Bunbury – Cuentas Pendientes
Ajeno a realizar la comparación a sabiendas de que le pudiera gustar a ambos protagonistas, entiendo que para la gente de nuestra generación el bueno de Bunbury viene a ser como nuestro Raphael: siempre ha estado y siempre con una velocidad y compromiso de trabajo que, claro, a fuerza de pasar años empieza a dejar unos guarismos imponentes. Sin contar con Héroes del Silencio y más allá de las numerosas reediciones, recopilatorios, versiones deluxe y otra suerte de aderezos complementarios, el aragonés errante acumula ya quince trabajos de estudio como solista y otros trece deuvedés entre conciertos, documentales… Sumen los libros de poesía (se vienen otros dos), el epistolar y la bibliografía asociada… En definitiva, estamos ante un artista cuyo compromiso con la creación, con todo lo bueno y lo malo que puede tener eso, le lleva a mantener una intensidad casi sin parangón en nuestro tiempo. Y más todavía en los tiempos en los que el disco como concepto es ya casi un ejercicio de resistencia que ejerce esfuerzos de atención que muchas personas ya no son capaces de afrontar. En este periplo el tiempo va dibujando la trayectoria que contextualizando este disco, viene a romper con el acercamiento a ese mundo tecnológico, contemporáneo, más moderno y algo frío de los Expectativas, Posible y Curso de Levitación Intensivo para volver a los aires cálidos de la cantina, el tequila y el folclore latinoamericano. Es evidente el entronque con aquellos Licenciado Cantinas, El Viaje A Ninguna Parte o los anteriores tiempos de El Huracán Ambulante pero, claro –de nuevo-, esto es Bunbury y tampoco es que sea exactamente lo mismo.
Dice la promoción que estamos ante «un álbum donde Bunbury explora sonidos hispanos y latinoamericanos con un enfoque más cálido y acústico. Este álbum marca un punto de inflexión en su trayectoria, reafirmando su talento para evolucionar sin renunciar a su identidad artística».
Y es cierto. La diferencia principal de esta aproximación resulta de la casilla de salida. Porque los discos del Huracán se acercaban desde un punto de vista rockero o, quizá mejor, con la presencia de una distorsión adaptada, a veces más o menos corpórea, pero logrando en muchas ocasiones un armazón más ‘de banda de rock’ al uso. Incluso en esa magnífico Licenciado Cantinas.
Aquí todo eso desaparece y se busca una ‘mimetización’ desde dentro. La casilla está en el propio corazón y raíz de lo que se busca y, por eso, se escogen músicos que han vivido con ello desde la cuna. Como el propio Bunbury detalla «Sebastián Aracena es el maestro chileno de la guitarra, Luri Molina aporta su contrabajo desde los clubes de latín jazz de la ciudad de México y Johnny Molina nos seduce con sus percusiones, desde Cuba con amor». A ellos se les suman los inseparable Jorge Rebenaque al piano Hammond «con matices insospechados y poco comunes en su registro habitual» y Ramón Gacías -también co-productor del álbum- «está comedido y aparece y desaparece en su batería».
Y aun reconociendo que salvo Palosanto (con el que nunca llegué a conectar demasiado) me gusta y mucho lo que ofreció Bunbury en las tres entregas anteriores a Greta Garbo, tampoco he de negar que siempre me ha gustado más el drama cantinero al que es capaz de evocar que al neón elegante pero más distante (insisto, pese a haber canciones en esos discos que me han atravesado el corazón y hecho llorar en muchas ocasiones). Por decirlo de alguna manera, siempre me ha apetecido volver a los discos ‘latinos’ de Bunbury, porque enganchan y crean adicción mientras que los anteriores eran más una cuestión de ‘estimulo buscado intelectualmente’. Quizá, por buscar otro símil, sea esa la diferencia en esencia de una droga sintética de laboratorio y otra nacida de la tierra.
La decena de temas del álbum se abre con “Para Llegar Hasta Aquí”, uno de los cuatro adelantos junto a “Las Chingadas Ganas De Llorar”, “Te Puedes A Todo Acostumbrar” y “Serpiente”. Es un tema de tempo lento y paladeo largo, con un estribillo clásico que sube el tono y la elongación de algunas palabras de los versos para aumentar la consabida teatralidad con la que Bunbury se mueve como pez en el agua.
Entre la chacarera y “Ódiame” de Licenciado Cantinas, “Saliendo Del Arrabal” arrebata con la suntuosidad de un estribillo tan dulce como venenoso. Será de los pocos temas donde la batería entrará con potencia en su coda. En “Las Chingadas Ganas De Llorar” –desde luego, expresión con la que se busca más al público de allá que al de acá- estamos ante un bolerasso de nuevo con una cadencia tristona, casi funeraria, que se mete debajo de la piel.
Alegría y más bailable, entre la cumbia y la rumba, late “Serpiente” que, eso sí, encierra la letra más mordaz y explícita de la lista, en ese acercamiento al acervo popular que, afirma, ha querido combinar con la poesía más cuidada. La primera parte la completa “Loco”, un bolero en el que Enrique recupera la canción compuesta junto a Pedro Guerra (el primero música, el segundo letra) para su proyecto Parceiros. Sorprenderá la coda por encerrar uno de los pocos acercamientos a la distorsión.
“Cuentas Pendientes”, la canción que da título al conjunto, ejerce de piedra Roseta. Igual que el tiempo no cura nada y no es un doctor como cantaba en otro lugar, aquí de nuevo se ofrece otra reflexión sobre el mismo asunto, pero desde una mirada caústica y punzante, de una suerte de balance vital apócrifo y, sobre todo, inconcluso. El arrope musical, en compás ternario en un vals excitante le sienta como un guante. El final, cantado-tatareado sobre la melodía principal tiene algo de las maneras de su viejo compinche Vegas.
Cumbia con aire de western fronterizo para “Te Puedes A Todo Acostumbrar”, quizá la canción más pegadiza e inmediata de la decena. Tan efectiva y rotunda que incluso te puedes llegar a acostumbrar a la infrecuente construcción de la frase principal del estribillo. En “La Hiedra” bajan las pulsaciones en un arranque que parece una bossa ligera que irá creciendo en fuego en una logradísima versión de un tema de Pachi García Alís.
Todavía quedará un logrado acercamiento aperturista al tango en “Como Una Sombra” con bien de teclas. El cierre lo echa “El Baile De Los Disfraces y La Tentación”. Un corte –de nuevo- de paladeo lento y serenidad palpitante en contraste con otra letra de palabras prendidas en fuego: «No alcanzo a ver todavía el final / pero ya falta menos, puedo diferenciar / si vengo huyendo, si he vuelto a caer / si estoy arrodillado o si estoy de pie».
Me dijo un día Bunbury que «Pequeño era un disco para las madres». Este también le ha encantado. A mí con eso ya me vale para cantarlo con ella.
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Lista de canciones – tracklist:
- Para Llegar Hasta Aquí
- Saliendo Del Arrabal
- Las Chingadas Ganas De Llorar
- Serpiente
- Loco
- Cuentas Pendientes
- Te Puedes A Todo Acostumbrar
- La Hiedra
- Como Una Sombra
- El Baile De Los Disfraces y La Tentación
Publicado el mayo 13, 2025 en Críticas Discos y etiquetado en Bunbury, Críticas Discos, Cuentas Pendientes. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.




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