Barón Rojo – La Película
Publicado por elchayi
Pocas escisiones de grupos han dado tanto que hablar y han contrapuesto a dos frentes muy diferenciados como los que se generaron después de que Hermes Calabria y José Luis Campuzano ‘Sherpa’ salieran de Barón Rojo, donde quedaron los hermanos Armando y Carlos De Castro. Dos bandos, no solo de músicos, si no de fans (como se puede comprobar en los foros oficiales de cada uno de los frentes) que critican sistemáticamente al otro y que parecen imposible de reconciliar. La película aborda el proceso, desde la gestación hasta el concierto final, la propuesta, conversaciones, ensayos, gira y el después, de la reunión treinta aniversario que volvió a juntar en un veintena de conciertos a la formación original de una de las bandas más grandes que ha dado este país. ¿El resultado?
La película, y es uno de los enormes méritos, es apta para todo tipo de públicos. Tanto como los seguidores antiguos, como los no iniciados, incluso para aquellos que nada tienen que ver con el rock. Relata la historia, con toda su grandeza y toda su bajeza, de cuatro tipos bastante peculiares. Cuatro músicos con una personalidad muy marcada y unos puntos de desencuentro bastante arraigados, que en todo momento están presentes y que dejan a las claras que la reunión nunca fue sincera y que los miedos, el interés y salvaguardar la postura de uno mueve cada pequeña interacción.
En España lo más cercano, a pequeña escala, fue en su día la división Avalanch – Warcry, después de que Víctor García y Alberto Ardines se marcharan por desavenencias con Alberto Rionda. Quizá ahora pueda haber algo parecido con Mago De Oz y José Andrea, pero la sangre no ha llegado a los seguidores. No. Nada ha generado tanto ‘rencor’ como la escisión entre los seguidores como Barón Rojo. No hay punto medio, la mayoría o está con unos o está con otros. Y eso que Sherpa y Hermes se alejaron un tanto de los escenarios durante buena parte del tiempo. No importa.
Como decía la película, dirigida por José San Cristóbal y Javier Paniagua, arranca con la llamada del manager de Barón Rojo, Kike Canive, a los hermanos De Castro y posteriormente a Sherpa y Hermes, para comentarles la idea de la reunión, que se concretará de forma rápida en una comida cerca de Mirasierra. Todo va tan rápido que de hecho esa misma tarde se hacen fotos de promoción del regreso anhelado. Previo a esa comida se muestran las dudas, sobre todo de Sherpa y Hermes que son los que emocionalmente se les ve más tocados con el tema. Antes, durante y después.
Durante el proceso hay pequeños cortes de entrevistas realizadas a los hijos de Hermes, Armando y Sherpa, a alguna de sus mujeres, también a distintos músicos tan variopintos (esta manía de incluir en los documentales y libros a gente que no tiene mucho que ver con los protagonistas, me parece curiosa), como Juan Amaral y Carlos Tarque, pero también otros más cercanos en filosofía quizá, como Carlos Escobedo de Sober o Enrique Bunbury (herederos en cierta forma, como él reconoce, del camino internacional abierto por Barón Rojo antes que ellos, de hecho habla de Barón con una gratitud constante). También hay testimonios que, por ser coetáneos, tiene un gran valor, como la del locutor y productor ‘Mariskal’ Romero, el Pirata, o Julio Castejón de Asfalto.
El momento mágico de todo el metraje es el del primer ensayo. Se nota que hay nervios. Armando refleja algo de humanidad y añoranza al reconocer que se emocionó al empezar a preparar los monitores y el sonido. Hay dudas sobre cómo se compactará el sonido y los ritmos después de tantos años, y cuando la música arranca, como un flechazo, nos viene la magia de una época y una banda que fue gigante.
Se repasa la gran labor a las letras por parte de Sherpa y su mujer Carolina Cortés y sus letras combativas contra el poder (aunque para no desiquilibrar también se hace referencia a Armando como compositor de ‘Cuerdas de Acero’ y a Carlos como creador de ‘Larga Vida Al Rocanrol’). Y cómo se negaron a ser contratados para mítines del PSOE una y otra vez, porque se sintieron engañados cuando llegaron al mando. Siempre se mostraron apartidistas. “Luego nos lo hicieron pagar cuando empezaron a ganar ayuntamientos y no nos contrataban en ningún pueblo de ellos”. Y también el poder de las guitarras de los hermanos De Castro, sus influencias y su cariño para ellas. Prueba de ello es ver la habitación en la que Armando de Castro va contando qué hizo con cada una de ellas.
Después continúan los dejes del pasado. Los hermanos se siguen presentando y viajando por su cuenta de bolo a bolo. Solo coinciden con Hermes y Sherpa en el hotel, donde con suerte a veces comen juntos. “Nunca fuimos un grupo”, ni colegas, reconoce Sherpa, quien reclama haber vivido las penas, la carretera, lo bueno y lo malo con colegas de banda como nexo de unión imprescindible. (Aunque hay otras cosas prescindibles, como ver a Sherpa con espuma de afeitar en la barba y en todas las cejas, en el baño del hotel).
En la película se aprecian también otras cosas que eran vox populi, con edades similares, los hermanos se conservan mucho mejor que Hermes y Sherpa a quienes se les ve agotados después de los conciertos de tres horas y 45 temas de aquella gira. Mientras, Carlos termina una actuación y presume de que está como nuevo. Hermes es de calle el que más emocionado está con el regreso (el intermediario, como él se define), Sherpa lo oculta bajo esa filosofía zen de la que hace gala, mientras que los hermanos hablan de todo con emoción… ¿contenida o escasa?
El momento más agridulce de la cinta (y el que al final deja un gusto de profundo desazón) viene en el que supuestamente era el último concierto de la gira. Sherpa se queja en el coche de que los hermanos ni siquiera se despidieron en el camerino, ni en el hotel, ni nada. “Ni un qué tal chicos, ¿lo habéis pasado bien?, o un Hasta Luego. Nada”. El valor del documento está fuera de toda duda.
Miserias de las relaciones interpersonales que embadurnan más la magia del mito, de un grupo… o más bien no, la reunión de cuatro músicos excepcionales al servicio de una música y unas canciones que marcaron una época, que abrieron camino para muchos y que aún hoy siguen sonando imperecederas.
Será por la larga vida del rocanrol. Y porque la música, al final, siempre está allí.
Publicado el junio 4, 2013 en Actualidad, Críticas Discos y etiquetado en Alberto Rionda, Armando de Castro, Asfalto, Avalanch, Barón Rojo, Bunbury, Carlos de Castro, Carlos Escobedo, Carlos Tarque, Hermes, Jose Andrea, Julio Castejón, Mago de Oz, Sherpa, Sober, Víctor García, Warcry. Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.
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