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Héroes Malditos – Eduardo Izquierdo

El 17 de junio de 1990, un jugador español llamado Míchel se puso a gritar, rebosante de furia y orgullo, “me lo merezco”. Lo hizo una y otra vez cuando marcó su tercer gol, lo que le valió para completar su hat-trick, en un partido que la selección española ganaría 3-1 a Corea del Sur. Siempre le he tenido algo de tirria al verbo merecer. Sobre todo cuando se usa de manera despreocupada o a la ligera. ¿Se merecía el portero Choi In-Young ese castigo aquel día? Quizá se preparó el partido mucho mejor que él. ¿Y si llevaba un mes haciendo buenas acciones o pasándolas canutas por algún otro motivo? ¿Acaso los miles de estudiantes que se preparan unas oposiciones no se merecen una de las plazas? ¿Quién determina qué es más meritorio y qué no? ¿Acaso la meritocracia no es uno de los engaños más flagrantes de un sistema fagocitador de almas y fábrica sistémica de frustraciones y fracasos? Sí, como ven, le tengo bastante manía al verbo merecer, porque implica una justicia que viene otorgada por un algo indeterminado o un alguien con intereses que, igual, solo piensa verdaderamente en el suyo. Dicho esto, ¿merecían los 33 protagonistas de este libro ser patos feos, olvidados y trágicos del rock? ¿Por qué otros con mucho menos esfuerzo, talento o dedicación se llevaron la gloria? Eduardo Izquierdo se sumerge de manera amena y con profusión de información, datos y discografía en la trayectoria de 33 (como las revoluciones del vinilo) nombres propios de los que, confieso, ignoraba la existencia de más de la mitad de ellos.

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Héroes. Silencio y Rock & Roll

El pasado viernes se estrenó en Netflix el esperado documental biográfico de Héroes del Silencio, más si cabe por ese ligero retraso que obligó a demorar unas cuantas semanas más su puesta de largo, ya que estaba previsto para pocas fechas después del de Rompan Todo. Dice el refrán que la espera merece la pena y, ya que no siempre es cierto, en este caso podemos decir que sí. Está dirigido por Alexis Morante, un habitual de la videografía de Bunbury en los últimos años, puesto que de él son hasta 13 videoclips antes de que cogiera el mando Jose Girl con estilo más personal y acorde a las nuevas tendencias sonoras de Enrique. Suyos también son, por ejemplo, el cortometraje Licenciado Cantinas de 2012 y el documental El Camino Más Largo de 2016, del que ya hablamos en esta casa. Y también documentales sobre Alejandro Sanz o Camarón de la Isla). Las opiniones que ha generado la cinta son una perfecta extrapolación de la misma división de pareceres que la banda tuvo que afrontar en su momento. Que si son el grupo más grande de la historia en España, que si eran unos intensos insoportables y muy engreídos, que si musicalmente o los textos solo buscaban un efectismo complaciente, que si inventaron la pólvora porque nadie hacía lo que ellos en nuestro país, que si era un manejo comercial, que si el triunfo fuera no era para tanto… Lo de siempre, pero ahora con redes sociales. Nadie se ha movido de su posición tras su visionado lo que indica, cuanto menos, una dificultosa capacidad de reflexión o de ver las cosas en perspectiva. Es el precio que se paga cuando llega el triunfo transversal (que penaliza, si lo haces es que eres un vendido o hay gato encerrado) porque, no les quepa duda, si Héroes no hubiese tenido un triunfo masivo, si se hubiesen quedado en la minoría rock, la inmensa mayoría de los que les sigue dando cera para creerse por encima de la corriente popular, opinarían lo contrario. La historia nos la sabemos porque la hemos visto con todos los que han salido ‘del círculo de la supuesta autenticidad’. La historia de siempre. Es uno de los muchísimos elementos arquetípicos del rock que cumple Héroes del Silencio. Pero hay muchos más y el documental da fe de ello.

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#Mis10de Héroes del Silencio

 

He comentado en más de una ocasión que a mí la época álgida de Héroes del Silencio me pilló ‘en otras cosas’. Cuando ellos estaban pegando los guitarrazos más fuertes que nunca en Avalancha y con su posterior directo de despedida, yo andaba sumergido en el mundo de la música electrónica. Con simpatía hacia el rocanrol siempre, sí, pero lo del rollo fanático que despertaba la H y la S entrelazada, aquello que parecía casi como una religión… me tiraba para atrás. De hecho a mí no me pareció mal del todo la aventura sintética de Radical Sonora, por la valentía y por el concepto en sí. Tres meses antes, The Prodigy había hecho saltar la banca con The Fat of the Land. Nos desviamos. Empecé a meterme de lleno en su discografía gracias a que Pequeño Cabaret Ambulante, su primer disco en directo en solitario me voló literalmente la cabeza. Entonces sí, fui a Pequeño, un disco del que algún día tendré que escribir y, más allá, a Héroes del Silencio. Metido ya de pleno en mundos rockeros y con los gritos de los acérrimos ya más tranquilos, pude apreciar lo que no supe en su momento. Quizá sea un ejercicio recomendable con determinados grupos (o solistas) que generan animadversión por lo encendido del momento. Es cuando más objetivo se puede ser, siempre y cuando nos liberemos de los prejuicios. Tras gritar en silencio ayer, claro, hoy tocaban los héroes.

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Héroes del Silencio – El Espíritu del Vino

Empezaré esta crítica remember reconociendo que en el momento no me gustaban. No soportaba ni el aspecto, ni la entrega incondicional de sus acólitos, ni la hiperteatralización de los directos, nada. La ignorancia es atrevida. En un momento concreto de mi vida llegó a mis manos el directo de ‘Pequeño Cabaret Ambulante’. Empecé a tirar del hilo hacia delante y hacia atrás…. Y entonces sí.

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Las Grecas – Gipsy Rock (1974)

Cincuenta añitos cumple en este 2024 un disco que todavía escuchado hoy sigue sonando fresco, adictivo y atrayente: Gipsy Rock de Las Grecas. Tenía previsto traerlo a la crítica remember de los viernes este año y qué mejor que hacerlo al día siguiente de haber escrito sobre el tercer larga duración de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, no en vano su autodefinida kinkidelia no deja de ser hija (o su prima, nunca mejor dicho en este caso) del Gipsy Rock en cuestión. Las Grecas eran las hermanas Carmen (Carmela) y Edelina (Tina) Muñoz Barrull, nacidas en Valladolid con poco más de dos años y medio de distancia temporal la una de la otra. Sin tener esa jondura necesaria para poder dedicarse al flamenco más canónico, purista y ortodoxo, pronto brillarían en la forma de armonizar y cantar a dúo por los palos más livianos y así conquistaron primero a Manolo Caracol y después a Lola Flores que las ficharon para sus sendos tablaos madrileños. Los visionarios José Luis de Carlos (productor) –junto a Gonzalo García Pelayo, uno de los responsables de llevar lo flamenco al siglo XX sea con el ‘sonido Caño Roto’ uno y con el rock andaluz el otro- y Felipe Campuzano (destacado pianista y con composiciones como “Amigo Conductor” o “La Minifalda” en el zurrón) ven posibilidades a la pareja y deciden editarles un single en 1973 con “Te Estoy Amando Locamente” y “Achilipú”. La jugada genera una inesperada revolución y tras despachar medio millón de copias en tres meses se publica, ya en el 74, Gipsy Rock.

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Shine, el grupo gallego que convirtió a Sasha Grey en un ‘cupcake impuro’

Para esta recta final de mes de julio me ha dado por traer temillas curiosos a la web. El lunes, hacíamos una interesante entrevista a Eme DJ, discjockey que colabora con frecuencia en causas sociales y a la que no le importó dar voz al problema de la salud mental en el mundo artístico. El martes dábamos un poco de luz al comando del grupo de punk enmascarado DaCat, que viene realizando una curiosa campaña de promoción en los últimos meses (mandamientos y programa electoral incluidos), antes de lo que será el lanzamiento definitivo de su primer disco (llevan tres singles) y quién sabe si su desenmascaramiento definitivo. Para ayer, miércoles, y hoy, he querido recuperar otros dos temas que en su día saqué en la extinta web de Rock Estatal. Ayer con la historia de El FarmaRockero, un farmacéutico que llegó a publicar un disco con consejos infantiles a ritmo de rock. Hoy, traigo otra historia que tiene ya sus diez añitos, y que viene de la mano de la ya extinta banda llamada Shine. La formación gallega realizó una singular promoción junto con la pastelería Sweet Place (hoy Bo Camino). Durante una semana, cada mes, los fans tenían que votar en las redes sociales su sabor favorito de entre varias opciones y el ganador sería elegido para ser el “cupcake impuro”, al que se le coloca el logo de la banda. Por ejemplo, de chocolate con licor de crema de orujo. El grupo llegó a interpretar su canción “Sasha Grey” dentro de la pastelería, un tema que a su vez también sirvió de videoclip, siendo reconocido en algún certamen local.

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Bunbury – Greta Garbo

Posiblemente Bunbury sea, junto a Robe en su dualidad como solista y con Extremoduro, el artista del que más he escrito en esta casa. Recuerdo aquella introducción en la que apuntaba que en los ya más de once años de vida la web haya escrito una veintena de artículos y críticas sobre la figura, discos, documentales, directos, giras o selección de temas de Enrique, tanto en solitario como con Héroes del Silencio, como en sus proyectos con Bushido, Carlos Ann y Panero o con Calamaro, dice mucho de la notoriedad, de la relevancia y de la importancia del músico. Es un hecho irrefutable, como es plausible su afán por demostrar y compartir su constante movimiento en el trapecio en la búsqueda de algo nuevo que ofrecer a su público. Me gusta el empecinamiento y el compromiso que tiene con la creación, que con independencia de que se pueda ajustar más o menos a nuestras apetencias musicales de determinado momento, sí que se mueven en las más estricta coherencia de sus necesidades expresivas. Así ha sido a lo largo de toda su carrera y, aunque para muchos ya no sea el mismo, como ironiza en uno de los ‘bonus track’ para los compradores del vinilo, eso sí que no ha cambiado desde el principio de los tiempos. Como la transgresión de Robe, presente siempre en los cerriles primeros discos o en la preciosista manera de entender los desarrollos instrumentales posteriores, Bunbury no ha dudado nunca en cambiar de dirección cuando ha visto que el camino por el que andaba ya no le satisfacía. Desde el pop gótico inicial y al punto casi heavy del final de Héroes, pasando por la electrónica, el minimalismo mediterráneo, el punto cantinero mariachi, el rock árido, la canción de autor más americana o el regreso, esta vez revestido de estilo, densidad oscura y aires jazzy, a los sintes y programaciones del último lustro. Tras ‘el susto’ que provocó su retiro de los escenarios y las giras se dedicó a escribir, una vez más, como ejercicio de exorcismo, de terapia, aunque esta vez más refinada que en Exilio Topanga o su anterior EP con Paco Loco… Esto es Greta Garbo.

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Quique González. Conversaciones (Arancha Moreno)

Es difícil no hacerse adicto a la bibliografía que viene publicando en los últimos tiempos la editorial Efe Eme y de la que aquí hemos escrito ya una decena de veces, sobre todo cuando encara en profundidad una serie de entrevistas – conversaciones con músicos que no es que sean esquivos, pero sí que denotan un distanciamiento notorio y evidente con la prensa o la exposición, sea innato, por aprendizaje, por defensa, desinterés o por seguridad, como una manera de salvaguardar el misterio de su universo creativo. O una mezcla variable de todas ellas en distintas proporciones, según la persona. Y en esa heroicidad en particular anda metida desde hace unos años Arancha Moreno, que completa con esta entrega con Quique González un póker de auténtico lujo que ya tenía los ases de Iván Ferreiro, Coque Malla y José Ignacio Lapido. A través de estas 250 páginas, con conversaciones realizadas la mayoría de ellas en el valle cántabro, que ha sido refugio, maestro y hogar del madrileño durante casi veinte años, y alguna en la ciudad, se realiza un viaje por los casi 25 años de carrera del músico, cuya conversación sorprende sobre todo por la cantidad y profusión de sus declaraciones, no tanto por sus opiniones, que ‘casan’ perfectamente con la imagen y la identidad que ha transmitido a lo largo de toda su carrera. Mientras que otros se crearon un personaje para ser estrellas del rock, Quique hace alarde de una naturalidad que amplía las explicaciones de lo que ya sabíamos. Que es un artista con unos códigos de honor casi en desuso (dinosaurio quizá también en eso, por desgracia) y que la canción, siempre, está por encima de otros intereses.

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Marwán, El Hijo del Refugiado – Víctor R. Alfaro

Ya sea con su colección Elepé, para libros sobre discos en concreto, con su colección de ‘Conversaciones con’, monográficos especiales sobre algún artistas o sus propios ‘Cuadernos’, la editorial Efe Eme continúa con su tranquila pero constante constancia a la hora de hacer engordar, y con un sello de calidad inquebrantable, la bibliografía musical de nuestro país. Solo en los últimos años aquí hemos escrito de Conversaciones con Ana Curra, Héroes Malditos, Conversaciones con José Ignacio Lapido, Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad, Coque Malla. Sueños, Gigantes y Astronautas, Conversaciones Ilegales, Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible, firmados por Carlos H. Vázquez, Sara Morales, Eduardo Izquierdo, Arancha Moreno, Javier Escorzo, de nuevo Moreno y Josemi Valle, respectivamente. El último en sumarse en esa doble lista (la de Efe Eme y con su crítica aquí) es Víctor R. Alfaro, que se lanza a bucear en la biografía de uno de los cantautores que viene a ser por derecho propio uno de los referentes de la consolidada nueva generación de figuras, después de que sus prometedores inicios se hubieran refrendado en los últimos años, hasta el punto de pasar a tocar en pequeños garitos, a pequeños grandes tótem de la música de autor y, finalmente, La Riviera, Circo Price, Joy Eslava, Wizink Center y todo tipo de actos donde ya se codea con los grandes de dos generaciones atrás… Sabina, Serrat, Aute, Silvio, y los de la anterior, como Serrano, Guerra o Drexler. Marwán, El Hijo del Refugiado es un libro inequívocamente complaciente, aunque no elude alguna de las polémicas o críticas que han podido rodear al personaje (siempre externas e interesadas), que enriquece en cuanto permite sintetizar la biografía de un artista nacido del empecinamiento, la constancia y la integridad.

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Bauer – La Salvación

Tener que cubrir la programación de actividades culturales de mi ciudad y los conciertos de Cooltural Fest (los dos últimos años con sendos ciclos de más de treinta eventos cada uno) ha acelerado el ir descubriendo con frecuencia nuevas bandas a las que ir siguiendo la pista. Una actitud incorporada ya de por sí, pero que viene facilitada en este caso por ‘el proceso inverso’: verlos en directo y después esperar su siguiente lanzamiento. A los malagueños Bauer, capitaneados por dos hermanos de madre alemana (es de su segundo apellido de donde toman el nombre de la banda), Gabriel y Lucas Bauer, encargados de voz y bajo y teclado y coros, respectivamente, con Abel Asensio en guitarras y coros y Fernando Gallardo en baterías y percusiones, les vi en agosto del pasado año en una de las líneas de actuación del ciclo de conciertos de Cooltural Go!, denominada Ruta Gastromusical y que viene a ser una actuación ‘callejera’ en un punto en el que hay numerosos bares alrededor, además de incluir una degustación de cortesía. Pese a lo adaptado del formato, más íntimo y orgánico, Bauer me convenció y tomé buena nota de que estaban cerca de publicar su nuevo trabajo discográfico, el tercero, que finalmente ha visto la luz hace hoy casi cuatro semanas exactas. Un álbum que, dadas las circunstancias pandémicas, ha sido más repensado y meditado que nunca y que nos ofrece a un grupo muy seguro de sus posibilidades, abierto a matices intimistas y delicados como a estruendosos y enérgicos, con nombres como Mumford & Sons, Ben Howard, Kings of Leon o Bon Iver, foráneos, y Morgan, Fábula, L.A., Shinova o Bunbury / Héroes como ejemplos a seguir. La Salvación son trece cortes sin fisuras, emocionales y versátiles, que se aleja de modas, con una no pretendida sensación de atemporalidad.

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