo pienso, se le ha quedado corta.
El álbum y su decena de temas arranca como una suave invitación al baile con ’93 Compases’. Canción de amor que musicalmente va aumentando la intensidad, estallando en la percusión del primer estribillo. Lo que pudiera dar paso a un desarrollo tradicional, con Refree no es así. Tras la primera denotación un suave acordeón para retomar, otras estrofas de notas mínimas. Es un maestro en ello y se le reconoce. Como ese futuro congelado, ‘La Vuelta’ refleja la quietud desconcertante casi en una estructura cíclica en lo musical y un estribillo que repite los versos de manera obsesiva como quien busca en ellos por igual protección y valentía… Pero los pies no se mueven.
‘Un Bombo, Una Caja’ es uno de los temas que pueden albergar refugio a quienes añoren a La MODA de los primeros tiempos… en lo que se refiera a la música. Más dinámica y orgánica (pese a que las programaciones sorprenderán a unos cuantos). El veneno viene de la mano de un texto sin un verso que no se clave en las entrañas. “Mi memoria es una hiena, corte con cuchillo en el lóbulo frontal. El recuerdo lo envuelve todo, se lleva más de lo que da”. Los coros ambientales que van creciendo en el fraseo me evocan esa magia ‘made in Cohen’ aunque lo más probable es que, como uno de mis dioses que es, me parezca reconocerle por todas partes. Perdóneseme.
En cualquier caso, viene a ser un pequeño caramelo para suavizar la ingesta de ‘Conduciendo y Llorando’, una de las canciones más crudas y dolientes de la banda, entre el recitado del fraseo y el pre-estribillo liberador y limpio, a voz y piano. Las voces comienzan a doblarse hasta el punto de reflejar a la perfección esa tormenta de pensamientos, de emociones, agobios y yuxtaposiciones mentales a la que ha obligado la fragilidad de un sistema a punto de desmoronarse por un microscópico virus incontrolable. Al final, el llanto se vuelve liberador en una coda hipnótica, de mirada al vacío y recuerdo indeleble: “Llevo tu sonrisa muy dentro cosida en el un, dos, tres. Si puedo elegir un recuerdo, me quedo contigo. Conduciendo y llorando, conduciendo y llorando por las autopistas”.
Más pelos de punta, con ‘Regresso À Vida’ que, desde la desgracia individual (“El día que murió mi abuela yo aún estaba vivo”) se toma consciencia y conciencia de la virtud social: “Ya no sé quién eres, no sé quiénes somos. Y eso es lo mejor de todo: entre tantos artificios he encontrado un corazón y ya no voy a dejar de usarlo”. Algunos todavía no han encontrado de qué lado lo tienen. Cada vez es más fácil saberlo. Pero, sin duda, para canción protesta del disco tenemos ese ‘Barcos Hundiéndose’. Desde el rechazo a nacionalismos de “yo nací aquí como pude nacer en cualquier lugar”, a la falta de empatía “hay personas que niegan a otras poder tener un hogar”, el fanatismo voxciferante de “me sé de un espacio virtual donde vuelan las águilas”… Ay, pero “no te compliques y escribe algo bello (…) piensa en algo divertido que les haga disfrutar (…) Sólo atacan por la espalda”. Maravillosa coda final de saxo. A otra cosa, que sobran.
El tema ‘más rockero’ viene con la distorsión de ‘Banderas Sin Color’. Otro tema inquietante de pensamiento narrado y de exilio emocional interior. El estribillo, generoso y sencillo en música, será de los más celebrados en una gira que, pese a todo, ha caído de pie, con ocho fechas de entradas agotadas en Madrid en muy pocas horas y con la intención de visitar la mayor cantidad de capitales de provincia posibles en función de cómo evolucione la situación. Ya saben. Casi como un capitulo previo al corte anterior, ‘Semifinales’ se torna preciosista en su suave instrumentación de aire, claro, francés, como delata el segundo verso.
Al menos, la tormenta exterior e interior parece llevarnos a una orilla de salitre y sol tras el esfuerzo de ‘Memorial’, con algo de himno esperanzador comunal (“Si rompemos la ola y te parte la voz, reflejada en el caos general, habrá miles de voces cantándolo en tu memoria”). Me permitirán otra licencia de parentesco, ya que el crescendo instrumental de la parte final, con mayor presencia de clarinete, me evoca algo de esos arreglos tan clasicistas de Robe y su banda. Para cerrar, la belleza de piano, voz y coros de la desencantada y concluyente ‘Colectivo Nostalgia’, que tiene entre sus armas un guiño a Migue de Delinquentes y la resolución de que aunque “el mundo es un lugar inhóspito y cruel y ya no espero casi nada del rival”… “nunca me voy a rendir, nunca, por muy maldita que sea la maldición”… Y aunque se pierda todo. Y es que siempre quedará el corazón… y la música.
Lista de canciones – tracklist:
- 93 Compases
- La Vuelta
- Un Bombo, Una Caja
- Conduciendo y Llorando
- Regresso À Vida
- Barcos Hundiéndose
- Banderas Sin Color
- Semifinales
- Memorial
- Colectivo Nostalgia
Publicado el enero 19, 2021 en Críticas Discos y etiquetado en Críticas Discos, La M.O.D.A., La Maravillosa Orquesta del Alcohol, Ninguna Ola, Salvavida de las Balas perdidas. Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.
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