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Rulo y La Contrabanda – 5

Hace tiempo que Rulo (de hecho, diría que desde el primer momento que le empujaron a salirse de la foto en La Fuga hasta tener que montarse su propia historia) y su música viven en una constante dicotomía de opiniones entre quienes, haga lo que haga, le van a decir aquello de ‘antes molaba más’ (ojo, que también los hay que si no les gustaba La Fuga, que también ya de por sí tenía sus haters, menos en solitario) y quienes, siguiéndole como al flautista de Hamelín, le van a apoyar de todas, todas, haga lo que haga. Ante esta situación, casi que la inmensa cantidad de opiniones que se vierten sobre sus nuevos álbumes en solitario hay que revisarlas con la ceja a lo Sobera en Quién Quiere Ser Millonario. Sin necesidad de regalar los oídos y los ojos a nadie con la lectura de las críticas que le he hecho a sus discos, en esta casa le hemos señalado lo malo cuando lo hemos considerado así (sobre todo cuando intentó entrar en unos registros que no eran propios ni de su edad ni de su trayectoria) y le hemos aplaudido cuando también nos parecía meritorio de ello, especialmente con su anterior Basado En Hechos Reales. Como ya dije en su día, considero que si Señales de Humo fue un paso de transición algo continuista entre el grupo y su camino en solitario, Especies En Extinción fue una búsqueda más amplia en la paleta de sonidos y opciones, no siempre atinado, y El Doble De Tu Mitad fue un intento de concreción de todas las sinergias, Basado En Hechos Reales se logró el ansiado equilibrio perfecto de los mejores ‘Rulos’. Ahora llega este 5 que viene a ser su decimoquinto disco (contando los directos y los de La Fuga) con apenas 44 años. Nada mal, como me comentaba en la entrevista que le hice la semana pasada, con la que estrechamos lazos tras el gesto que tuvo con el libro de Extrechinato y Tú. Vuelve a buscar dinámicas distintas para que todas las canciones del disco ofrezcan algo distinto y también apuesta por un nuevo productor. El resultado a mí me convence, porque se apunta a encaminarse a una madurez, pero sin prisas… que a las misas de réquiem…

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Lepanto y Shidow. Teatro Apolo, 21 de octubre

Lepanto es el nombre artístico bajo el que encontramos a Manuel Carmona Peláez, que tras curtirse en Cables Cruzados y, posteriormente, Casino, ha encontrado su plena libertad y expansión bajo esta nomenclatura de batalla cervantina. En Lepanto, Carmona se aleja de los riffs y hechuras stonianas y, por derivación, de Burning y abre un universo algo más accesible y popero, entrando en unas sonoridades juguetonas que le acercan al indie, pero sin que por ello se resienta el empaque de la base rítmica y una guitarra eléctrica muy contundente y muy en primer plano. Después de desplegar en El Duelo (a secas) un EP conceptual, donde se abordan distintos finales de ciclo… Amistad, trabajo o amor, todo ello revestido de un ropaje de videojuego retro y bastante frescura, llegaba El Duelo 2.0. Este nuevo trabajo de la banda almeriense es un disco que recoge los singles y EPs editados hasta la fecha. Reuniendo un total de trece nuevas canciones que, además para los fans y amantes del formato físico, han preparado en una edición especial muy limitada en digipack que incluye un póster firmado y las letras de todos los temas. Anoche, un año después de verle en el mismo escenario, llegaba el momento de cerrar gira y permitir así abrir el primer capítulo de lo que será su próxima aventura en forma de nuevo disco. La noche la abriría los jiennenses Shidow, que fueron de menos a más pero al final consiguieron convencer con una propuesta muy concreta de querencia por el rock americana. Os dejo a partir de este momento la crítica realizada para el Área de Cultura a través de la agencia Contraportada – Pisadas En La Luna, que saldrá publicada en más digitales y medios impresos. Salud.

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Los Zigarros – Acantilados

Lo bueno de llevar ya la nada desdeñable cifra de once años y medio abiertos es que hemos podido ir de la mano de alguna que otra banda desde el principio a lo largo de este periplo. Los Zigarros es uno de los ejemplos más notables ya que escribimos de su debut homónimo allá por 2013, también de su A Todo Que Sí de 2016, el Apaga La Radio de 2019 y ese directo llamado ¿Qué Demonios Hago Yo Aquí? de 2021 con el que, de alguna manera, cerraban esa suerte de voraz y feroz trilogía de presentación y, de alguna manera, también celebraban ‘seguir vivos’ con una buena colección de amigos (Carlos Tarque, Carlos Raya, Fito CabralesLeivaAurora GarcíaAriel Rot y Ángel Wolf) tras una pandemia sepultada ya, por suerte, en el olvido del día a día. Poco más de diez años después de aquel estreno nos llega ahora la quinta referencia, cuarta de estudio, con nombre de Acantilados, de portada de colorista iconografía que recuerda tanto al hipismo beatle como a la psicodelia setentera y que presenta a su vez otros cambios formales. Desde el sello discográfico con el que ve la luz, puesto que de Universal pasan a una autogestión más pura y dura al salir con el sello de Cultura Rock Records (o lo que es lo mismo, la casa de tótems tan imprescindibles como Fito & Fitipaldis o Carlos Tarque), como en la producción y pilotaje de los mandos, que pasan de Carlos Raya a Leiva, grabado en el Estudio 1 de Colmenar Viejo. Desde luego, no se andan con chiquitas en cualquier caso los hermanos Tormo (Ovidi, voz y guitarra; Álvaro, guitarra), de nuevo perfectamente escoltados por Nacho Tamarit (al bajo) y Adrián Ribes (a la batería). ¿Qué hay de nuevo, viejo? Pues eso, unas nuevas miras pero salirse del viejo, querido y amado rock and roll. Se les echaba de menos, carajo.

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La Caracol, la historia real nunca escrita. Jose Caracol y Nacho Serrano

En ese tránsito entre el fin del curso y el inicio del periodo estival entre festivales, llegó a mis manos en verano “LaCaracol, la historia real nunca contada” (la grafía invita en todo momento a juntar el artículo, aquí nos tomamos la licencia de separarlo), un libro en el que el principal promotor de la sala madrileña, Jose Caracol (José Manuel Alonso) repasa ‘la biografía’ de un espacio que durante más de treinta años las ha visto ‘de todos los colores’, como dice la expresión popular, además de haber pasado por infinidad de avatares varios. Entre evento y evento he ido afrontando su lectura y a su término lo queda es que es innegable que sacar adelante una sala en este país es una tarea titánica, hercúlea y hasta diría, sin ambages, que suicida. Independientemente de que todo el mundo quiere ganarse la vida y en el caso de una empresa tener beneficios, lo cierto es que hay que tener de salida y en el camino una importante dosis de amor a la música para poder afrontar determinadas situaciones. Está claro que la visión está muy dirigida a salvaguardar el buen nombre de La Caracol, pero también hay que destacar que se asumen y se reconocen errores con honestidad y sinceridad (desde engaños a equívocos). El autor se apoya en el periodista Nacho Serrano para perfilar, pulir y mejorar la narración de una actividad de cerca de 6.000 conciertos, más de 1.000 eventos musicales, 4.000 artistas diferentes, 18.000 horas de música en vivo y 3 millones de espectadores a lo largo de 30 años. «Estas son las credenciales de la mítica Caracol, una sala que cambió la forma de entender la música en directo en España. Una historia demasiadas veces citada, pero nunca hasta ahora contada desde dentro y al detalle», nos dice la solapa. Para limar la aridez, el texto se salpica de testimonios (más o menos acertados) de músicos tan variopintos como Rosendo, Medina Azahara, Ramoncín, Mägo de Oz,  Manolo García, Alejandro Sanz, Pereza, Amaral, Dani Martín, Rosalía, Vetusta Morla, Burning, Dover y un largo etcétera.

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RockSesión cumple 2.000: Playlist Especial

Igual que el tiempo no se detiene para las personas y va dejando un surco de vivencias y efectos, lo mismo ocurre para otros elementos vivos que dependen de nosotros. Especialmente en aquellos que se nutren de emociones y sensaciones como las que despierta en nosotros la música. Y ese es el caso de esta pequeña casa que, poco a poco, ha ido creciendo hasta llegar, hoy, con este artículo, a las 2.000 entradas publicadas. Una cifra muy significativa que me llega a marear cuando pienso en todo lo transcurrido, en todo lo volcado, en todo el esfuerzo que ha supuesto a lo largo de los años llegar hasta aquí. Somos “dosmilenarios” tras publicar críticas de 930 discos, de recordar 315 álbumes ‘remember’, de publicar más de 250 crónicas, de compartir más de medio centenar de playlist temáticas y de compartir otras 200 visiones sobre distintos temas relacionados con la música, este año con especial incidencia del primer libro publicado, ese Poesía básica. Extrechinato y Tú ensancha el alma que tanto amor sigue repartiendo y cosechando. Gracias a ti, que has estado en el viaje desde el principio. Gracias a ti que te has incorporado con el tren en marcha. Y gracias a ti, lector del futuro, que un día verás que aquí todos tienen cabida. Actualizamos el grito, cinco años después del primer milenio: RockSesión grita dos mil veces rock, porque aquí es vida. Dos mil veces vivos.

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Messura – Frágil

Hace unos días escribía aquí sobre el hecho de que sea bastante lícito no esconder las influencias que marcan las maneras de una banda, siempre y cuando, partiendo de esa clarísima influencia, se intente desplegar una manera propia de hacer y de expresar. De las últimas críticas de novedades que escrito en el último mes, es un comentario válido para, por ejemplo, el debut de Volvoreta en Vamos Con Todo con Burning, Platero y Tú, Asfalto o Leño o, más cerca todavía, el del último disco de Malas Pulgas, titulado Las Primeras Flores De La Primavera, con otros nombres propios como Robe (en su época como tal), Albertucho o Poncho K. La comparativa es válida para esta formación riojana a la que conocí (como a tantas otras) gracias a vuestras peticiones de tuitcríticas para los viernes. (Despedimos la temporada la semana pasada, volverán con la apertura del curso, a mitad del próximo mes de septiembre). Animal fue su primer larga duración en 2019 y escribía del álbum lo siguiente: «Combinación inusual y expresiva en el primer largo de estos riojanos. El armazón suena a estruendo rockero que se mueve entre zeppelines y hard de los 90, mientras que otra capa pop y voz al límite (por momentos muy Pucho –Vetusta Morla-) le da toque actual». La semana pasada me daban la pista de esta nueva referencia, que se publicó a comienzos de la primavera, y decía que «en esta entrega se diluye lo primero, pero se mantienen en una distorsión y base más dura de lo habitual. Haré crítica completa». Y aquí estamos. Messura puede caer en la indefinición de ser demasiado duros para los indies y demasiado melódicos para los rockeros duros de pro, pero a nosotros nos gustan. ¿No cantaban algo así los Stones?

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XXXV Candil Rock. 091, Tito Ramírez, Banda Sinfónica de Huércal de Almería

Contra viento y marea y habiendo pasado ya dos momentos críticos (uno a finales de la primera década del presente milenio y otra, como todos, pandemia mediante) el festival ‘de día’ Candil Rock sigue acumulando ediciones de manera imparable hasta llevar ya la nada desdeñable cantidad de treintaicinco ediciones. Un periplo (que también incluye fases ‘de pago’ y otras de ‘entrada libre’, como en los últimos tiempos) que ha hecho que se hayan vivido fases musicales de todo tipo, desde el más apunkado, pasando por otras más heavys, algunas más propias del mestizaje y, en los últimos tiempos, con una apuesta en firma por un rock más adusto y maduro, si se permite el término. Los cabezas de cartel de ‘esta fase’ hablan por sí solos: Siniestro Total, Ilegales, Enemigos, El Drogas… y anoche 091. Los de Granada, absolutamente inspirados, encabezaron una edición acompañada por el cóctel de Rhythm & Blues, Rock & Roll, Soul, Bugaloop, Cha Cha Cha y Bluebeat de Tito Ramírez (una propuesta también frecuente, la de optar por grupos de este corte, como ya hicieran con Los Mambo Jambo o, con otra vuelta de tuerca, con Los Tiki Phantoms la pasada edición) y, la agradable sorpresa de la Banda Sinfónica de Huércal de Almería que, con motivo de una edición tan especial, desplegó un repertorio de arreglos orquestales para una serie de canciones de bandas que han pasado a lo largo de los años por el festival. Una ambiciosa propuesta dentro de la modestia de la formación pero que salió de lo más gozosa. Así, añito a añito, Candil Rock sigue siendo uno de los festivales más longevos de la escena. Y lo contamos un año más. (FOTOS: Juan Jesús Sánchez Santos para RockSesión).

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Superfuzz – Ruido

Tiene su aquel que un grupo coruñés acabe publicando un disco con un sello afincado en la diagonal contraria, en Almería. Así son las historias de rock and roll cuando la pasión común es capaz de establecer combinaciones inesperadas. Tal y como avancé ayer con la crítica del álbum de debut de los madrileños Loma Baja y sus Piscinas Verticales, esta semana quiero dedicar las entradas a novedades para bandas que merece la pena ser conocidas por la solidez de sus propuestas. Hoy os presento a Superfuzz y su Ruido, que descerrajan su segundo trabajo discográfico de estudio con la garantía de autenticidad que representan todas las ediciones que vienen bajo el paraguas de Clifford Records. Vamos con una tanda de datos biográficos. Estamos ante eso que se denomina power trío, que viene formado por Diego Brandariz a la batería, Andrés Saavedra al bajo y Javier Insua en las funciones de voz y guitarra. Durante el verano de 2019 grabaron su primer larga duración. Aquel disco, homónimo, supuso su debut discográfico y constaba de once canciones de auténtico rock and roll, grabadas por José Puga y Pachi Baldomir en los estudios Nakra de A Coruña y masterizadas por Robin Schmidt (Placebo, The 1975, Mando Diao, etc) en los estudios 2496 Mastering de Kalsruhe. Ahora, cuatro añitos después y con el pandémico barbecho obligado, el pasado 16 de junio publicaron su segunda referencia, con la que quieren salir a la carretera a mostrar su mejor arma… El directo. Y, sí, puede parecer la típica frase manida pero para quienes estamos curtidos ya en estas lides no nos es difícil imaginar cómo puede ser la traslación del sonido que presentan en sus discos sobre un escenario. Energía, sudor, desbarre, autenticidad… Ruido, del que nos gusta.

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Los 100 Mejores Discos del Rock Español de los 60 y 70. César Campoy y Juan Puchades

Reconozcámoslo. No hay nada como un título o titular que diga ‘los mejores lo que sea’ para que nos pique el gusanillo por comprobar si la selección de marras está cerca o lejos de nuestras impresiones personales, de si ha cometido algún ‘pecado capital’ en forma de ausencia con el que poder descerrajar e inquirir a la persona firmante. Incluso hay personas que, de una manera absolutamente constructiva, la leen asumiendo con madurez intelectual que es posible que no estemos de acuerdo con muchas cosas incluidas o expresadas y que, el súmmum, se utilice la relación en cuestión para profundizar en aquello que no se conoce o a lo que no ha reparado con la atención debida como para haber sido considerada en primera instancia en una hipotética lista personal. Con todos esos parámetros bien definidos en la portada de bella factura y acertados colores, cualquier melómano, de los ávidos y prestos en querer explorar y aumentar conocimientos en todas las direcciones (temporales y estilísticas), debe sentir una atracción irresistible por el nuevo libro editado por Efe Eme, este Los 100 Mejores Discos del Rock Español de los 60 y 70 que firman César Campoy y Juan Puchades. Ambos autores se han repartido la tarea de elegir y ofrecer un centenar de álbumes que, salvo dos excepciones seminales de finales de los 50, se mueven en las dos citadas décadas y que analizan con generosas críticas que primero sitúan en contexto, después completan con algún dato técnico imprescindible y que riegan con anécdotas, crítica y algo de fino humor marca de la casa, sobre todo Puchades. A los 100 se sumarán una bola extra, un apéndice de otros discos recomendados (55) y otro (20) dedicado a pioneros (bandas y artistas que versionaban los originales). Con todo este material, el recorrido y disfrute del libro no se limita a su lectura, sino que se extiende en el tiempo si uno se mete en faena con las escuchas. Yo ya he empezado.

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Miguel Ríos – Rock & Ríos and Cía, 40 Años Después

Reconozco que no iba a ser la crítica de hoy, sino la del lunes, pero al ver en múltiples medios de comunicación que es su cumpleaños parecía lógico adelantar los planes. Miguel Ríos estrena este 7 de junio sus 79 años y se acaban los calificativos para poder glosar la importancia y grandeza de su figura en su extensa y celebrada trayectoria, tanto en su legado discográfico como desde los escenarios (por cierto, todo ello bien contado en Cuadernos Efe Eme especial monográfico en el que tuve el gusto de participar con cuatro críticas). Justo hace casi dos años, el de Granada también se ‘autorregalaba’ la publicación de Un Largo Tiempo, un disco eminentemente acústico, con un descomunal The Black Betty Trío, capitaneado por Jose Nortes y con Edu Ortega Luis Prado como lugartenientes, un álbum que no buscaba el efectismo, sino que busca la serenidad, tesitura y textura que confiere tal señorial edad. El caso es que su lejano anuncio de retirada quedó en agua de borrajas (como pasaba de manera cíclica con Los Suaves -aunque oficialmente sólo se titulara así una vez, los comunicados siempre deslizaban la idea en las anteriores…- y, más reciente, con Barón Rojo) y tras una canción por allí, una colaboración por allá con motivo de actos solidarios, unos cuantos conciertos sinfónicos… Y, claro, te lías y te lías y acabas de nuevo en faena. Hasta el punto de querer celebrar por todo lo alto el 40º aniversario de la grabación del histórico Rock & Ríos. Uno de los discos en directo más simbólicos y, a buen seguro, el más crucial y determinante para su carrera. Todo ello lo narraba y documentaba Jose Miguel Valle en Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible, un libro y una historia a la que ha querido dar continuidad con un nuevo volumen, del que en un par de semanas tendréis de nuevo crítica, Miguel Ríos y el Rock de una noche de verano, la gira conjunta con Leño y Luz Casal, que reunió a 600.000 espectadores.  El caso es que el bueno de Miguel reunió a toda la banda de entonces y a una quincena de invitados para gloria del rock español. Un Rock & Ríos 2.0 como acto de celebración de lo más gustoso.

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