Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible. Josemi Valle

Rock & Rios Josemi ValleAl contrario con lo que ocurre en el mundo anglosajón, la bibliografía sobre artistas, grupos, discos o canciones hecha en nuestro país es prácticamente irrisoria. Sobre todo si tenemos en cuenta que la mitad de esos lanzamientos no dejan de ser sino una forma de aprovechar el tirón comercial por algún hecho puntual (vuelta, fenómeno fan, muerte, etc) y, por tanto, muchas veces, una recopilación de fotos de diversa índole junto a un texto folletinesco, que tiene ventas resultonas, pero que al melómano le viene a aportar más bien poco. Por suerte, claro está, hay honrosas excepciones. La editorial Efe Eme es una de ellas y, avalada por ella, se estrena la Colección Elepé con ‘Rock & Ríos. Lo Hicieron Porque No Sabían Que Era Imposible’, de Josemi Valle. Un libro de 200 páginas más un anexo de documentación fotográfica, aportada mucha de ella por los propios protagonistas, que viene a ser una hagiografía reconstituyente de la historia del disco en directo que cambió la forma de entender el Rock en España. Casi nada.

Josemi Valle escribe con la pasión que da haber vivido el paso histórico de la música rock en nuestro país en los años en los que uno descubre la vida. Y estructura el ensayo de manera que el lector queda enganchado en los dos primeros capítulos. Sitúa la escena en la primera de las dos noches que iban a ser registradas en la unidad móvil más potente del momento, venida de Londres, en 48 pistas, un rayo láser verde, vatios de luz y sonido a tutiplén… Viernes y sábado, 5 y 6 de marzo de 1982. La contextualización que hace del ambiente rockero y los conciertos internacionales que estaban en la agenda pretérita reciente o en la futura inmediata es apasionante, como también el relato de los problemas que impidieron la primera grabación y que obligó a la banda (Sergio Castillo y Mario Argandoña en las baterías, Mariano Díaz al teclado, el genio loco de Thijs van Leer –Focus- en teclados, flauta y programación electrónica, Tato Gómez, bajo, Paco Palacios, Antonio García de Diego (sí, el de Sabina) y John Parsons a las guitarras, a las que puntualmente se uniría el pelo dorado de Salvador Domínguez en las piezas más contundentes) a jugárselo todo a la carta del día 6. Un hecho que a día de hoy no parece demasiado complicado si tenemos en cuenta que la mayoría de las bandas graban los directos en una noche concreta, pero algo arriesgado si tenemos en cuenta las condiciones de la época, la inversión realizada y que el grupo no venía de una gira rodada.

El segundo capítulo propone un salto en el tiempo hacia la evolución discográfica de Miguel Ríos, que deriva en el sonido que propone en el Rock & Ríos. El análisis de los tres discos que meten al granadino en el rock urbano es a veces ligeramente bisoño, pero tan extenso que al final gana por abrumadora información. Los viejos rockeros nunca mueren (1979), Rocanrol bumerang (1980) y Extraños en el escaparate (1981). Tres trallazos compactos que superan la derivación experimental, progresiva y naturista de La Huerta Atómica (1976) y Al-Andalus (1977).

El tercer bloque viene a explicar la gestación del repertorio del Rock & Ríos, muy cimentado en los tres citados álbumes, pero con resquicios para clásicos más viejos como ‘El Río’ o el éxito internacional del ‘Himno de la Alegría’. No contentos con eso, se preparan cuatro temas inéditos para la velada, tres de ellos bombas para toda la vida como ‘Bienvenidos’, ‘El Blues del Autobús’ y ‘Reina de la Noche’, además de un remix de temas de otras bandas como Asfalto, Leño, Moris, Tequila y Topo, que la industria discográfica cercenaría durante muchos años. El cuarto capítulo narra la noche histórica en la que el concierto se repite con una banda más atinada pese a la tensión.

Pero el gran capítulo en el que se ejerce un trabajo de documentación descomunal es el quinto. ‘Edición, publicación del disco y gira de verano’. El éxito de ventas del Rock & Ríos deriva en una gira mastodóntica en unos años en los que ni los recintos estaban preparados, ni los promotores entendían (¿ahora sí?) de condiciones mínimas para la escenografía, descanso de los músicos o aforos y en un tiempo en el que el público estaba prácticamente virgen en eso de disfrutar de eventos masivos al aire libre (Una democracia imberbe, una dictadura coleante y un intento de golpe de Estado aún en la memoria cercana).

Esa gira cambiaría la forma de hacerse las cosas en el mundo del rock patrio. Miguel Ríos aprende de los errores y se monta una gira mayúscula (la del Rock de una noche de verano) con Luz Casal y Leño, con dos equipos idénticos que permiten ser montados con días de antelación aunque se actúe mientras tanto en otra ciudad, distancias kilométricas que nunca superan los 200 kilómetros… En fin. Profesionalización.

Sin ánimo de hacer spoilers, el libro desentraña varios secretos como los dos arreglos posteriores que se hacen al disco al descubrirse los errores, cómo se descubren las cintas perdidas por un local de Londres, cómo Miguel Ríos pasará la noche en el calabozo en Oviedo y numerosas anécdotas más que convierten el libro de Valle en algo valioso, apreciable y reconstituyente. También aborda el carácter mesiánico de masas que la prensa o la bondad de Ríos (porque no olvidemos que Miguel siendo ha sido el ‘buenismo’ personalizado) le hizo simbolizar en aquellos tiempos.

En cualquier caso, después de leer estas páginas, uno solo tiene ganas de volver a darle al play y soñar con ese concierto mágico. Por si queréis recuperar la memoria escuchándolo de nuevo, la reedición de 2005 (también se habla de todas ellas en el capítulo final del tomo) tiene el concierto íntegro y en el orden el que fue interpretado. Lo tenéis en spotify.

Salud y rocanrol.

 

 

Publicado el octubre 13, 2015 en Actualidad y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 10 comentarios.

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